La que acaba de terminar no ha sido, ni de lejos, la mejor semana de Pablo Casado. A las dificultades que está encontrando, al menos por ahora, su estrategia para convertir los indultos “en la tumba política” de Pedro Sánchez, tal y como los definieron fuentes de su partido cuando quedaron claras las intenciones del presidente, el líder del Partido Popular se ha topado con una situación más que incomoda con la Casa del Rey que ha provocado incluso el pronunciamiento de los portavoces de Zarzuela y con el aval de la Comisión Europea al Plan de Reconstrucción del Gobierno. En plena reactivación económica, Casado empieza a tener problemas para sostener el discurso del apocalipsis económico que defiende desde que la pandemia puso contra las cuerdas la economía española.
Aprovechando el impulso de la victoria electoral de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas de Madrid del 4 de mayo, el PP se trazó como objetivo convertir por fin a su líder en el referente político de la derecha. referenteCon Ciudadanos en vías de extinción, la prioridad para los estrategas de Génova es atraer a los votantes de Vox, al menos a los menos radicalizados, y a los electores del PSOE que según los informes demoscópicos que maneja el partido se sienten incómodos con el diálogo que Pedro Sánchez ha abierto con el Govern de la Generalitat y sobre todo con la concesión de medidas de gracia para los presos del procés.
De hecho, el PP trabaja ya a pleno rendimiento en un calendario de actividades cuyo punto culminante será una convención que tendrá lugar en octubre en València con el objetivo de convencer a todos los votantes a la derecha del arco parlamentario, desde los moderados del PSOE a los que siguen prefiriendo a Vox, pasando por los pocos que le queden a Ciudadanos, de que si quieren un cambio de gobierno deben votar a Casado.
“Hemos convocado una gran convención abierta a todos los que quieran contribuir” para “unir a la sociedad española”. “Para pasar del enfado a la tarea, de la frustración a la esperanza”, subrayó el lunes Casado. “No es un evento de partido, sino una oportunidad para un reencuentro nacional”.
Pero esa hoja de ruta saltó en parte por los aires el pasado domingo, desbordada por la estrategia de Vox de movilizaciones en la calle contra los indultos. Aunque no llegó a asomarse a la plaza de Colón y se limitó a recorrer a pie, escoltado por dirigentes y militantes del partido, el escaso trecho que va de la sede de la calle Génova al cruce con la Castellana, el líder del PP descubrió que Sánchez ya no es el único dirigente político que escucha insultos y abucheos cuando se expone en público.
Allí mismo tuvo que soportar gritos de “Casado, cabrón, apoya la moción” o “Pablo Casado, nos has abandonado” coreados por seguidores de Vox que no le perdonan que el PP votase en contra de la censura que Santiago Abascal presentó contra Sánchez el pasado mes de octubre. Que no olvidan que fue el último Gobierno del PP el que fue incapaz de impedir la celebración del referéndum del 1 de octubre y la posterior declaración unilateral de independencia de Cataluña. O que preferirían que su puesto lo ocupase Isabel Díaz Ayuso, convertida, ella sí, en un ejemplo de coherencia para la derecha extrema.
Fue la propia Ayuso, políticamente mucho más poderosa desde su victoria del 4M, la que desencadenó el segundo dolor de cabeza de la semana para Casado. Además de sentir en su propia piel la desconexión de su liderazgo con una parte muy significativa de los votantes de la derecha, la presidenta madrileña se atrevió a cuestionar el papel de rey Felipe de Borbón en contra de los indultos. “¿Qué va a hacer el rey de España a partir de ahora? ¿Va a firmar esos indultos? ¿Le van a hacer cómplice de eso?”, se preguntó en presencia de Casado y del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.
El corrector, corregido
Una apelación a la implicación política del jefe del Estado vetada expresamente por la Constitución y que el propio Casado había prohibido hacer a los dirigentes del partido, algunos de los cuales, desde que Sánchez confirmó su voluntad de aprobar los indultos, habían empezado a insinuar que el rey probablemente no debería firmarlos. Así que el líder del PP aprovechó la segunda ocasión que tuvo de pronunciarse —la primera fue el domingo y prefirió guardar silencio—, para hacer valer su autoridad y corregir a Ayuso. Aunque después fuese ella, al día siguiente, quien le corrigiese a él diciendo que los dos piensan exactamente igual. “Sigo pensando exactamente lo mismo”, subrayó, y Casado lo comparte, apostilló.
El desaguisado sobre el rey acabó obligando a la Casa del Rey, a través de sus portavoces, a salir al paso para recordar que la Jefatura del Estado está fuera del debate político y, por supuesto, no tiene autonomía para apoyar o rechazar las decisiones de los poderes del Estado. “Felipe VI cumple escrupulosamente sus deberes constitucionales”, declararon.
Para colmo, la fotografía del monarca con Pere Aragonès en Barcelona de este miércoles empujó la normalización institucional que Sánchez está empeñado en recuperar y acabó por desengañar a quienes desde la derecha especulaban con que Felipe de Borbón protagonizase algún gesto de distancia con la apuesta del Gobierno por el diálogo.
