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La presión de Feijóo lleva al PP europeo a poner en jaque el funcionamiento de las instituciones de la UE

El líder del grupo del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber, asiste a una sesión plenaria del Parlamento Europeo.

El 1 de diciembre debe empezar a trabajar la nueva Comisión Europea. Nadie esperaba otra cosa hasta que la lluvia arrasó Valencia y sus alrededores y el Partido Popular pensó que podía torpedear la confirmación de Teresa Ribera para tapar la mala gestión de Carlos Mazón. Nada hubiera ido muy lejos si Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo, no hubiera visto en la actitud obstruccionista de Alberto Núñez-Feijóo una forma de minar la autoridad de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, compañera de partido, pero su enemiga jurada. Weber debía ser en 2019 el presidente de la Comisión Europea como candidato de los populares europeos, pero los líderes lo impidieron. El alemán tiene un currículum limitadísimo, de los más limitados incluso entre los eurodiputados. Habla alemán y un inglés muy regular y toda su carrera política fue ser eurodiputado. En Alemania es un desconocido. Merkel, Macron, Sánchez, Rutte y compañía decidieron que ya estaba bien de bromas y se sacaron de la manga a la ministra de Defensa de Angela Merkel, una tal Úrsula Von der Leyen. Weber nunca perdonó aquel feo y todavía sangra por aquella herida. Si puede dañar a Von der Leyen, y mientras la mayoría de los populares europeos le sigan el juego, lo hará.

Esa actitud, sumada al obstruccionismo de los eurodiputados liderados por Dolors Montserrat y Esteban González Pons, arietes de Feijóo en Bruselas, están a punto de hacer implosionar la mayoría europeísta que aprobó en julio la renovación de Von der Leyen y a la que poco a poco, durante la aprobación de los otros 20 comisarios europeos, se fue sumando incluso ECR, el grupo donde se integran los eurodiputados de la italiana Giorgia Meloni, que han votado a favor de todos, también de los comisarios socialistas. De ECR hasta los ecologistas, pasando por populares, socialistas y liberales, se había formado una coalición que rozaba el 75% del Parlamento y que podría servir para dar estabilidad a Von der Leyen.

Antes de los exámenes, populares, liberales y socialistas, con los ecologistas del brazo, hicieron un pacto no escrito de no agresión. Tú pasas a mis comisarios y yo a los tuyos, y así nadie depende del voto de los ultraderechistas ni de The Left, que iría a por liberales y conservadores. Al martes, los socialistas, liberales y ecologistas, incluso los ECR de Meloni, se comportaron durante las primeras audiencias. Así, la liberal estonia Kallas, la socialista rumana Minzatu, el soberanista italiano Fitto (de Meloni, pero bajo protección de los populares) y el liberal francés Séjourné, tuvieron exámenes plácidos.

A última hora llegaban la popular finlandesa Virkkunen y Teresa Ribera. Y se desataron los truenos. Mientras en una sala pequeña y con poca audiencia, Virkkunen iba sorteando preguntas, en una de las más grandes, abarrotada hasta la bandera, el PP y Vox lanzaron un ataque personal contra Ribera, cargado de acusaciones falsas e insultos. Varios eurodiputados populares adelantaron que habría imputación judicial. La estrategia era evidente. Mientras socialistas, liberales, ECR y ecologistas habían cumplido durante el día su parte del pacto, la derecha lo violó para hacer caer a Ribera. 

Christian Spillman, el decano de los corresponsales franceses, décadas en la agencia AFP, escribió en X: "La Comisión Von der Leyen en riesgo de caer por el bloqueo del PPE a Ribera, de lejos la mejor candidata del equipo (de la alemana), sólo porque el politiqueo español se impone al Parlamento Europeo”.

Manfred Weber había ido demasiado lejos y había provocado el incendio político que prácticamente nadie creía posible que forzara. Corresponsales veteranos y de medios conservadores hablaban de “agresión” contra Ribera. Las preguntas de los eurodiputados del PP no se diferenciaban ni en el tono de las de los de Vox. Ribera mantuvo las formas durante dos horas y media que cientos de corresponsales vieron con asombro. Nunca, ni los más veteranos, habían visto una audiencia semejante. Los seis vicepresidentes debían ser aprobados en bloque y todo quedó parado.

