Cuando se abran las urnas en Escocia el jueves 18 de septiembre, no sólo el Reino Unido seguirá al minuto el largo escrutinio del referéndum de independencia. También se mirará en ese espejo Cataluña, a las puertas del desenlace de su propio proceso soberanista.
Menos de dos meses separan el 18-S del 9 de noviembre, la fecha pactada por el frente proconsulta (CiU, ERC, ICV-EUiA y CUP) en diciembre pasado para el plebiscito catalán, así que parece casi insoslayable trazar una línea de continuidad entre ambos hechos, analizar el impacto de uno sobre el otro, dentro y fuera de España. De hecho, Artur Mas firmará el decreto de convocatoria, previsiblemente, en los días inmediatamente posteriores al 18-S.
Porque incidencia, según los expertos, la habrá, en mayor o menor medida. Si los escoceses rechazan la independencia –la alternativa que parece más probable, según las encuestas difundidas hasta ahora–, podría desinflar en parte el proceso en Cataluña, pero si prospera el sí a la secesión, podría dar aliento al bloque soberanista en la recta final hacia el 9-N. El efecto Escocia sería en principio más difuso en el Gobierno de Mariano Rajoy, puesto que siempre ha evitado dibujar paralelismos.
Distinta cuestión es la respuesta internacional. Como coinciden los ocho analistas consultados por infoLibre, los Estados europeos (y el resto de grandes potencias) son reacios a cualquier intento secesionista, si bien tendrían difícil vetar la entrada de Escocia en la UE –incluida España– en caso de que venciera el sí. Cataluña, por ahora, también dispone de escasos aliados extranjeros, y los apoyos serían menores si el Parlament aprobara una declaración unilateral de independencia, horizonte posible tras unas elecciones autonómicas con carácter plebiscitario.
Diferencia más ajustada
Por ahora, los sondeos apuntan a una clara ventaja contra la separación de Escocia en un referéndum vinculante para el que están censados alrededor de 4,3 millones de personas y en el que podrán votar los mayores de 16 años que vivan en la región. Un 43% se inclinaba por el sí, por un 57% contrario al divorcio de Londres, según el sondeo de YouGov para The Times a un mes de la apertura de las urnas, por lo que en apenas una semana había crecido el número de adeptos a la separación en cuatro puntos (del 39% al 43%). Si se tenía en cuenta la bolsa de indecisos, entonces el resultado sería de un 38% a favor de la independencia, un 51% en contra y un 11% que aún no sabía qué iba a votar.
Todavía ha de medirse la repercusión del segundo y último debate televisado, emitido el pasado lunes, entre el líder de la campaña unionista, el laborista Alistair Darling, y el jefe del Gobierno de Edimburgo, Alex Salmond. Este se anotó una abultadísima victoria: 71% frente a 29%, según The Guardian. En el primer careo, el 5 de agosto, se impuso Darling, aunque por un margen más estrecho: 56%-44%.
El 18-S, los electores se encontrarán una pregunta simple escrita en las papeletas: "¿Debería ser Escocia un país independiente? Sí/No". Nada más. Una formulación más sencilla que la doble cuestión catalana: "¿Quiere usted que Cataluña se convierta en un Estado?" y en caso afirmativo, "¿Quiere que este Estado sea independiente: sí o no?".
01. EL INFLUJO EN CATALUÑA
¿Por qué el 9-N? Era una de las preguntas que rodearon el anuncio de la fecha. Estaba desprovista de simbolismo en la historia de Cataluña, y estaba ubicada a una distancia prudencial de la Diada de 2014, que además conmemora los 300 años de la caída de Barcelona, derrotada por las tropas borbónicas de Felipe V. El Consejo Asesor para la Transición Nacional, el órgano de asesores de Artur Mas, ya aconsejó separar la consulta catalana del referéndum escocés tanto como para que pudieran "desvanecerse" sus efectos. Sin embargo, el Govern suele apoyarse en el ejemplo británico, en cómo allí sí ha sido posible el acuerdo entre el Ejecutivo de David Cameron y el ministro principal escocés, el nacionalista Alex Salmond. Esta misma semana, el conseller de la Presidencia, Francesc Homs, volvía a apuntar al Reino Unido. La diferencia radica, dijo, en la "actitud democrática" de los Gobiernos de Madrid y Londres, pues este ha "atendido a la voluntad de votar de los escoceses" y aquel "no quiere dar curso a la expresión democrática del pueblo catalán".
