Casi seis de cada diez mujeres mayores de dieciséis años han sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida. Son concretamente 11.688.411 mujeres, más de la mitad de la población femenina. Pese a la contundencia de los datos, todavía hay voces que cuestionan la violencia de género que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo. Y con ello, ponen en duda el valor de las políticas públicas de igualdad, la inversión en la lucha contra la violencia de género y cualquier estrategia que busque erradicar este tipo de violencia desde su raíz.
Este jueves, el Ministerio de Igualdad y la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, han presentado la sexta edición de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, el mayor análisis a nivel estatal sobre las agresiones machistas que sufren las mujeres. Durante la exposición del estudio, la ministra Irene Montero ha cargado contra los "discursos negacionistas y ultraderechistas" que buscan impugnar la realidad que soportan millones de mujeres. Estos son algunos de los datos que revela la encuesta y que chocan de plano con el discurso negacionista.
1. El problema de la infradenuncia.
Dar el paso de denunciar la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres se ha consolidado como una de las principales preocupaciones de las instituciones. "Si la única puerta fuera la policía y los juzgados, una puerta necesaria pero insuficiente, atendiendo al caso individualizado y siempre después de haberse cometido, la mayoría de víctimas se queda fuera", señalaba la mañana del jueves la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell. Es, a su juicio, "una puerta demasiado estrecha para una violencia estructural". En ese contexto, añadía, "resulta letal hablar de denuncias falsas cuando la mayoría de las agresiones están ocultas".
No sólo el fenómeno de las denuncias falsas es irrelevante –en una década las condenas por denuncia falsa, en el marco de la violencia de género, han sido un 0,0069%–, sino que el problema real se instala en el reverso: la falta de denuncias por violencia machista. La autoría del estudio lo expresa de manera clara: los datos recogidos se ajustan únicamente a la "violencia revelada", aquella que las propias víctimas reconocen. Es todavía un reto dimensionar el grueso de violencia oculta que soportan las mujeres en soledad.
En este contexto, sólo el 21,7% de las mujeres que han soportado algún tipo de violencia física, sexual, emocional o que han sentido miedo de alguna pareja, ha presentado una denuncia. Estrechando el cerco, así lo ha hecho el 32,1% de las mujeres que han sufrido violencia física o sexual. Las mujeres que se encuentran actualmente en una relación de pareja violenta son las que menos denuncian: sólo lo hace el 5,4%. El porcentaje escala al 25% respecto a aquellas que ya han roto con esa relación. Es decir, actualmente cuatro de cada cinco mujeres no confían en los cauces legales para dar la voz de alarma y salir de la violencia.
2. "El patrón común es que son machistas".
En un intento por determinar el perfil de los agresores, Victoria Rosell expresa con rotundidad que "el patrón común a todos es que son machistas". La delegada ha querido dejar claro que respecto a los agresores nacidos en el extranjero, "ningún porcentaje es significativo, es una variable que resulta intrascendente tras su análisis".
Los datos de la encuesta así lo exponen. Únicamente las entrevistadas que afirman haber sufrido violencia física, sexual, emocional, económica y de control en el marco de la pareja han señalado la nacionalidad de sus agresores. Y en todas las respuestas los hombres nacidos en suelo estatal representaron más del 75%. Especialmente en lo que respecta a la violencia económica en pareja, son los hombres españoles los principales autores (83,8%), un porcentaje similar al registrado en cuanto a la violencia sexual (83,2%) y a la violencia emocional (80,8%). Respecto al estudio de los datos en términos relativos, las expertas llaman a un análisis exhaustivo fuera de tesis prejuiciosas y recuerdan que la violencia machista está en todas las culturas.
3. El mito de la violencia sexual.
"Este estudio también señala que las mujeres sufren múltiples formas de violencia que suponen un continuo en sus vidas", señalaba este jueves Irene Montero. Un tipo de violencia "producida principalmente por hombres cercanos", especialmente en lo relativo a la violencia sexual, "actos cotidianos en la vida de las mujeres cometidos por hombres de su entorno, lo que se aleja de patrones mediáticos". Las conclusiones contradicen el imaginario colectivo en cuanto a violencia sexual: ni desconocidos, ni callejones a oscuras. La violencia sexual está más cerca y cohabita espacios que las mujeres presuponen seguros.
Del total de mujeres de dieciséis o más años residentes en suelo español, el 8,9% ha sufrido violencia sexual de alguna pareja actual o pasada en algún momento de su vida. Se estima que, extrapolando el porcentaje a la población total, 1.810.948 mujeres han sufrido violencia sexual por parte de su pareja. En una relación de pareja violenta, las agresiones cobran una forma muy concreta: la mayoría de mujeres señala que su pareja ejerció violencia forzándola a mantener relaciones sexuales contra su voluntad. 1.535.941 mujeres lo indican así.
¿Y qué ocurre entonces con la violencia sexual fuera de la pareja? De nuevo hay que mirar al entorno más cercano: casi la mitad de las mujeres que ha sufrido agresiones de índole sexual fuera de la pareja afirma que su agresor fue un amigo o conocido hombre. El 21,6% señala de hecho a un familiar varón.
4. ¿Ámbito privado?
Y aunque la violencia contra las mujeres está instalada en su cotidianidad, la realidad demuestra que no se trata de un problema anclado en el ámbito privado. Todo lo contrario: echa raíces en el espacio público, en el trabajo y hasta en las redes sociales.
Un 40,4% de las mujeres mayores de dieciséis años ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida. El 18,1% lo ha soportado en los últimos cuatro años y el 10,2% en los últimos doce meses. Un escalofriante 18,5% del total referencian haberlo sufrido antes de los quince años. Se estima que 8.240.537 mujeres han sido víctimas de acoso en algún momento de sus vidas. Se trata de miradas insistentes o lascivas (citadas por el 30,3%), contacto físico no deseado (17,5%), así como bromas o comentarios sexuales (15,6%), entre otras.
La Macroencuesta también incorpora la dimensión de mujeres que han sufrido stalking o acoso reiteradostalking : 3.095.357 mujeres denuncian haber recibido mensajes no deseados, llamadas telefónicas obscenas e incluso haber sido espiadas o perseguidas.
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5. Los hijos también son víctimas.
La ultraderecha institucional, representada por el partido de Santiago Abascal, tiende a cargar contra las políticas públicas de igualdad que buscan no sólo proteger a las mujeres, sino también a los menores. "El endurecimiento de las condiciones de custodia compartida en caso de posible maltrato y del régimen de visitas al condenado por maltrato vulnera derechos fundamentales del varón y de los menores implicados, incentiva la acusación infundada y crea situaciones de agravio comparativo", decía la formación en un comunicado en rechazo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
Frente a esta idea, el movimiento feminista se ha esforzado en responder de manera tajante y reiterada que un maltratador nunca puede ser un buen padre. Lo cierto es que las situaciones de violencia machista tienen repercusiones en los menores. Y no son casos aislados: la encuesta determina que un total de 1.678.959 menores viven en hogares en los que la mujer está sufriendo algún tipo de violencia por parte de su pareja. De ellos, 265.860 niños conviven en entornos de violencia física o sexual explícita.
Casi seis de cada diez mujeres mayores de dieciséis años han sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida. Son concretamente 11.688.411 mujeres, más de la mitad de la población femenina. Pese a la contundencia de los datos, todavía hay voces que cuestionan la violencia de género que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo. Y con ello, ponen en duda el valor de las políticas públicas de igualdad, la inversión en la lucha contra la violencia de género y cualquier estrategia que busque erradicar este tipo de violencia desde su raíz.