Borrell: "Si gana Trump, habrá un problema de seguridad en Europa porque recortará la ayuda militar a Ucrania"

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Josep Borrell (La Pobla de Segur, Cataluña, 1947), hispano-argentino porque su padre nació en Mendoza, afronta su último mes como canciller europeo con una agenda cargadísima que le hará viajar por medio mundo. “Es el mes más largo, un mes intenso”, cuenta a infoLibre en su luminoso despacho del Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea, en el barrio europeo de Bruselas. Más de una hora de conversación que da para hablar de viajes, de frustraciones, de conflictos de competencias entre las instituciones europeas, de causas perdidas y hasta de los perros de Milei.  

Mientras su jefa de prensa, su sombra en estos años, colombiana de origen y europea de adopción, mira al infinito mientras le dan vuelta en la cabeza tantos viajes, Borrell habla: “Será el mes más largo, un mes intenso”.  

Arrancó la noche de este miércoles volando hacia Corea del Sur y Japón, donde firmará acuerdos de Defensa y Seguridad, y pasará en 30 días por una cumbre europea en Budapest con los resultados de las elecciones estadounidenses sobre la mesa, por Ecuador para la cumbre UE-América Latina con el acuerdo de Mercosur a punto de caramelo, por varias reuniones en Bruselas, por Cisjordania, Líbano, Ucrania y todavía busca cómo encajar una visita a Turquía. Borrell se va y dejará su despacho a la estonia Kaja Kallas. Pero al contrario que otros comisarios salientes, que ya están pensando en otras cosas, el hispano-argentino acelera porque quiere dejar el máximo trabajo hecho.  

La UE ha reconocido el derecho de Israel a defenderse de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario. ¿Pero respeta Israel el Derecho Internacional? No querer responder a esta pregunta nos deja en la retórica

La entrevista arranca con la situación de crisis en Georgia, donde la Unión Europea y Rusia se juegan otra pieza que bien podría caer de cualquier lado, pero enseguida salta a Oriente Medio. Los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023 desencadenaron una respuesta militar israelí que no parece tener muchas limitaciones. Borrell dice que “hay una clara voluntad de castigo colectivo. Estamos ante una masacre de una población abandonada a su suerte en Gaza y se trata de una situación insoportable que no se justifica por el derecho a la defensa”. El canciller busca en sus papeles un reciente informe de la FAO: 350.000 personas morirán de hambre en los próximos meses. Levanta la vista del papel y sigue: “los habitantes de Gaza no saben a dónde ir, la ayuda humanitaria no les llega, en los hospitales no queda nada y no pueden salir de Gaza porque Egipto no los quiere”. 

Cuando se le pregunta por qué Europa no puede hacer algo más, argumenta que no puede “porque la UE está dividida, al igual que la comunidad internacional. La persuasión ha fracasado y nadie quiere utilizar la coerción contra Israel. La UE ha reconocido el derecho de Israel a defenderse de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario. ¿Pero respeta Israel el Derecho Internacional? No querer responder a esta pregunta (que es lo que hacen los cancilleres europeos) nos deja en la retórica”. Borrell recuerda que España e Irlanda piden que la Comisión Europea analice si Israel está cumpliendo los protocolos de derechos humanos que son obligatorios como parte de los acuerdos con la Unión Europea: “La petición ha llegado a la Comisión, pero esta no responde”. Es una crítica evidente a la presidenta del organismo, la alemana Úrsula Von der Leyen, quien asumió tras los atentados de Hamás competencias que no tiene para prometer a Israel que la UE estaba de su lado cuando la política oficial del bloque es exigir el respeto a las resoluciones de Naciones Unidas y a la solución de los dos Estados.  

Con Ucrania hemos dudado demasiado. Han sido necesarios meses de discusiones y vacilaciones para suministrar tranques, misiles, defensas aéreas y aviones de combate. Si hubiéramos enviado todo el apoyo posible en cuanto comenzó la invasión, eso podría haber cambiado la situación

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Borrell cree que Ucrania estaría mucho mejor si los europeos, en lugar de ir entregando las armas a cuentagotas, hubieran puesto en Kiev, ya en 2022, todo lo que pedían los ucranianos. Como él les había pedido a los cancilleres. No le hicieron caso y la ayuda militar siempre ha ido llegando tarde y en cantidades insuficientes: “Hemos dudado demasiado. Han sido necesarios meses de discusiones y vacilaciones para suministrar tranques, misiles, defensas aéreas y aviones de combate. Si hubiéramos enviado a Ucrania todo el apoyo posible en cuanto comenzó la invasión, eso podría haber cambiado la situación”. Borrell teme que una eventual vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca haga caer a Ucrania: “Recortará la ayuda militar y eso desequilibraría nuestra seguridad inmediata. Los europeos no pueden ocupar el lugar de los estadounidenses. Eso significaría duplicar nuestra ayuda militar y no tenemos la capacidad física”. Borrell cree que si gana Trump el problema para los europeos ya no será, como en el anterior mandato, si impone aranceles o desata una guerra comercial. Será más grave: “Será un problema de seguridad porque recortará la ayuda militar a Ucrania. A Netanyahu le dirá que haga lo que quiera, pero ya lo hace, le dirá que no le pondrá límites, pero si deja a Ucrania indefensa frente a Rusia es un problema mayor para nosotros. Tenemos capacidad financiera, pero la gente no va a la guerra con billetes de banco”. 

La relación con América Latina ha ido dando saltos en los últimos años al albur de las broncas personales entre dirigentes, como la de Macron con Bolsonaro y la de Sánchez con Milei. Borrell cree que “por esencia la relación es mucho más personal porque tenemos mucha más similitud, la misma religión, la misma lengua, compartimos una parte importante de la historia, son como problemas de familia. La relación con el sudeste asiático, por ejemplo, es mucho más profesional”. Así, cuenta que “la discusión entre Bolsonaro y Macron fue casi una discusión de vecinos y la que tienen ahora España y México es una discusión de viejas”. 

La izquierda latinoamericana tiene en Chile un ejemplo de equilibrio, de defensa del Derecho Internacional

Con Argentina la ve algo diferente: “La bronca con Milei es ideológica y rompe la relación con España. Por primera vez España no tiene embajador en Argentina (lo nombró justo la tarde después de la entrevista)”. Borrell contrapone la mala relación con Argentina (recuerda que Milei llegó a decir que el socialismo, que en Europa es una de las grandes familias políticas, gobierna en España y Alemania y es el partido de Borrell, es “una enfermedad del alma”) con Chile. Habla muy bien del presidente Boric: “Hay que agradecer a Chile su comportamiento, juega un papel extraordinario de equilibrio de una posición de izquierda. La izquierda latinoamericana tiene en Chile un ejemplo de equilibrio, de defensa del Derecho Internacional".

Josep Borrell (La Pobla de Segur, Cataluña, 1947), hispano-argentino porque su padre nació en Mendoza, afronta su último mes como canciller europeo con una agenda cargadísima que le hará viajar por medio mundo. “Es el mes más largo, un mes intenso”, cuenta a infoLibre en su luminoso despacho del Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea, en el barrio europeo de Bruselas. Más de una hora de conversación que da para hablar de viajes, de frustraciones, de conflictos de competencias entre las instituciones europeas, de causas perdidas y hasta de los perros de Milei.  

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