Ignacio Molina, profesor titular de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) e investigador del Real Instituto Elcano, anticipa que el referéndum "tendrá mucha influencia en cualquier caso" en Cataluña. ¿Qué ocurriría si gana el sí? La opción no está descartada, porque la diferencia ha ido ajustándose y no hay tantos precedentes en los que fijarse. "Aumentaría la presión sobre el proceso español y una movilización del soberanismo", porque son muy pocos los casos de territorios independizados pacíficamente. "Si Ucrania funciona a modo de contraejemplo y desincentiva, el Reino Unido actúa de modo contrario. Un sí en Escocia haría ver que es posible la independencia sin violencia en una democracia consolidada, que no es una quimera", remacha Molina.
Dicho de otro modo, y en palabras de Eva Anduiza, profesora de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), crecería la simpatía hacia la consulta como una posibilidad "políticamente necesaria para resolver determinados conflictos". En síntesis, Escocia "abriría el camino" a Cataluña y y a la vez un importante melón en la UE, como expresa Giles Tremlett, corresponsal en España del semanario británico The Economist.
Efecto bumerán
La intensidad global del impacto, advierte Marc Sanjaume, politólogo de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), dependerá no obstante de la "actitud de Londres" en las negociaciones posteriores que tuviera con Edimburgo, sobre todo para movilizar a los indecisos.
¿Y si es el no el que vence, como han venido pronosticando las encuestas hasta ahora? La influencia sería la contraria. "Desaparecería del escenario la posibilidad de separación de un territorio en Europa occidental", contrapone Molina, que recuerda que Salmond ha venido avisando de que un referéndum independentista es una "oportunidad" que sólo se da una vez por generación. El referente escocés, si saliese del debate público, "haría más patente la soledad de Cataluña".
Distintos analistas apuntan que un rechazo a la secesión podría "desinflar" el proceso soberanista impulsado por CiU, ERC, ICV-EUiA y la CUP. El "triunfo del realismo" repercutiría en la opinión pública de la comunidad, verbaliza Andrés de Blas, catedrático de Teoría del Estado de la UNED. José Ramón Montero, politólogo de la UAM, amplía esta apreciación: los indecisos "se reafirmarían en la imposibilidad del referéndum", podría repuntar el voto negativo y los "débiles apoyos al Gobierno catalán menguarán".
Artur Mas charla con Josep Antoni Duran i Lleida, delante de la vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, durante el Consell Nacional de CDC y Unió, este 30 de agosto en Barcelona | EFE
El frente proconsulta, sin embargo, intentaría atenuar el eventual efecto negativo del nono, recalcando que al menos en el Reino Unido se permitió abrir las urnas. "Será una decepción pero no creo que cambiara el rumbo del proceso –sentencia Sanjaume–. El independentismo catalán presenta unos agravios distintos de los de Escocia, aunque la reivindicación sea la misma, la secesión. Además, en Cataluña la cuestión escocesa se ve de lejos y el Ejecutivo de Salmond se ha distanciado del caso catalán y apenas le ha dado muestras de apoyo". Como reseña Molina, Escocia fue un "regalo" en 2012, cuando comenzó la marea soberanista en Cataluña, pero se ha acabado volviendo, en cierta medida, un elemento a la contra, porque se ha puesto sobre la mesa la posible expulsión de la UE, igual que se ha evidenciado que al "mainstream internacional no le gustan las secesiones". "Y ha llegado el conflicto en Ucrania y la oposición mundial a la declaración unilateral de independencia, y el caso Pujol, y las divergencias entre las fuerzas soberanistas...", enumera.
A juicio de Robert Liñeira, investigador de Ciencia Política de la Universidad de Edimburgo y anterior profesor de la UAB, la principal influencia es "el precedente que sienta", como referéndum legal y pactado. "La retórica intelectual que acompaña el hecho de votar es muy potente", reconoce Molina. Para Liñeira, un no, añade, "no favorece", pero el problema de encaje de Cataluña "seguiría estando ahí igualmente". Él discrepa con la idea de que podría virar la opinión de los indecisos, básicamente porque el debate se encuentra ahora mismo en un punto previo: si habrá o no consulta, y el apoyo a esta es por ahora muy mayoritario.
