La crisis del coronavirus pone los cimientos para el resurgir de las Mareas Blancas

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En los momentos más críticos de la pandemia, cuando el sistema de salud se encontraba al borde del colapso, los trabajadores sanitarios se dejaban la vida –en algunos casos de forma literal– jornada a jornada para tratar de controlar la situación con los escasos recursos de los que disponían. Lo hacían con orgullo y una profesionalidad ejemplar, a pesar de la falta de descanso y la ausencia de protección personal para desarrollar la compleja tarea que se les había presentado. Los vecinos se lo agradecían cada día desde los balcones a última hora de la tarde. Ahora, con la famosa curva de contagios cediendo y con el miedo a una segunda ola que pueda volver a ponerlos contra las cuerdas, los aplausos a las puertas de los hospitales han dejado paso a las reivindicaciones. Porque si algo ha puesto de manifiesto la actual crisis es la importancia de la sanidad pública tras años de recortes y de marcada precariedad laboral. Un mensaje con una fuerte capacidad movilizadora en tiempos de pandemia que, según los expertos consultados por infoLibre, podría contribuir al resurgimiento de las famosas Mareas Blancas de la Gran Recesión.

Con más de 50.000 contagiados y varias decenas de fallecidos entre el personal sanitario desde el inicio del brote, la socióloga de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) María Jesús Funes cree que la situación en la que se encuentra el país “da pie a un aumento de las protestas”. “Vivimos un momento que puede propiciar un empoderamiento de la sociedad civil. Los ciudadanos, a partir de esta experiencia, podemos hacernos conscientes de que tenemos capacidad de incidencia en lo público, tenemos la posibilidad de ver la conexión entre lo individual y lo colectivo porque comprobamos que un comportamiento individual, como es quedarnos en casa, tiene una repercusión positiva en lo colectivo. Ello nos hace conscientes del vínculo”, sostiene la experta. Con estas cuestiones puestas sobre la mesa, Funes apunta que la sociedad tiene en estos momentos “ganas de expresarse”. Por eso, “actúa” en cuanto se le ofrece una vía. “Se puede decir que está muy predispuesta para la acción”, completa.

Tomás Alberich, doctor en Ciencias Políticas y Sociología cuya línea de investigación está centrada en el asociacionismo y la participación ciudadana, cree que se da el caldo de cultivo para que las protestas vuelvan a saltar a la primera página. “Es el momento adecuado y puede ser el inicio de algo nuevo. Ahora, buena parte del debate que está sobre la mesa gira alrededor de la defensa de la sanidad pública. Se ha visto que tenemos un buen sistema sanitario pero que es débil ante una situación sobrevenida de pandemia”, explica, añadiendo que este movimiento en el sector puede ser “muy transversal”, aglutinando a “los diferentes gremios relacionados con la sanidad”, desde los médicos hasta los celadores, pasando por el personal de limpieza o los administrativos. De hecho, la última encuesta del CIS muestra que un 89,6% de los encuestados está a favor de impulsar cambios en el sistema sanitario. Y, preguntados por las reformas, más de un 96% cree que son necesarios más recursos y un 94% que hay que aumentar las plantillas.

El catedrático de Sociología en la Universidad del País Vasco, Ander Gurrutxaga, prefiere no sacar conclusiones “muy determinantes” al considerar que todavía “falta perspectiva”. En este sentido, cree que hay que esperar a ver cómo reaccionan tras la pandemia todas esas administraciones que en los últimos meses no han dejado de poner en valor la labor de los profesionales sanitarios. En definitiva, si los aplausos a cámara se acaban convirtiendo en mejoras para el sistema de salud. “Muchas veces, cuando la intensidad de las crisis se rebaja, aquello que al principio era urgente pierde intensidad y entra en el terreno de los olvidos. Si todos estos problemas finalmente no se abordan, se pueden esperar reacciones de todas aquellas personas que han estado sosteniendo el sistema y que han hecho un trabajo verdaderamente ímprobo y también de ámbitos de la sociedad que han tenido en cuenta que una de las cosas donde no se puede desinvertir es precisamente en la sanidad pública”, asevera Gurrutxaga en conversación telefónica con este diario.

Respaldo social y mensaje sólido

Sería un resurgir del espíritu de la Marea Blanca, que nació con fuerza a finales de 2012 en la capital para frenar el plan de privatizaciones puesto en marcha por el Gobierno de Ignacio González y su entonces titular de Sanidad, Javier Fernández Lasquetty –actualmente consejero de Hacienda en el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso–. Un movimiento en defensa de la sanidad pública que ha ido perdiendo músculo en las calles en los últimos años y que ahora, con la crisis sanitaria, podría alzar el vuelo de nuevo. En este sentido, algunos de los expertos consultados consideran que podría jugar a su favor el importante apoyo social del que goza un sector sobre el que se ha dibujado un halo de heroicidad desde el comienzo del brote. “En este momento, su agenda puede ser entendida por un mayor porcentaje de la población. Los aplausos, desde mi punto de vista, expresaban un respaldo importante y una ampliación de la base social, lo que permite augurar que si la movilización se consolida tendrá apoyos”, sostiene Antonio Ariño, catedrático de Sociología de la Universitat de València.

