Las encuestas de intención de voto en las elecciones municipales —fiables o no—, y la convicción cada vez más generalizada de que la volatilidad de las preferencias de los electores está más viva que nunca, está sembrando el nerviosismo en los grupos políticos municipales de las ciudades más pobladas de España.
La atomización política ya se hizo patente en las elecciones de 2015: de los 16 municipios españoles con más de 250.000 habitantes sólo en uno de ellos un partido consiguió mayoría absoluta. Se trata de la localidad gallega de Vigo, donde el exministro socialista Abel Caballero se alzó con el 51,8% de los votos. En los quince restantes, en cambio, fueron necesarios pactos implítos o explícitospara decidir la Alcaldía y los acuerdos acabaron inclinando la balanza del lado de la izquierda.
Durante los últimos cuatro años las formaciones de izquierdas —con la participación de Podemos y de fuerzas locales, pero también en algunos casos con el soporte del PSOE— han controlado las Alcaldías de Madrid (Manuela Carmena, Ahora Madrid), Barcelona (Ada Colau, Barcelona en Comú), València (Joan Ribó, Compromís) y Zaragoza (Pedro Santisteve, Zaragoca en Común). De las seis localidades por encima del medio millón de habitantes, el PSOE sólo ha ocupado la Alcaldía de Sevilla (Juan Espadas) y el PP la de Málaga (Francisco de la Torre).
En el grupo de ciudades que va del medio millón al cuarto de millón de habitantes el partido de Pablo Casado sólo tiene dos Alcaldías más: la de Murcia (Juan Ballesta) y la de Alicante (Luis Barcala). La primera la conquistó con la abstención de Ciudadanos y la segunda de carambola —dos tránsfugas inclinaron la balanza— tras la dimisión del regidor socialista hace apenas un año. El PSOE suma en este grupo, además de la plaza singular de Vigo, los municipios de Las Palmas de Gran Canaria (Augusto Hidalgo), Córdoba (Isabel Ambrosio), Valladolid (Óscar Puente) y L’Hospitalet de Llobregat (Núria Marin).
El resto de municipios de esta categoría se los reparten el PNV (José María Aburto en Bilbao) y Foro (Carmen Moriyón en Gijón). El de Palma de Mallorca es un caso especial: el PSOE cedió en 2017 la Alcaldía a Més (Antoni Noguera) en cumplimiento del pacto que ambas fuerzas suscribieron al comienzo de la legislatura.
Esta hegemonía de la izquierda, que en 2015 combinó candidaturas socialistas, confluencias de Podemos y formaciones nacionalistas en los ayuntamientos en los que la derecha de PP y Ciudadanos no sumaba mayoría absoluta es la que ahora está en amenazada por la posibilidad de que la ultraderecha de Vox consolide el éxito que obtuvo en Andalucía el 2 de diciembre y consiga superar el 5% que la ley electoral exige para entrar en los ayuntamientos. Traspasar ese límite abre la puerta de las corporaciones locales con varios representantes en los plenos municipales más numerosos, alterando el juego de mayorías y minorías.
De las grandes ciudades Barcelona es, probablemente, la menos amenazada por el ascenso de la ultraderecha. Pero eso no significa que Colau pueda estar tranquila. Aunque hace cuatro años consiguió el bastón de mando con el apoyo de Esquerra, el PSC y un concejal de la CUP, durante este tiempo no ha sido capaz de tejer una alianza estable para gobernar e incluso llegó a romper la única que tenía con los socialistas catalanes después de que el PSOE decidiese apoyar la intervención de la autonomía catalana tras la declaración unilateral de independencia de octubre de 2017.
En una corporación atomizada, Colau sólo tiene 11 de 41 escaños. El resto se los reparten seis grupos: la antigua Convergència (10), Cs (5), ERC (5), PSC (4), PP (3) y la CUP (3). Las últimas encuestas publicadas sobre lo que puede pasar en la capital catalana apuntan a una nueva victoria de la izquierda, pero esta vez encabezada por el candidato de Esquerra, Ernest Maragall, con 10 u 11 ediles. Por detrás quedarían ls propia Colau (8-9), la plataforma de Valls (7), el PSC (6), el PDeCat (5) y la CUP (3-4) —el PP se quedaría por primera vez fuera del segundo ayuntamiento de España—. Con estos mimbres, Maragall tendría en su mano ensayar un gobierno de izquierdas apoyado en los comunes y, si evita dar protagonismo a la confrontación soberanista, en el PSC, rompiendo así los bloques entre independentistas y unionistas que han dominado la vida política catalana durante los últimos años.
La izquierda tiene también en riesgo, aparentemente, las Alcaldías de Madrid y València.
En la capital, Manuela Carmena, elegida en las filas de Ahora Madrid —una formación respaldada por Podemos—, ha gobernado durante toda la legislatura con el apoyo del PSOE.
Su elección fue posible porque la derecha, por la mínima, no alcanzó mayoría absoluta hace cuatro años y la suma de los 21 ediles del PP y los 7 de Cs no fue suficiente para retener el bastón de mando que hasta entonces manejaba Ana Botella.
¿Volverá a pasar lo mismo? Todo apunta a que, esta vez, la formación ultraderechista Vox conseguirá entrar en la corporación y, si lo logra, hay serias posibilidades de que el Ayuntamiento de Madrid se convierta en unos de los lugares en los que se repita la triple alianza de la derecha que esta semana consumó el asalto al Gobierno de la Junta de Andalucía.
