Dentro de la emergencia sanitaria que viven España y el mundo, hay un pequeño rayo de esperanza con respecto a la contención del nuevo coronavirus: la posibilidad de que, como ha pasado con otras epidemias de coronavirus, la llegada del verano ayude a contener los brotes. Es ampliamente conocido que en agentes infecciosos similares que han causado problemas de salud pública, el aumento en las horas de luz y por consiguiente de la radiación ultravioleta que recibimos, así como el calor, que reduce el tiempo en el que los virus pueden sobrevivir fuera del cuerpo humano, ayudan a detener una posible epidemia. Además, en verano, por efecto de las altas temperaturas, tendemos a pasar menos tiempo en espacios cerrados y a disminuir el contacto físico. Sin embargo, todo es nuevo con el SARS-CoV-2: los científicos de todo el mundo están trabajando contrarreloj para elaborar vacunas, fármacos antirretrovirales y para conocer todo lo posible sobre esta amenaza, también si se debilita lo suficiente en periodos estivales. Aún hay muy pocas certezas.
La cuestión del verano cada vez cobra mayor importancia habida cuenta de que solo China y Corea del Sur, entre los países con brotes fuertes, están consiguiendo cortar el camino al coronavirus, reduciendo el número de contagios diarios. Este jueves se produjeron solo 15 nuevos contagios en el gigante asiático, un país con 1.386 millones de habitantes. España e Italia, los dos países más afectados del continente europeo, siguen sin ver el famoso "aplanamiento de la curva", mediante el cual se logra detener la epidemia antes de que colapse el sistema sanitario. Ante una situación en la que, por ahora, ninguna medida de control parece surtir el suficiente efecto, ilusiona creer que la llegada de las altas temperaturas ayudará en la batalla contra el SARS-CoV-2. Los expertos, por ahora, son muy cautelosos: hay investigadores que creen que sí y otros que creen que no, pero sin sentencias contundentes. Lo único claro es que no actuará como una varita mágica que elimine el problema de golpe.
El experto en enfermedades infecciosas de la Universidad Internacional de la Rioja Vicente Soriano explica que, por el momento, lo más fiable es acudir a cómo han funcionado otros coronavirus similares que causaron alertas sanitarias: como el SARS-CoV original, que infectó a 9.000 personas desde noviembre de 2002 a agosto de 2003, causando el síndrome respiratorio agudo grave. También es común en las comparaciones el MERS-CoV, que causa el síndrome respiratorio de Oriente Medio y que, si bien su transmisibilidad es mucho más baja y no se ha propagado a muchos países desde su identificación en 2012 en Arabia Saudí, su mortalidad es más alta (del 30%). "En ambos casos se establecieron medidas para evitar el contagio, pero su transmisibilidad era mucho más baja", asegura, por lo que es mucho más fácil acotar su avance. En 2003, en plena crisis del SARS, el coronavirus no desapareció por razones naturales, sino por la eficacia de las medidas sanitarias y políticas, explica un artículo del profesor de epidemiología de Harvard Marc Lipsitch.
La experiencia con ambos coronavirus, así como con los virus de la gripe común, es que su transmisión es mucho más fácil en lugares cerrados, en días con pocas horas de sol y de frío: y que el verano ayudó, pero en ningún caso fue determinante. Soriano explica que más que el calor, que en el caso de otros agentes infecciosos similares reduce el poder del coronavirus fuera de los cuerpos, lo que realmente ayuda son los rayos ultravioleta. "La mayor radiación solar funciona como antiséptico" y desactiva el virus, así como nuestras propias costumbres sociales cuando aprieta el calor: reducir el contacto físico y las reuniones en espacios cerrados. Sin embargo, solo sabemos que esto es lo que pasó con el SARS-CoV y con el MERS-CoV: no tiene por qué funcionar con el SARS-CoV-2. Los científicos están en ello. Por ahora, no sirven los ejemplos de los países más cálidos que España en los que se ha introducido el nuevo coronavirus: Singapur, por ejemplo, está cerca del ecuador y cuenta con un gran número de casos pero su clima es muy diferente al de una primavera o un verano español, con mucha más humedad. Los focos más importantes, por ahora, se están viviendo en el Hemisferio Norte, aún en invierno, por lo que la información de la que se dispone es muy limitada.
