La crisis de las industrias culturales en Galicia es un hecho que contrasta con la relevancia que en los últimos años han alcanzado fuera de las fronteras gallegas directores, actores, actrices, realizadores, grupos de teatro, escritores, poetas y músicos. Con fenómenos tan sonados como Matria, O Corno, As Alumnas, Feliz Idade, Materia o Tanxugueiras.
Sin embargo, y en contra de lo que suele ser habitual en España, esa potencia de representación, que en la mayoría de los casos forma parte del espacio político de la izquierda, no se ha traducido en una toma de posición electoral de cara a las elecciones del domingo. No ha habido manifiestos de artistas y creadores, como sucedió en 2012 cuando el candidato era Xosé Manuel Beiras.
Aunque hay excepciones, como el pronunciamiento público difundido el jueves por más de un centenar de músicos a favor del Cambio Galego y de la candidatura de Ana Pontón. O de pronunciamientos en redes sociales de un puñado de actores y actrices como Antonio Durán Morris o Mabel Rivera.
El actor que encarnó a Manuel Charlín en Fariña cree que esa escasa implicación en la campaña es “un signo de dependencia”. Un paso adelante para pedir el voto al BNG que, según él mismo confía a infoLibre, no había dado nunca antes y que ahora expresa su “descontento hacia la política cultural en Galicia” y atiende, al mismo tiempo, “la ilusión que hay, la campaña que están haciendo y el maltrato de los medios públicos”
En Galicia, explica, la cultura no tiene esa “tradición” de implicarse en las campañas. “Este país también es diferente hasta para lo bueno y para lo malo”. Existe un miedo “legítimo” a que significarse en público “repercuta en tu trabajo”.
También hay creadores que han dado el paso de salir a apoyar al PP y a Alfonso Rueda. Este vídeo difundido por el Partido Popular muestra a algunos de ellos:
Hay algunos indicadores que retratan bien cómo le han ido a las industrias culturales en Galicia durante los quince años de gobiernos sucesivos del PP. El primero es el impacto de la lectura en gallego: solo el 3,1% de los mayores de 14 años que leen libros prefieren leer en la lengua propia de Galicia, mientras que el 96,2% opta por el castellano. Es uno de los datos más llamativos (y alarmantes) que se incluye en el Barómetro de Compra de Libros y Hábitos de Lectura 2023, un estudio que publica anualmente el Gremio de Editores de España dado a conocer por el diario Praza.gal.
Pero que Cataluña y Euskadi
Los bajos datos del gallego, además, son aún más negativos si los comparamos con los últimos indicadores disponibles, correspondientes al estudio del año 2018, en el que la preferencia por la lectura en lengua gallega era del 4% y el castellano llegaba al 93,7%.
El problema se ve más claramente si se compara la situación con Cataluña, donde el 38,9% de la población prefiere leer en catalán. Incluso con Euskadi, donde el 9,8% prefiere leer en euskera, o con Balears, donde el 10,7% tiene el catalán como lengua de lectura predilecta. Los indicadores gallegos solo están a la altura de los de la Comunitat Valenciana, en la que optan por su propia lengua el 3% de los encuestados.
El retroceso de las políticas públicas en materia de cultura es evidente. Los Presupuestos de la Xunta para 2024, según datos recogidos por Praza.gal, consolidan la senda iniciada hace cuatro años al dar prioridad al gasto en turismo sobre el cultural. El primero vuelve a aumentar otro año más por encima de la media del global de las cuentas públicas y ya supera los 140 millones de euros, cifra que registraba el gasto cultural en 2009, mientras que este último prácticamente se estanca en 105 millones de euros.
Las sendas de crecimiento presupuestario del turismo y la cultura se cruzaron en los últimos años coincidiendo con la decisión de la Xunta de privatizar buena parte de su política turística y dejarla en manos de la denominada Asociación Clúster Turismo de Galicia, a la que viene encargando no solo la ejecución sino también el diseño de las estrategias públicas para el sector.
En 2009, en los últimos presupuestos del gobierno de coalición de PSdeG y BNG, el gasto o inversión en cultura rondaba los 140 millones de euros, por los algo menos de 80 millones de euros destinados a turismo, según la distribución funcional del gasto de la propia Xunta, que tiene en cuenta el destino efectivo de los fondos públicos más allá de la consellería o departamento que los ejecute.
Más turismo, menos cultura
Durante la crisis de los primeros años de la pasada década, las dos áreas vieron reducidos significativamente sus fondos. Pero la recuperación económica de los últimos años vino acompañada de una decisión del Gobierno gallego de primar los destinados a turismo sobre los de cultura, de modo que en las cuentas de 2020 las dos áreas se vieron igualadas y en estos cuatro últimos años el gasto turístico creció a un ritmo más alto que el cultural.
