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“Bos días, bon dia, egun on”: así fue la jornada en la que el Congreso se pareció más a España

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El medallón pictórico de la bóveda del Congreso es la Alegoría de España. El punto más alto al que pueden dirigir sus miradas los diputados. El cielo de la nación en el que se mueven Isabel II, Velázquez, Cervantes y Colón. Pero esa España nunca había escuchado hasta este martes sus propias lenguas cooficiales. Las palabras en catalán, gallego y vasco no formaban parte del sonido que mueve el país día a día a través de los parlamentarios.

Y a las 12.07 del martes 19 de septiembre el Congreso escuchó por primera vez, de manera oficial y sin llamadas al orden, a un diputado hablar en gallego con total normalidad. La diversidad lingüística entraba de lleno en la tribuna de oradores. En la hemeroteca de los diarios de sesiones quedará grabado siempre ese momento con el socialista Jose Ramón Gómez Besteiro.

La Cámara Baja inició en su primer Pleno de esta legislatura la reforma del Reglamento del Congreso, que oficializará finalmente el jueves el uso de las lenguas cooficiales en la sede de la soberanía nacional. Una reivindicación histórica de nacionalistas e independentistas que se ha abierto paso tras el acuerdo con el PSOE y Sumar para atar la mayoría en la Mesa y que se plasma en una proposición de ley tramitada por vía urgente y con lectura única.

Un debate que llegó con los sempiternos ecos de las derechas de que España se rompe. Y las palabras despectivas contra los pinganillos y el sistema de traducción que han desplegado el PP y Vox durante estas semanas. Pero el Partido Popular cayó en su propia contradicción durante el Pleno. Veinticuatro horas antes, el vicesecretario de Cultura y Sociedad Abierta del PP, Borja Sémper, calificaba como “hacer el canelo” el uso de las lenguas, pero luego él mismo durante su discurso en el Congreso pronunció parte de su discurso en euskera. “Ha hecho el canelo”, reiteraba irónicamente un ministro al terminar la sesión.

"Un día histórico"

“Un día histórico”. Esa era la expresión que recorría los pasillos y el patio del Congreso minutos antes de que arrancara el Pleno. Unas palabras que llegaban de manera emocionada por parte de políticos como Oriol Junqueras (ERC), que se trasladó desde Barcelona para vivir el momento, Míriam Nogueras (Junts) y Néstor Rego (BNG). Sobre cada escaño el aparato de traducción con sus auriculares perfectamente enrollados. Y los periodistas entrando a la vez en la tribuna de invitados y preguntando a los ujieres cómo se utilizaba el sistema. El servicio de la Cámara, paciente y atento, advertía a los informadores de la primera fila: “Cuidado, que no caiga un aparato en la cabeza de algún diputado”.

El morbo para muchos estaba en esos pinganillos. Pero precisamente su uso no fue un terremoto. Durante las intervenciones en gallego y catalán apenas fueron utilizados, aunque sí tuvieron más éxito entre algunos diputados cuando hablaron en euskera los representantes de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, y del PNV, Joseba Agirretxea, durante el debate. Con otra ayuda: dos grandes pantallas en los laterales en los que se podía leer la traducción simultánea.

Los miembros del Gobierno apenas usaron los pinganillos. Allí estaban en primera fila Yolanda Díaz, Pilar Llop, María Jesús Montero, Fernando Grande-Marlska, Félix Bolaños, Isabel Rodríguez, Miquel Iceta y José Manuel Miñones. El presidente en funciones, Pedro Sánchez, no acudió a la sesión al estar en Nueva York (Estados Unidos) con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Las contradicciones de las derechas

Las derechas desde el primer minuto quisieron hacer política con esas palabras en lenguas cooficiales. Cuca Gamarra, ‘número dos’ del Partido Popular, trató de frenar el debate en catalán, gallego y euskera al decir que ni siquiera estaba aprobada la reforma del reglamento. Pero la presidenta del Congreso, Francina Armengol, le recordó que estaba aprobado el sistema por la Mesa. La que fuera jefa del Ejecutivo de Balears, ahora tercera máxima institución del Estado, es una firme defensora de esa pluralidad y diversidad territorial y lingüística y se ha marcado que el Congreso sea fiel reflejo de ellas.

Vox quiso boicotear el debate desde el principio. Por eso, su portavoz, Pepa Mllán, intentó cortar a Gómez Besteiro en la primera intervención, algo que no permitió Armengol. De manera coreografiada los diputados de la ultraderecha abandonaron el Hemiciclo, tirando de manera despectiva los pinganillos en el escaño vacío de Sánchez. No cabían todos y muchos se cayeron al suelo, recogiéndolos de manera cuidadosa la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que ayudó a los ujieres cuando los retiraron minutos después.