La posibilidad de la tercera vía
Dado que con casi toda probabilidad no se celebrará el plebiscito el 9-N –el Gobierno recurrirá tanto el decreto de convocatoria como la Ley de Consultas que le da cobertura–, cabe preguntarse si tendría encaje la tercera vía, la hoja de ruta propugnada, entre otros, por los socialistas. Molina está convencido de que sí, porque al encontrarse "sola", se refuerza la posibilidad de resolver el conflicto por la vía de la negociación. Pero el investigador del Real Elcano también cree que el Ejecutivo central puede sentirse obligado a negociar si recibe el "susto" de una apuesta de los escoceses por la segregación del Reino Unido. "Fuerza a pensar soluciones", dice Tremlett. De Blas coincide en esta previsión, aunque señala que esta alternativa ha de ser "explicada y explicitada". Para Liñeira, en cambio, esta vía de escape "no tiene en realidad portavoz", dado que el PSC está hundido electoralmente y no es "creíble" a ojos de los catalanes, de modo que su oferta puede no emerger hasta que la actual situación "implosione".
Comparte este criterio Sanjaume, para quien el PSOE "se ha mostrado incapaz de reconocer el pluralismo nacional en España" y el PSC, al asumir la Declaración de Granada, se ha mostrado "subordinado a Ferraz en materia de modelo de Estado".
02. LA RESPUESTA DEL GOBIERNO CENTRAL
El Ejecutivo de Rajoy rehúye las comparaciones. El presidente no suele citar el paradigma de Escocia salvo que se le pregunte por él. Y reitera que ambos procesos son muy distintos, ya que en el Reino Unido "no hay Constitución escrita" y el Congreso no podría autorizar un referéndum de independencia como sí ha hecho el Parlamento de Westminster. Por tanto, en España, sin reforma de la Carta Magna, no habría forma de permitir una consulta en Cataluña, según esgrime el Ejecutivo. Rajoy combina esa invitación a la propuesta de modificación constitucional con un no a la misma, alegando que no existe el suficiente consenso previo.
Que la Moncloa tire tan poco de Escocia para su argumentación hace presumir a los expertos que intentará amortiguar el resultado del 18-S, cualquiera que sea. Así lo dice Liñeira: "A Madrid no le interesa espolear este asunto, porque sabe que Cataluña remarcará que allí se pudo votar".
Si ganara el sí, Montero prevé que Rajoy "procuraría subrayar las diferencias", sobre todo el armazón legal y el pacto con Westminster, añadiendo que es una cuestión interna del Reino Unido. Y si el no prosperara, usaría el escrutinio para señalar "una derrota más del secesionismo en general como proyecto político", complementa Sanjaume.
Vetar o no el ingreso en la UE
Molina llama la atención sobre un aspecto colateral del 18-S, sobre todo si vence el sentimiento secesionista. ¿Qué haría España en ese caso, vetaría la entrada de Escocia en la UE? Este profesor de la UAM considera que aunque Madrid "tendría un incentivo para obstaculizar" el ingreso del nuevo país, por miedo a dar a Cataluña, "lo previsible es que haga lo que diga Londres". Dado que el Gobierno de Cameron (como el de Salmond) se ha comprometido a aceptar el veredicto de los ciudadanos, el Ejecutivo británico intentaría ponerle las cosas fáciles a los escoceses, y por tanto trataría de convencer a sus socios. Como dice Luis de la Calle, profesor de Ciencia Política del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) de México y estudioso de los nacionalismos, "hay muy pocos motivos para creer que la UE boicotearía la entrada de un nuevo Estado". Es más, agrega, "quizá esta sería la mayor influencia sobre el caso catalán, pues demostraría que el espantajo de la expulsión de la Unión podría ser contrarrestado con una buena negociación".
