La "demotanasia" gallega, un país a dos velocidades con un interior cada vez más vacío y envejecido

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A Veiga, en la provincia de Ourense, es un concello que tan sólo tiene 3,3 habitantes por kilómetro cuadrado. Al norte, Carballeda de Valdeorras suma un poco más de población. En 2022 eran 6,7. En algunos ayuntamientos de Lugo el escenario se repite. Pasa, por ejemplo, en Negueira de Muñiz, donde sólo viven 4,3 personas por kilómetro cuadrado. O en Ribeira de Piquín, donde son pocos más: 7,8. Los datos, extraídos del Instituto Galego de Estadística (IGE), dibujan un mapa a dos velocidades: una en la que se mueven las provincias interiores y otra a la que se encuentran las costeras de Pontevedra y A Coruña. Las primeras, más envejecidas, más vacías. Las segundas, más pobladas, algo más jóvenes. Pero sólo algo.

Los datos hablan por sí solos. Y hay estudios que confirman que la despoblación y el envejecimiento de Galicia no es sólo algo constatable, sino algo que lleva ocurriendo años y que, además, puede tener efectos socioeconómicos negativos. Alberto José Pazo y María Pilar Moragón lo bautizaron como "demotanasia". En un artículo publicado en 2018 y titulado El despoblamiento de Galicia: la visualización de la "catástrofe" constataron, precisamente, esa Galicia a dos velocidades. Hay, especificaron, una "brecha demográfica entre una Galicia dinámica, que constituye una pequeña porción del territorio, y una Galicia sumida en un proceso acelerado de envejecimiento y despoblamiento". Y es esta, afirmaron, la que preocupa.

La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), a través de su Comisión de Despoblación, habla de "municipios en riesgo de extinción" y cataloga como tales los que tienen menos de 1.000 habitantes. Los datos más recientes son de 2016, y entonces se cifraban en 30 los que estaban en esa situación dentro de Galicia. Y todos ellos, como decíamos al principio, están en Ourense, que tiene 24, y en Lugo, que acumula cinco. Sólo hay uno fuera, en Pontevedra: Mondariz-Balneario.

Frente a esto, continúan los autores, hay "un proceso de concentración urbana", una "lógica de aglomeración, que define territorios ganadores y perdedores, territorios con cierta dinámica y territorios abocados a la extinción". ¿Y cuáles son esos ganadores? Pues, como refleja el IGE, los territorios del litoral atlántico. Lo señalan también los autores del informe, que lo enmarcan dentro de un "éxodo agrario" que produjo "un trasvase masivo de trabajadores agrarios a otros sectores de actividad, En Galicia o fuera de ella". Así, continúan Pazo y Moragón, "los ámbitos rurales se convierten, primero, en los principales nutrientes de la emigración exterior de la región y, después, en la fuente esencial de suministro que sustenta la pujante expansión urbana".

Mar Pérez Fra, profesora de la Universidade de Santiago de Compostela, explica en la misma línea que "el eje atlántico que une A Coruña y Vigo es el que concentra la mayor parte del dinamismo económico y demográfico". "En el interior tan sólo tenemos enclaves de capitales de provincia que consiguen incrementar un poco la población que, en términos generales, está estancada", apunta. "Galicia era una de las áreas con mayores densidades de población, pero en el siglo XX perdió, mientras que en el conjunto de España eso sólo ocurrió con la crisis", añade.

Los datos que ofrece el IGE ponen también frente al espejo esta realidad. Si la densidad de población media de Galicia es de 91 habitantes por kilómetro cuadrado, esa cifra escala hasta los 140,9 en A Coruña y los 209,7 en Pontevedra. Y cae, en paralelo, hasta las 41,8 personas en Ourense y 32,9 en Lugo.

La consecuencia: una población cada vez más envejecida

La despoblación tiene consecuencias. Y no sólo socioeconómicas. Ese "éxodo agrario" que mencionaban pazo y Moragón ha ido provocando, a su vez y de manera progresiva, el envejecimiento de la población que no lo protagonizó. Bien porque las nuevas generaciones ya nacen en esas áreas urbanas o bien, también, porque esas nuevas generaciones también se están marchando. Y las razones son las mismas. Las expuso Rocío Toxo, de la Universidade de Santiago de Compostela, en su tesis Factores determinantes da emigración rural da poboación moza en Galicia no século XXI.

"La población joven en áreas rurales se encuentra con mayores obstáculos para acceder y consumir aquellos bienes y servicios más demandados en su franja de edad, así como también para poder desarrollar su formación y su vida profesional", señala la autora.

Galicia, en general, es una comunidad envejecida. Concretamente, la tercera de España, sólo por detrás de Asturias y Castilla y León, según los últimos datos del INE. En concreto, la edad media de los gallegos y gallegas es de 48,16 años, mientras que la de los primeros es de 49,3 y la de los segundos es de 48,3. Si afinamos un poco más los datos, esta vez del IGE, observamos que el porcentaje de población menor de 25 años ha pasado de ser de un 20,9% en 2010 al 19,7% en 2022. En el mismo periodo, los mayores de 85 han pasado de suponer el 3,2% del total de la población a ser el 5,2%.

