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La coalición de barones y el trumpismo de Ayuso aplazan la batalla ideológica en el PP a la espera de Feijóo

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La alianza entre los barones del PP y la presidenta de la Comunidad de Madrid para derribar a Pablo Casado de la presidencia del partido y forzar la celebración de un congreso extraordinario tiene, de momento, apariencia de solidez. Otra cosa es que los mensajes de fondo sean compatibles a medio plazo.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que este mismo miércoles iniciará en Santiago el procedimiento para formalizar su candidatura reuniendo a la dirección del PP de Galicia, defendió sin reservas la honorabilidad de Ayuso, que Casado puso en cuestión hace apenas dos semanas. “Es un activo incuestionable y una persona honorable que vamos a defender porque no nos presenta dudas su honorabilidad”, subrayó. 

Lo mismo que Esteban González Pons, el presidente del comité organizador del congreso, que en una declaración idéntica a la de Feijóo afirmó que nunca existió el expediente informativo contra la presidenta madrileña que en su día anunció el ex secretario general Teodoro García Egea. El PP no tiene la más mínima duda sobre la honorabilidad de Ayuso, subrayó. La “confianza es total en la honorabilidad de Isabel Díaz Ayuso. Cuando se confía absolutamente en la honorabilidad de alguien no hace falta que se den explicaciones”, añadió remarcando hasta en dos ocasiones que lo decía en nombre del partido y poniendo en entredicho, de paso, la decisión de Casado de pedir a la presidenta madrileña que aclarase el dinero cobrado por su hermano gracias a un contrato con la Comunidad de Madrid.

La entrega de Feijóo —y de Pons, su más que probable secretario general cuando el presidente gallego se haga cargo del PP— a la hora de defender el honor de Ayuso deja claro que el acuerdo suscrito con ella para derribar a Casado incluye no sólo que no se va a presentar a la presidencia en el congreso extraordinario y que tiene vía libre para hacerse con el control del partido en Madrid sino que la nueva Génova se propone darle cobertura total en el caso que afecta a su hermano. 

Algo que es particularmente relevante después de que la presidenta madrileña reclamase este martes, dentro y fuera de la Junta Directiva Nacional, que el PP tome medidas, investigue y expulse a las personas que dentro del partido han puesto en cuestión su comportamiento. Han sucedido “hechos gravísimos” por los que habría que “investigar y expulsar a sus autores” porque no cree “en las heridas cerradas en falso”, avisó.

Una demanda dirigida a Feijóo, que será quien tendrá que tomar una decisión que apunta a Pablo Casado y a Teodoro García Egea, aunque Ayuso no quisiese este martes dar nombres. Y sobre la que el presidente gallego no se ha pronunciado, igual que Pons, que ahí sí pasó la pelota al presidente elegido en el congreso extraordinario que se celebrará en Sevilla en los primeros días de abril.

El debate que viene

Más allá de la aprobación del calendario congresual, la Junta Directiva Nacional sirvió también este martes para visualizar el debate que se avecina dentro del PP. 

En primer lugar, la coalición de barones en torno a Feijóo, en la que destaca especialmente el presidente andaluz, Juanma Moreno, y a la que se sumarán en los próximos días destacados representantes del marianismo que habían sido apartados o se habían retirado voluntariamente de la política activa con la llegada a Génova de Pablo Casado. Y, en segundo, lugar, la corriente más radical, cargada de mensajes trumpistas y partidaria de extremar la estrategia del PP. Es el partido de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y de la exportavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo, precisamente dos de las cinco voces que tomaron la palabra durante la reunión de la Junta Directiva.

Ayuso lo hizo para exigir responsabilidades por las dudas difundidas contra ella por la dirección de Casado pero también para reivindicar otro modelo de partido. Uno que sea “la alternativa real al sanchismo” y que consiga “llegar pronto a la Moncloa”, porque si no sólo quedará el camino de “destruirnos como organización”, enfatizó. “Caer en la irrelevancia como les ha pasado a otros partidos”. 

