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Qué hacer después del incendio de Gran Canaria: reforestar y sentar las bases para evitar otro fuego tan destructivo

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El incendio forestal iniciado el sábado en la cumbre de la isla de Gran Canaria (Canarias) ya lleva más de 12.000 hectáreas consumidas, convirtiéndose en el más voraz de todo el año. Aún quedan días para su estabilización y control y semanas para su extinción, por lo que los esfuerzos están centrados en apagar el fuego: pero pronto habrá que pensar en el día 2, en lo que hacer cuando se consuman las llamas y se pretenda devolver a espacios como el parque natural de Tamadaba a su estado original. Un trabajo delicado y paciente, ya que hará falta coordinación y tiempo, algo de lo que no suelen disponer muchas administraciones. Los ingenieros forestales hablan de décadas, con especial atención a la biodiversidad amenazada y perdida, los peligros de la tierra quemada y la supresión de las causas que han hecho de este incendio un superincendio: el combustible vegetal acumulado por el abandono del uso del suelo.

El fuego en la isla canaria se ha extendido con rapidez e intensidad debido a varias razones. Una, la fundamental, es la conjunción de factores atmosféricos negativos: fuerte viento, calor y poca humedad, una combinación que resultó letal en otros desastres naturales como el ocurrido en Galicia en octubre de 2017. La orografía de la zona de la cumbre, donde se inició el incendio por una chispa aún por determinar, es complicada: el archipiélago en general es conocido por sus barrancos escarpados y demás zonas inaccesibles para los equipos de extinción. Y por último, y este factor es fundamental, la rápida transición de Gran Canaria de una economía basada en el sector primario a una sustentada en el sector servicios y el turismo. Aunque pueda parecer tangencial, los expertos consideran este hecho clave para entender la virulencia de esta catástrofe medioambiental: y clave, también, para evitar que se repita y permitir una regeneración exitosa y tranquila del ecosistema.

La polémica tras el fuego se ha centrado estos días no tanto en el origen del incendio, por determinar tras las pesquisas de las autoridades, sino en lo que ha permitido que avanzara tan rápido. Una de las respuestas está en la acumulación de combustible vegetal. Los bosques y las zonas de matorral crecen sin parar y en verano se secan y dejan material listo para arder a la mínima. Dicha acumulación se evita dándole un uso al suelo: es decir, cultivándolo: quien trabaja la tierra es el primer interesado en eliminar estos restos. Pero la agricultura en Gran Canaria ha sido desplazada en las últimas décadas en pos del turismo. Los entornos naturales han sido abandonados, y la gestión forestal –abrir cortafuegos, retirar combustible, prender fuegos controlados y otras técnicas–, que puede sustituir en parte al sector primario en estas prácticas, no ha llegado a tiempo para evitar el desastre.

 

Es algo que ya se sabía. Era conocido que la situación en Gran Canaria la convertía en un polvorín, una de las zonas del país más expuesta a un gran incendio y, a la vez, una de las zonas del país más difíciles para la actuación de los servicios de extinción. El ingeniero forestal Ferrán Dalmau, responsable del gabinete de soluciones ambientales Medi XXI GSA y que lleva años colaborando con el Cabildo de Gran Canaria, aseguraba en 2016 a lainformacion.com que Gran Canaria era una "bomba de relojería" debido a la acumulación de vegetación seca. Y la bomba ha explotado tres años después, en agosto de 2019. La solución fácil pasa por "limpiar el monte" –un término común pero que no gusta a los ingenieros forestales, ya que la vegetación no es suciedad–. Pero, asegura Dalmau a infoLibre, "los problemas complejos no admiten soluciones ni simples ni simplistas".

El pasado lunes, el jefe de Emergencias del Cabildo, Federico Grillo, aseguraba que "limpiar" todo el monte es "técnicamente inviable", ya que tendrían que dedicarse una cantidad inasumible de recursos para una tarea que queda caduca en muy poco tiempo, dado el ritmo de crecimiento de vegetación. Dalmau está trabajando codo con codo con Grillo en la emergencia en Gran Canaria y suscribe sus palabras. El problema, de compleja solución, a su juicio es que en la isla hay "134.000 hectáreas potencialmente agrícolas, de las cuales 90.000 están sin cultivar. Ha habido un abandono del sector primario". Para el experto, las medidas a tomar no están en "gestionar el monte a fondo perdido", sino en incentivar: que la gente vuelva a trabajar la tierra y se haga cargo de su limpieza, que se desarrolle un sistema de pagos por servicios forestales.

"Es necesario implantar una política de apoyo a la agricultura desde el punto de vista de la prevención de incendios", afirma Dalmau. Y a la ganadería también: como se ha visto en Portugal tras su tragedia de 2017, el pastoreo es muy útil para eliminar la vegetación sobrante. El ingeniero forestal lanza una pregunta al aire: "¿Los turistas no disfrutan de la naturaleza en Gran Canaria? ¿Por qué no se hace que el sector turístico abone pagos ambientales?" El motor económico de la isla ha virado hasta el desequilibrio hacia el negocio del sol y la playa, y esa es la razón, entre otras, de que el monte esté abandonado: y sea, así, vulnerable a incendios.

