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Carolina, Rubén, Aida o Alberto combaten en los hospitales una tercera ola sin aplausos: "Ahora es cuando tengo más miedo"

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Carolina Ligorit lleva 15 años trabajando como sanitaria, pero nunca ha vivido un momento tan crítico como el de ahora. Descuelga el teléfono desde su centro de trabajo, el Hospital de Lliria (València), y es tajante cuando se le pregunta cómo están afrontando la tercera ola de la pandemia de coronavirus: "Estamos agotados, exhaustos, extenuados". Casi se queda sin sinónimos. Habló con infoLibre en el mes de diciembre, y entonces ya lanzó una advertencia. En ese momento pensaba que lo que llegaría en enero, más que una tercera ola, sería un "tsunami". Por desgracia, sus peores augurios se han cumplido. "Los datos son horrorosos y los hospitales están completamente saturados", lamenta. Y los profesionales también, claro. Son los mismos y apenas han podido descansar. Ahora se cubren los unos a los otros para poder hacerlo. "No damos abasto", insiste. 

Aida Marmesat también está cansada. Ella lucha contra la tercera ola desde el Hospital de Cabueñes, en Gijón, desde donde expresa con rotundidad que para ella y para sus compañeros la tercera ola está siendo muy dura, aunque tampoco muy diferente a la segunda. "La primera es que prácticamente no la notamos, lo que ha venido después es peor", recuerda. Aun así, ella no nota el mismo colapso que sí perciben en València. Y cree, además, que en dos semanas se empezarán a notar las medidas restrictivas que ha tomado la comunidad. "Yo espero que hasta entonces esto no se desborde, pero las navidades y la hostelería y el comercio abiertos no están jugando a nuestro favor", lamenta. 

Una doctora y una enfermera de la UCI del Hospital Morales Meseguer de Murcia cambian el respirador a un paciente ingresado por covid-19. | EFE

Rubén Herrera habla desde su casa de Madrid. Trabaja en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, uno de los municipios de la comunidad que sufrió la alerta roja hace meses por el elevadísimo número de contagios que estaba sufriendo. Ahora lo rememora. "La segunda ola [que tuvo lugar en verano] pasó inadvertida en el hospital, pero ahora en 25 días los ingresos se han multiplicado por cuatro. Hemos pasado de unos 45 a 150 pacientes", lamenta. Ya sabía que iba a pasar. Y, según denuncia, las autoridades también. Pero no hicieron nada por evitarlo. "Era de prever. Ya vimos en otros países como Estados Unidos que las festividades como Acción de Gracias hacían aumentar los contagios. Esto se sabía, pero se ha preferido salvar la economía a la salud. Haber tomado medidas más estrictas hace un mes hubiera servido", sostiene. 

Alberto Martínez, celador en el Hospital de Bellvitge (Barcelona), al igual que Carolina, charla con infoLibre por segunda vez. La primera fue en navidades, cuando aseguró que la tercera ola llegaría. Ahora lo confirma. Y asegura que está siendo dura. Incluso más que la primera. "La diferencia es que estamos más preparados, haberlo sufrido ya antes nos ha hecho ganar resiliencia. Y al menos tenemos equipos de protección y sabemos cómo hay que actuar con un paciente y cuándo hay que tener especial cuidado con él", dice. Aun así, el peso psicológico sigue siendo "durísimo". "Estamos arrastrando muchísima presión asistencial y agotamiento físico y mental", sostiene. Pero cree que podrán con ello. No prevé un colapso sanitario en su centro, que además acaba de estrenar un nuevo edificio (bautizado Delta) destinado exclusivamente a la atención de pacientes covid. "En Cataluña llevamos con restricciones duras desde el pasado 7 de enero, así que pienso que veremos una mejoría antes que en otras comunidades. Eso sí, no sé decir si será en diez días, quince, o veinte", explica. 