Para Funes, aquellas salidas puntuales al balcón, tan transversales ideológicamente y que han perdido intensidad con el levantamiento de las restricciones, evidenciaban la necesidad del ser humano de cercanía, de sentimiento de pertenencia. En definitiva, de comunidad. Y en relación con las protestas del personal sanitario, la socióloga pone sobre la mesa otra cuestión de importancia para entender el alcance que pueden llegar a tener: la fuerza del mensaje. “Es totalmente sólido porque viene acompañado de un factor que antes era mucho menos importante. Ahora, todos hemos vivido el miedo. Tú antes podías apoyar la Marea Blanca por ideología, porque tenías principios morales de un tipo, porque vivías con un médico… Ahora, todos nos hemos sentido aludidos porque somos conscientes de que la Marea Blanca está defendiendo algo que tiene que ver con nuestras vidas. Antes, aunque lo supiéramos, no pensábamos que estuviéramos en peligro. Toca, por tanto, a la médula de lo más básico del ser humano: la vida”, sostiene la experta en movimientos sociales de la UNED.

Alberch no se atreve a pronosticar qué recorrido tendrán todas estas movilizaciones sanitarias. Eso dependerá, dice, de si las administraciones de los diferentes territorios atienden las demandas o prefieren enrocarse. “Se modularán mucho en función de las respuestas que se den. Entre 2011 y 2014, por ejemplo, la posición inmovilista que mantuvo el Gobierno de la Comunidad de Madrid lo que provocó fue un incremento de la protesta”, recuerda el experto. Para Ariño, esta “compartimentación autonómica” puede frenar el avance de un movimiento muy cohesionado. Sin embargo, no es el único escollo. “Las movilizaciones de la ultraderecha y la generación de ruido también pueden ayudar a desincentivar el potencial avance de otros movimientos. Y eso ellos lo saben perfectamente”, sostiene el catedrático de Sociología en conversación con este diario.

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Las primeras protestas en la Comunidad de Madrid tras la crisis sanitaria se registraron el pasado lunes, justo cuando la región arrancaba su travesía por la primera fase de la desescalada. Convocados por el colectivo Sanitarios Necesarios, cientos de profesionales del sector tomaron a la clásica hora de los aplausos las puertas de diferentes hospitales –La Paz, Gregorio Marañón, La Princesa, Doce de Octubre, Hospital de Móstoles, Hospital de Getafe o Severo Ochoa de Leganés– para exigir que se ponga fin a la precariedad laboral en el sector y se blinde de una vez la sanidad pública. En este sentido, exigieron volver a las 35 horas semanales –frente a las 37,5 horas que están haciendo actualmente– y reforzar una atención primaria clave en la desescalada que se encuentra al límite de sus capacidades, con unas ratios de médicos de familia, pediatras o enfermeras en la comunidad que empeoran año tras año desde el comienzo de la Gran Recesión. Al mismo tiempo, reclamaron que no se ponga en la calle a ninguno de los 10.000 profesionales que fueron contratados como refuerzo durante la pandemia.

Desde que estalló la pandemia, el Ejecutivo madrileño ha tenido varios encontronazos con los profesionales sanitarios. Primero, la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid llevaron a la Consejería de Sanidad ante la justicia por la falta de material de protección. Luego, los facultativos mostraron su indignación por el acuerdo que el Gobierno regional alcanzó con InfoJobs para reclutar personal en la lucha contra el virus, un movimiento que fue calificado por los sindicatos como un intento de “acabar con la Bolsa de Empleo Temporal” para efectuar una “privatización encubierta”. Tras esto, el Colegio de Médicos mostró su indignación por la decisión de Ayuso de excluirles de la reunión que mantuvo con el sector para la desescalada después de que su presidente señalase que no se cumplían las condiciones para un cambio de fase. Y ahora, desde el Sindicato de Enfermería denuncian que no se están renovando los contratos de los trabajadores fichados de refuerzo, en contra de lo que prometió a comienzos de mes la líder del Gobierno autonómico.

Pero las protestas de los sanitarios no se circunscriben exclusivamente a la Comunidad de Madrid. Hace pocas horas, profesionales de atención primaria y hospitalaria en Cataluña pusieron en marcha Sanitàries en Lluita-Primavera Sanitària. Esta plataforma sostiene que después de la crisis del coronavirus ha puesto de relieve que el sistema de salud necesita “más presupuesto”, contratación estable de profesionales y material para “cuidar y cuidarse”. En el manifiesto, ponen sobre la mesa varias reivindicaciones: equipos de protección individual en condiciones, test PCR o serología, cobro íntegro de las pagas de productividad, que las horas extra se paguen “a precio extra” y recuperar el 5% de salario que se les recortó en el año 2010. Exigencias que pusieron de manifiesto el pasado miércoles con concentraciones ante centros de atención primaria, hospitales y residencias geriátricas por todo el territorio catalán.

En los momentos más críticos de la pandemia, cuando el sistema de salud se encontraba al borde del colapso, los trabajadores sanitarios se dejaban la vida –en algunos casos de forma literal– jornada a jornada para tratar de controlar la situación con los escasos recursos de los que disponían. Lo hacían con orgullo y una profesionalidad ejemplar, a pesar de la falta de descanso y la ausencia de protección personal para desarrollar la compleja tarea que se les había presentado. Los vecinos se lo agradecían cada día desde los balcones a última hora de la tarde. Ahora, con la famosa curva de contagios cediendo y con el miedo a una segunda ola que pueda volver a ponerlos contra las cuerdas, los aplausos a las puertas de los hospitales han dejado paso a las reivindicaciones. Porque si algo ha puesto de manifiesto la actual crisis es la importancia de la sanidad pública tras años de recortes y de marcada precariedad laboral. Un mensaje con una fuerte capacidad movilizadora en tiempos de pandemia que, según los expertos consultados por infoLibre, podría contribuir al resurgimiento de las famosas Mareas Blancas de la Gran Recesión.

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