Hace ocho años de la última victoria del PSOE a nivel estatal y el partido atraviesa sus horas más bajas en décadas, tanto a nivel interno –pilotado por una gestora, sin secretario general, profundamente dividido y con un clima enrarecido con el PSC– como en intención de voto: esta semana el CIS le otorgó una estimación del 17% –5,6 puntos menos que el 26J– y le avisó de que el 45% de quienes le votaron entonces no lo harían ahora. Y el desplome podría agravarse, toda vez que la encuesta es previa a la abstención ante Rajoy: "Si no nos hubiéramos abstenido, hubiéramos tenido mucho mejor resultado", admitió el extremeño Fernández Vara.
El deterioro del PSOE no es nuevo: los socialistas llevan perdiendo terreno al menos desde 2009. Para muchos expertos la tendencia comenzó a apuntar irremediablemente hacia abajo en mayo de 2010, con los primeros recortes de Zapatero, y se agravó después por la falta de renovación y la ausencia de liderazgos creibles. La caída, en resumen, es una constante: la formación se ha dejado más de la mitad de sus votos en los últimos ocho años –de 11,2 millones a 5,4– y nadie en el partido cree que la recuperación vaya a ser rápida.
El resumen más gráfico lo dibujó a mediados de octubre Javier Fernández, presidente de la gestora: el PSOE es, ahora mismo, poco más que un "solar". Para (intentar) salir del pozo, el primer paso previsto es celebrar en los próximos meses un Congreso Federal en el que se elegirá a un nuevo secretario general y una nueva dirección. Pero las distintas familias ni siquiera se ponen de acuerdo en la fecha del cónclave: los partidarios de Sánchez prefieren que se celebre lo antes posible; el sector mayoritario, que se retrase casi hasta el verano.
Repensar el proyecto
¿Qué hacer hasta entonces, si el congreso se pospone durante meses? Los planes de la gestora pasan por abrir un largo periodo de ponencias para "repensar" el proyecto socialista. Los críticos ven en esta maniobra una "pantomima" para dilatar la convocatoria y mermar las opciones de Sánchez, en palabras de una diputada. Pero el sector mayoritario, que ha ganado las últimas votaciones en el Comité Federal, considera que el partido no puede limitarse a elegir a su líder con rapidez, porque el problema no es sólo de caras, sino que es más profundo.
"Primero el PSOE tiene que reencontrarse a sí mismo, necesitamos tiempo para discutir con fraternidad", dijo este lunes el presidente castellanomanchego Emiliano García-Page. "Lo fundamental son los contenidos de la renovación", agregó el valenciano Ximo Puig. También el andaluz Francisco Reyes, líder del PSOE de Jaén, señaló que "lo que hace falta es una reflexión tranquila, serena y amplia que no se puede hacer de la noche a la mañana". Cuando acabe esa fase, apuntó, será el tiempo de "poner nombre a las personas que lideren el nuevo proyecto".
¿Pero, cuáles son los principales retos que afronta el PSOE? ¿Falla el discurso, faltan líderes capaces de hacer remontar al partido o el problema es una mezcla de ambos factores? ¿Realmente puede revertir la tendencia negativa, o corre el riesgo de perder su tradicional papel de alternativa a la derecha? ¿Cómo puede comenzar a ganar terreno de nuevo? infoLibre analiza estas cuestiones con la ayuda de cuatro doctores en Ciencia Política –Máriam Martínez-Bascuñán, Pablo Simón, Gema Sánchez Medero y Lluis Orriols– y de Pau Marí-Klose, doctor en Sociología.
El motor que falla: Cataluña (y Euskadi)
Volvamos por un momento a las generales de 2008. A la noche electoral del 9 de marzo en la calle Ferraz: "Hace cuatro años me dijisteis que no os fallara. No lo he olvidado ni un sólo día y me he esforzado por estar a la altura de vuestra exigencia", proclamó Zapatero ante cientos de simpatizantes. "¡Zapatero, no estás solo!", le respondieron a coros. Hasta ahora nadie ha superado el registro de esa noche: 11,2 millones de votos. De ellos, 1.689.911 llegaron desde Cataluña –contra 610.473 del PP–. Ocho años después, Sánchez obtuvo allí sólo 559.870 votos. Es la comunidad donde el desplome del PSOE ha sido mayor.