Estos son sólo algunos de los muchos nombres propios que se están enfrentando en la primera línea de batalla de los hospitales al nuevo pico de la pandemia de coronavirus. A diferencia de marzo, ahora lo hacen sin aplausos y, también, pidiendo responsabilidad a los ciudadanos. Y a las autoridades, a las que la mayoría pide un confinamiento, dicen, necesario. "En marzo fue muy eficaz. Entiendo que los negocios serían los grandes perjudicados, pero o cortamos el número de contagios o el desborde no tiene cuenta atrás, y provocará un coste de vidas humanas, que es lo que más nos duele. Eso no se podrá recuperar", lamenta Carolina.

Según los datos oficiales publicados por el Ministerio de Sanidad este viernes, hay 30.804 pacientes ingresados en las plantas de los hospitales y 4.723 en los espacios destinados a los enfermos más críticos. Según un recuento llevado a cabo por El País, en la peor semana de la primavera hubo 27.000 ingresos. En la peor del otoño, 7.000. En estos últimos siete días ha habido 7.928. Hace 15 días, el 15 de enero, Sanidad publicó que los ingresos de esa última semana habían sido 4.616. Las cifras, por tanto, se multiplican. 

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Miguel Holguín, médico de urgencias en el Hospital Clínico de Valladolid y responsable de Sanidad de UGT en la comunidad, también cree que los hospitales de la región están "más cerca del colapso" cada semana que pasa. "Ya hemos superado los números de la segunda ola y nos estamos acercando mucho a la primera", dice. Con dos diferencias: ahora hay equipos de protección para los profesionales y las patologías diferentes al covid sí se están acercando a los hospitales para ser atendidas, algo que, explica, está provocando que la ocupación tenga ahora "peores cifras que la primera ola". "Hay hospitales con porcentajes de ocupación terribles. El de León, por ejemplo, ya pidió que no se acudiera a las urgencias y el de Palencia indicó que no sabía si habría posibilidad de ingresar a quien lo precisara. En el Clínico estamos habilitando espacios como el gimnasio y ocupando otros que no veíamos con posibilidad de hacerlo en la primera ola", advierte. 

Lucía Peón, delegada de la Confederación Intersindical Galega y enfermera en el Hospital de A Coruña, también percibe una situación "catastrófica". "Se han cancelado cirugías, se ha movilizado a profesionales, las unidades de críticos se ocuparon y ha habido que hacer otras nuevas...", enumera, desde el otro lado del teléfono, que descuelga en su propio centro de trabajo. El bullicio, de hecho, se intuye de fondo. Y no cesa. "La situación es muy mala y sigue empeorando. Cuando lleguemos a la meseta de positivos, la de hospitalizaciones todavía tardará, y la de ingresos en UCI más. Nos quedan, como mínimo, 15 días fatales más", lamenta. Y eso les está agotando, como decía Carolina. "Esta situación es mucho más grave que la primera ola porque además el personal está cansado. Llevamos mucho tiempo así y no vemos el final. Además, al final nosotros también somos personas y tenemos familia y con el nivel de transmisión que hay ahora mismo también es mucho más sencillo que nos contagiemos", indica. 

Un sanitario traslada a un enfermo en el Hospital Clínico de Valencia. | EFE

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María de Prado trabaja como doctora en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. Es tajante al responder: no ha vivido nada igual. "Está mucho más colapsado. Esto no es comparable a la primera ola ni de lejos. Entonces nos libramos mucho, ahora nos está dando de lleno. Si esto sigue subiendo, no sé qué pasará. Yo tengo más miedo", admite. Y más cansancio. "Nosotros seguimos al pie del cañón porque es nuestro trabajo, pero estamos mucho más cansados. Necesitamos ver la luz al final del túnel, no la vemos y yo creo que vamos a tardar", lamenta. "No creo que colapsemos, pero si la cosa sigue así, tendremos graves problemas", añade. La parte positiva es que, desde este viernes, la práctica totalidad de sus compañeros están inmunizados. 

