Euskadi afronta unas elecciones inéditas con EH Bildu como favorita y el PNV y el PSE confiando en sumar

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A las urnas. 1.795.324 vascos deciden este domingo el futuro del Parlamento en unas elecciones sin comparación en la historia de Euskadi, totalmente abiertas y con la posibilidad de que por primera vez gane EH Bildu. La incertidumbre es absoluta a la espera de que se repartan las cartas y se abra un proceso de negociación entre partidos con la vista puesta también en el escenario de pérdida de la mayoría absoluta por parte del PNV y del PSE-EE.

Y las formaciones afrontan una jornada de infarto conscientes de que todo puede cambiar por un escaño arriba o abajo que no pueden calcular con exactitud por el alto grado de indecisos (ronda el cuarto del censo electoral según los sondeos publicados durante la campaña, especialmente entre las mujeres). La volatilidad es tal que incluso alrededor del 7% de la población, a tenor de la estimación del Centro de Investigaciones Sociológicas, va a decidir su papeleta en el mismo colegio electoral.

EH Bildu y el PNV partían de un empate técnico cuando Iñigo Urkullu adelantó las elecciones para este 21A, pero la izquierda abertzale ha cogido la delantera durante las últimas semanas, según los sondeos, y se perfila como ganadora en votos y en escaños. El subidón de esta coalición formada por Sortu, EA y Alternatiba se debe principalmente a un escenario político y sociológico dominado por preocupaciones alejadas del debate territorial como el alto precio de la vivienda, el desgaste de la sanidad pública vasca y la precariedad laboral.

Estos factores han llevado a EH Bildu a conectar con buena parte del electorado, especialmente entre los jóvenes, donde registra su mayor cuota de intención de voto. Una estrategia donde el soberanismo ha pasado a un segundo plano (la palabra independencia no aparece ni en su programa electoral), siguiendo la hoja de ruta que marcó su aliado del Sinn Féin en Irlanda del Norte, que le ha llevado a liderar el Gobierno. 

Todo iba viento en popa para EH Bildu hasta la recta final de la campaña, donde el aspirante, Peio Otxandiano, se negó a definir a ETA como una banda terrorista durante una entrevista en la Cadena Ser. Ha provocado que el fantasma del pasado y la asignatura pendiente de condenar el terrorismo hayan volteado el camino a las urnas con la mayoría de partidos exigiendo a la izquierda abertzale dé ese paso definitivo y no se quede sólo en pedir perdón a las víctimas. 

Todos miran a Álava

Estas elecciones son la prueba más difícil electoralmente a la que se ha enfrentado en las últimas décadas el PNV, el partido que ha dominado de manera abrumadora la política de Euskadi y que tienen en la Lehendakaritza la joya de la corona y su principal razón de ser. El desgaste y el miedo a perder el poder ha llevado al nacionalismo vasco ha emprender una rápida operación de recambio, que supuso dejar por el camino a Urkullu (que quería repetir) para poner al frente de la candidatura a Imanol Pradales: una cara joven y que pretende hacer más transversal a un partido en declive por sus orígenes en la margen izquierda y sus ocho apellidos no vascos.

La carrera electoral está marcada muchísimo por el propio sistema electoral, que ahora el PNV cree que le perjudica. La Cámara de Vitoria está compuesta por 75 parlamentarios, a razón de 25 por cada provincia a pesar de la gran diferencia poblacional. Los peneuvistas tienen bien atada Bizkaia, su bastión tradicional, mientras que EH Bildu domina abrumadoramente en Gipuzkoa. Y ahí entra la clave de Álava, el territorio menos poblado y cuyo reparto puede cambiar por apenas unos votos. Esta provincia había sido el territorio más fértil, por ejemplo, para las opciones más contrarias al soberanismo, pero la izquierda abertzale ahora aparece como favorita, según el sondeo de la EITB, apoyada principalmente por la familias jóvenes asentadas en las zonas periféricas y muy preocupadas por la situación social.