El efecto de la ultraderecha
A cuatro meses de las elecciones es imposible saber si Carmena será capaz de arañar votos más allá del PSOE y siguen siendo una incógnita las posibilidades de los socialistas, que por no tener a estas alturas no cuentan ni siquiera con candidato. Del lado contrario, todo son especulaciones: en Ciudadanos están convencidos de que su candidata, Begoña Villacís, está en situación de poder batir al cabeza de lista del PP, José Luis Martínez Almeida, mucho menos conocido que ella. Y nadie sabe con seguridad a cuál de los dos partidos puede restar más votos el previsible ascenso de Vox, aunque si se repite el guión de Andalucía será el partido de Pablo Casado el que sufra más las consecuencias de la consolidación de la ultraderecha en el seno del espacio político que el PP monopolizaba hasta hace apenas tres años.
En València, el tercer municipio más poblado de España, las cosas tampoco están claras. El actual alcalde, Joan Ribó (Compromís), al igual que Carmena, como cabeza de cartel de la candidatura de izquierdas más votada, pudo capitalizar la ausencia de una mayoría absoluta de derechas (PP logró 10 ediles y Cs seis). Compromís (9), con el respaldo del PSOE (5) y Valencia en Comú (3), la marca valenciana de Podemos, se hizo con la Alcaldía y puso fin a 24 años de gobiernos locales sucesivos del PP.
De nuevo, más allá de cómo se comporte el reparto de fuerzas entre PP y Ciudadanos —todos las encuestas apuntan a un trasvase de votos a favor del partido de Albert Rivera—, la posible entrada de Vox en la corporación valenciana puede dar la vuelta a la tortilla y hacer posible también aquí la triple alianza del derechas que se acaba de hacer realidad en Andalucía.
En el Ayuntamiento de Zaragoza las perspectivas son aún más desalentadoras para el actual alcalde, Pedro Santisteve, de Zaragoza en Común (ZEC), otra plataforma impulsada por Podemos. Hace cuatro años se alzó con el bastón de mando gracias al respaldo de ZEC (9 escaños) del PSOE (6) y de los dos ediles de Chunta Aragonesista (ChA), poniendo fin así a doce años de gobiernos locales socialistas. Los 14 escaños de la derecha (diez del PP y cuatro de Cs) nada pudieron hacer para evitarlo.
Ahora, las encuestas publicadas apuntan a que todo está en el aire. Si Vox consigue entrar en la corporación municipal casi con toda seguridad apuntalará la mayoría absoluta que ya acaricia la derecha gracias al ascenso de Ciudadanos y a la aparente fortaleza del PP. El PSOE cotiza al alza en la capital aragonesa —hay estudios de intención de voto que atribuyen a la candidatura encabezada por Pilar Alegría entre 9 y 10 ediles— pero el retroceso de ZEC—pasa de nueve a entre 5 y 6 concejales— y la posible desaparición de ChA alejan las posibilidades de repetir una mayoría de izquierdas.
Más estables se muestran en principio los escenarios políticos de Sevilla y Málaga, las otras dos ciudades españolas que superan el medio millón de habitantes.
En Sevilla todo apunta también a la entrada en el salón municipal de plenos de los ultraderechistas de Vox. Hace cuatro años el socialista Juan Espadas se hizo con la Alcaldía de la capital andaluza con los votos del PSOE (11), Participa Sevilla (3) e Izquierda Unida (2). PP y Cs, con doce y tres ediles respectivamente, nada pudieron hacer para evitarlo.
Ver másEncuesta Telemadrid: empate técnico entre PSOE, PP y Cs, con Vox irrumpiendo en la Asamblea de Madrid
Espadas, sin embargo, tiene motivos para la esperanza, a la vista de las encuestas. La irrupción de Vox con tres ediles y el ascenso de Ciudadanos, que pasaría de tres a seis concejales, se producirían a costa del un PP que perdería la mitad de su representación pasando de doce a seis representantes municipales. Ese resultado permitiría al PSOE conservar la Alcaldía con con el apoyo de las fuerzas que hoy forman parte de Unidos Podemos —los socialistas conservarían entre nueve y diez ediles y sus socios de seis a cinco—.
En Málaga nada parece amenazar la Alcaldía de Francisco de la Torre, que con 76 años edad —19 en el puesto— se dispone a pelear por una nueva legislatura en el principal bastión municipal del PP.
Hace cuatro años, sin embargo, el PP (13 ediles) perdió la mayoría absoluta y se tuvo a que acostumbrar a negociar con Ciudadanos (3) para sacar adelante sus propuestas. Enfrente ha tenido al PSOE (9), la marca local de Podemos —Málaga Ahora (4)— e Izquierda Unida (2). Esa mayoría de derechas, de un escaño, no parece estar en peligro, según las encuestas, si bien está por ver cómo se verá afectada por la más que probable irrupción de Vox en el Ayuntamiento (en las autonómicas de diciembre superó en esta ciudad andaluza el 11% de los votos).
Las encuestas de intención de voto en las elecciones municipales —fiables o no—, y la convicción cada vez más generalizada de que la volatilidad de las preferencias de los electores está más viva que nunca, está sembrando el nerviosismo en los grupos políticos municipales de las ciudades más pobladas de España.