"Cataluña –explica Pablo Simón– fue uno de los motores de aquella victoria. Pero después el auge del independentismo destruyó al PSC, que se quedó sin respuestas". El experto señala que el PSC fue crecientemente percibido como un partido contrario al nacionalismo en Cataluña, lo que le restó opciones de captar votantes con distintos perfiles de identidad nacional. "Cataluña y Euskadi, además, son escenarios donde el PSOE es más vulnerable que el PP en sus feudos –añade–, porque los socialistas tienen muchos competidores, mientras que los motores del PP, como las castillas o Murcia, son más seguros".
Si se suman los votos perdidos por el PSOE entre catalanes y vascos la cifra asciende a 1,4 millones. Para Pau Marí-Klose son Cataluña y Euskadi no son escenarios idénticos, pero en ellos coincide un elemento: "En ambos la crisis económica llegó cuando los socialistas estaban en los gobiernos autonómicos, y la crisis del propio PSOE ha sido más profunda en esos lugares". Sobre los factores diferenciales, recuerda que en Cataluña el PSC "perdió ritmo primero con el tripartito PSC-ERC-ICV [2003-2006 y 2006-2010] y luego con el procés independentista", mientras que en Euskadi cree "más complicado" apuntar las causas.
A juicio de Orriols, los problemas del PSC tienen mucho que ver con "la sensación de que las instituciones han sido intervenidas de facto, de que voten lo que voten los ciudadanos, los gobiernos actúan en una dirección diferente". Eso hizo, prosigue, que "suba el nacionalismo, porque en Cataluña el Gobierno central fue percibido como una especie de troika", que "se polaricen las opciones" y que "el PSC, como ocurre con las posiciones políticas intermedias, sufra mucho". "El PSOE, además, no ha podido dar respuesta al fenómeno nacionalista tras fracasar los procesos estatutarios", añade.
"Al PSOE empieza a ocurrirle lo que al PP en Cataluña y Euskadi –dice Gema Sánchez Medero–. Le falta un discurso definido y reconocible en la cuestión identitaria". Eso, a juicio de Simón, ha provocado una especie de círculo vicioso: "El PSOE ha perdido las periferias plurinacionales por la activación del independentismo. Eso le hace depender más de las regiones del interior, le lleva a tener un sólo motor. La consecuencia es que el partido se hace cada vez más centralista y confía más en los dirigentes de esas áreas, lo que paradójicamente le complica recuperar terreno en Cataluña o el País Vasco".
"El PSOE se ha convertido en un partido del sur: esas regiones tienen un peso brutal en el Comité Federal, en el grupo parlamentario... Tienen una gran influencia en las maniobras del PSOE, y eso provoca una tensión entre el PSOE que necesita cambiar para volver a ganar en algunas comunidades y el que se aferra a sus feudos para intentar conservar lo que aún retiene", sintetiza Marí-Klose. Algunos datos ilustran esa tendencia: en las generales de 2008 el PSOE logró en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura el 28% del total de sus votos. En 2011, el 31%. El 20D, el 35%. La tendencia sólo aflojó ligeramente el 26J (33,9%).
Punto de inflexión: mayo de 2010
Segundo acto del derrumbamiento. 12 de mayo de 2010. Congreso de los Diputados. "A ningún presidente del Gobierno le gusta comparecer para anunciar recortes y a mí menos aún. Asumo esa responsabilidad, porque la situación es difícil y sería insensato ocultarlo", dijo Zapatero desde la tribuna. Según las propias palabras del presidente, lo anunciado aquel día fueron "duras medidas, sacrificios y esfuerzos importantes". En palabras de Simón se trata del punto de inflexión que está tras "la caída más brusca" del PSOE.
Para entonces las cosas ya habían empezado a torcerse. Entre las generales de marzo de 2008 y las europeas de junio de 2009 –que ganó el PP–, el PSOE había pasado del 43,87% al 38,78% de los votos. Pero aquello, visto en retrospectiva, fue una dulce derrota, nada comparable con lo que vendría después. Simón señala que los socialistas "aún no se han recuperado de aquel mes de mayo de 2010. Los votantes tienen memoria, y desde entonces perciben que el PSOE no es un partido competente para gestionar la economía".
