El consumo 'estético' de 'los ozempics' pone trabas a su uso médico mientras llena la caja de las farmacéuticas

Adoptó el apodo de la droga de Hollywood. Y la empresa que lo empezó a comercializar lo convirtió en su santo grial. Hoy ya no queda prácticamente nadie que no lo conozca. Ozempic, un medicamento desarrollado en 2012 por la danesa Novo Nordisk, dejó hace tiempo de ser un tratamiento para diabéticos para convertirse en el milagro de quienes querían perder peso sin esfuerzo. O así al menos lo vendieron en redes sociales quienes lo habían consumido con este objetivo. Tras ese fármaco llegaron otros tantos. Y estos sí exclusivos para tratar el sobrepeso o la obesidad. Pero eso sí, puntualizan todos los expertos: sólo la que requiere un abordaje médico, no la construida desde una presión estética que sufren, sobre todo, las mujeres. "Esto no es bótox, no puede convertirse en un tratamiento estético", explica Cristóbal Morales, médico endocrino de la junta directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO). El problema es que eso ha provocado inevitablemente que el debate de su financiación gire, también, en torno a esto. Y que no haya terminado.
Lo popularizaron nombres como el de Elon Musk o Kim Kardashian. El dueño de X (antiguo Twitter) llegó a decir que el fármaco había sido su "motivación para hacer ejercicio" y "comer más sano". Las fotos que mostraban la efectividad hicieron el resto. Tanto, que el Centro de Información sobre Suministro de Medicamentos gestionado por el Consejo General de Colegios de Farmacéuticos denunció que el medicamento escaseó en las farmacias durante todo 2024. Y todo 2023. En concreto, el organismo registró 116,8 millones de falta de suministro de Ozempic el año pasado, un 41,7% menos que el anterior. La Agencia Española del Medicamento (AEMPS) también se hizo eco del problema y alertó de que ocurría porque se estaba suministrando, en muchos casos, de forma ilegal.
Se refería a quienes lo compraban siguiendo los consejos y el ejemplo de Musk o Kardashian. Según detectó el organismo, estaba habiendo casos de prescripción "para indicaciones no incluidas en su ficha técnica" y eso estaba provocando que los pacientes con diabetes tipo 2 se vieran afectados por la falta de suministro. Es decir: Ozempic estaba siendo comprado como milagro adelgazante con una receta dispensada de forma irregular o, directamente, sin ella. "Ha habido intrusismo, o directamente una mala praxis de algunos facultatitovs, pero es cierto que se ha creado todo un mercado negro en torno a este fármaco", lamenta desde el otro lado del teléfono Carlos Miranda, responsable del grupo de trabajo de diabetes de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
La consecuencia directa es evidente: la farmacéutica multiplica sus beneficios. Lleva años ocurriendo así, de hecho. Novo Nordisk obtuvo en 2023 un beneficio neto de 11.225 millones de euros, una cifra un 51% superior a la de un año antes. En 2024 fue todavía mayor: el beneficio superó los 13.000 millones, un 20,7% más. La particularidad es que ese año entró en escena también Wegovy, un medicamento similar pero indicado, este sí, para tratar el sobrepeso y la obesidad. Según indica su prospecto, "Wegovy es un medicamento para perder peso y mantenerlo que contiene el principio activo semaglutida". Igual que el Ozempic. ¿La diferencia? Que este no está financiado. Y que tiene un precio todavía más elevado.
Según lo fijado por la Comisión Interministerial de Precios de Medicamentos, el Ozempic se vende a 128,15 euros la caja, un importe que en otros países como Alemania se reduce más de un 50%, hasta los 52,7. Wegovy, por su parte, asciende hasta, como mínimo, los 179,89 euros, una cantidad que puede incluso llegar a los 292 euros al mes. Y que en otros países vuelve a ser mucho menor: en Alemania se vende a 125 euros y en Reino Unido a 82,3.
La entrada de Lilly y su Mounjaro
El incontestable éxito —sobre todo el económico— del fármaco llevó a que otras farmacéuticas quisieran replicar el uso de la semaglutida y rompieran, de ese modo, el monopolio que tenía Novo Nordisk. Entró de este modo en escena el laboratorio estadounidense Eli Lilly, que comercializó el medicamento Mounjaro y consiguió, con él, duplicar sus beneficios. En concreto, y según informó la propia compañía, en 2024 ingresó un beneficio neto de 10.214 millones de euros, un 102% más que lo contabilizado doce meses atrás. El fármaco resultó ser una perfecta combinación entre Ozempic y Wegoby. "Mounjaro contiene un principio activo llamado tirzepatida y se utiliza para tratar adultos con diabetes mellitus tipo 2. También se utiliza para tratar a adultos con obesidad o sobrepeso", detalla su prospecto.