¿Y por provincias? El mapa es idéntico al que se dibuja cuando se habla de despoblación. El porcentaje de ciudadanos menores de 20 años supera el 15% en A Coruña (15,85%) y Pontevedra (16,78%), pero no llega al 14% ni en Lugo (13,51%) ni en Ourense (13,2%). Por su parte, el índice de sobreenvejecimiento —es, decir, los mayores de 84 años— se sitúa en el 23,54% en Lugo y en el 23,19% en Ourense, mientras que desciende al 19,08% en A Coruña y al 18,15% en Pontevedra.

En cualquier caso, y aunque resulte paradójico, en Galicia sólo hay un concello que registra más nacimientos que muertes. Y está en A Coruña. Se trata de Ames, que en 2022 registró un salgo vegetativo de 17 personas. Una década antes, en 2013, esa lista estaba formada por otros 17 concellos, un número que cayó a los siete en 2018, a los cuatro en 2019 y a los dos en 2021. En 2022, además, hubo seis concellos sin un sólo nacimiento. Y sí, Lugo y Ourense se las reparten al 50%.

Todas estas cifras se contraponen con otra que, a priori, es positiva: la inmigración no ha dejado de crecer. Es más, en 2022 se registró, según arrojó el INE, el saldo migratorio más positivo desde que se tienen registros. Llegaron, así, 39.281 personas que antes vivían fuera de España, 14.000 más que un año antes. Pero eso tampoco sirve. Porque aunque en 2022 el dato fue más elevado que nunca, el saldo migratorio positivo lleva años dándose en Galicia. Pero Pérez Fra advierte de que, en cualquier caso, gran parte de estas inmigraciones no son más que retornos de población gallega que emigró durante la década de los 60 y 70. "Es especialmente importante recalcarlo, porque muchas zonas rurales reciben población, pero son personas jubiladas. No se produce, por tanto, una revitalización del territorio", explica.

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La única manera de hacerlo es con políticas decididas, dice. En la campaña electoral de 2009, la que llevó por primera vez a la Presidencia de la Xunta al conservador Alberto Núñez Feijóo, el conservador ya situó la crisis demográfica de Galicia entre sus mayores preocupaciones. Pero trece años después las medidas adoptadas, entre ellas la creación de un Observatorio Galego de Dinamización Demográfica y la aprobación de una Ley de Impulso Demográfico, no han logrado resultados. Pérez Fra lo achaca a que siempre se ha puesto el foco en el fomento de la natalidad. "Podemos tener más hijos, pero si el espacio sigue sin ser atractivo cuando crezcan esas personas se seguirán marchando", diagnostica.

Por eso hay que incidir ahí. "Conseguir que el espacio rural sea atractivo se consigue generando empleo", sostiene, y el envejecimiento de la población de esas áreas puede ser una oportunidad. Pero hay otro factor sobre el que trabajar: "Hay que garantizar que esa población que pueda quedarse puede acceder a unas condiciones de vida digna". Es decir, que las áreas rurales respondan también "a parámetros del siglo XXI". También con perspectiva de género. "Entre los jóvenes, quienes más emigran son mujeres, que dedican más tiempo a labores de cuidado para que las que existen servicios en las zonas urbanas", reclama.

En cualquier caso, la situación desemboca en una conclusión clara: el resultado que salga de las urnas este domingo saldrá sobre todo de población mayor. De hecho, según publicó Praza.gal, los votantes menores de 35 van a suponer en estas elecciones la mitad que en 2001. Así, y analizando el censo de residentes en el Estado, se observa que casi un tercio del total (el 32,6%) tiene más de 65 años y que casi 6 de cada 10 (el 59,45%) supera los 50 años. El porcentaje de menores de 35 años es del 16,49%. Por provincias, la misma dinámica: Pontevedra es la provincia con el porcentaje de menores de 35 llamados a votar más alto (17,85%), mientras que Ourense es la provincia con el electorado de mayor edad, con un 38,7% de posibles votantes por encima de 65 años y un 63,5% por encima de 50 años.

A Veiga, en la provincia de Ourense, es un concello que tan sólo tiene 3,3 habitantes por kilómetro cuadrado. Al norte, Carballeda de Valdeorras suma un poco más de población. En 2022 eran 6,7. En algunos ayuntamientos de Lugo el escenario se repite. Pasa, por ejemplo, en Negueira de Muñiz, donde sólo viven 4,3 personas por kilómetro cuadrado. O en Ribeira de Piquín, donde son pocos más: 7,8. Los datos, extraídos del Instituto Galego de Estadística (IGE), dibujan un mapa a dos velocidades: una en la que se mueven las provincias interiores y otra a la que se encuentran las costeras de Pontevedra y A Coruña. Las primeras, más envejecidas, más vacías. Las segundas, más pobladas, algo más jóvenes. Pero sólo algo.

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