Obreros intimidados por los militares o castigados de rodillas: el lado oscuro de la ropa que sale de Myanmar

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Lunes, 12 de septiembre de 2022. Miles de obreros afrontan una semana más en Ngwe Pin Lal, la zona industrial de Hlaing Thar Yar (Myanmar). Parte de ellos, lo hacen en las instalaciones de Saung Oo Shwe Nay, una enorme fábrica textil que suministra, entre otras, a la multinacional sueca de ropa H&M. Todo apunta a otra jornada extenuante. Sobre todo, cuando uno de los supervisores decide apretar las tuercas a sus empleados exigiendo unos trecientos artículos a la hora. Es decir, cinco por minuto. Algunos consiguen alcanzar el objetivo marcado. Otros, sin embargo, se quedan a medio camino. Y son castigados. En concreto, se les obliga a caminar con las rodillas.

Aquel abuso fue denunciado por la Federación General de Trabajadores de Myanmar. Y ejemplifica a la perfección las terribles condiciones en las que desarrollan su actividad miles de obreros de las fábricas textiles de este país del sudeste asiático. Unas instalaciones que, para más inri, han formado parte de la cadena de producción de algunos gigantes del sector textil de occidente: desde Inditex hasta Primark, pasando por Kiabi, C&A, Adidas, Guess o Mango. Y a las que no quita el ojo de encima el Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos (Bhrrc, por sus siglas en inglés), una organización sin ánimo de lucro que trabaja desde hace años para erradicar los abusos laborales.

Este Estado bañado por el Índico comenzó a impulsar el sector textil allá por los noventa, como parte de una estrategia de transformación que buscaba desplazar el foco económico de la agricultura a la industria. Pero el verdadero despegue se produjo a lo largo de la última década. La liberalización política y económica del país, unido a la mano de obra barata, provocó la llegada de inversión extranjera. Y las exportaciones de productos textiles, dirigidas sobre todo a la Unión Europea, Estados Unidos o Japón, se dispararon. Si en 2012 se situaban alrededor de los 1.000 millones de dólares, siete años después, en 2019, alcanzaban ya la cifra de 5.700 millones.

Pero con el golpe de Estado de 2021, la expansión se detuvo. Y los abusos laborales en este sector feminizado se empezaron a incrementar. "Los datos muestran un aumento constante de las acusaciones por violación de derechos humanos o laborales en la industria textil desde la toma del control por los militares", señala el Bhrrc en Falling out of fashion. Garment worker abuse under military rule in Myanmar, un informe publicado este miércoles. El estudio recoge 212 denuncias en los dos últimos años. Y, de ellas, 151 guardan relación con al menos 46 marcas "que se abastecen o se han abastecido" de los proveedores donde se produjeron los supuestos abusos.

"Tengo miedo todos los días"

Más de la mitad de las quejas –en concreto, el 55%– tienen que ver con los bajos sueldos en un país en el que el salario mínimo lleva anclado desde 2018 en algo más de dos euros diarios. Un problema que suele ir asociado, además, a niveles de trabajo inhumanos y a la obligación de hacer unas horas extra que, en muchos casos, ni siquiera se pagan. El pasado mes de noviembre, unos 5.000 trabajadores de KAIXI Myanmar Fashion, que según la organización sin ánimo de lucro suministra a marcas como Inditex o la cadena irlandesa Primark, denunciaron justamente eso: tasas de producción excesivas e imposición de tiempos extra de trabajo que no son remunerados.

No es, sin embargo, el único abuso que se produce en suelo birmano. También están los despidos injustificados. O el acoso e intimidación a los trabajadores. En mayo del año pasado, más de un millar de empleados de la fábrica Myanmar Efforts Garment, que suministra a la marca de lencería holandesa Hunkemöller, denunciaron que sus supervisores empleaban con ellos un lenguaje violento cuando no alcanzaban los niveles de producción que les eran exigidos. Además, todos aquellos que rechazaban hacer horas extra, completa el informe del Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos, eran "insultados y despedidos".

Una violencia que sufren, especialmente, las mujeres, que predominan en este sector. Regularmente, reciben gritos, amenazas o palizas. Malos tratos que, por ejemplo, denunciaron el pasado mes de septiembre las obreras de la fábrica ESLITE Garment, vinculada a Carhartt. El estudio, además, recuerda la especial vulnerabilidad de las mujeres embarazadas. Hace justo un año, por ejemplo, las trabajadoras de Myanmar Jiale Fashion Garment, que suministra a firmas como Inditex o H&M, denunciaron discriminación por esta condición. Criticaban, entre otras cosas, la "ausencia de prestaciones" por embarazo. Y el despido de compañeras después de dar a luz.

Frecuentes son también los ataques a la libertad de asociación en un país donde, pocos días después del golpe de Estado, se declararon ilegales 16 organizaciones de trabajadores y se detuvo y asesinó a decenas de líderes sindicales. El informe, del mismo modo, pone el acento en la relación entre el Ejército y los empresarios: "Los empleadores llaman a los militares a las fábricas para intimidar a los trabajadores". Llamadas que, según la organización, han sido habituales en el caso de una fábrica vinculada a la multinacional alemana de ropa deportiva Jako. "Los sindicatos no son capaces de proteger a los trabajadores porque los amenazan. Tengo miedo todos los días", señaló un empleado entrevistado por el colectivo.

Las grandes marcas empiezan a salir

La elaboración del estudio contó con la colaboración, y ese es un aspecto a destacar, de casi la mitad de las marcas vinculadas a las factorías donde se denunciaron los abusos. En total, 21 de las 46 respondieron a las cuestiones que les fueron formuladas por la organización, entre ellas Inditex, Primark, H&M, Kiabi, Adidas o C&A. La mayoría de las que dieron respuesta contaban con políticas específicas en materia de derechos humanos. O con mecanismos de due diligence. En el caso de Inditex, la compañía informó de que contaba con un representante en el país encargado de "realizar visitas e inspecciones a las fábricas todas las semanas".

La publicación del informe tuvo una respuesta inmediata por parte de H&M. "Todos los casos planteados están siendo objeto de seguimiento y, en caso necesario, remediados a través de nuestro equipo local sobre el terreno y en estrecha cooperación con las partes interesadas pertinentes", resaltó la compañía en un comunicado emitido el miércoles. Sin embargo, pocas horas después dio un paso más anunciando su intención de abandonar el país. "Hemos tomado la decisión de eliminar gradualmente nuestras operaciones en Myanmar", señaló este jueves por correo electrónico a la agencia de noticias Reuters.

No es la única marca importante que ha decidido salir del Estado sudasiático. Primark también dejará de suministrarse a través de este país. Un plan en el que también se encuentra la compañía fundada por Amancio Ortega. "Inditex se encuentra en un proceso de salida responsable y por fases de Myanmar. Como resultado, continuamos reduciendo el número de fabricantes activos en el país", señalan fuentes de la empresa.

Lunes, 12 de septiembre de 2022. Miles de obreros afrontan una semana más en Ngwe Pin Lal, la zona industrial de Hlaing Thar Yar (Myanmar). Parte de ellos, lo hacen en las instalaciones de Saung Oo Shwe Nay, una enorme fábrica textil que suministra, entre otras, a la multinacional sueca de ropa H&M. Todo apunta a otra jornada extenuante. Sobre todo, cuando uno de los supervisores decide apretar las tuercas a sus empleados exigiendo unos trecientos artículos a la hora. Es decir, cinco por minuto. Algunos consiguen alcanzar el objetivo marcado. Otros, sin embargo, se quedan a medio camino. Y son castigados. En concreto, se les obliga a caminar con las rodillas.

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