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Cameron deja en evidencia la estrategia de Rajoy para afrontar el secesionismo

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David Cameron ha vencido de forma nítida en el referéndum de Escocia. Su apuesta, que con el tiempo se probó arriesgada, le salió bien. Él, primer ministro desde mayo 2010, líder del Partido Conservador, el típico inglés que suscita urticaria a los escoceses, pasará a la historia como el jefe de Gobierno que pactó un plebiscito independentista en el que ganó el no por un margen de diez puntos y por 383.937 votos, el que otorgó más autogobierno a Edimburgo y el que logró enterrar la cuestión independentista por, al menos, una generación. Y el que liquidó a su oponente secesionista, Alex Salmond, que anunció su dimisión horas después del escrutinio.

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España desde diciembre de 2011, líder del Partido Popular, no pasará a la historia por nada semejante. Sino por decir no

Poco tienen que ver Cameron y Rajoy y poco tienen que ver sus respuestas al desafío soberanista en Escocia y Cataluña. Como también son muy diferentes los dos países desde el punto de vista histórico y constitucional. Los discursos de los dos premiers de ayer viernes, tras conocerse el resultado del referéndum del 18-S –dos millones de votos no a la independencia (55,25%), 1,6 millones de síes (44,65%), con una participación del 84,6%–, plasmaron el distinto talante de uno y otro. 

La alocución de Cameron, a las puertas del número 10 de Downing Street –la residencia oficial del primer ministro–, estuvo cargada de emociones, razones y anuncios de futuro. "Me habría roto el corazón ver el final del Reino Unido [...]. Es el momento de la unidad del Reino Unido, y de caminar hacia delante", comenzó. 

El jefe del Gobierno británico repasó sucintamente cómo se llegó al referéndum. Una autodefensa frente a los que consideraban que arriesgó mucho y abocó al país a la división. En 2011, el Partido Nacionalista Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), liderado por Alex Salmond, logró la mayoría absoluta y prometió un referéndum de independencia. "Podríamos haberlo bloqueado, podríamos haberlo pospuesto, pero igual que en otros grandes temas, fue acertado tomar una decisión, y no esquivar el asunto. Soy un apasionado defensor del Reino Unido [...], pero también soy un demócrata. Y fue un acierto respetar la mayoría del SNP en [el Parlamento de] Holyrood [la Cámara escocesa] y dar a los escoceses el derecho de tomar la palabra". 

Sus palabras eran la prolongación de una reciente entrevista en The Times. "Podía elegir. O decía 'sí [a Salmond], puedes tener el referéndum y esta es la forma de que sea legal, concluyente y justo' o podía haber enterrado la cabeza bajo la arena y decir 'no, no puedes tener un referéndum'. Creo que la independencia escocesa habría estado mucho más cerca hoy si hubiera optado por esa vía que teniendo un referéndum apropiado, legal, justo y concluyente". 

Federalización del Reino Unido

En su intervención de ayer viernes también explicó otra cuestión que ha traído cola: por qué eligió ese formato de referéndum, a todo o nada, independencia sí o no. Y punto. Porque quería dejar la cuestión zanjada para una generación entera "o quizás para siempre". Él fue quien tomó la delantera. Salmond quería una consulta con tres posibles respuestas: mantener el statu quo, la secesión del Reino Unido o el máximo autogobierno posible. El líder independentista tenía todas las de ganar con esta fórmula, porque la opción perdedora sería la primera, porque era poco previsible que los escoceses quisieran preservar intactas sus relaciones con Londres. Pero el primer ministro suprimió la tercera vía. Pactó con Salmond una pregunta de respuesta binaria: "¿Debería ser Escocia un país independiente?". Como han venido destacando los analistas políticos, Cameron obró así porque entonces, en octubre de 2012, no concebía que la opción independentista pudiera prosperar. 

Eso decían las encuestas, hasta que en las últimas semanas creció como la espuma el sí a la segregación. Los conservadores, como los laboristas y los liberal-demócratas –los tres partidos unionistas–, se movilizaron para intentar frenar el auge del Yes, Scotland. Y lo hicieron prometiendo más autonomía para Edimburgo, en temas fiscales y de gasto social. 

Cameron lo recordó ayer, tras agradecer la campaña respetuosa de los independentistas y tras lanzarles el mensaje de que Londres les escucha. "Los tres partidos unionistas se han comprometido a otorgar más poderes al Parlamento escocés. Haremos que se cumpla totalmente". En enero de 2015 debería estar listo un primer borrador de legislación. 

