“Hay una tendencia en los investigadores a rebajar sus exigencias laborales”

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Montserrat y Alberto pasarán los meses de verano juntos. Después, tendrán que despedirse otra vez. Es una escena a la que esta pareja barcelonesa se ha acostumbrado desde que ella se marchó a Alemania para realizar su postdoctorado hace más de un año. Esta doctora en genética se ha propuesto invertir unos meses más de estancia para ampliar su currículo y aumentar sus posibilidades de retorno. Mientras tanto, trazan un calendario de vuelos de ida y vuelta que acorte la distancia de los cientos de kilómetros que les separan. Desde el apartamento de Monsterrat en la ciudad de Ulm, ambos conversan con infoLibre por videoconferencia.

“Montse dice que vendrá en mayo de 2017, pero yo no las tengo todas conmigo…”, confiesa Alberto que, aprovecha ahora sus vacaciones estivales para visitar a su pareja. Como hijo de emigrantes que ha escuchado una y otra vez la experiencia de sus padres, este también biólogo y profesor interino en la enseñanza pública, reconoce albergar algunas dudas sobre el retorno de Montserrat. “Mi familia siempre me ha dicho que, en el momento que pones un pié en otro país, no sabes si volverás en un año o más. Sé que a ella le gusta la investigación y no tiene sentido hacer esta inversión y este esfuerzo para volver a España y no encontrarte con nada”, reflexiona escéptico ante el escenario laboral que presenta el cada vez más raquítico sector científico español, convertido en los últimos años en el más castigado de la Unión Europea. Sin embargo, Montserrat se apresura a disipar las dudas: “Es verdad que tengo amigos que se marcharon por la crisis y ya llevan siete años fuera, pero yo voy a volver seguro”, zanja.

Decidida a regresar a casa, Montserrat deja entrever en sus reflexiones cierta sensación de incertidumbre sobre su futuro profesional: “Me gustaría dedicarme a la investigación, pero si eso no fuera posible, pues me dedicaría a la enseñanza o trabajaría en la empresa privada. Sé que tarde o temprano me llamarán”. Consciente de que las opciones que le presenta el ámbito científico han ido menguando en los últimos años, esta doctora en genética reconoce estar dispuesta a renunciar a su vocación investigadora para salvar las distancias con su familia. “Si veo que no encuentro trabajo y se me hace un mundo, me plantearé otras cosas, pero ya en Barcelona, porque más años separados no. Tengo 34”, concluye.

La incertidumbre es en esta pareja una sensación razonable. La desagradable experiencia laboral de Alberto, que enfrentó dos EREs en la misma empresa de análisis clínico para la que trabajó, lo han convertido en un escéptico. “Fue una época muy dura, porque no nos pagaban y teníamos que ir a trabajar”, recuerda este biólogo que en septiembre cambió los laboratorios por las aulas. “Creo que somos víctimas de la coyuntura económica que nos ha tocado vivir. Yo ya no me creo nada”, concluye.

Investigar en España es trabajar en precario

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Testigo y también protagonista de la conformación de la España de los despidos masivos y el desempleo, Montserrat advierte de la predisposición de los investigadores a aceptar la precariedad como algo cotidiano e inevitable. “Los científicos tendemos a conformarnos con poco. Muchos profesionales con un gran recorrido aceptan contratos de técnicos. Hay una tendencia característica a rebajar nuestras exigencias”, protesta. Una condición que, lejos de haberse desencadenada por la crisis, ha acompañado a los profesionales de la I+D+i española desde sus inicios. “Nos hemos acomodado y callado durante muchos años. Cuando yo empecé se trabajaba sin cotizar y salías con una mano delante y otra detrás”, recuerda.

Acomodada plenamente en la sociedad que la acoge, esta bióloga se ha propuesto hacer de su estancia internacional algo más que una experiencia académica. Por eso, alterna su trabajo en el laboratorio con un grupo de teatro. Una afición que, no solo le ha servido para socializar y conocer gente, sino como incentivo para avanzar en el conocimiento del idioma nativo. “Representamos las obras en alemán”, explica convencida de que el aprendizaje de esta lengua ampliará sus expectativas profesionales. “Si finalmente me tuviera que ir, por ejemplo, a una farmacéutica, podría acceder no solo a aquellas que exijan el inglés, sino a muchas otras con sede en Alemania. Eso es un punto a mi favor”, afirma.

Pasado el ecuador de su estancia en el país centroeuropeo, Montserrat cuenta los meses que le quedan para regresar a Barcelona. Mientras tanto, ella y Alberto no dejarán de buscar un punto de encuentro a uno y otro lado de las fronteras. “Con el trabajo que tengo ahora, me he podido permitir venir aquí dos meses y hacer menos tortuosa la relación”, se consuelan.

Montserrat y Alberto pasarán los meses de verano juntos. Después, tendrán que despedirse otra vez. Es una escena a la que esta pareja barcelonesa se ha acostumbrado desde que ella se marchó a Alemania para realizar su postdoctorado hace más de un año. Esta doctora en genética se ha propuesto invertir unos meses más de estancia para ampliar su currículo y aumentar sus posibilidades de retorno. Mientras tanto, trazan un calendario de vuelos de ida y vuelta que acorte la distancia de los cientos de kilómetros que les separan. Desde el apartamento de Monsterrat en la ciudad de Ulm, ambos conversan con infoLibre por videoconferencia.

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