Este medicamento llegó a las farmacias de nuestro país el pasado verano y lo hizo, también, sin financiación. Y con un precio muchísimo más elevado. Según la OCU, oscila entre los 271,35 euros y los 358,71 euros al mes, en función de la dosis. Ahora bien, según la organización de consumidores, la requerida para mantenerse es la más elevada y la que requiere, por tanto, el mayor desembolso.
Y por eso surge el debate: ¿debería financiarse? ¿Y Wegovy? Los expertos creen que, como mínimo, hay que discutirlo. Y Pablo Caballero, farmacéutico del área de divulgación científica del Consejo General de Colegios de Farmacéuticos se atreve a aventurar, incluso, que terminará ocurriendo. "La financiación terminará llegando. Son medicamentos eficaces y seguros", señala en conversación con infoLibre.
No es estética, es salud
La afirmación tan tajante tiene un matiz. Básicamente, el que presenta cualquier fármaco: es eficaz y es seguro siempre y cuando se use para lo que indica el prospecto y bajo supervisión médica. Fuentes del Ministerio de Sanidad confirman que actualmente se negocia una posible financiación de estos medicamentos y cómo llevarla a cabo. Porque el problema radica en que estos tratamientos no pueden emplearse para bajar de peso por un mero deseo o malestar con la apariencia física. No pueden tener, resume Morales, "un uso frívolo". "Su prescripción debe abordarse, siempre, desde la salud", especifica. Es decir: actuando sobre las consecuencias que puede provocar el sobrepeso o la obesidad.
En este sentido, un estudio reciente ha demostrado que la semoglutida, además de un éxito incontestable en el tratamiento de la diabetes tipo 2, reduce hasta un 57% el riesgo de infarto de miocardio, de ictus o incluso de muerte por causas cardiovasculares en pacientes que tienen problemas de peso graves. Por eso los expertos abogan por facilitar la adquisición de estos fármacos. "Queremos que se usen para adelgazar en quienes tienen riesgo de sufrir un problema grave derivado de un exceso de peso", recalca Morales.
Lo contrario no sólo puede derivar en un desabastecimiento para quien de verdad lo necesita, sino en complicaciones de salud. De hecho, una investigación publicada en Nature Medicine concluyó que el consumo de sustancias como Ozempic puede derivar en desmayos por hipotensión, problemas del sueño, dolores de cabeza, artritis, dolencias gastrointestinales, renales y pancreáticas. Por eso el acceso a estos fármacos debe hacerse siempre bajo control médico y nunca "fuera del circuito", como señala Miranda.
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En cualquier caso, si hay algo que explica el boom de este último uso —y que ha derivado de hecho en el desabastecimiento— es la violencia estética que históricamente han sufrido —y, de hecho, sufren— las mujeres. Sobre todo las más jóvenes. Según un informe publicado en 2019 por la UNESCO, el aspecto físico es la principal causa de acoso escolar entre los más jóvenes. Uno de cada cuatro alumnos europeos víctimas de acoso, afirma que la violencia se ha producido alrededor de su aspecto físico. Según el mismo informe, las niñas son más propensas que sus compañeros a ser juzgadas por su físico.
En España, la Fundación ANAR reveló que efectivamente el motivo más frecuente de burla hacia los escolares es su aspecto físico: ocurre así en el 56,5% de los casos. Otro reciente estudio, elaborado por investigadores de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), concluyó que la apariencia de los personajes de los videojuegos influye en la insatisfacción de las niñas con su imagen, algo que no ocurre cuando se trata de varones.
La exsecretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género Ángela Rodríguez Pam contó hace unos días en un artículo publicado en este periódico que sucumbió a inyectarse esta sustancia por la presión que sentía sobre su cuerpo. "Sufrir por ser delgada, tratar mal nuestros cuerpos por encajar en no sé qué estándares es algo contra lo que demasiadas mujeres vamos a luchar cada día del resto de nuestras vidas", explicó. Como explica Guillermo Fouce, de Psicología Sin Fronteras, la visión distorsionada de uno mismo puede derivar en un consumo de cualquier sustancia sin importar las consecuencias. Y siempre desde la percepción de que el problema no existe. Hasta que deriva en algo peor.