El agotamiento de los hospedadores susceptibles
Desgraciadamente, opina Soriano, el escenario más eficaz para detener el avance de una pandemia en la que, de media, cada contagiado infecta a dos personas más es lo que se conoce como el "agotamiento de los hospedadores susceptibles", es decir, que la mayoría de la población sufra del CoVid-2 y así se haga inmune, por lo que el virus deja de tener posibilidades de transmitirse con tanta facilidad. Esto nos llevaría a un escenario muy peligroso, con un aumento prácticamente exponencial de los casos seguido de una caída muy rápida, por lo que se pondría el riesgo el sistema sanitario de España y de los países con escenarios similares –ahora o en el futuro–. Es lo que intentan evitar los expertos y el Gobierno con sus medidas, según ha explicado el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón.
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Soriano pronostica que la llegada de las altas temperaturas, a partir de mayo o junio en el mejor de los casos –como dijo el jueves Sanidad– coincidirá con una disminución de los nuevos casos. El factor principal será, desgraciadamente, el contagio de la mayoría de la población española, por lo que muchos ya serán inmunes. Es una predicción parecida a la que ha hecho Merkel en Alemania, que nos llevaría a un número muy elevado de muertes si los casos no se espacian en el tiempo, y que el Gobierno de España este jueves evitó valorar. "El año que viene, igual que la gripe, puede haber un rebrote, pero los datos hasta ahora nos dicen que su capacidad para este rebrote es más limitada que el virus de la influenza", explica el epidemiólogo.
El experto tiene la sensación de que los casos declarados de coronavirus son muy inferiores a los reales. "A partir del 14 de febrero nos empezaron a obligar a hacerle la prueba a los casos leves", pero antes llegaron a consulta muchos de ellos "que estaban justitos", con síntomas muy leves, y que podían estar contagiados de este nuevo agente infeccioso. En individuos sanos y de corta o mediana edad, el coronavirus "solo afecta al sistema respiratorio superior", por lo que los síntomas pueden solo ser fiebre y tos. En los grupos de riesgo –personas con patologías previas, inmunodeprimidas y/o de mayor edad– el agente infeccioso ataca al sistema respiratorio inferior en forma de neumonía. Por lo tanto, cree que a estas alturas el SARS-CoV-2 es "irrastreable", que es casi imposible conocer el origen del contagio de cada nuevo enfermo, por lo que nos esperan semanas muy duras de restricciones y de lucha para evitar que el sistema sanitario de las regiones más afectadas por el momento, como Madrid, se desborde.
Aprovecha Soriano la conversación para recordar las medidas de precaución que todo ciudadano español debe tomar, y que ya han sido recordadas por el Gobierno y otras instituciones: lavarse las manos con frecuencia, evitar salir de casa salvo fuerza mayor, apostar por el teletrabajo en las empresas cuando sea posible y cuidar de ancianos, inmunodeprimidos y otros grupos de riesgo. El verano puede ayudar, pero solo el esfuerzo colectivo e individual logrará aplacar la crisis.
Dentro de la emergencia sanitaria que viven España y el mundo, hay un pequeño rayo de esperanza con respecto a la contención del nuevo coronavirus: la posibilidad de que, como ha pasado con otras epidemias de coronavirus, la llegada del verano ayude a contener los brotes. Es ampliamente conocido que en agentes infecciosos similares que han causado problemas de salud pública, el aumento en las horas de luz y por consiguiente de la radiación ultravioleta que recibimos, así como el calor, que reduce el tiempo en el que los virus pueden sobrevivir fuera del cuerpo humano, ayudan a detener una posible epidemia. Además, en verano, por efecto de las altas temperaturas, tendemos a pasar menos tiempo en espacios cerrados y a disminuir el contacto físico. Sin embargo, todo es nuevo con el SARS-CoV-2: los científicos de todo el mundo están trabajando contrarreloj para elaborar vacunas, fármacos antirretrovirales y para conocer todo lo posible sobre esta amenaza, también si se debilita lo suficiente en periodos estivales. Aún hay muy pocas certezas.