Ella, al contrario que una gran parte de los profesionales, no opta por un confinamiento tan duro. Pero sí porque los ciudadanos sean más responsables. "Yo no creo que el problema esté en la hostelería o en los colegios, por ejemplo, pero sí en los comportamientos de cada uno", afirma. "Si la gente se conciencia, se queda en casa y no hace barbaridades, esto se puede parar. Tampoco creo que haga falta tomar la misma medida que se tomó en marzo", asegura. 

Alberto opina lo mismo que ella. Al menos con lo que ve en Cataluña. "Como aquí las restricciones llegaron antes, quizás no haga falta. Ahora, a lo mejor hay otras comunidades que sí lo necesitan", deja caer. Él, no obstante, se muestra algo optimista con la situación. Y cree que puede hacerlo por lo que ocurre en su hospital y porque la Generalitat ha permitido los mítines durante la campaña de las elecciones del próximo 14 de febrero, autorizadas ya de forma definitiva por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). "Imagino que si vieran la situación muy negra, no autorizarían esos mítines", dice.

Como María, pide responsabilidad a cada uno. Y mano dura con quien no lo es. "Cuando veo imágenes de fiestas" como la celebrada en el Teatro Barceló de Madrid o la rave que tuvo lugar en Llinars del Vallès (Barcelona) "me indigno, me hace sentir que mi trabajo no sirve para nada y que el esfuerzo que no hago no lo hacen los demás. Al final siempre me acabo resignando, habrá un porcentaje de irresponsables, pero no tenemos que dejar que nos minen la moral. Tenemos que continuar", afirma. Eso sí, asegura que si es testigo de algo así, denunciará. "Hay que condenarlo y las fuerzas y cuerpos de seguridad tienen que actuar", afirma. 

Jesús Avilés, médico en el Hospital de Donostia (Euskadi), es bastante más radical. Él sí que pide un confinamiento. Duro, como el de marzo. "Yo creo que para cuidar la salud lo más efectivo es un confinamiento estricto, que no se está haciendo por salvar la economía. Si optáramos por eso, esto en dos o tres semanas mejora", señala, desde el otro lado del teléfono. Lo dice a pesar de que la situación que tiene que ver cada día desde el otro lado del EPI y la mascarilla no es tan grave como la que describen otros de sus compañeros. "Estamos viendo que va aumentando poco a poco la presión asistencial, pero lo estamos llevando algo mejor porque estamos acostumbrados al covid, estamos más protegidos y tenemos mejores protocolos", celebra. 

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Por eso no cree que colapsen. No lo hicieron en noviembre, cuando sufrieron una segunda ola mucho más grave que la primera, y no lo harán ahora. 

Lo que ocurra después de doblegar la curva, que se doblegará, no se atreve a aventurarlo nadie. Porque ni siquiera saben cuándo pasará. "Bueno, yo voy a tirarme a la piscina", apunta Alberto. "Creo que habrá cuarta ola", vaticina. El 70% de inmunidad augurada por el Gobierno para el verano le parece demasiado optimista y la relajación de las medidas que se produzca cuando los datos mejoren, cree, nos llevará hasta ella. Pero ahí seguirán los sanitarios para combatirla de nuevo. Él, como desde hace ya casi un año, desde la puerta de urgencias de su hospital. 

Profesionales del personal sanitario de las UCI del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona. | EFE

Carolina Ligorit lleva 15 años trabajando como sanitaria, pero nunca ha vivido un momento tan crítico como el de ahora. Descuelga el teléfono desde su centro de trabajo, el Hospital de Lliria (València), y es tajante cuando se le pregunta cómo están afrontando la tercera ola de la pandemia de coronavirus: "Estamos agotados, exhaustos, extenuados". Casi se queda sin sinónimos. Habló con infoLibre en el mes de diciembre, y entonces ya lanzó una advertencia. En ese momento pensaba que lo que llegaría en enero, más que una tercera ola, sería un "tsunami". Por desgracia, sus peores augurios se han cumplido. "Los datos son horrorosos y los hospitales están completamente saturados", lamenta. Y los profesionales también, claro. Son los mismos y apenas han podido descansar. Ahora se cubren los unos a los otros para poder hacerlo. "No damos abasto", insiste. 

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