Pero no fue esa la única consecuencia de la polémica sobre el papel del rey en relación con los indultos. También confirmó que Ayuso, ya investida por segunda vez presidenta de Madrid y con independencia de cuáles sean sus ambiciones personales, se va a convertir en una dura rival del propio Casado a la hora de apuntalar su propia imagen como el líder indiscutible que aspira a ser en el espacio del centroderecha. La dificultad de encajar el verso suelto de Ayuso, con un perfil claramente de derecha extrema que la sitúa más cerca de Vox que del PP tradicional, ya preocupa en la dirección de la calle Génova.
Para colmo, la reactivación de la economía y el visto bueno de Bruselas al Plan de Recuperación del Gobierno han desbaratado también la segunda línea de batalla de Casado contra Sánchez. El discurso con el que lleva meses anunciando la catástrofe empieza a no sostenerse.
Los presidentes de Telefónica, Santander e Inditex, José María Álvarez-Pallete, Ana Botín y Pablo Isla, pintaron el miércoles el escenario contrario al que pronostica el PP. Los tres coincidieron en Barcelona en vaticinar crecimientos en los próximos años superiores a las previsiones oficiales de entre el 6% y el 7%. “España se va a salir del mapa”, llegó a decir Botín, que igual que Isla calcula aumentos en los próximos trimestres de hasta el 8% o el 9%. ¿A qué achacan esas previsiones? Al ritmo de vacunación y a la llegada de los fondos de reconstrucción.
No fue la única cosa en la que contradijeron a Pablo Casado. La presidenta del Santander se mostró a favor de cambiar el sistema fiscal e incluso dijo que estará “encantada” de que suban los impuestos a las empresas siempre que paguen todos los que tienen que pagar.
Pero el líder del PP, de momento, sigue apostando por describir un panorama catastrófico. España va peor que otros países por culpa del Gobierno de Pedro Sánchez, dijo el jueves en Barcelona. Algo que en su opinión ya ocurría antes de la pandemia. Sólo por encima de “Bosnia, Sudán, Venezuela o Palestina”, subrayó a modo de demostración.
Von der Leyen avala a Sánchez
La guinda de la semana se la ha puesto al líder del PP tener que ver cómo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, a la que a menudo cita como su referencia en Bruselas y que forma parte de su misma familia política, bendecía en un acto en Madrid el Plan de Recuperación diseñado por el Gobierno de Pedro Sánchez y al que él y su partido llevan oponiéndose con todos los recursos a su alcance desde el pasado otoño.
Hace muy pocos días Casado rechazaba todavía el plan de recuperación que Bruselas acaba de bendecir y decía que no se sentía comprometido por las reformas propuestas por Sánchez. Es más, aseguraba que las revertiría en cuanto llegase a la Moncloa. En una entrevista publicada por El Confidencial decía: “El plan de reactivación va a ser un fracaso, porque lo que está primando es una especie de Plan E que cree un empleo a corto plazo que no se mantenga en el tiempo, como ocurrió entonces cuando se crearon 100.000 empleos y solo un 4% se mantuvo. Lo que están haciendo es dando de lado toda la economía productiva nacional”.
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Un empeño en el que abundó este jueves, insistiendo en su tesis de que España es el único país donde estos fondos no los gestionará una agencia independiente —en realidad ningún país va a utilizar ese modelo— e insinuando que se van a distribuir de manera clientelar. Es decir, cerrando los ojos al informe de Bruselas sobre el plan español, según el cual, “proporciona suficientes detalles” acerca de cómo las autoridades nacionales “preverán, detectarán y corregirán” situaciones de conflicto de intereses, corrupción o fraude en el uso de estos fondos europeos.
Casado también volvió a pedir que aunque las prioridades ya estén fijadas (sobre todo transición ecológica y digitalización) el dinero se use para otros fines, como ya anticipó en enero: bajar de impuestos, poner en marcha la llamada mochila austríaca, reducir gasto en la Administración y activar el sector de la construcción y de las obras públicas concediendo avales públicos para acceder a la vivienda y llevando a cabo un ambicioso plan de obras hidráulicas.
Y no sólo eso. Casado, que lleva oponiéndose a la estrategia del Gobierno de coalición desde antes de la investidura de Pedro Sánchez, en enero de 2020, tuvo que oír cómo la propia Von del Leyen le emplazaba a él y al Ejecutivo a la unidad. “Quiero hacer un llamamiento a todos nosotros, a todos los grupos políticos, a todos los actores sociales, a todas las ONG” para aprovechar esta oportunidad. “Necesitamos a todos para hacer que los fondos sean un éxito”, concluyó.
La que acaba de terminar no ha sido, ni de lejos, la mejor semana de Pablo Casado. A las dificultades que está encontrando, al menos por ahora, su estrategia para convertir los indultos “en la tumba política” de Pedro Sánchez, tal y como los definieron fuentes de su partido cuando quedaron claras las intenciones del presidente, el líder del Partido Popular se ha topado con una situación más que incomoda con la Casa del Rey que ha provocado incluso el pronunciamiento de los portavoces de Zarzuela y con el aval de la Comisión Europea al Plan de Reconstrucción del Gobierno. En plena reactivación económica, Casado empieza a tener problemas para sostener el discurso del apocalipsis económico que defiende desde que la pandemia puso contra las cuerdas la economía española.