Mariano Rajoy y la canciller alemana, Angela Merkel, recorren a pie un tramo del Camino de Santiago, en el municipio de O Pino, el pasado 24 de agosto | EFE
Esta interpretación es bastante compartida por los politólogos. "Lo importante es el acuerdo político previo sobre la celebración de la consulta y la aceptación de su resultado", destaca Anduiza. Liñeira: "España intentaría sacar ventaja de su relación con Londres volviendo a un asunto siempre conflictivo como Gibraltar, pero tendría difícil vetar si Londres acepta". Según el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea, todo Estado que quiera ser admitido necesita la plena unanimidad de los miembros del Consejo.
El Gobierno ha reconocido esa posibilidad. El pasado febrero, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, dijo estar dispuesto a estudiar la entrada de una Escocia independiente. Si se emancipa, afirmó, "de acuerdo con los procedimientos legales e institucionales", pedirá su adhesión a la UE. "Si ese proceso ha sido realmente legal, esa petición puede ser considerada. Si no, entonces no". Pocas semanas antes, Rajoy, sin querer "adelantar acontecimientos", deslizó que lo lógico sería que Escocia se pusiera "a la cola".
Tremlett y Montero, sin embargo, no tienen tan claro que Madrid accediera, porque los roces con Londres, sobre todo a cuenta del Peñón, existen. Y advierten de que quizá sea una tarea que corresponda a un futuro Gobierno.
03. LA REACCIÓN INTERNACIONAL
Los Estados son generalmente alérgicos a las secesiones en otros países, por respeto a la soberanía de otras naciones y por temor al efecto contagio. Regla de oro de las relaciones exteriores, recuerdan los politólogos. Las demandas secesionistas son percibidas como un problema "interno" de los Estados, aduce Liñeira. Según Sanjaume, la doctrina del derecho de autodeterminación es "perversa" porque se aplica "en casos de conflicto, pero se niega en otros contextos más democráticos". "Los Estados son celosos de su soberanía y en ausencia de intereses o vulneración de derechos humanos (y según dónde), no intervienen en los asuntos domésticos. Los ejemplos de Chechenia o Kosovo muestran estas dinámicas", añade este politólogo de la UPF.
Ello explica la fría acogida del proceso soberanista catalán en el extranjero. Aunque tampoco se acoja con entusiasmo el caso escocés, como lo prueba –advierte Molina– la oposición de Francia, Alemania, Italia, Bélgica..., la Comisión y hasta la propia Irlanda. Entre ambos referendos, sin embargo, la opinión pública internacional detecta diferencias. "En el fondo, lo que les distancia es que se ve factible la independencia de Escocia, y no la de Cataluña", asegura Tremlett. De Blas apuntala ese argumento: "En Europa, los países son conscientes de la importancia de las naciones estado y no se van a favorecer procesos de desintegración. Sí se aceptaría más la emancipación de Escocia por el acuerdo con Londres, cosa que no ocurre en España".
La cuestión procedimental hace, explica De la Calle, que la incidencia internacional del paradigma británico sea "indudable". Podría empujar a los kurdos a pedir algún tipo de referéndum autonomista en Turquía como parte de la negociación de una nueva Constitución y como señal hacia la UE del compromiso reformista de Recep Tayyip Erdogan. "Mi impresión es que los medios han asumido que el Gobierno catalán no actuará contra la legalidad y seguirá la senda escocesa: perseverar hasta lograr un plebiscito dentro de la legalidad".
Escocia, Cataluña, Véneto
Para los profesores Molina o De Blas, el caso catalán linda casi más con los deseos independentistas del Véneto, la rica región del norte de Italia, aunque en esta se aprecia un grado de "insolidaridad" con el resto del país "más descarnado".
Liñeira, sin embargo, cree que estos dos últimos extremos no son parangonables, porque Cataluña, Escocia y Flandes "sí son vistas internacionalmente como naciones sin Estado, y el Véneto, que hasta ha organizado una consulta por Internet muy desconocida, no". Este investigador está viviendo de cerca el último tramo del camino hacia el 18-S, desde su plaza en la Universidad de Edimburgo. "El nacionalismo escocés ha sido reticente a las comparaciones con Cataluña, porque le perjudica". De hecho, el debate sobre la salida de la UE entró de lleno por la respuesta de la Comisión a España. "Aquí están muy centrados en su referéndum. Puede que haya simpatías hacia Cataluña, pero creen que si no hay acuerdo". Liñeira enfatiza la virtud del acuerdo con Londres y el hecho de que el Partido Nacionalista Escocés (el SNP, la formación de Salmond) disponga de una cómoda mayoría absoluta que le confiere un amplio margen de maniobra. Advierte, no obstante, de que la percepción de Edimburgo podría cambiar una vez pase el 18-S.
