Igualdad
Por qué solo hay nueve rectoras para 50 universidades: faltan catedráticas y muy pocas dan un paso al frente
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Se las cuenta con los dedos de las manos y casi sobra una entera. En España, de las 50 universidades españolas de las distintas autonomías, tan solo nueve tienen una mujer al frente de su rectorado. Dicho de otro modo: solo hay un 18% de mujeres rectoras en España. Pero el Gobierno quiere que sean más.
Hace una semana se celebró un acto sobre Educación, Universidad y Formación Profesional, dentro de los trabajos preparatorios de la Ponencia Marco del 40 Congreso del PSOE, que se celebrará en octubre. En él participaron la ministra de Educación, Isabel Celaá, y la diputada y secretaria de Educación y Universidades del PSOE, Luz Martínez Seijo, que expusieron algunas de las propuestas para la futura Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU). Una de ellas, según explicó Martínez Seijo, consiste en "reforzar los principios de democratización en la gobernanza" modificando el sistema de elección de rectores, de tal manera que los profesores titulares funcionarios puedan optar a este puesto. Es decir: lo que el PSOE propone consiste en eliminar el requisito de ser catedrático para ser elegido rector. Y eso, aunque a priori no lo parezca, tendría un impacto directo en la ruptura, aunque progresiva, del techo de cristal que todavía existe en la universidad española.
Lo celebró la propia Martínez Seijo, que especificó que, actualmente, "solo un 20% de las mujeres en las universidades españolas tienen posibilidad de ser rectoras". "Queremos reducir esa brecha de género y aumentar las posibilidades, no solo de las mujeres, sino de profesores titulares que, en algunas áreas de conocimiento en las que apenas hay catedráticos, no tienen ninguna opción de ser rectores", explicó.
Porque ahora solo hay siete mujeres rectoras, según la recopilación llevada a cabo por infoLibre. Están en la Universidad de Granada (con Pilar Aranda al frente del equipo de gobierno), en la Universidad de Huelva (María Antonia Peña Guerrero), en la Universidad de La Laguna de Tenerife (Rosa María Aguilar Chinea), en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (María José Figueras Salvat), en la Universidad de Alicante (Amparo Navarro Faure), en la Universitat Jaume I (Eva Alcón Soler), en la Universitat de València (María Vicenta Mestre), en la Universidad Politécnica de Cartagena (Beatriz Miguel Hernández) y en la Universidad del País Vasco (Eva Ferreira). No hay ninguna mujer en comunidades con un buen puñado de universidades públicas como son Madrid o Castilla y León. Allí continúa la norma: son ellos los que ocupan los puestos de rectores. Fuera del control de las autonomías, y adscrita al Ministerio de Universidades se encuentra la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, con otra mujer al frente: Mari Luz Morán Calvo-Sotelo.
Pero es que, efectivamente, también hay más catedráticos que catedráticas. Así lo revelan los informes oficiales. El Ministerio de Universidades publicó, el pasado 6 de abril, su informe Datos y Cifras del Sistema Universitario Español (2020-2021), en el que se revela que solo hay un 23,9% de mujeres catedráticas de universidad. Sin embargo, eso ocurre a pesar de que son ellas las que copan la mayoría de las clases de las facultades españolas. Según el documento, en el curso 2019-2020 el porcentaje de mujeres matriculadas en estudios de grado ascendía a un 55,6%, una cifra que desciende un poco en el caso de mujeres matriculadas en un máster (que se sitúa en un 54,4%) y que alcanza la estricta paridad en el caso de las matriculadas en un doctorado (que suponen el 50,1%). A la luz de las cifras se ve, por tanto, que a medida que se suben escalones las mujeres van desapareciendo.
El eterno problema de la conciliación
Ana Salinas es una de esas 23,9% de catedráticas españolas. Lo es en la Universidad de Málaga como experta de Derecho Internacional y admite, en conversación con infoLibre, que como ella hay pocas. Y que eso, claro, repercute en las escasas rectoras universitarias. "Es un problema importante. Afortunadamente cada vez hay más catedráticas, pero estamos llegando tarde a esos puestos", lamenta. ¿Y por qué? Por la desigualdad de género, así de simple. "Es la historia de siempre, una mujer profesional no puede compatibilizar bien su carrera con su vida personal si tiene familia. Al final, quien cuida es ella y compaginar todo es muy difícil", dice. Y no le falta razón.
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El Instituto Nacional de Estadística (INE) indica que, de promedio, las mujeres dedican casi el doble de horas que los hombres al trabajo relacionado con el hogar y la familia. Ellas destinan 38 horas semanales al cuidado o educación de los hijos y 20 a cocinar o hacer labores domésticas, frente a las 23 horas por semana de ellos en cuanto a la educación de los hijos y las 11 horas respecto a labores domésticas.
Teresa Martín también es catedrática en la Universidad de Málaga. En su caso, de Teoría de la Señal y Telecomunicaciones. También admite que existe una desigualdad, más en su área, tradicionalmente reservada para los hombres. "Es cierto que somos menos las catedráticas que los catedráticos", dice, "pero las cosas están cambiando", celebra. Pero va despacio. Coincide con Salinas y asegura que hasta ahora, "sin duda", sus compañeras que decidieron tener una familia empezaron a necesitar más tiempo para los cuidados. "Eso siempre nos ha afectado a nosotras", indica.
Pero hay algo más. "No es solo que falten catedráticas, sino que a las catedráticas les falta confianza en su colectivo", lamenta Martín, que cree que también es algo inevitable porque viene de lejos. "Tradicionalmente, los equipos de gobierno de las universidades tienen más hombres que mujeres y por eso a ellas les falta capacidad de liderazgo para presentarse a las elecciones al rectorado", explica. No solo les pasa a las académicas. Tradicionalmente, entre las mujeres está extendida la idea de que su lugar es la retaguardia y no la primera línea, por lo que entienden que no deben aspirar a ocupar puestos de responsabilidad. Salinas, que coincide con ella, cree también que la aspiración a ocupar el poder es algo tradicionalmente dedicado a los hombres. También en la universidad, un espacio ampliamente masculinizado.