De la ausencia de política cultural han dejado constancia en los últimos años diferentes asociaciones que denuncian desinversiones de centenares de millones, también en parte como consecuencia de la destrucción de las cajas de ahorros.
“Una política cultural ausente no deja de ser una política cultural”, asegura una periodista cultural gallega que prefiere no revelar su nombre —así están las cosas en los medios de comunicación en Galicia—. Y la consecuencia es un retroceso en el sector del libro, en los apoyos a la creación, en las artes escénicas. “Todos los planes que había en los distintos sectores para el desarrollo de políticas de apoyo quedaron suspendidos”.
Y aunque ahora hay, reconoce, “una mayor visibilidad fuera” (ahí están los éxitos del audiovisual o los premios nacionales de los últimos años), “es algo que consiguieron los propios creadores, la gente de la cultura, con muchísimo esfuerzo” y “a pesar de la inexistencia de políticas públicas” por parte de las instituciones. Un buen ejemplo es que sigue sin tomar cuerpo la creación de Instituto Rosalía Castro, el Cervantes gallego, llamado a ser el motor de la internacionalización de la cultura de Galicia.
Camilo Franco lleva muchos años trabajando en el mundo de la cultura y en la actualidad es el director de Culturgal, una plataforma en la que se dan cita asociaciones de editores, empresas de artes escénicas, empresas musicales y productoras independientes. En su opinión autorizada, en los últimos años a los creadores les ha ido, en general, “bastante bien”, aunque “habría que ver sector por sector”. Pero lo que sí advierte es “una reducción del público” y que resulta particularmente dañina en culturas con dificultades para alcanzar una “masa crítica” suficiente.
La clase media de los públicos
Es una batalla, explica, que se remonta a los noventa, pero que se ha ido acentuando en los últimos años. “Hay un gran incremento de los grandes públicos y hay un cierto incremento de pequeños públicos. Lo que está desapareciendo es la clase media de los públicos”, señala, la misma que tradicionalmente dio soporte a “la corriente principal de la cultura”.
Algo que sucede, además, a pesar de que “la oferta cultural que hoy genera Galicia probablemente sea la más completa, la más variada y la que puede satisfacer a más públicos de la historia”. Un fenómeno, admite, en el que hay “responsabilidad” por parte de quienes gestionan los asuntos públicos. Falta “escaparate” para los productos culturales gallegos y “las administraciones deberían tener una estrategia más clara de visibilización”.
Aunque realmente, añade Franco, “de lo que carece Galicia en muchos sentidos es de grandes empresas culturales, exactamente como carece del resto de grandes empresas. No fue capaz de generar ese tejido”.
¿Es la cultura gallega menos reivindicativa en lo político, al menos cuando llegan las campañas electorales? El director de Culturgal sostiene “que es un problema de clima. Un problema social. Esto no son los Estados Unidos, donde Taylor Swift pide el voto para los demócratas” pase lo que pase. Yo creo que, en general, los sectores culturales en Galicia están más o menos alineados políticamente y eso no le pasa desapercibido a nadie.
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Hay que entender, precisa, que la crisis económica primero y el covid después fueron tremendos para los sectores culturales en Galicia porque desmantelaron una gran parte de un tejido que, en realidad, ya era precario. El sector está “más atomizado ahora, está peor organizado”. A lo que se suma una “especie de miedo histórico a moverse o a declarar una opinión política”.
En todo caso, apunta, no tiene tanto que ver con un “abandono de las ideas o de las convicciones políticas como con la circunstancia de que el principal mercado de casi todos los productos culturales en Galicia es institucional”. De administraciones políticamente distintas, pero institucional al fin y al cabo. Lo que significa, lamenta, que la mayor parte del mercado cultural es un mercado cautivo”, que “depende de dinero público. “¿Para qué buscarse líos?”, ironiza.
En esto la cultura, dice Camilo Franco, no es diferente del resto. “Yo creo que no se le puede pedir a la cultura que se produce en un país que tenga un comportamiento distinto”.
La crisis de las industrias culturales en Galicia es un hecho que contrasta con la relevancia que en los últimos años han alcanzado fuera de las fronteras gallegas directores, actores, actrices, realizadores, grupos de teatro, escritores, poetas y músicos. Con fenómenos tan sonados como Matria, O Corno, As Alumnas, Feliz Idade, Materia o Tanxugueiras.