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El Gobierno ordena a los cargos del PP en Madrid que eviten disputas públicas

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Para Mariano Rajoy, el PP de Madrid lleva años siendo un problema. Presidido por Esperanza Aguirre, lleva años comportándose como un sector opositor al poder oficial dentro del propio partido. Conocidas son, además, las clásicas peleas entre la Comunidad y el Ayuntamiento, que llegaron a su momento más álgido en los años en los que coincidieron Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, respectivamente, al frente de estas instituciones. Ahora, con los conservadores en La Moncloa, la situación, aunque con protagonistas diferentes, ha mejorado poco. Hasta el punto que desde el Ejecutivo se ha hecho una llamada al orden para que cesen enfrentamientos sobre asuntos que exceden de sus competencias. Unas peleas que acaban salpicando al propio Gobierno por el efecto altavoz que tiene todo lo que ocurre en la capital.

El detonante, según coinciden las fuentes consultadas, fue la bronca pública desatada la semana pasada a cuenta de las multitudinarias Marchas de la Dignidad que culminaron en Madrid el 22 de marzo. La polémica, montada por la actuación policial y por algunos episodios violentos provocados por un grupo reducido de asistentes, llevó a que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, demandase a la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, una acotación de espacios para celebrar manifestaciones como, según sostuvo, se hace en París. El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, se sumó a las tesis de la regidora. Y, para sorpresa del propio Gobierno, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se alineó con la heredera del puesto de Alberto Ruiz-Gallardón, y dijo ver "muy atinada" su propuesta de ordenar las manifestaciones.

Fue la propia presidenta del Gobierno la que tuvo que frenar esta escalada de declaraciones señalando, desde la rueda de prensa del Consejo de Ministros del pasado viernes. Según sostuvo, en los planes del Ejecutivo no entra acotar las manifestaciones en un espacio concreto para que no circulen por el centro de las ciudades. No obstante, insistió en la necesidad de "buscar el equilibrio entre quienes se manifiestan y los que no, pero usando los mecanismos ya previstos actualmente a través de la Delegación de Gobierno, con competencias para modificar itinerarios". En definitiva, un portazo al 'manifestódromo' demandado por la alcaldesa de Madrid.

El Gobierno está muy preocupado por las cada vez más frecuentes manifestaciones convocadas contra su gestión y cree que el hecho de que se visualice división en las filas del partido que sostiene al Ejecutivo en esta materia no hace ningún favor. "Las cosas pueden discutirse, pero no a través de los medios de comunicación", destacan desde el Ejecutivo. En los próximos meses, y más a medida que se acerquen las elecciones municipales y autonómicas y las generales el Gobierno teme que las protestas en la calle se agudicen. "Si nos pasa esto ahora, ¿qué no pasará en cinco meses?", reflexiona un diputado. "Nuestro mensaje tiene que ser el de la recuperación económica y no entrar en debates estériles sobre cosas que no pueden ser ni son legales", añade la misma fuente.

Para reconducir la situación, este miércoles mantuvieron un almuerzo en Madrid la delegada del Gobierno y la alcaldesa. La cita, señalan las fuentes consultadas, sirvió para rebajar las tensiones generadas la semana pasada tras la petición de Botella a Cifuentes y para insistir en cuáles son los cauces adecuados para mantener debates como, por ejemplo, el de las manifestaciones.

Una batalla que se adelanta un año

Como trasfondo de esta última polémica está la batalla por el poder en Madrid, un escenario que Rajoy se reserva, como pronto, para el próximo otoño. Ni Botella ni González han sido confirmados como cabeza de lista ni hay pista alguna de que vaya a ser así. Hay voces en el PP que creen que mucho de lo que hoy ocurre tiene que ver con movimientos políticos de cara al futuro. De hecho, la semana pasada pudo verse cómo la alcaldesa y el presidente de la Comunidad de Madrid hacían 'pinza' contra Cristina Cifuentes, otro de los nombres que integran las quinielas de posibles candidatos al Ayuntamiento de Madrid junto al de Esperanza Aguirre.

González y Botella hacen pinza contra Cifuentes

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Una semana después, este jueves, González se olvidó de esta estrategia y dirigió su mirada a Botella. El presidente consideró "muy difícil" ganar la Comunidad si no se gana la Alcaldía de la capital, para la que apostó por el candidato que consiga más votos. "Madrid representa el 55 por ciento del electorado de la Comunidad de Madrid. Sin esa premisa es muy complicado, tendría que darse la circunstancia de que el candidato a la Comunidad ganase Madrid de manera abrumadora y no lo hiciera el candidato a la Alcaldía", añadió según informa Europa Press.

Botella no se quedó callada: "No es suficiente", respondió al tiempo que recordaba lo que pasó en las elecciones de 1991, cuando José María Álvarez del Manzano (PP) consiguió la Alcaldía por mayoría absoluta pero el PP, con Alberto Ruiz-Gallardón al frente, no se hizo con la Presidencia de la Comunidad a pesar de ser el partido más votado.

En el PP no pasó inadvertido que la tesis de González es la misma que sostienen desde hace ya tiempo los partidarios de que Rajoy apueste por Aguirre como cabeza de lista al consistorio. Sus defensores creen que solo ella sería capaz de generar un "efecto arrastre" con los votos.

Para Mariano Rajoy, el PP de Madrid lleva años siendo un problema. Presidido por Esperanza Aguirre, lleva años comportándose como un sector opositor al poder oficial dentro del propio partido. Conocidas son, además, las clásicas peleas entre la Comunidad y el Ayuntamiento, que llegaron a su momento más álgido en los años en los que coincidieron Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, respectivamente, al frente de estas instituciones. Ahora, con los conservadores en La Moncloa, la situación, aunque con protagonistas diferentes, ha mejorado poco. Hasta el punto que desde el Ejecutivo se ha hecho una llamada al orden para que cesen enfrentamientos sobre asuntos que exceden de sus competencias. Unas peleas que acaban salpicando al propio Gobierno por el efecto altavoz que tiene todo lo que ocurre en la capital.

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