En noviembre de 2016, apenas mes y medio después de la operación política en la que él mismo participó para defenestrar a Pedro Sánchez de la Secretaría General, facilitar la investidura de Mariano Rajoy y aupar a la entonces presidenta andaluza Susana Díaz al liderazgo del PSOE, el propio Felipe González hizo una confesión reveladora acerca de su pérdida de influencia dentro del partido. No apoyaría expresamente a Díaz, dijo en un coloquio organizado por un grupo de comunicación en Sevilla, porque “la fastidiaría”. “Sería una desgracia para ella y para mí que yo me pronunciara” sobre sus preferencias en las primarias del partido porque “hasta ahora ningún candidato que ya haya apoyado ha ganado. Fíjese si estorbo”, remarcó.
Y es verdad. “Felipe ha perdido todas las batallas que ha dado dentro del PSOE desde que dejó la Secretaría General”, recuerda un ex dirigente socialista que no oculta su perplejidad por la actitud del expresidente en las últimas semanas. Apoyó a Joaquín Almunia frente a Josep Borrell en 1998, a José Bono frente a José Luis Rodríguez Zapatero en 2000, a Eduardo Madina frente a Pedro Sánchez en 2014 y a Susana Díaz de nuevo frente a Sánchez en las primarias de 2017. Perdió siempre. Así que es muy difícil encontrar a alguien en las filas socialistas que crea en que sus declaraciones críticas con el Gobierno de coalición y su creciente actividad en contra de los intereses del actual secretario general del PSOE vayan a tener algún efecto.
A sus 78 años de edad, casi un cuarto de siglo después de abandonar la Moncloa y dos décadas después de perder influencia en la dirección del partido —con la única excepción de los tres años que Alfredo Pérez Rubalcaba permaneció en la Secretaría general del PSOE—, Felipe González sigue siendo una personalidad incómoda para Pedro Sánchez. No hay química entre ambos. El que fuera primer líder socialista tras el final de la dictadura nunca ha ocultado la escasa simpatía que le merece José Luis Rodríguez Zapatero y sobre todo Pedro Sánchez. Ninguno de los dos forma parte de la tradición del felipismo. Tras la retirada y repentino fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba y del paso atrás dado por Eduardo Madina, la herencia política de González ha quedado reducida a la mínima expresión: la única socialista en activo que puede reivindicarla es Susana Díaz, pero está muy debilitada tras la derrota electoral andaluza de 2018.
Fue el propio Felipe González quien ideó la expresión “jarrón chino” para referirse a los expresidentes del Gobierno. “Somos”, cuentan que dijo, “como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños; no se retiran del mobiliario, porque se supone que son valiosos, pero están todo el rato estorbando”.
En el seno del PSOE sigue habiendo mucha gente que simpatiza con González, a quien identifican con una época de hegemonía social y cultural que nunca ha vuelto a repetirse y sobre todo con una etapa de transformaciones sociales decisivas en las historia de España después de la dictadura. Pero cada vez hay menos gente que entienda qué es lo que pretende con sus recientes apariciones públicas, asegura un dirigente socialista poco sospechoso de sanchista con el que ha hablado infoLibre.
Contra el ‘marxismo’
En una de las últimas intervenciones en foros abiertos, hace pocos días, comparó el Gobierno con “el camarote de los hermanos Marx”, con la intención de ridiculizar el funcionamiento de la coalición PSOE-Unidas Podemos. “A veces sufro esta dinámica en la que entramos que se parece mucho al camarote de los hermanos Marx, que cuando uno propone algo uno dice 'y yo dos huevos duros más'. Eso no me gusta”, declaró antes de criticar el abuso que el Gobierno está haciendo a su juicio de los decretos ley, un mecanismo legal al que Sánchez ha recurrido de forma reiterada durante el estado de alarma.
Los dirigentes del partido que forman parte del Gobierno o que apoyaron a Sánchez en las primarias que ganó en 2017 a duras penas ocultan su malestar por lo que alguno de ellos califica como el “ruido de fondo Felipe”, porque creen que no ayuda en nada al partido en un momento complicado. No obstante, es un hecho que molestaba mucho más antes de las moción de censura, cuando Sánchez tenía el liderazgo interno pero no el social, que ahora que ha ganado cinco convocatorias electorales y lo que diga González apenas puede dañarle.
De hecho, en los últimos días, cuando los archivos de la CIA volvieron a señalarle como el responsable de los asesinatos cometidos por los GAL en los años de la guerra sucia contra ETA —la justicia ya estableció en su día la responsabilidad de altos cargos de su Gobierno—, no todo el mundo ha dado un paso al frente para defenderle. La vicepresidenta Carmen Calvo eludió hacerlo este miércoles en el Congreso durante la sesión de control cuando la diputada de EH Bildu Isabel Pozueta sacó el tema al hilo de la retirada de medallas y honores a altos cargos y policías franquistas por su actuaciones contra los derechos humanos.
