Este 27 de septiembre está convocada una huelga global por el clima. La movilización emplaza a todo el mundo y se prevé multitudinaria, siguiendo la línea ascendente de la acción climática en los últimos dos años. La urgencia cada vez es más acuciante, las emisiones de gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera y las decisiones políticas realmente transformadoras no acaban de llegar. Pero la gente cada vez sale más a la calle. La crisis climática y sus consecuencias están cada día más presentes en el debate público. En los bares, en las escuelas, en los trabajos, espoleado por una juventud ansiosa de futuro. El aumento de la movilización es palpable y evidente, y sin llegar al desborde de la huelga feminista, la equiparación con el 15M empieza a tener sentido –salvando las distancias–. Más de 300 organizaciones, ecologistas y no ecologistas, climáticas y no climáticas, convocan la huelga de finales de mes: la cifra impresiona, sobre todo teniendo en cuenta la apatía de hace unos años.
La convocatoria partió de los que llevan azuzando la acción climática los últimos meses: los jóvenes. El pasado 23 de mayo, Greta Thunberg y el movimiento creado e inspirado por su liderazgo, Fridays for Future, publicaron una carta en el diario alemán Süddeutsche Zeitung llamando a una huelga global por el clima para la semana del 20 al 27 de septiembre. Una semana de movilización para culminar a lo grande durante el último viernes del mes. La convocatoria, firmada por chicos y chicas de todo el mundo, se diferenciaba en algo sustancial con respecto a la anterior, del pasado 15 de marzo: todos estaban emplazados, también los viejos. "Salga ese día a la calle con su vecino, su compañero de trabajo, sus amigos y su familia para que nuestras voces se escuchen", rezaba la misiva.
En España, el llamamiento ha sido escuchado no por una, ni dos, sino por más de 300 organizaciones, que han preferido centrar sus esfuerzos en un solo día: el viernes 27 de septiembre. Tras meses de asambleas, negociaciones, alianzas y confluencia, la convocatoria ha sido firmada por cuatro grandes aglutinadores: Fridays for Future / Juventud por el Clima, 2020: Rebelión por el Clima, Alianza por el Clima y Emergencia Climática Ya. Están todas en el mismo barco: en el de la "defensa del futuro, de un planeta vivo y de un mundo justo", según reza su manifiesto común. Piden verdad ("asumir la urgencia de la situación actual"), compromiso ("real y vinculante"), acción (para "reducir de manera urgente y prioritaria a cero las emisiones netas de carbono lo antes posible"), solidaridad (con "la población más vulnerable") y democracia (para que la ciudadanía "forme parte activa de la solución").
En tiempos de desavenencias políticas y falta de entendimiento, organizaciones de todo corte, trayectoria y estructura se han unido en cuatro grandes bloques de acción y un solo manifiesto. Tiene mérito. La urgencia aprieta, por lo que los detalles pueden esperar, explica el coordinador de Cambio Climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. "Ha sido un proceso de construcción continuo, de incorporación de sensibilidades. No ha habido ningún conflicto destacable", explica.
Dentro de las 300 organizaciones que convocan en España la huelga por el clima hay, literalmente, de todo. Por supuesto, tienen presencia los movimientos ecologistas más veteranos y clásicos –Greenpeace, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra…– conviviendo codo con codo con los más nuevos –Fridays for Future, que representa la movilización juvenil, o Extinction Rebellion, que han aportado a la lucha climática un novedoso concepto de desobediencia civil no violenta–. Pero también han hecho acto de presencia muchísimos actores que, en principio, no tienen nada que ver con el ecologismo, pero que quieren aportar su granito de arena. Sindicatos clásicos como UGT o CCOO, asociaciones de padres y madres, profesores universitarios, escritores… También han arrimado el hombro asociaciones de corte más rural, relacionadas con el consumo responsable, enfocadas al sector energético y, en esencia, todas las que tienen que ver tangencial o directamente con la sostenibilidad.
Cartel de la huelga global por el clima del 27 de septiembre.
Las cuatro plataformas en las que se aglutinan cuentan con objetivos y ámbitos de acción distintos, aunque las preocupaciones y las principales reivindicaciones sean las mismas. Fridays for Future aglutina a los jóvenes en pie por el clima; 2020: Rebelión por el Clima cuenta con una agenda de desobediencia civil más acorde con los métodos de Extinction Rebellion; Alianza por el Clima hace de lobby político, impulsado por las organizaciones ecologistas tradicionales; y Emergencia Climática Ya pretende impulsar las declaraciones de emergencia en cuantos Ayuntamientos, Comunidades y Parlamentos sea posible.
Sofía Ruiz, de Contra el Diluvio, ratifica lo dicho por su compañero de Ecologistas en Acción. El proceso de suma de fuerzas, confluencia y unión en torno a unas peticiones básicas a los gobernantes para que afronten la crisis climática ha sido prácticamente impecable. Hay un bien mayor que proteger. "Ha molado mucho porque tenemos un abanico mucho más grande de perspectivas (…). Se generan confluencias y hay mucha más gente dispuesta a trabajar". Admite que hay diferencias, aunque "de puertas para afuera no están siendo visibles": por ejemplo, ciertas acciones de visibilización mediante la alteración del orden público –cortes de calles, por ejemplo– generan dudas en cuanto a su utilidad, explica.
