Más de 2,1 millones de vascos están llamados este domingo a las urnas para decidir la deriva que tomará el futuro Gobierno autonómico durante los próximos cuatro años. Aunque son los undécimos comicios para el Parlamento vasco, el actual contexto político en España los hace sumamente especiales: Euskadi será, junto a Galicia, la primera comunidad que afronte un proceso electoral después del bloqueo institucional. Por eso, el 25S en Euskadi se mira en clave nacional. Sobre todo desde el PP, centrado en vender en campaña que un buen resultado en suelo vasco desbloquearía la construcción del Gobierno central.
La formación conservadora insiste en el intercambio de cartas. Señalan que un resultado del Partido Popular que sea "decisivo" para la continuidad de Urkullu como lehendakari puede facilitar que los nacionalistas cambien de postura y acaben tragando a Mariano Rajoy en Madrid. La Moncloa por el Palacio de Ajuria Enea. Una opción que ha sido rechazada durante toda la campaña desde las filas jeltzales. Con todo esto, lo que está claro es que los resultados que arrojen las más de 2.500 mesas electorales en Euskadi serán analizados desde la capital con lupa.
PNV, ganador indiscutible en Euskadi
Los nacionalistas vascos buscan mantener el tipo frente al ascenso de Podemos. Son conscientes de que en el actual periodo democrático ninguno de los comicios autonómicos se les han resistido, y esperan que en esta ocasión ocurra lo mismo. En la mayoría de los casos, la formación jeltzale se ha movido por encima de los 25 diputados en el Parlamento vasco, superando en dos ocasiones –1984 y 2001– la barrera de los 30 asientos: 32 y 33, respectivamente. Incluso cuando cosechó su peor resultado histórico, 17 diputados en el año 1986, fue el partido que más papeletas logró en las urnas –23,7%–.
No ocurre lo mismo con los socialistas, que quieren evitar a toda costa el descalabro. El PSOE siempre ha tenido fuerza en Euskadi. Sólo en 1980, 1998 y 2012 dejaron de ser el segundo partido más votado en beneficio de la izquierda abertzale –en los dos primeros casos bajo la imagen de Herri Batasuna y en la pasada cita electoral con el nombre de EH Bildu–. Además, exceptuando un par de ocasiones –1994 y 2001–, siempre se han situado por encima de los 15 asientos en el Parlamento vasco, siendo los 25 del año 2009 –30,7%– su mejor resultado en la comunidad. Reducir su representación, por tanto, hasta los 8 parlamentarios, tal y como le dan algunos sondeos, volvería a poner a los socialistas, en este caso vascos, ante el peor resultado de su historia –los 9 escaños de 1980 son, hasta ahora, su cifra más baja–.
También intenta evitar un fracaso el PP, al que las encuestas le auguran un resultado por debajo de los 10 representantes –que fueron los que consiguió en los pasados comicios– en la Cámara de Vitoria a pesar del respaldo que el exministro de Sanidad y ahora candidato a lehendakari, Alfonso Alonso, ha recibido durante la campaña desde Madrid. Desde 1994, la formación conservadora no ha conseguido un resultado tan escaso. Atrás habían quedado las cifras de Alianza Popular en la década de los 1980 –dos parlamentarios en 1980 y 1986 y siete en 1984– y las del año 1990, cuando ya como PP se hizo con seis escaños.
Con las malas estimaciones para socialistas y conservadores encima de la mesa, Podemos y EH Bildu se disputan ser la segunda fuerza en el Parlamento vasco. La formación liderada por Pablo Iglesias llega a sus primeros comicios autonómicos en suelo vasco con los buenos resultados logrados en ese territorio en las elecciones generales de diciembre y julio, aunque los expertos alertan de que no se vota de la misma manera en las citas electorales a nivel nacional que en las autonómicas. La izquierda abertzale, por su parte, ya demostró su fuerza en 2012, cuando se hizo con el 25% de los sufragios, un resultado con el que sentó en la Cámara de Vitoria a 21 representantes, una cifra que mejoraba con creces los 14 parlamentarios logrados por Euskal Herritarrok en 1998, con Arnaldo Otegui al frente de la candidatura.