"La crisis política y de representación en España no empieza con el 15-M, empieza el 12 de mayo de 2010 –subraya Orriols–. Zapatero ese día renunció al mandato que tenía e impuso recortes. Después el PP incumplió también sus promesas. El escenario conecta con la crisis de representación de las democracias liberales en los países deudores del sur de Europa, donde los ciudadanos perciben que su voto no importa, porque los partidos de Gobierno hacen lo que los acrredores les ordenan. Eso provoca un gran enfado y una crisis de todo el sistema, que en España ha afectado mucho más al PSOE que al PP".
Martínez-Bascuñán también relaciona ese escenario con la crisis de la socialdemocracia no sólo en España, sino a nivel global: "Todavía no ha pensado cómo llenar de contenido social e igualitario las democracias y los estados de bienestar en el contexto de la globalización. Para la derecha es fácil, porque encaja mucho mejor con las reglas del juego neoliberal. La socialdemocracia, en cambio, parte de dos desventajas: está obligada a pensar en términos distributivos, frente a la derecha que prioriza la eficacia y la competencia; y le cuesta organizarse en escenarios internacionales, y hoy la mayoría de problemas pasan por respuestas trasnacionales".
Después, un año después, irrumpió el 15-M en cientos de plazas de España. "Con la crisis del PSOE entre 2009 y 2011 –comenta Marí-Klose– se produjo la primera desbandada de los jóvenes. Con Rubalcaba [que asumió las riendas del partido en mayo de 2011, poco más de un mes después de que Zapatero anunciara que no repetiría como candidato] esos jóvenes no volvieron, claro. En resumen: tras el 15-M el PSOE no ha logrado nada con lo que atraer a los jóvenes para que le voten".
El votante perdido: jóvenes y clases urbanas
"La dificultad con los jóvenes –prosigue Marí-Klose–, en realidad, no es nueva: las dificultades vienen de atrás, aparecieron a medida que Felipe González fue gobernando". El sociólogo señala que en 1982 "casi la mitad" de los jóvenes apoyaron a los socialistas; en 1996, "apenas el 10%". ¿Por qué? "Felipe González reorientó el discurso: dejó de ser atrevido y abandonó el mensaje rupturista con el que llegó al Gobierno, y pasó a ser un partido del establishment establishment que hablaba de crecimiento y de las pensiones".
Hubo, con Zapatero, un momento de remontada: "Zapatero recuperó en parte a los jóvenes –dice el analista– porque propuso medidas como sacar a las tropas de Irak, el cheque de emancipación o el matrimonio homosexual, que conectaron muy ampliamente con capas de la población joven". Pero ahora, concluye, el PSOE "está atrapado por intereses institucionales", es "incapaz de articular un discurso fresco" y le ha surgido un competidor "muy atractivo para los jóvenes, Podemos, que ha conectado mucho con el sentimiento de incertidumbre y precariedad de esta población joven".
"Podemos ha logrado abrir una segunda fractura: la generacional", coincide Pablo Simón. "En 2013, más de la mitad de la gente decía en las encuestas que votaría en blanco, nulo o que se abstendría. El PSOE no supo recuperar terreno ni escaparse de la sensación de que su programa había convergido con el del PP. Especialmente entre los jóvenes, los menores de 35 que se socializaron con el 'no a la guerra' y la crisis económica del segundo mandato de Zapatero, surgió un sentimiento anti bipartidista muy fuerte. Orriols avisa de que si los socialistas no consiguen reconectar con los jóvenes, se "cristalizarán" sus preferencias electorales y será cada vez más difícil recuperarlos: "Es pronto para decir que el PSOE ha perdido por completo a los jóvenes, pero si esto continúa 10 años más sí que tendrán un problema serio", resume.
"Y Podemos se ha llevado también a las clases urbana", añade Simón. "Realmente el PSOE sólo conecta con la población rural, que tiene un voto más fiel. A ojos de los jóvenes, las clases urbanas o quienes tienen profesiones liberales, su discurso es antiguo y está por actualizar", coincide Sánchez Medero. "La crisis de representación afecta a todas las fuerzas políticas y se expresa en factores como la volatilidad electoral, la incapacidad de la clase política de conectar con la ciudadanía, la afiliación e identificación partidista. Todos estos elementos han afectado mucho más al PSOE que al PP", añade por su parte Martínez-Bascuñán.
