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El día en el que Iglesias decidió dar un paso atrás y solucionó a la vez su sucesión en Podemos y Moncloa

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Antes de que la tozudez de la aritmética electoral convenciese a Pedro Sánchez de que si quería gobernar no tenía más remedio que pactar con Unidas Podemos y dar entrada a su líder, Pablo Iglesias, en un Gobierno de coalición, el lento pero aparentemente imparable desgaste de la formación morada puso sobre la mesa la hipótesis de una sucesión. Entonces se hablaba de Irene Montero, probablemente la mujer mejor situada para afrontar el reto de dar un nuevo impulso a la organización tras una salida pactada de Iglesias. Ella mismo, sin hacer referencia a sí misma, ya señaló en marzo de 2019 su convencimiento de que la próxima persona al frente de la Secretaría General de Podemos sería “una mujer”. Y que ese relevo se produciría “pronto”. 

Dos años después, forzado en parte por la precipitada convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid, Iglesias puso este lunes en marcha su relevo en el Gobierno de coalición y también el que a él le gustaría que acabara produciéndose en el seno de Unidas Podemos: su sustitución, en ambas responsabilidades, por Yolanda Díaz.

La ministra de Trabajo es, desde hace años, una política de absoluta confianza de Iglesias. Y su tarea al frente del departamento que debe gestionar las políticas de empleo, las relaciones laborales y sobre todo la legislación del trabajo, elogiada no sólo desde las filas de Unidas Podemos sino del PSOE, además de medios sindicales y empresariales. Lo que le ha acabado convirtiendo en una de las personalidades más valiosas del Ejecutivo y, por esa razón, de la propia formación morada.

Iglesias busca desde hace tiempo un revulsivo que relance a Unidas Podemos. Y cree haberlo encontrado en la figura de Díaz a pesar de las dudas que ella misma tiene cuando le plantean la posibilidad de acabar asumiendo la máxima responsabilidad orgánica de la organización. Dudas que el propio vicepresidente reconoció este lunes en el vídeo a través del cual anunció su decisión al pedir a Podemos, a Izquierda Unida, a En Comú-Podem y a la izquierda en general que empujen a Díaz a asumir esa responsabilidad: “Tenemos que apoyar y que a animar a Yolanda para que, si ella así lo pide y si así lo quiere la militancia, sea la candidata de Unidas Podemos en las próximas elecciones generales y la primera mujer en ser presidenta del Gobierno de España”.

Iglesias sabe que el perfil de Díaz funciona mejor que el suyo para amplios sectores de la izquierda a los que él no llega y quiere jugar esa baza. Y promocionarla de aquí a las elecciones desde la plataforma que otorga la Vicepresidencia segunda. “En política hay que tener valentía”, subrayó, “para dar las batallas que hay que dar y también para ser capaz de comprender cuándo llega el momento de dejar paso a nuevos liderazgos”. Y el de Díaz se “ha consolidado”, afirmó. Así “lo sienten millones de personas de izquierdas en toda España”.

Con su aval a Díaz Iglesias está anticipando un relevo que no preveía llevar a cabo tan pronto, sino simplemente ir preparando para armar un nuevo liderazgo de cara a los futuros comicios que oficialmente no tendrán lugar hasta finales 2023 pero que en un contexto políticamente tan inestable como el que vive España nadie duda que se van a adelantar. Y quiere estar listo.

El propio Iglesias, como Montero, ya apostaba desde hace años por un relevo femenino. La buena imagen que Díaz ha ido construyendo en el último año ha acabado por despejar cualquier duda. Sólo faltaba encontrar el momento propicio y la convocatoria electoral de Madrid ha acabado por desencadenar acontecimientos.

Doble objetivo

Con su paso atrás en el Gobierno y la decisión de involucrarse personalmente en la batalla contra lo que todas las encuestas anticipan serán un frente común de la derecha extrema (PP-Vox) liderado por Isabel Díaz Ayuso, Iglesias resuelve varios problemas. En primer lugar, pone toda la carne en el asador para evitar que UP tenga un mal resultado en Madrid, que de rebote acabaría volviéndose contra él. Y, en segundo lugar, le permite activar la Operación Yolanda Díaz y preparar un relevo al frente de Unidas Podemos Operación Yolanda Díaz que facilite a los morados afrontar con otras expectativas las próximas elecciones generales.

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Yolanda Díaz se está ganando fama de buena negociadora. Ha conseguido que patronal y sindicatos estampasen su firma en cinco acuerdos muy complicados: la subida del salario mínimo al comienzo de la legislatura, el lanzamiento de los ERTE para afrontar el parón de las empresas por el virus, sus sucesivas prórrogas y la primera ley reguladora del teletrabajo en España. Y se dispone ahora a afrontar el desafío más difícil: el desmantelamiento de buena parte de la reforma laboral que el PP impuso en plena crisis cuando tenía mayoría absoluta en el Congreso. Una modificación de la legislación laboral vigente que será su mayor reto: Pedro Sánchez quiere que la saque adelante por consenso —los empresarios está radicalmente en contra— y Bruselas desconfía de unos cambios que, en principio, considera contraproducentes.

Iglesias ha sido el único líder de Podemos desde su creación. Y a lo largo de los últimos años se han ido cayendo todos los protagonistas de su foto fundacional. Díaz no forma parte de ese núcleo. Procede del Partido Comunista de Galicia (PCG), en el que sigue militando, y de Esquerda Unida, la marca gallega de IU, aunque su relación con el líder de esta última, el también ministro Alberto Garzón, es cualquier cosa menos cercana. Eso le ha permitido hasta ahora vivir ajena a la batalla orgánica, tanto dentro de Podemos como de IU, algo de lo que no podrá seguir protegiéndose si acaba aceptando el liderazgo de la organización.

Su llegada a la Vicepresidencia inclina a muchos a pensar que acabará con la exteriorización de las diferencias del PSOE y Unidas Podemos dentro del Gobierno. Iglesias las ha manejado con habilidad para presionar a Sánchez y a sus ministros, pero en cambio la titular de Trabajo siempre ha antepuesto, al menos hasta ahora, la negociación discreta a las manifestaciones públicas de disenso. Pero no hay que olvidar que al frente de la organización seguirá estando Iglesias, por mucho que su prioridad a corto plazo pase a ser la política madrileña. En calidad de líder de Unidas Podemos seguirá siendo el interlocutor natural de Sánchez cuando las cosas se atasquen. Y su nueva posición fuera del Gobierno le libera de la obligación de extremar el cuidado a la hora de manifestar en público sus discrepancias.

Antes de que la tozudez de la aritmética electoral convenciese a Pedro Sánchez de que si quería gobernar no tenía más remedio que pactar con Unidas Podemos y dar entrada a su líder, Pablo Iglesias, en un Gobierno de coalición, el lento pero aparentemente imparable desgaste de la formación morada puso sobre la mesa la hipótesis de una sucesión. Entonces se hablaba de Irene Montero, probablemente la mujer mejor situada para afrontar el reto de dar un nuevo impulso a la organización tras una salida pactada de Iglesias. Ella mismo, sin hacer referencia a sí misma, ya señaló en marzo de 2019 su convencimiento de que la próxima persona al frente de la Secretaría General de Podemos sería “una mujer”. Y que ese relevo se produciría “pronto”. 

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