Serio, solemne y dramático por fuera, Santiago Abascal tiene en cambio motivos para estar por dentro esperanzado con el impacto favorable para Vox del enervado clima político, marcado por las reformas de los delitos de sedición y malversación y por el cambio de mayoría para la elección de los miembros del Poder Judicial. Y no sólo eso. El presidente de Vox tiene también motivos, o más bien incentivos electorales, para actuar como lo está haciendo, es decir, para sembrar crispación en torno a una situación que desemboca en las cuatro sílabas que mejor le han funcionado hasta la fecha: Ca-ta-lu-ña.
No es una impresión, ni una intuición. Resultados electorales, encuestas, investigaciones sociológicas y análisis especializados refrendan que el nacionalismo herido como respuesta al independentismo catalán ha sido el combustible más eficaz para Vox, sobre todo si –como está ocurriendo– su discurso de excepcionalidad se abre paso y existe en la sociedad un caldo de cultivo de sentimiento antipolítico.
¿Y el PP? Ahí las cosas cambian. La evidencia académica, los casos históricos y la política comparada aconsejan al partido mayoritario de la derecha tener cuidado con atizar el incendio, porque podría acabar devorado por las llamas.
Vox y el "golpe de Estado", PP y el presidente "autoritario"
Abascal va lanzado. Primero realiza una "declaración institucional" en la que habla de "liquidación de los últimos vestigios de la separación de poderes". Pedro Sánchez, dice, "podría dar el autogolpe que ha dado Pedro Castillo en Perú y no habría capacidad legal de detenerle". Luego difunde un editorial de La Gaceta, medio de Vox, donde aparece ya el argumentario completo, que mezcla todas las reformas en marcha como parte de una "traición" a la nación y un "golpe" a la democracia. En rueda de prensa, el presidente de Vox afirma este martes que el Gobierno está dando "un golpe de Estado".
Cs ha optado por hacerse casi indistinguible de Vox. Inés Arrimadas llama a Sánchez "aprendiz de dictador" que está dando un "autogolpe". Si lo que haga el partido naranja es ya de escasa relevancia, sí la tienen los movimientos del PP. Su presidente, Alberto Núñez Feijóo, ha optado por no calcar la posición de Vox, pero quedarse cerca. No votaría en contra–dice– a la moción de censura anunciada por Abascal, pero tampoco garantiza su apoyo ni ha presentado una propia. Su propuesta son elecciones anticipadas. A diferencia de Abascal, no habla de "golpe de Estado", pero sí niega la "legitimidad" de la acción del Gobierno, "inédita" en un país que ha sufrido "el golpe del 81, las décadas de plomo de ETA y la declaración de independencia en el 2017 en Cataluña", explica en El Mundo. Ante Jiménez Losantos, insiste en la idea de "quiebra institucional" y habla de "hechos sin precedentes en una democracia occidental".
A juicio de Feijóo, Sánchez es un presidente "autoritario". De hecho, ha coqueteado con el término "totalitario", como cuando se refirió –mal– al libro 1984, de George Orwell. No obstante, por más que Feijóo eleve el tono, hay una voz en el PP que llega más alto. Isabel Díaz Ayuso afirma que España está en una situación "mucho más grave" que Perú, por lo que la UE debería "reaccionar". Sánchez está en plena "demolición del Estado de derecho" y conduciendo al país a una "situación dictatorial".
'Procés' más antipolítica
La reapertura del tema catalán, dentro de una narración según la cual asistimos a un atentado simultáneo contra la democracia española y contra la dignidad nacional, reúne todos los ingredientes para favorecer a Vox. "Al fin y al cabo, esta fue la cuestión que acabó con el estatus excepcional de España como país libre de la derecha radical. Vox tuvo éxito porque supo convencer a los votantes, fuera cierto o no, de que tanto el PP como el PSOE eran igualmente incompetentes en esta cuestión", explica Stuart J. Turnbull-Dugarte, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Southampton y autor, junto a José Rama y Andrés Santana, del artículo El perro de los Baskerville empezó a ladrar de repente: el voto a Vox en las elecciones generales de 2019.