De la apatía al compromiso
El panorama actual, en todo caso, con jóvenes habiendo ya demostrado su poder de movilización en la calle, cientos de organizaciones en torno a un manifiesto de abordaje de la crisis climática y una cobertura mediática sin precedentes era impensable hace unos años. En estas mismas fechas, pero en 2018, Contra el Diluvio recogía el llamamiento en España del movimiento internacional Rise for Climate (En Pie por el Clima) y convocaban manifestaciones que, si bien en ciudades como París alcanzaban las 50.000 personas, en las urbes españolas difícilmente llegaban a 1.000. Fue el primer intento tras años de inacción absoluta en las calles españolas con respecto al cambio climático.
Los jóvenes cambiaron todo. El discurso de una por entonces poco conocida Greta Thunberg (la jovencísima líder climática) en la COP24 fue uno de los primeros que consiguió viralizarse. Sorprendía y atraía la seguridad y la contundencia de su discurso, en contraste con su edad, e introducía un nuevo elemento en el relato hasta entonces poco explorado: la justicia climática. Que no tienen por qué pagar los niños los excesos de los mayores, que no tienen por qué pagar los pobres los dispendios de los ricos, y que no tienen por qué pagar los ciudadanos la desidia de los políticos. Desde la aparición de Thunberg, el movimiento que inspiró y lideró, Fridays for Future, copó el protagonismo de la acción.
El 2019 climático en España comenzó con un incipiente movimiento juvenil que tuvo su primera gran puesta en escena con la manifestación del 15 de marzo. Aquello, como ya avisaba por entonces uno de los promotores de Fridays for Future en España, Lucas Barreiro, era solo "el comienzo". La siguiente gran huelga ha llegado y no solo están convocados los jóvenes, sino todos, en defensa "del futuro, de un planeta vivo y de un mundo justo". Cabe preguntarse qué ha cambiado para que la movilización haya crecido tanto, sin prisa pero sin pausa, sin grandes y espontáneas explosiones de descontento como el 15M pero estableciendo mimbres fuertes. "Cada vez es más urgente y eso, a nivel comunicativo, es muy potente", opina Ruiz. "En Europa, a diferencia de Estados Unidos, estábamos más o menos concienciados pero faltaba acción". Y saltó la chispa adecuada.
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Andaluz cree que la juventud como elemento "atomizador" facilita el movimiento. "Hay una clave generacional, un sesgo generacional", asegura, que hace muy llamativa y muy fácil la adhesión: nos están robando el futuro y tenemos que luchar para recuperarlo. Así, considera, el mensaje ha llegado a "entornos donde el ecologismo no ha llegado", a través de una óptica "muy vivencial y muy personal", un elemento identitario con el que identificarte y protestar. Considera el ecologista que se trata de una generación "muy perdida", dolida por la incertidumbre y la precariedad, que se ha dado cuenta de que las consecuencias del cambio climático son cada vez más visibles.
Más allá de los elementos subjetivos, de sociología revolucionaria, los elementos objetivos no pueden pasarse por alto. Los dos últimos años, explican los activistas, han sido años de evidencia tras evidencia de que no se trataba de un fenómeno natural más, sino de una auténtica crisis que afectaba a todos los niveles del modo de vida occidental. Y de que no se trataba de futuro sino de presente. Los llamamientos científicos han sido más oídos que nunca: desde el informe del IPBES advirtiendo de que la pérdida de biodiversidad ponía en riesgo a todos los estamentos de la sociedad hasta el último posicionamiento del IPCC, los expertos de Naciones Unidas, recordando que los objetivos del Acuerdo de París no bastan. Y han sido años, también, de nuevas propuestas políticas sobre la mesa, aunque aún no hayan logrado convertirse en hegemónicas: el Green New Deal de Alexandria Ocasio-Cortez ha revolucionado a los demócratas norteamericanos, ha planteado un mensaje de ilusión y de prosperidad frente al catastrofismo y ha inspirado planteamientos frescos en países como el nuestro.
Para los perros viejos de la acción climática como Andaluz, que llevan años predicando en el desierto, este último año ha sido muy ilusionante. "He conocido a mucha gente muy valiosa por el camino. Es maravilloso en el sentido de que hace año y medio, o hace dos años, la situación climática no era tan esperanzadora. Pero los informes científicos decían que sin una aspiración social, sin un cambio, no íbamos a conseguir lo que garantizaría la supervivencia de la Península Ibérica. Hoy no sabemos si lo conseguiremos, pero tenemos cierta esperanza en que estos movimientos consigan que en 2020 se empiecen a reducir emisiones". El 27 de septiembre, más allá del éxito o no de la convocatoria, se seguirá haciendo camino.
Este 27 de septiembre está convocada una huelga global por el clima. La movilización emplaza a todo el mundo y se prevé multitudinaria, siguiendo la línea ascendente de la acción climática en los últimos dos años. La urgencia cada vez es más acuciante, las emisiones de gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera y las decisiones políticas realmente transformadoras no acaban de llegar. Pero la gente cada vez sale más a la calle. La crisis climática y sus consecuencias están cada día más presentes en el debate público. En los bares, en las escuelas, en los trabajos, espoleado por una juventud ansiosa de futuro. El aumento de la movilización es palpable y evidente, y sin llegar al desborde de la huelga feminista, la equiparación con el 15M empieza a tener sentido –salvando las distancias–. Más de 300 organizaciones, ecologistas y no ecologistas, climáticas y no climáticas, convocan la huelga de finales de mes: la cifra impresiona, sobre todo teniendo en cuenta la apatía de hace unos años.