Pero lo que anunció el primer ministro no sólo fue una devo-max (máximo autogobierno)a Escocia. Lo que adelantó fue una revolución autonómica en todo el Reino Unido. "Ahora es el momento de que nuestro Reino Unido se una y siga adelante. Una parte vital de eso es un acuerdo equilibrado, justo para la población de Escocia y, lo que es importante, para todos en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte también". Es decir, que el proceso de concesión de más poderes a Escocia debe ir acompañado de un plan de mayor autonomía para Gales y el Ulster –que ya tienen sus propias asambleas– y especialmente para Inglaterra, cuya "voz", remarcó, "no puede ser ignorada". 

"Poderosa demostración de la vitalidad de una antigua democracia"

"Del mismo modo que Escocia votará en el Parlamento escocés sobre sus asuntos fiscales, su gasto y sus políticas sociales, también Inglaterra, así como Gales e Irlanda del Norte, deberían poder votar sobre estas materias", dijo. "Todo esto debe ocurrir en paralelo y al mismo ritmo que [la aplicación] de lo acordado con Escocia", remachó el premier. Para conseguirlo, el Gobierno de Londres encargará al exministro de Asuntos Exteriores William Hague que redacte los planes de concesión de más poderes, que espera que reciban el apoyo de los demás partidos. 

"Este referéndum ha sido reñido, las pasiones han sido agitadas, ha electrificado la política en Escocia y ha cautivado la imaginación de la gente en todo el Reino Unido. Será recordado como una poderosa demostración de la fortaleza y la vitalidad de una antigua democracia", concluyó. 

Casi seis minutos de alocución pública por los escasos dos minutos de la intervención de Rajoy. Un vídeo enlatado, y del que la Moncloa avisó por un mensaje a los periodistas. Un mensaje estático, con un presidente envarado y mirando a cámara mientras lee el comunicado. Rajoy celebra la victoria "inequívoca" del no y la manifestación "masiva, pacífica y con escrupuloso respeto a la legalidad de su país" de los escoceses. Rajoy enumeraba los graves peligros del sí: "Graves consecuencias económicas, sociales, institucionales y políticas". En definitiva, los escoceses tenían en su mano elegir "entre la segregación y la integración, entre el aislamiento y la apertura, entre la estabilidad y la incertidumbre, entre la seguridad y el riesgo cierto". Y optaron, a juicio del presidente, por la alternativa "más favorable para todos". 

El jefe del Ejecutivo no hizo referencia en su grabación a Cataluña, pese a que todo su Gabinete está en guardia ante la inminente publicación de la Ley catalana de Consultas, aprobada ayer por la tarde en el Parlament, y la firma del decreto de convocatoria por parte de Artur Mas.

Esa tarea quedó en manos de su número dos. Soraya Sáenz de Santamaría reiteró la argumentación que ha venido hilando el Ejecutivo en todo este tiempo. No cabe la consulta, porque no es legal, porque la Constitución no lo permite, pero tampoco ofrece ninguna alternativa, pese a manifestar su disposición al diálogo.

La vicepresidenta se limitó a destacar que no son comparables los casos de Escocia y Cataluña, porque los marcos legales divergen. En el Reino Unido no hay Constitución escrita y por tanto bastaba con un acuerdo del Parlamento de Westminster. Aquí la Ley Fundamental de 1978 determina que la soberanía nacional reside en todo el pueblo español, y no es divisible. España, alegó, es uno de los Estados más descentralizados del mundo –"si no el que más"– y por tanto los "márgenes de actuación son distintos". "Tenemos que cumplir la ley, igual que otros Estados lo hacen. España tiene una Constitución que hay que cumplir porque eso es lo que votó y decidió el pueblo soberano español, que las reglas democráticas se aprobaban entre todos en una Constitución que establece la forma en que debe modificarse", respondió Santamaría.