El motivo, en opinión de la politóloga, es que "el vínculo del PP con sus electores es más cínico, más electoral, más vinculado al día de las elecciones". "La idea de cuidar el vínculo entre representantes, ciudadanía y militantes forma parte también de la tradición de la izquierda", comenta. En cuanto a Podemos, considera que "ha venido para quedarse" y que "le va a seguir disputando la hegemonía en el terreno de la izquierda". Por si fuera poco, "Podemos ha condicionado al PSOE de forma reactiva: en lugar de buscar diferenciarse ha comenzado a asumir un discurso que ha construido Podemos".
"Eso logró su máxima expresión la noche en la que Jordi Évole hizo su famosa entrevista a Pedro Sánchez –ejemplifica–. En ella Sánchez suscribió todo el relato de Podemos, en lugar de presentar otra explicación sobre lo sucedido y atribuirle cierta responsabilidad al partido de Iglesias por no haber conseguido formar Gobierno en la pasada legislatura. Lo que Sánchez vino a afirmar esa noche es que Podemos no tuvo ninguna responsabilidad, sino que fueron las élites mediáticas y económicas las culpables que frustraron el Gobierno de izquierdas, suscribiendo así el diagnóstico de Podemos.
Perdidos dentro y fuera: sin líderes, sin aliados
El deterioro del PSOE alcanzó su máxima expresión a la vuelta del verano de 2016. "La imagen fue de muchas tensiones internas, división y un secretario general débil", resume Marí-Klose. Durante septiembre y octubre, Sánchez defendió que su cuestionamiento interno debía llegar a su fin y que la solución era convocar un Congreso Federal. El Comité Federal, finalmente, rechazó esa hoja de ruta en su reunión del 1 de octubre. Perder esa votación fue lo que desencadenó la dimisión de Sánchez, que el sector crítico ya había intentado forzar días atrás con la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva.
Para Sánchez-Medero, el PSOE debería recordar que siempre que ha vivido situaciones de "división interna" ha "pagado una factura alta, porque los votantes castigan la desunión": "Ocurrió con motivo de las peleas entre González y Guerra, entre Almunia y Borrell... y no es algo que sólo suceda en el PSOE: el PP no ganó unas elecciones hasta que Aznar impuso un liderazgo fuerte, y Rajoy no dejó de estar cuestionado hasta que ganó y hubo puestos para repartir entre las distintas familias del partido", comenta.
"Yo hablaría de un problema claro de liderazgo. Desde Zapatero, el PSOE se ha mostrado incapaz de asentar un líder mínimamente estable", afirma por su parte Martínez-Bascuñán. "El liderazgo de Sánchez –añade la politóloga– siempre se entendió como provisional: desde un principio fue puesto ahí como líder transitorio, después cobró vida propia y la jugada no le acabó de salir tanto por errores propios como por responsabilidad de otros sectores del partido. Hasta que el PSOE no se tome en serio lo que es un líder, es posible que tampoco salga del túnel".
Simón, finalmente, apunta un último factor: la pérdida de apoyos mediáticos del partido. "Ha habido una enorme falta de pericia de Pedro Sánchez y su equipo para ganarse el favor de generadores de opinión. El efecto de eso es que, aunque los resultados electorales no eran tan desastrosos si se analizan en su contexto, la mayoría de medios siempre eran muy críticos con el PSOE", dice. El caso probablemente paradigmático de este fenómeno es la dureza con la que el diario El País atacó a Sánchez en sus últimos meses. El ex secretario general acusó a los poderes económicos de debilitarlo precisamente a través del diario de Prisa.
¿Y ahora qué, PSOE?
La pérdida de votos generalizada, especialmente aguda en Cataluña y Euskadi, la pérdida de conexión con el electorado joven y de áreas urbanas y la falta de un líder creíble y capaz de mantener unido al partido son las piezas del cóctel explosivo que describen los analistas: "Hay causas programáticas, causas discursivas o comunicativas, causas sistémicas y causas más concretas –dice Martínez-Bascuñán–, pero la idea fundamental que yo destacaría es que ningún partido como el PSOE encarna todos los grandes problemas por los que pasan los partidos políticos tradicionales en estos momentos".