Publicado en 2020 y con un título que guiña el ojo a la novela de Arthur Conan Doyle, este trabajo analiza el voto a Vox según edad, sexo, ingresos y visiones políticas para concluir que la reafirmación de la “identidad nacional" como reacción al desafío independentista fue el catalizador de su eclosión electoral. El votante tipo de Vox sería, según Turnbull-Dugarte, Rama y Santana, un nacionalista español cabreado con la política que explotó definitivamente con el procés. Factores como la incertidumbre ante la globalización, el rechazo a la "ideología de género", las posturas antiinmigración o el euroescepticismo tienen un peso inferior en su movilización.
Pero, ojo, el nacionalismo herido no conduce por sí solo a Vox, sino que se alía con un segundo ingrediente que también está presente en la atmósfera política española. "El efecto de la identidad –dice el artículo– está condicionado por las evaluaciones negativas de la situación política". Este maridaje también favorece a Vox, dado el extendido clima de desconfianza y hasta rechazo a la política. Algunos datos. En noviembre de 2022 un 30,9% de los encuestados por el CIS nombraban como el principal problema del país alguno relacionado con la política o el funcionamiento de la democracia. En febrero de 2020, antes del covid-19, el porcentaje era de un 21,6%. Aún más lejos quedan los porcentajes de hace cinco años (16,4%), diez (12,4%) o 15 años (6,1%). Hace menos de un año el Eurobarómetro mostraba que los españoles presentan mayor desconfianza en las instituciones que el conjunto de la UE. La encuesta Tendencias sociales del CIS, publicada en noviembre, también evidencia un profundo descontento, con suspenso en confianza para partidos políticos, gobierno, medios, parlamento y sindicatos. La confianza no sólo es baja, sino que mengua con respecto a cinco años atrás.
Ahora no sólo ha reaparecido la cuestión catalana, sino que lo hace en un clima de fuerte sentimiento de hartazgo con la política. La mezcla es gasolina para Abascal, que obtuvo sus mejores resultados en noviembre de 2019, cuando se convirtió en tercera fuerza con más del 15% de los votos y 52 diputados. Fue en plena resaca de los disturbios en Cataluña por la sentencia del procés.
Atados al independentismo
Son múltiples los análisis que han vinculado tanto la eclosión de Vox como sus mejores resultados a la cuestión catalana. Así lo han expresado en infoLibre voces como la de Narciso Michavila, presidente de GAD 3: “Mientras haya debate territorial, Vox sale beneficiado”. O Guadalupe Talavera, de Dialoga Consultores, para quien la “polarización” sobre cuestiones “nacionales” favorece a Vox porque le permite diferenciarse en un tema movilizador.
En Analizar el auge de la ultraderecha. Surgimiento, ideología y ascenso de los nuevos partidos de ultraderecha (Gedisa, 2021), Beatriz Acha, profesora en la Universidad del País Vasco, identifica a Vox como una anomalía relativa de su familia política en Europa por su fuerte dependencia de la cuestión nacional. “Una desactivación de este tema en la opinión pública podría favorecer la deserción de parte” de su electorado, especialmente “(ultra)nacionalistas y/o movilizables en torno a la cuestión identitaria”, expone. Con datos del CIS en la mano, Acha vincula la “cuestión catalana” con la irrupción del partido en Andalucía en 2018 y con su ascenso en las dos generales de 2019. Las encuestas posteriores muestran que casi el 60% de sus votantes admitían que lo que estaba ocurriendo en Cataluña había influido en su voto (frente al 24% de media en todos los partidos) y un 80% habían votado al partido que “mejor podía parar" a los indepes.