EH Bildu consigue también ese aumento gracias principalmente a la fuga del espacio de izquierdas de Sumar y Podemos, que vuelven a ir por separado como pasó en Galicia y pueden encontrarse con el mismo fenómeno que llevó a engrosar al BNG con antiguos apoyos de las mareas. Las candidaturas de Sumar y de Podemos pueden quedarse fuera incluso del Parlamento de Vitoria y sufrirían un nuevo golpe territorial (su principal debilidad en estos momentos), borrando el fenómeno que supusieron en 2016 cuando fueron la primera fuerza en el País Vasco en las elecciones generales.

La clave está en los pactos

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Las elecciones vascas llevan tatuada a fuego también la palabra pacto. Se abre una situación inédita en Euskadi si no suman mayoría absoluta el PNV y el PSE-EE (que han gobernado plácidamente de manera conjunta en los últimos años). Los acuerdos posteriores pueden aguar el triunfo de EH Bildu. El sistema de elección del lehendakari es diferente al del presidente del Gobierno de España. Se puede presentar cualquier candidato que proponga un grupo y obtendrá el puesto de jefe del Ejecutivo el que logre la mayoría absoluta en la primera votación. De no conseguirlo alguno, se puede ganar en una posterior votación con una mayoría simple (algo que ya es más fácil pues los parlamentarios solo pueden apoyar a un diputado o abstenerse, evitándose que se cree una mayoría de bloqueo de no).

La opción con más posibilidades de que domine de nuevo Ajuria Enea es el tándem PNV-PSE, pero los números no están asegurados, según los últimos sondeos. El candidato socialista, Eneko Andueza, se reafirmaba en una entrevista en infoLibre en su rechazo a pactar un Ejecutivo con EH Bildu, en tanto que Pradales ha alejado un posible acuerdo con Otxandiano y se ha dedicado a remarcar en la fase final de la campaña que son dos modelos “antagónicos”, pensando también en movilizar a su electorado y poniendo sobre la mesa la falta de gestión de sus grandes rivales. EH Bildu señala que hablará con todos los partidos para tratar de formar Gobierno, aunque pone la línea roja en la derecha. En cambio, Sumar y Podemos llevan por bandera pactos que no pasen por el PNV. La otra cara de la moneda es el PP, que espera una carambola para ser necesario en la gobernabilidad si no logran superar los 38 escaños los nacionalistas vascos y los socialistas.

El resultado del Parlamento en Vitoria será seguido con especial atención en los cuarteles generales de los partidos. El PSOE ve cómo tiene que dar la llave a uno de sus socios allí, pero a la vez necesita sí o sí al PNV y a EH Bildu para sacar adelante proyectos del Gobierno central ante la endiablada aritmética del Congreso. A pesar de la dureza de los últimos días de Moncloa y Ferraz contra la izquierda abertzale, no se replantea Pedro Sánchez cambiar su política de alianzas. Además, no disimulan en el socialismo que la posibilidad de entrar en el Ejecutivo vasco, tras los malos resultados en Galicia, y ganar luego en las elecciones catalanas puede servir para impulsar la candidatura en las elecciones europeas del 9 de junio con un PP que sigue aventajando al PSOE en todas las encuestas. Asimismo, el PP espera una carambola para ser imprescindible y empezar el deshielo con el PNV de cara al futuro. Por parte de la izquierda abertzale no hay intención de romper con el PSOE, aunque se decida por Pradales, dentro de su hoja de ruta marcada por la paciencia estratégica.

A las urnas. 1.795.324 vascos deciden este domingo el futuro del Parlamento en unas elecciones sin comparación en la historia de Euskadi, totalmente abiertas y con la posibilidad de que por primera vez gane EH Bildu. La incertidumbre es absoluta a la espera de que se repartan las cartas y se abra un proceso de negociación entre partidos con la vista puesta también en el escenario de pérdida de la mayoría absoluta por parte del PNV y del PSE-EE.

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