Preparado para responder a Mas

El Ejecutivo ha opuesto, como réplica al desafío soberanista, la legalidad como única solución. El recurso a los tribunales. El aparato del Estado, de hecho, ya está movilizado para actuar. Todos los pasos están preparados. Una vez que la Ley de Consultas aprobada ayer se publique, el Gobierno reclamará el informe preceptivo al Consejo de Estado, que no tardará en pronunciarse. El Consejo de Ministros se reunirá de forma extraordinaria y el presidente recurrirá la norma (y el decreto de convocatoria) ante el Tribunal Constitucional. El referéndum del 9-N, cuando se admita a trámite la impugnación, quedará automáticamente suspendido. La duda pesa ahora en los tiempos. Mas se resiste a desvelar cuándo firmará el decreto, y si aprovechará el viaje del presidente a China, que comienza el martes, para asestar un golpe simbólico a Madrid. 

Ni Rajoy ofreció a Mas una tercera vía cuando se reunió con él en la Moncloa el pasado 30 de julio ni atendió ni atiende al insistente requerimiento del PSOE a abrir la puerta a una reforma constitucional en sentido federal. Los socialistas, antes con Alfredo Pérez Rubalcaba, y ahora con Pedro Sánchez, han cargado contra el "inmovilismo" de Rajoy y la actuación del president de la Generalitat. El secretario general lo remarcó ayer en su valoración del referéndum del 18-S: "Escocia ha dicho de manera rotunda no a la separación, no al inmovilismono . Escocia ha dicho a la unidad en la diversidad, ha dicho a un futuro juntos y ha dicho no al inmovilismo y la ruptura. Ha sido muy claro, contundente y rotunda la voz de la mayoría de los escoceses a favor de la unidad, a favor de la diversidad y en contra tanto de la separación como del inmovilismo. Entre el inmovilismo y la separación, Escocia ha dicho al entendimiento y a afrontar los desafíos juntos".

Diferencias entre Mas y Salmond

El presidente tampoco ha ofrecido salidas para cuando el 9-N quede anulado. Superado ese jalón, no se vislumbra un cambio de actitud, ni la apertura de un proceso de negociación, ni la concesión de mayor autonomía a Cataluña. Santamaría pareció obturar esa posibilidad y de hecho advirtió de que no surtirán efecto las amenazas. Los gobernantes, previno, deben observar la ley, no esperar a que haya compensación si no se respeta. "O que alguien diga que no va a cumplir la ley a ver si me dan algo". 

Mas anima al Gobierno a sacar una lección del referéndum escocés porque “votar une”

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Salmond, la primera víctima política del no –dejará en noviembre tanto su cargo de ministro principal como de líder del SNP–, también ha rehuido durante su campaña de los paralelismos con Cataluña. "El punto clave de este proceso es que ha sido acordado entre el Gobierno del Reino Unido y el de Escocia", dijo el pasado 11 de septiembre, evidenciando la diferencia con la fórmula seguida por el frente proconsulta en Cataluña. Este sí se ha referenciado con Escocia, subrayando el ejemplo de "democracia" y de tolerancia de Cameron frente al tancredismo de Rajoy. Pero los partidarios del 9-N han seguido adelante con su plan, pese a la oposición de PSC, PP y Ciutadans y el radical rechazo del Ejecutivo central, PSOE y UPyD. 

Mas decía ayer que no se sentía "triste" por la derrota de los independentistas el 18-S, porque lo relevante es que los escoceses pudieron votar. "Este es el buen camino, el único para resolver los conflictos y diferencias, cubrir las aspiraciones y anhelos de una población y ser fieles a la esencia de una democracia". "Lo que separa es no poder votar", añadió.

Reino Unido camina hacia un escenario diferente tras la catarsis del 18-S. El debate de la independencia saldrá de la agenda política durante años, pero el cambio político está en marcha. La tercera vía, pese al no, se ha abierto paso y Escocia ganará poder. En España la discusión está en un estadio previo. Si habrá o no consulta y cómo se desanudará el atasco. Y mientras Rajoy y Mas disputan su peculiar batalla de ajedrez. Pero una vez que la consulta quede suspendida (como parece más que probable), todo son incógnitas. 

David Cameron ha vencido de forma nítida en el referéndum de Escocia. Su apuesta, que con el tiempo se probó arriesgada, le salió bien. Él, primer ministro desde mayo 2010, líder del Partido Conservador, el típico inglés que suscita urticaria a los escoceses, pasará a la historia como el jefe de Gobierno que pactó un plebiscito independentista en el que ganó el no por un margen de diez puntos y por 383.937 votos, el que otorgó más autogobierno a Edimburgo y el que logró enterrar la cuestión independentista por, al menos, una generación. Y el que liquidó a su oponente secesionista, Alex Salmond, que anunció su dimisión horas después del escrutinio.

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