Todos entienden que Ribera no es una comisaria más. Es la número dos de facto de la próxima Comisión y el peso pesado de la izquierda. Von der Leyen le dio un poder que, según el diario Politico, nunca tuvo ningún comisario de ningún país. Sin Ribera, la voz de la izquierda en la Comisión Europea desaparecerá.

Cuando Ribera acabó el Partido Popular Europeo dijo que rompía el pacto y votaría en contra. Von der Leyen apareció a poner orden, pero ni su todopoderoso jefe de Gabinete, Bjorn Seibert, pudo todavía torcer la mano de Weber. Iratxe García, número dos de la lista del PSOE a las europeas tras Ribera y líder de los socialistas europeos, cargó contra Weber: “El liderazgo del Partido Popular Europeo ha roto el acuerdo político de las fuerzas democráticas proeuropeos en el Parlamento Europeo a favor de una agenda destructiva del Partido Popular español”. García advertía ya entonces que Weber ponía en peligro “irresponsablemente la Comisión Europea y rompía la mayoría proeuropea al alinearse con la extrema derecha”.

Si cae Ribera (o cualquier otro) los grupos de extrema derecha y el Partido Popular Europeo tendrían los votos suficientes para, el 27 ó 28 de noviembre, sacar adelante a la Comisión Europea. Pero Von der Leyen sabe que esa mayoría es falsa, porque en cuanto arranque el mandato la extrema derecha empezará a votar contra cualquier cosa que proponga. El afán de los grupos de extrema derecha es destruir la mayoría europeísta que se une en el centro, no ayudar a Von der Leyen. Los socialistas tienen el apoyo de ecologistas y, sobre todo, de los liberales, el fiel de la balanza. Su líder, la francesa Valérie Hayer, acusó a Weber de “comportamiento irresponsable”.

Weber lanzo un ultimátum la noche del miércoles: apoyará a Ribera si los socialistas votan la confirmación de Fitto (si Pedro Sánchez y otros líderes socialistas dan la orden probablemente sus eurodiputados la acaten) y del húngaro Varhelyi (más difícil). Además, exige que Ribera se comprometa a dimitir si es imputada. En Bruselas nadie se engaña ya sobre la utilización que el Partido Popular ha hecho de la Justicia en los últimos años. Weber quiere también que Ribera pase primero por el Congreso de los Diputados el día 20 para que el PP siga con el ataque personal.

Este jueves las aguas se calmaron un poco por la mañana después de que la presidenta del Parlamento Europeo, la popular maltesa Roberta Metsola, empezara a hablar de uno en uno con los líderes de los grupos. Metsola no quiere un incendio y su autoridad como presidenta podría servir para mover votos dentro del Partido Popular Europeo. Entiende que los populares españoles hagan ruido, pero no que revienten la próxima Comisión, arrastrando a las instituciones europeas para salvar a un presidente regional políticamente chamuscado.

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Salga lo que salga en los próximos días –y lo normal es que Ribera sea comisaria y vicepresidenta– Von der Leyen ya sabe que ha muerto la mayoría europeísta que le permitió un primer mandato relativamente tranquilo. El Partido Popular Europeo de Weber tiene apenas el 26% de los eurodiputados, pero sabe que puede forjar la mayoría europeísta de siempre o una con los grupos de ultraderecha. Si además le sirve a Weber para debilitar a Von der Leyen, pues mejor.

Von der Leyen tendrá un camino de obstáculos si su mayoría se rompe y socialistas, liberales y ecologistas se niegan a cooperar con unos populares echados al monte. ¿Quién le pone el cascabel al gato Weber? Muchos miran a Friedrich Merz, el candidato de la CDU (su partido) a las próximas elecciones alemanas del 23 de febrero. Si Merz gana y depende de los socialdemócratas para gobernar, a nadie le interesará un incendio en Bruselas.

El chantaje de Feijóo

Weber debe renovar su cargo en un congreso del Partido Popular Europeo en Valencia el próximo mes de mayo. El alemán no tiene todas las cartas por los polacos de Donald Tusk. La división entre los populares que quieren pactar con la extrema derecha (los italianos, los españoles, los escandinavos) y los que no (los alemanes, los franceses, los austríacos, los polacos) sigue sin resolverse. Tusk trabaja para cargarse a Weber y el alemán no puede perder ni un voto. Sin los españoles, un candidato alternativo (apunten el nombre del austríaco Johannes Hahn) podría hacer caer a Weber.

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