Sí lo hizo la ministra de Defensa, Margarita Robles, en una entrevista en televisión. Robles, que formó parte del equipo del Ministerio del Interior en el último Gobierno de González, reconoció a González el mérito de haber puesto en marcha “los mayores adelantos en educación, sanidad, derechos y libertades”. Se sumó también el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, aunque sólo fuera para afirmar que se reconoce en el PSOE de González y que acepta el “pasado, presente y futuro” de su partido con “sus luces y sus sombras”.
Y salieron en su defensa, por supuesto, los barones socialistas menos afines a Sánchez. “Nadie puede cuestionarle lo que ha sido”, aseguró Susana Díaz en unas declaraciones en las que expresó el "profundo respeto, reconocimiento y cariño" que siente hacia González, a pesar de que hay veces que comparte cosas con él y otras que no. “Que le quiero es público y notorio, y yo he sufrido en mis carnes cuando él no estaba de acuerdo con cosas que decía o hacía y lo manifestaba públicamente”, señaló.
Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, mostró su identificación con González sin ninguna reserva: “Felipe González Márquez es la huella más imborrable en la vida de más gente en España y el político español contemporáneo más moderno y respetado en el mundo”, dejó escrito en Twitter. Su homólogo de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, arremetió contra quienes le critican porque, “en el fondo, desde niños llevan soñando con llegar a ser lo que fue” él. Y reivindicó su figura como la de un hombre de centro. González, dijo, “lo tuvo muy claro: cada uno tiene sus valores y principios pero el ejercicio de gobierno te obliga a ir ganando permanentemente el centro”.
“El más importante del siglo XX”
El cuadro de defensores lo completó el presidente aragonés, Javier Lambán, también con elogios superlativos. Lambán se confesó “fascinado””desde 1977 por González. “Desde entonces jamás me ha decepcionado. Es el hombre de Estado más importante del siglo XX y uno de los principales constructores de la UE: una referencia internacional”, subrayó.
Alabanzas todas ellas en línea con la derecha, muy interesada en contraponer la figura de González a la de Sánchez. Hasta el punto de que el líder del PP, Pablo Casado, dejó claro esta semana en el Congreso “el respeto” que le merece, anticipando que se opondrá a la apertura de la investigación parlamentaria sobre su responsabilidad en los GAL que han solicitado partidos como ERC y el PNV y que Unidas Podemos finalmente respaldará.
No obstante, más allá de los palabras públicas de reconocimiento, hasta los dirigentes socialistas más críticos con Sánchez no acaban de entender qué pretende González “poniendo palos en las ruedas” en un momento en el que la única alternativa al Gobierno de coalición es la suma de PP y Vox. “Claro que nos gustaría que el PSOE gobernase en solitario” o que en su momento Albert Rivera no hubiese ordenado un cordón sanitario contra Sánchez, señala uno de ellos. Pero ahora no hay otro camino, especialmente en medio de una crisis sanitaria y económica.
Sánchez intentó tender puentes después de las primarias de 2017 y antes de la moción de censura, pero González no quiso saber nada. La vuelta del PSOE a la Moncloa era un sueño en el que muy pocos creían y desde luego ninguno de ellos militaba en el felipismo. Y una vez habiendo ganado las elecciones —cinco en un año—, el actual líder socialista ya no le necesita como antes.
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Así que González, aseguran fuentes consultadas por infoLibre, se siente aún más libre de entablar diálogos frecuentes y públicos con Jose María Aznar en los que ambos suman fuerzas contra Unidas Podemos, y para criticar abiertamente la coalición de Gobierno. Libre también para alimentar reflexiones desde la fundación que lleva su nombre y que congrega voces críticas contra Sánchez. Y libre también, según algunas fuentes, de dar la batalla por el control de El País y la Cadena SER y sumar así la potencia de fuego mediática del grupo Prisa a la ofensiva sostenida contra el presidente y su Gobierno que mantienen los periódicos, las radios, las televisiones y los digitales de la derecha. Otras fuentes internas restan trascendencia a los efectos que en la práctica tienen sus reflexiones semanales ante el consejo editorial del grupo Prisa, aunque reconocen que González no oculta su "antipatía" hacia la coalición del PSOE con Unidas Podemos.
En Moncloa, sin embargo, la preocupación es mínima. La solidez de la coalición PSOE-Unidas Podemos, lejos de haber sufrido con la pandemia y la crisis, se ha reforzado. Y están convencidos de que la figura del propio Sánchez ha salido reforzada. González “está ganando credibilidad en sectores conservadores, pero en el mundo progresista la gente le comprende cada día menos”.
Por eso no es de extrañar que cada vez aparezcan más voces, dentro del PSOE, que se atreven a replicar al expresidente, algo impensable antes de que Sánchez llegase a la Moncloa. Esta semana dos han sido particularmente llamativas. En primer lugar, el secretario general del PSE-EE de Gipuzkoa, Eneko Andueza, según el cual la lealtad en política debe entenderse “de otra manera” a como lo hace González. En el PSOE, sentenció, “en algún momento deberemos decirle a Felipe González que ya basta”. Y en segundo lugar el diputado Odón Elorza, quien a través de Twitter puso al expresidente como un buen ejemplo de lo difícil que es “mantener la coherencia en política”.