“Yo creo en lo primero”, subrayó, pero para conseguirlo, además de “ser reflexivos” y “tomar nota de lo que ha sucedido”, hay que “dar una lucha sin cuartel por las ideas” dentro de “un partido reconocible, donde sepamos con quién pactamos, con quién estamos” y “qué es lo que queremos para España”. No lo que representaba Casado hasta ahora, le faltó decir.

En la misma línea está Álvarez de Toledo. La exportavoz, partidaria de que Ayuso fuese la candidata y no Feijóo, tomó la palabra para pedir que el PP aprovechase la celebración de un congreso extraordinario con el objetivo de revisar quién es y qué defiende como partido. Álvarez de Toledo quería que se debatiese una ponencia política para definir la posición “estratégica e ideológica” porque es necesario, según ella, librar la “batalla cultural” frente a “la alianza reaccionaria del nacionalismo y la izquierda”.

Su propuesta no salió adelante —el congreso se limitará a elegir al nuevo presidente y refrendar su nuevo equipo, como es habitual en los de carácter extraordinario, en los que no da tiempo a preparar, debatir y enmendar ponencias— pero es muy reveladora de lo limitada que el PP más radical considera la solución de sustituir a Casado por Feijóo.

Según ella, el partido padece un problema de “desorientación ideológica” que pone en peligro la “propia existencia del PP como fuerza hegemónica en el centro-derecha y alternativa al socialismo“. El PP no puede ser “una coalición de partidos regionales en la que cada territorio tenga un discurso propio”, “un Frankenstein territorial”, advirtió.

A medio plazo, todo apunta a que en el partido se enfrentarán dos visiones muy distantes. La de Ayuso y Álvarez de Toledo, supuestamente minoritaria dentro del PP, y la aparentemente mayoritaria que representan los barones. Los líderes territoriales, todos menos Ayuso, quieren más de lo mismo pero sin García Egea y con Feijóo como figura capaz de enlazar el partido con la etapa de Mariano Rajoy. Un modelo en el que los presidentes autonómicos del PP quieren blindar su autonomía y evitar las interferencias de Génova, sobre todo ahora que vienen elecciones en Andalucía y otras doce Comunidades Autónomas y hay que decidir estrategias, discursos y candidaturas que prefieren hacer sin la supervisión de la dirección nacional.

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Lo que quieren los barones del PP es unidad en torno a Feijóo, para que dirija el partido de aquí a las elecciones generales desde la moderación, al menos en las formas, a cambio de que cada uno pueda desarrollar sus propia hoja de ruta para ganar o conservar el poder. Exactamente todo lo contrario de lo que defienden Álvarez de Toledo y Ayuso, partidarias de un PP fuerte, que defienda lo mismo en todos los territorios y que no dé tregua al Gobierno de Pedro Sánchez.

Será Feijóo, desde la presidencia del PP, el que tendrá que esforzarse en conciliar ambas visiones. Y elegir entre la deriva populista que tanto gusta a la presidenta de Madrid y a sus seguidores, muy en línea con lo que representa Vox y contra lo que Casado volvió a advertir en su discurso —“no debemos caer en la tentación de competir en el terreno de juego de nuestros adversarios, porque dejaríamos huérfana a una mayoría social mientras perdemos la fortaleza política y moral de apelar a ella”, aseguró—, y la visión de sus pares en las Comunidades Autónomas.

Esteban González Pons resumió este martes perfectamente lo que esperan los barones: no se trata de “refundar” el PP sino de “reiniciarlo”. De “reemprender” el proyecto que ya estaba en marcha y que “ha de ser ganador en las próximas elecciones generales”.

La alianza entre los barones del PP y la presidenta de la Comunidad de Madrid para derribar a Pablo Casado de la presidencia del partido y forzar la celebración de un congreso extraordinario tiene, de momento, apariencia de solidez. Otra cosa es que los mensajes de fondo sean compatibles a medio plazo.

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