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Cs da un paso más en su giro a la derecha al romper con Valls

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A nivel discursivo, Ciudadanos sigue definiéndose como una formación apegada al "centro". Pero lo cierto es que, desde hace meses, la apuesta de la dirección naranja comandada por Albert Rivera es clara: disputar la hegemonía de la derecha al PP. Y ese viraje se vio reforzado este lunes, cuando la portavoz de la ejecutiva de Ciudadanos, Inés Arrimadas, anunció la ruptura de su alianza en Barcelona con el ex primer ministro francés Manuel Valls después de que éste haya apoyado la investidura de Ada Colau como alcaldesa contra el criterio del partido. Y no es la única situación incómoda para Ciudadanos, que en los últimos días está tratando de desligarse de Vox pese a haber accedido a puestos de poder gracias a sus votos en decenas de ayuntamientos, lo que incluso le ha supuesto un rapapolvo de su principal socio a nivel europeo, el presidente francés Emmanuel Macron.

Cuando, en septiembre del año pasado, Valls anunció su candidatura al ayuntamiento de Barcelona en una plataforma independiente apoyada por Ciudadanos, la relación entre el exdirigente francés y el presidente del partido naranja, Albert Rivera, pasaba por su mejor momento. El propio Rivera definía a Valls como el "mejor" candidato "para recuperar el prestigio de Barcelona y derrotar al separatismo y al populismo en las urnas" y aseguraba que solo veía "virtudes" en su paso adelante. "No creo que sea un descubrimiento que es una persona progresista, como nosotros, somos un partido progresista liberal", apuntaba entonces el líder de Ciudadanos.

No ha pasado ni un año desde entonces, pero el idilio se ha ido enfriando paulatinamente con las continuas demostraciones de independencia de Valls y se ha roto definitivamente con su apoyo a Colau para revalidar la alcaldía de Barcelona. El ex primer ministro francés justificó su movimiento argumentando que la de la regidora era la opción "menos mala" ante los resultados que deparó el 26M, que solo dejaban dos opciones para hacerse con la vara de mando de la Ciudad Condal: la de Colau o la del candidato de ERC, el independentista Ernest Maragall. Pero Ciudadanos, cuya principal seña de identidad ha sido desde su fundación su lucha contra el nacionalismo y el independentismo catalán, no le ha perdonado a Valls que votase a favor de una candidata que, a juicio del partido naranja, se diferencia "muy poco" de Maragall. Es decir, pese a su discurso independentista, Rivera rompe con Valls por impedir que un independentista se haga con la alcaldía de Barcelona.

La encargada de anunciar este lunes la ruptura con Valls fue la portavoz de la ejecutiva de Ciudadanos, Inés Arrimadas, que reiteró su "pesar" por el hecho de que Colau "sea de nuevo la alcaldesa de Barcelona". "Hemos visto que la primera decisión de Ada Colau ha sido volver a poner el lazo amarillo en la fachada del ayuntamiento: ha hecho lo mismo que hubiera hecho Maragall, poner el ayuntamiento al servicio del separatismo y poner la fachada del ayuntamiento como su tablón de anuncios", denunció Arrimadas, que aseguró que Ciudadanos –que tendrá grupo municipal propio en el consistorio barcelonés– será la "voz" de aquellos que piensan "que entre Colau y Maragall no hay muchas diferencias".

El fin de la alianza de Ciudadanos con Valls supone la fractura de un matrimonio con el que el partido naranja aspiraba a hacerse con el control de la capital de Cataluña tras su victoria en las elecciones autonómicas de 2017, pero que le ha dejado con una representación más exigua de la que ha tenido entre 2015 y 2019. Frente a los cinco ediles que tenía en la anterior legislatura, el nuevo grupo municipal del partido de Rivera estará compuesto por tres concejales: Mari Luz Guilarte, Francisco Sierra y Marilén Barceló. Valls, por su parte, estará acompañado en su grupo por el exministro socialista Celestino Corbacho y por la abogada Eva Parera. Y, a no ser que ERC se avenga a colaborar con Colau para garantizar la gobernabilidad de Barcelona, los tres concejales de Valls podrían ser claves para que la alcaldesa consiga la mayoría necesaria en las votaciones de los próximos cuatro años.