Puede decirse que aquella "desactivación" ha ocurrido esta legislatura, al menos hasta ahora. Las sucesivas crisis y la relativa distensión de las relaciones entre Gobierno y Govern han rebajado el protagonismo del conflicto. En noviembre 2017, después del referéndum, el 12% citaba la independencia de Cataluña como el principal problema de España. Hoy, el 0,2%.
Vox ha tratado de agitar el tema, con propuestas como la ilegalización de los partidos independentistas. Pero en ningún momento el problema catalán ha recuperado el protagonismo de 2017-2019. Ello ha obligado a Abascal a diversificar. Entre sus estrategias ha estado la explotación del malestar por la pandemia, el discurso xenófobo –de gran protagonismo en las autonómicas de 2021 en Madrid–, la denuncia de los privilegios de los políticos y del adoctrinamiento en los colegios –temas estrella de Macarena Olona en Andalucía–... Pero nada de ello ha impedido que Vox se estancase o incluso menguase en las encuestas, aunque sin caer en la irrelevancia. El último barómetro del CIS le daba un 10,1%.
El favor de los medios
Está por ver el impacto de las reformas legales en marcha, a las que se suma la propuesta de referéndum de ERC. Lo seguro es que Vox ya disfruta de uno de los regalos más apreciados por cualquier partido: el tema que más moviliza a su electorado está on fire. Además, lo está de una forma que llega no sólo a la prensa nacional, sino también a la local y provincial. Esto es clave, como se concluye del reciente estudio Las historias que nos contamos: La información de los periódicos locales y el apoyo a la derecha radical, de Beatriz Jambrina, investigadora de la London School of Economics and Political Science. La autora, procesando información mediante técnicas de inteligencia artificial municipio a municipio y mirando los resultados electorales, concluye que "los agravios provocados por el separatismo y la ansiedad económica desempeñaron el papel más importante" en el éxito de 2019 de Abascal, que se ve beneficiado por la "percepción de grandes disparidades regionales".
La literatura académica es concluyente sobre la importancia que para estos partidos tiene imponer su agenda. Todo está en George Lakoff y su No pienses en un elefante (2004). Es más determinante el marco que lo que se pinte dentro. Es la conclusión a la que llega Antonis A. Ellinas en Media and the radical right (2018): periódicos, televisiones y radios, cuando se lanzan a por los temas que entusiasman a la extrema derecha, "ayudan a legitimar" a estas formaciones, incluso aunque sea con enfoque crítico. Lo expresó en 2019 Carolina Plaza en Agenda Pública: "Los medios ayudan a prosperar a la derecha radical cuando prestan atención a los temas que más tarde van a articular la postura de estos partidos", como ha ocurrido con la inmigración en Francia y Alemania. Al mismo punto, pero en Bélgica y Holanda, han llegado Hajo G. Boomgarden y Rens Vliegenthartb en Explaining the rise of anti-immigrant parties: The role of news media content (2007). Carl C. Berning, Marcel Lubbers y Elmar Schlueter, en Media Attention and Radical Right-Wing Populist Party Sympathy (2018), constatan que para la extrema derecha en Holanda es "fundamental" que tengan el máximo protagonismo mediático temas hacen popular su discurso, frente a aquellos que los hacen parecer marginales.
Ahora, con la cuestión catalana en carne viva, el discurso de Vox se hace más presente en los medios. El sintagma "golpe de Estado" ya es moneda corriente. Y no sólo citando a Vox. El Mundo difunde un artículo de Santiago González titulado así: Golpe de Estado: "Esta semana ha sido clave para definir en España un golpe de Estado cuyo líder natural es Pedro Sánchez". En Libertad Digital y Es Radio Jiménez Losantos habla de "dictadura". Un ex parlamentario andaluz de Cs escribe en Okdiario un artículo titulado Sánchez da un golpe de Estado a la democracia. Son sólo un puñado de ejemplos. Hay más.