La mayoría de los expertos consultados no son muy optimistas con respecto al margen de mejora del PSOE. Marí-Klose dice que "el principal problema" es que "las bases que tradicionalmente lo votaban ahora ya ni se lo plantean": "Muchas veces se ha dicho que el PSOE era el partido más parecido a España, pero ahora su techo ha bajado mucho: el porcentaje de gente que en una escala de 1 a 10 dice que tiene una probabilidad de votar al PSOE superior al 6 no llega al 20% en el CIS. Y quienes afirman que le votarían siempre están en torno al 8%", explica.
"Eso significa que el PSOE ya no es la segunda opción de mucha gente, y realmente no tengo ninguna confianza en que consigan rehacer su proyecto: está muy atado por sesgos territoriales que le impiden reaccionar con eficacia, y su papel va a ser introducir matices en las políticas públicas de la derecha, pero no ser una verdadera alternativa. Durante mucho tiempo va a ser un partido del 10 o el 15% de los votos. Además, el PSOE bloquea constantemente posibles alianzas con otros partidos y, aunque es verdad que desde su izquierda no se lo han puesto fácil, eso le complica una posible mejora", añade el experto.
El diagnóstico de Simón no más optimista: considera que "a medio plazo el PSOE no va a mejorar" y que para hacerlo necesitaría "no sólo renovar el liderazgo, sino un cambio organizativo total". "Ahora –prosigue– todos los dirigentes vienen de Juventudes, por lo que han crecido dentro de una estructura que genera malos equipos. El programa del PSOE está bien para un partido socialdemócrata, no hace falta tocarlo, pero necesitan cambiar de arriba abajo las dinámicas internas". Sánchez Medero coincide: "Juventudes es una especie de PSOE en pequeño, donde los jóvenes sólo entran para lograr un cargo".
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El analista, además, cree que no será eso lo que sucederá, sino que el PSOE, en un contexto tan complicado como el actual "se va a replegar en cuadros orgánicos de los lugares donde gobiernan, lo que les va a hacer imposible ir a por el electorado joven y de las periferias nacionales". "La única suerte para el PSOE –concluye– es que, con la actual dirección, Podemos no tiene capacidad de robarle más votantes, pero casi veo más factible que surja un nuevo partido de centro izquierda que se haga con el hueco del PSOE a que el propio PSOE reaccione".
Orriols señala que los socialistas tiene que lograr como sea "convencer a los electores de que votarles marca la diferencia y de que merece la pena". "No sé cómo pueden hacerlo, pero necesitan centrarse en ese problema estructural y no sólo en la batalla de los liderazgos", dice. El experto, sin embargo, introduce un matiz optimista: los datos del CIS, comenta, apuntan que hay una bolsa de exvotantes del PSOE que "se resisten a pasarse a Podemos". "Así que el PSOE tiene margen para no caer en la irrelevancia si hace bien las cosas", subraya.
Sánchez Medero, finalmente, cree que el PSOE "probablemente se acabará recuperando", pero considera que necesita "una persona de consenso para hacer una especie de travesía en el desierto". En ese tiempo, añade, debe trabajar en "renovar su proyecto" y "hacerse más permeable a la sociedad y a la militancia: tiene que hacer creer a las bases que la gente participa realmente en la vida del partido para superar la actual ruptura entre militantes y dirigentes". Eso sí, la analista coincide en que para salir del actual momento el partido "necesitará más que una legislatura hasta estar en condiciones de competir y ganar".
Hace ocho años de la última victoria del PSOE a nivel estatal y el partido atraviesa sus horas más bajas en décadas, tanto a nivel interno –pilotado por una gestora, sin secretario general, profundamente dividido y con un clima enrarecido con el PSC– como en intención de voto: esta semana el CIS le otorgó una estimación del 17% –5,6 puntos menos que el 26J– y le avisó de que el 45% de quienes le votaron entonces no lo harían ahora. Y el desplome podría agravarse, toda vez que la encuesta es previa a la abstención ante Rajoy: "Si no nos hubiéramos abstenido, hubiéramos tenido mucho mejor resultado", admitió el extremeño Fernández Vara.