Vox exige entrar en gobiernos municipales junto a Cs

Pero la del dirigente francés no es la única alianza que le está trayendo problemas a Ciudadanos. El pasado sábado, en la sesión de constitución de los más de 8.000 ayuntamientos españoles, el partido naranja accedió a la alcaldía en ciudades como Granada o Palencia, mientras en otras capitales como Santander o Madrid se convirtió en parte de gobiernos municipales controlados por el PP. Pero en esas cuatro ciudades, igual que en muchas otras, la mayoría de la derecha tuvo como socio imprescindible a un tercer actor: Vox, que firmó un acuerdo con el PP a escala nacional. Ciudadanos mantiene que no ha negociado nada con la ultraderecha para tocar poder, y lo cierto es que solo ha firmado pactos con el PP. Pero Vox, en virtud de su propio acuerdo con el PP, insiste públicamente en acceder a varios gobiernos municipales liderados o participados por Ciudadanos.

Ese es el caso, por ejemplo, del consistorio granadino, donde Ciudadanos consiguió la vara de mando pese a que su candidato, Luis Salvador, únicamente pudo ser tercera fuerza en las elecciones tras PP y PSOE. El apoyo de Vox, junto al de los conservadores, sirvió al partido naranja para hacerse con la alcaldía, pero la formación ultraderechista avisó este mismo lunes de que sigue aspirando a entrar en el Gobierno municipal. La responsable de esta reivindicación fue Macarena Olona, secretaria general del grupo parlamentario de Vox en el Congreso, que señaló a las claras que "Vox debe entrar en el Gobierno en proporción a su representación" y aseguró que "el incumplimiento de este acuerdo supondrá que promovamos una moción de censura de inmediato". El alcalde Salvador, por su parte, mantiene por ahora que Vox "no va a entrar" en su Ejecutivo.

Esa estrategia de presión de Vox no solo se circunscribe a Granada. En la tarde del lunes, la formación que lidera Santiago Abascal hizo público un comunicado en el que asegura que el acuerdo firmado el pasado sábado con el PP estaba "orientado a la formación de gobiernos de coalición en todos los ayuntamientos de España en los que la alianza PP-Cs-Vox pudiera impedir gobiernos de izquierdas". "Ese acuerdo contempla un plazo de 20 días naturales desde su constitución para integrar en 'concejalías de gobierno y puestos de responsabilidad directiva de entes municipales' a representantes de Vox en número y capacidad de gestión presupuestaria proporcionales a los resultados obtenidos en cada ayuntamiento", señala el partido ultraderechista, que avisa de que "cualquier interpretación espuria de este acuerdo supondría un evidente incumplimiento" ante el cual Vox "evidentemente, reaccionaría".

 

Cs acepta entregar a Vox las juntas de distrito

Lo cierto es que los firmantes de ese pacto son PP y Vox, por lo que Ciudadanos no estaría obligado a ofrecer ninguna de sus posiciones a la formación ultraderechista. Pero no es menos cierto que, si finalmente el PP cede y acoge a dirigentes de Vox en sus gobiernos municipales, en muchos casos Ciudadanos tendría que decidir entre compartir gabinete con ellos o romper con sus socios. Y buen ejemplo de ello es Madrid, donde Vox rechaza limitarse a obtener cargos en las juntas de distrito de la capital, como por ahora le ha ofrecido el PP, y aspira a ocupar concejalías a pesar del rechazo que suscita esta posición en Ciudadanos, que este lunes recordó por boca de Inés Arrimadas que su acuerdo con los conservadores contempla que el PP controle cinco áreas de Gobierno y el partido naranja, cuatro.