La ambivalencia de Feijóo
Feijóo intenta no situarse en la estela de Vox, moviéndose con la ambivalencia característica de toda su etapa como presidente del PP. No incorpora elementos tan duros como Abascal, pero permite que proliferen sin desautorizarlos. Pasa algo similar con el aborto, la eutanasia y la memoria histórica. Feijóo habla lo menos posible de estos temas, tan propicios para la guerra cultural, pero cuando lo hace evita enfrentarse a Vox. Ahora que Abascal presiona para que Feijóo "se retrate", ¿haría bien –desde el punto de vista del interés del PP– en ceder? No hay una respuesta terminante. Pero sí indicios que apuntan a un no.
Son relevantes los antecedentes reunidos por los investigadores Werner Krause, Denis Cohen y Tarik Abou-Chadi, que han analizado estrategias partidistas, resultados en las urnas y trasvases de voto entre 1976 y 2017 en 12 países europeos. El resultado es Las estrategias de los partidos mayoritarios y el éxito de los partidos de la derecha radical (2022), que concluye que incorporar temas de la extrema derecha, ir a su rebufo y adaptarse a sus mensajes no la arrincona, sino que engorda: "Acomodar las posturas de la derecha radical no beneficia a los partidos convencionales, incluso si endurecen una postura que antes defendían. Por el contrario, los votantes desertan de estos partidos hacia la derecha radical en cantidades notables". El ejemplo más claro es Francia, donde las formaciones de derecha tradicional llevan décadas incorporando la agenda del lepenismo para frenarlo, con el éxito conocido.
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Dos análisis recabados por infoLibre sobre las implicaciones para el PP de su posición ante la actual situación coinciden en lo fundamental: es una incógnita si al PP le saldrá a cuenta un tono duro, lo seguro es que emplearlo tiene riesgos. Turnbull-Dugarte señala que el PP podría pensar que "replicar la retórica radical de Vox" es "una buena estrategia", dado que priva al partido de Abascal del carácter "innovador" de su "postura de línea dura". Pero añade que con ello Vox aparece como un partido "relevante". Y concluye: "Después de todo, los votantes podrían pensar: '¿Por qué votar por el imitador cuando puedo quedarme con el original?'".
Tomás Alfonso, investigador en el centro especializado en extrema derecha Al Descubierto, admite "dudas" sobre el resultado que para el PP puede tener alimentar la indignación nacional. "El tiempo dirá. A corto plazo, puede funcionar. En un contexto de escaso trasvase de votos entre bloques, acercarte a tu competidor directo no parece descabellado. Ahora bien, a medio plazo el riesgo es que la extrema derecha parasite a la derecha conservadora o convencional y lo que es una táctica del PP se convierta en su propia naturaleza. Y eso no sólo afecta al PP. Si el discurso hegemónico de la derecha pasa a ser el de la extrema derecha, el sentido común de la gente se desplaza también hacia la extrema derecha, con el riesgo que eso tiene para la democracia".
En cuanto a Vox, Alfonso cree que quien mejor ha sintetizado su esencia es Ignacio Sánchez-Cuenca al afirmar: "Vox nace del orgullo herido del nacionalismo español". Por ello, le encaja en la lógica oportunista que Abascal esté siendo ahora "más radical que nunca" para reverdecer el clima de indignación. No obstante, advierte: no será fácil. "La tesis de la excepcionalidad histórica no dura siempre. El miedo que llegó a haber a la ruptura de España no se da a hora. Vox es el partido que más cómodo se siente con el conflicto catalán, pero los momentos históricos se acaban agotando".
Serio, solemne y dramático por fuera, Santiago Abascal tiene en cambio motivos para estar por dentro esperanzado con el impacto favorable para Vox del enervado clima político, marcado por las reformas de los delitos de sedición y malversación y por el cambio de mayoría para la elección de los miembros del Poder Judicial. Y no sólo eso. El presidente de Vox tiene también motivos, o más bien incentivos electorales, para actuar como lo está haciendo, es decir, para sembrar crispación en torno a una situación que desemboca en las cuatro sílabas que mejor le han funcionado hasta la fecha: Ca-ta-lu-ña.