Este profesor remarca que Cataluña y Escocia se encuentran en un estadio distinto. De ahí la diferente visión internacional. De ahí también la diferencias en la argumentación. Razonamiento en el que converge con Sanjaume o Tremlett. El debate catalán se halla situado todavía "en las vísceras", dicen, porque no se ha resuelto aún el obstáculo del procedimiento. En el Reino Unido esa discusión se ha disipado, por lo que unionistas y secesionistas han pertrechado a la opinión pública de argumentos racionales, con sendas campañas a favor (Yes Scotland) y en contra (Better together) de la segregación, pero eso no quiere decir que haya desaparecido la cuestión identitaria. "Y es que para Cameron es más fácil este debate –agrega Liñera–. Cataluña es más grande en términos de población y de PIB, y es más relevante desde el punto de vista simbólico. Si Cataluña se va, lo que se queda no es España, ni tampoco Castilla. Aquí si Escocia se va, queda Inglaterra. Escocia no es central en la política británica. El SNP es irrelevante en Westminster, cosa que no ocurre con los partidos nacionalistas españoles, y el referéndum no ha dividido a los tres grandes partidos [conservadores, laboristas y liberal-demócratas]".
La respuesta a la declaración unilateral
Ver másCameron y Miliband se movilizan para intentar frenar a los independentistas escoceses
Cuanto más se acerca el 9-N, más preguntas surgen sobre el plan B del Govern. El propio Mas adelantó hace meses su intención de ir a unas elecciones plebiscitarias. Comicios que podrían desembocar en una declaración unilateral de independencia. El paso, para los expertos, entrañaría riesgos, porque muy difícilmente sería reconocido por la comunidad internacional, salvo excepciones de pequeños países. Coinciden en que Cataluña no recibiría la solidaridad exterior ni aun en el caso de que Rajoy llegara a suspender la autonomía o llevase a Mas a los tribunales, como no la recibió el Ulster cuando Londres le arrebató sus poderes.
Quien ofrece, no obstante, una lectura más matizada es Sanjaume: estas dos últimas actuaciones, alega, "socavarían la legitimidad del Gobierno español", igual que si este procediera a una intervención armada. "Una situación de bloqueo en un previsible rechazo de Madrid a la declaración de independencia sí podría provocar la mediación de un tercer actor, como las instituciones europeas. Ello implicaría de alguna forma el reconocimiento de las autoridades catalanas". Liñeira prefiere no situarse en esa tesitura, porque está convencido de que los dos Gobiernos, en Madrid y en Barcelona, "van a cuidarse mucho para no dar pasos en falso".
Al margen de sus efectos, lo que es indudable es la trascendencia de la secesión de Escocia en caso de que esta fuese votada el 18-S. Sería el primer caso de segregación de un país en Europa Occidental, y de forma pacífica, en más de un siglo, después de los de Noruega y Suecia en 1905, el de Islandia en 1918 o el de Irlanda en 1922 (con violencia de por medio). No encajan los ejemplos de secesiones producto de la descolonización o de la desintegración de la URSS, o las bañadas en sangre (los Balcanes), o las declaradas unilateralmente (Kosovo), o las separaciones de iguales (Checoslovaquia). El paradigma más cercano, aunque en Europa oriental, es el de Montenegro, en 2006. Escocia, en poco más de dos semanas, podría escribir una página prácticamente en blanco. Y Cataluña seguirá pensando en ocupar el siguiente renglón.
Cuando se abran las urnas en Escocia el jueves 18 de septiembre, no sólo el Reino Unido seguirá al minuto el largo escrutinio del referéndum de independencia. También se mirará en ese espejo Cataluña, a las puertas del desenlace de su propio proceso soberanista.