"Las juntas de distrito, que tienen su importancia [...], son lo que son, y no son áreas de Gobierno", insistió este lunes Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de la extrema derecha en el Congreso, que señaló que "lo que Vox y el PP han firmado, con la aquiescencia de Ciudadanos, es un acuerdo de coalición de gobierno con participación en las concejalías de gobierno en todos los sitios donde Vox tenga representación". La versión de la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís (Ciudadanos), es diferente: según afirmó, su acuerdo con el PP establece que el gobierno municipal "se divide entre PP y Ciudadanos, y cualquier modificación sobre esa organización, lógicamente, tendrá que tener el visto bueno de PP y Ciudadanos".

La única cesión a Vox con la que transigiría el partido naranja, dejó entrever Villacís, sería la resultante de que el PP le ofreciera la presidencia de algunas juntas de distrito, porque esos puestos "no son gobierno de la ciudad". Pero las juntas de distrito, en cualquier caso, son instituciones que solo existen en algunas grandes ciudades, por lo que Ciudadanos únicamente podría evitar compartir gobierno con la ultraderecha en un puñado de lugares, y eso siempre y cuando Vox aceptase quedarse sin concejalías.

Macron, cada vez más preocupado

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Pero, sea como fuere, los tratos del partido naranja con la extrema derecha han suscitado las alarmas de sus socios europeos. El principal referente de Rivera a nivel europeo, el gobierno francés que comanda el presidente Emmanuel Macron, ha dado un toque de atención a Ciudadanos y ha puesto en cuestión su colaboración en el nuevo grupo liberal que se está conformando en el Parlamento Europeo. Quien se ha expresado con mayor claridad ha sido la secretaria de Estado francesa para Asuntos Europeos, Amélie de Montchalin, que el pasado domingo rechazó "la idea de que, cuando uno está en un grupo proeuropeo, uno puede colaborar con la extrema derecha". "Pediremos a los eurodiputados de Ciudadanos que aclaren su situación con respecto a ese partido", declaró Montchalin en referencia a Vox.

Ciudadanos ha tratado de quitar hierro a estas críticas por boca de Arrimadas, que el mismo domingo aseguró que "los gobiernos centristas y liberales en los que se integra Ciudadanos son vistos con buenos ojos por los socios europeos". Pero no es la primera vez que Macron y su Gobierno muestran su incomodidad por los tratos de Vox con Ciudadanos: hace unos días, el Elíseo ya señaló que "cualquier trabajo de fondo con la ultraderecha es muy grave" y "no se puede ignorar", y dejó claro que "no acepta ambigüedades" en este punto. Tanto, que está incluso dispuesto a replantearse la "cooperación" con el partido naranja.

En cualquier caso, y por el momento, Ciudadanos mantiene su hoja de ruta, que tal y como la definió Arrimadas el domingo pasa "hablar" pero no por "negociar" con Vox en los próximos días. Pero la ultraderecha no ha dejado pasar la ocasión de presionar y cuestionar a Ciudadanos a raíz de las críticas francesas. "Estamos de las órdenes de Macron hasta las mismísimas narices", denunció este lunes el secretario general de Vox, Javier Ortega-Smith, que se permitió incluso una bravuconada dirigida al Gobierno galo: "Que no les tengamos que recordar lo que hicimos en 1808 con la imposición francesa sobre España".

A nivel discursivo, Ciudadanos sigue definiéndose como una formación apegada al "centro". Pero lo cierto es que, desde hace meses, la apuesta de la dirección naranja comandada por Albert Rivera es clara: disputar la hegemonía de la derecha al PP. Y ese viraje se vio reforzado este lunes, cuando la portavoz de la ejecutiva de Ciudadanos, Inés Arrimadas, anunció la ruptura de su alianza en Barcelona con el ex primer ministro francés Manuel Valls después de que éste haya apoyado la investidura de Ada Colau como alcaldesa contra el criterio del partido. Y no es la única situación incómoda para Ciudadanos, que en los últimos días está tratando de desligarse de Vox pese a haber accedido a puestos de poder gracias a sus votos en decenas de ayuntamientos, lo que incluso le ha supuesto un rapapolvo de su principal socio a nivel europeo, el presidente francés Emmanuel Macron.

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