Recuperación de la biodiversidad

El trabajo posterior al incendio puede dividirse, a grandes rasgos, en dos grandes tareas: una, evitar que vuelva a pasar una tragedia similar, y la segunda, abordar la pérdida de vidas: vigilar las especies en peligro de extinción que han podido quedar tocadas por la desaparición de individuos, y repoblar las masas forestales que se han perdido. El ecosistema grancanario es especialmente valioso por su población endémica: es decir, que solo se encuentran allí. El director del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo, Juli Caujapé, habla de "catástrofe ambiental", aunque aún queda hasta contabilizar con exactitud los daños.

Se han visto afectadas especies vegetales exclusivas como la magarza plateada de Artenara o la col de risco de Tamadaba. También hay preocupación, aunque en menor medida, por los hábitats del pinzón azul de Gran Canaria, que solo se puede encontrar aquí. En cuanto a las especies animales, se teme por la paloma rabiche, una de las dos especies de palomas endémicas de Canarias desaparecida y que está siendo reintroducida, como explica EFEverde.

La reinstauración de esta biodiversidad no puede hacerse de cualquier manera, y hay que tener mucho cuidado para no empeorar la situación. Así lo ha asegurado el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales en una nota de prensa a raíz del incendio: "La auténtica catástrofe suele venir después del incendio de grandes proporciones puesto que una inadecuada planificación y ejecución de los trabajos de recuperación incrementa el desastre ecológico, social y económico que originan los incendios".

Raúl de la Calle, secretario del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales, explica estas palabras. Asegura que no se puede dejar a la improvisación la posterior repoblación. "En un primer lugar, lo que tenemos que plantear es qué tipo de bosque queremos". Es responsabilidad de las instituciones, en diálogo permanente con los expertos, decidir con qué tipo de especie se va a reforestar: ¿con la misma que se ha perdido? ¿Con una más resistente a los incendios? Además, recuerda De la Calle, hay que proceder a retirar la madera quemada, ya que es foco de plagas, y evitar que el suelo se erosione tras la pérdida masiva de cubierta vegetal. Para impedir que las lluvias del otoño y la primavera se lleven por delante tanto la tierra como las posibles semillas que favorezcan un rebrote natural, los ingenieros forestales suelen instalar las llamadas fajinas: maderas atadas a cordones siguiendo las líneas de las curvas de nivel, que frenan la corriente cuesta abajo.fajinas

Entre la catástrofe ambiental, una buena noticia: el pino canario, además de ser una especie "adaptada a los incendios forestales", según explica De la Calle, "tiene una buena capacidad de rebrote", es decir, que podría ser una buena decisión apostar por esta especie para la reforestación, teniendo en cuenta además que ha sido la más perjudicada en este superincendio. Pero no se puede descartar "un mosaico de especies". Las autoridades competentes, en este caso los cabildos, deberán decidirlo mediante criterios técnicos, vigilando los voluntariados con buena intención pero que podrían empeorar la situación, y, pide el experto, "cuanto antes", al menos antes de que lleguen las primeras lluvias.

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El cambio climático como gasolina

Los incendios forestales son normales. Muchos son causados por la propia acción de la naturaleza y tienen su papel en los ecosistemas como reguladores. Lo que no es normal es que los fuegos tengan un origen provocado, es decir, fruto de un despiste, una imprudencia o una alevosía criminal. Tampoco que los incendios se conviertan en "tormentas de fuego", el término que usó Grillo en su comparecencia: una comparecencia en la que se apuntó directamente al cambio climático como combustible del suceso. El fenómeno aumenta las temperaturas, disminuye la humedad y hace arreciar el viento, lo que convierte fuegos abordables y fácilmente extinguibles en catástrofes ambientales.

El ser humano, reflexiona Dalmau, tiene la manía de considerarse el centro del mundo, pero los incendios forestales van a seguir existiendo sí o sí. Pero podemos intentar que sean fuegos de baja intensidad, controlados o incluso provocados para reducir la masa forestal y evitar males mayores, o fuegos de alta intensidad, que consumen hectáreas cada minuto, que ponen en riesgo vidas humanas y que se tardan semanas en extinguir. Por eso, la acción climática es tan importante. Poniendo en valor las acciones individuales, exigiendo responsabilidad a los gobiernos y a las grandes empresas, divulgando y hablando de la crisis climática, coinciden los expertos, también se lucha contra los grandes incendios forestales como el de Gran Canaria.

El incendio forestal iniciado el sábado en la cumbre de la isla de Gran Canaria (Canarias) ya lleva más de 12.000 hectáreas consumidas, convirtiéndose en el más voraz de todo el año. Aún quedan días para su estabilización y control y semanas para su extinción, por lo que los esfuerzos están centrados en apagar el fuego: pero pronto habrá que pensar en el día 2, en lo que hacer cuando se consuman las llamas y se pretenda devolver a espacios como el parque natural de Tamadaba a su estado original. Un trabajo delicado y paciente, ya que hará falta coordinación y tiempo, algo de lo que no suelen disponer muchas administraciones. Los ingenieros forestales hablan de décadas, con especial atención a la biodiversidad amenazada y perdida, los peligros de la tierra quemada y la supresión de las causas que han hecho de este incendio un superincendio: el combustible vegetal acumulado por el abandono del uso del suelo.

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