33 años de Ejecutivo nacionalista
Pensar en el Gobierno vasco es pensar en el PNV. Desde que se celebraron los primeros comicios autonómicos, hace ahora 36 años, los nacionalistas vascos han controlado el Palacio de Ajuria Enea durante 33 años. Sin embargo, sólo tras las elecciones de 1980 y 1984, en las que consiguieron 25 y 32 escaños, respectivamente, pudieron hacerlo en solitario. De esta manera, el economista Carlos Garaikoetxea ha sido hasta la fecha el único lehendakari investido sin la necesidad de que la formación jeltzale recibiese el respaldo de ninguna otra fuerza. Esto fue posible gracias a que la Cámara por aquel entonces contaba con 60 asientos y a que la izquierda abertzale de Herri Batasuna, con 11 escaños en las dos legislaturas, no acudía a la institución salvo en momentos muy concretos.
Sin embargo, el resto de lehendakaris del PNV sí que necesitaron el apoyo de otros partidos. José Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe fueron moviéndose entre los socialistas vascos y la izquierda abertzale. El primero, por ejemplo, tejió buenas relaciones con un PSE que facilitó su investidura tras la cita electoral de 1986 y que terminó formando parte de un gobierno de coalición con los nacionalistas. Con los comicios de 1990, el nuevo Ejecutivo capitaneado por Ardanza sería un tripartito abertzale: PNV, Euskadiko Ezkerra y EA. Sin embargo, la expulsión de esta última formación del Gobierno sería suplida de nuevo por los socialistas vascos. Una combinación de estos dos modelos fue la fórmula utilizada en 1994: los nacionalistas vascos se apoyaron en EA y PSE.
La única ocasión en la que la formación jeltzale no ha estado al frente de Ajuria Enea fue entre los años 2009 y 2012. Entonces el Ejecutivo foral pasó a manos del socialista Patxi López gracias al respaldo en sesión de investidura de los 25 asientos del PSE, el de UPyD y los 13 del PP de Antonio Basagoiti, frente a los 30 logrados por el PNV en la Cámara de Vitoria.
Urkullu, inamovible
Ver másUrkullu, reelegido lehendakari en la undécima legislatura
Sin embargo, aunque la formación conservadora haya intentado en campaña vender el discurso de que pueden ser una fuerza decisiva para mantener a Urkullu al frente del Gobierno vasco, el PP es consciente de que en la actualidad no tiene la misma fuerza que por aquellos años tenía el partido en suelo vasco. Y ninguna de las encuestas publicadas hasta la fecha auguran que la formación presidida por Mariano Rajoy tendría la llave del Palacio de Ajuria Enea.
El preelectoral del CIS da a los nacionalistas entre 27 y 28 asientos –los mismos que consiguieron en 2012–, seguidos por los 16 de Bildu –perdería 5 parlamentarios en comparación con los anteriores comicios autonómicos–, 15-16 de Podemos, 8 del PSE y 8 del PP –en las pasadas elecciones en suelo vasco lograron 16 y 10, respectivamente–. El de Ikerfel para los diarios vascos del Grupo Vocento (El Correo y Diario Vasco), por su parte, augura 28 para los nacionalistas, 15-16 para la formación morada, 14-15 para Bildu, entre 9 y 10 para los socialistas vascos y 8 para los conservadores.
Teniendo en cuenta la peculiaridad del sistema de elección del lehendakari –en primera votación los candidatos que se presenten necesitan mayoría absoluta, pero en la segunda sesión, en la que los parlamentarios sólo pueden votar por un nombre o abstenerse, se impone el candidato que más apoyos logre, sin que exista la posibilidad de bloquear la investidura–, Urkullu podría ser reelegido presidente sólo con el respaldo de los socialistas vascos. En este sentido, hay que recordar que la formación jeltzale ya gobierna con el PSE-EE en ayuntamientos y en las tres diputaciones forales.
Más de 2,1 millones de vascos están llamados este domingo a las urnas para decidir la deriva que tomará el futuro Gobierno autonómico durante los próximos cuatro años. Aunque son los undécimos comicios para el Parlamento vasco, el actual contexto político en España los hace sumamente especiales: Euskadi será, junto a Galicia, la primera comunidad que afronte un proceso electoral después del bloqueo institucional. Por eso, el 25S en Euskadi se mira en clave nacional. Sobre todo desde el PP, centrado en vender en campaña que un buen resultado en suelo vasco desbloquearía la construcción del Gobierno central.