Las derechas apostaron por mostrar su rechazo con muchos símbolos, pero a la hora de la verdad perdieron en la votación para tramitar esta reforma del reglamento. El ‘sí’ llegó de la mano del PSOE, Sumar, PNV, EH Bildu, Esquerra, BNG, Junts y CC, mientras que el rechazo provino del Partido Popular, Vox y UPN. La ultraderecha abandonó el Pleno al principio, pero luego no mantuvo su decisión y volvió a entrar en el Hemiciclo. Pero justo en ese momento los de Santiago Abascal se encontraron con que Borja Sémper (PP) hablaba en euskera, así que se dieron media vuelta y salieron nuevamente. No obstante, hubo más trasiego, ya que sí se sentaron otra vez al final e intervino Pepa Millán para acusar a la izquierda de querer acabar con el castellano.

La estrategia del Partido Popular cambió en apenas un día además, pasando de criticar el uso de las lenguas cooficiales a que Borja Sémper (PP) en la tribuna defendiera el ‘no’ haciendo hasta al menos cuatro partes de su discurso en euskera. Esto provocó la crítica de todos los partidos progresistas y nacionalistas, pero a la vez de la ultraderecha. Asimismo, en otro gesto de desprecio del PP a la reforma del reglamento ninguno de sus diputados se puso el pinganillo y apenas miraron a las pantallas con la traducción.

Los más alborotadores de la bancada del PP con sus gestos fueron la facción más dura que se aglutina en escaños aledaños: Rafael Hernando, Cayetana Álvarez de Toledo, Carlos Floriano y Alberto Fabra. Núñez Feijóo desplegó durante las más de dos horas un repertorio que iba de la desgana a las risas irónicas, pero casi siempre con la mirada hacia abajo pendiente de su móvil. Desde ahí mandaba mensaje y se comunicaba con Sémper o las personas de su confianza (Marta Varela y Mar Sánchez). Detrás tenía a Elías Bendodo, que se removía en su asiento y salía varias veces del Hemiciclo.

"Hablo catalán gracias a mis abuelos andaluces"

El PSOE, a través de Gómez Besteiro, le reprochó a Núñez Feijóo (que en una semana se enfrenta a la investidura) que diga “no” al gallego, la lengua de la comunidad que ha presidido. “El rechazo del Partido Popular es tan incomprensible como doloroso”, resonó en el Congreso. Y con invocaciones a Castelao, el socialista reclamó “acordar para avanzar” y cuidar el “patrimonio vivo”.

Aunque la mirada está puesta para la investidura en los grupos catalanes de ERC y Junts, la sesión tuvo inspiración principalmente gallega. Al discurso de Besteiro en esta lengua se sumaron Rego, del BNG, y Marta Lois (Sumar). Ella trasladó el mensaje de que “las lenguas, como los derechos, no compiten entre sí”. “Hoy hacemos realidad los sueños de millones de personas”, resumió emocionada desde la tribuna de oradores, en unas palabras que reflejaban también el convencimiento que mostraba en sus ojos la vicepresidenta Díaz. Entre los escaños recorría el sonido de Mil primaveras máis, de Álvaro Cunqueiro.

Cada palabra en cada lengua contó una historia este martes en el Congreso. “Yo hablo catalán gracias a mis abuelos andaluces”, verbalizó el portavoz de ERC en la Cámara Baja, Gabriel Rufián, quien quiso al hilo hacer un sentido homenaje a uno de los diputados que más luchó por un día como ese: Joan Tardà. A la bancada de la derecha les echó en cara su “patriotismo tóxico y frágil”: “Para hacer el canelo no hace falta hablar catalán, señor Sémper”. Para, a la vez, retratar las contradicciones de no querer que se hable gallego o vasco en la Carrera de San Jerónimo mientras se utilizan palabras como coworking o start up.

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Nadie del Gobierno usó la traducción mientras se hablaba catalán o gallego. Los aplausos con más pasión por parte del Ejecutivo durante el debate, especialmente cuando habló Besteiro, tuvieron como protagonistas a Miquel Iceta e Isabel Rodríguez. Sí usaron el pinganillo cuando le tocó el turno a Aizpurua (EH Bildu), que alternó euskera con el castellano. “Contentos”, resumió el estado de ánimo, pero también lanzó el aviso de que el Estado plurinacional tiene que ser algo más que símbolos.

Por parte del PNV, Agirretxea se subió a defender su lengua materna y fue muy duro con las derechas: “Los que se han marchado son los que nos multaban o echaban de clase por hablar euskera”. “Hoy es un día muy grande para vascos, gallegos y catalanes, pero debería serlo para todos. Se trata de reconocer y respetar las lenguas”, incidió ante el Hemiciclo.

Y todas esas lenguas de España sobrevolaron por primera vez sin llamadas de atención. Un día de la palabra en su máxima expresión en el Congreso. De todas las palabras. Un martes en el que se daban la mano los versos, como citó Gerardo Pisarello, de Kirme Uribe y Luis García Montero dentro de la Carrera de San Jerónimo. Sin que se expulsase a nadie. Bajo la Alegoría de España.

El medallón pictórico de la bóveda del Congreso es la Alegoría de España. El punto más alto al que pueden dirigir sus miradas los diputados. El cielo de la nación en el que se mueven Isabel II, Velázquez, Cervantes y Colón. Pero esa España nunca había escuchado hasta este martes sus propias lenguas cooficiales. Las palabras en catalán, gallego y vasco no formaban parte del sonido que mueve el país día a día a través de los parlamentarios.

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