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“He aprendido muchas cosas que en España dudo que hubiera podido aprender”

En España mucha gente ha tirado la toalla. Especialmente los jóvenes que terminan su carrera y se enfrentan a la precariedad laboral y a salarios muy bajos. Yo me evité ese periodo de frustración y decidí salir fuera”. Habla Cristina Martí, una periodista ibicenca de 25 años que se marchó hace más de dos a Pristina, la capital de Kosovo y la ciudad donde ejerce ahora su profesión. Dice sentirse una “emigrante de segunda”, porque Europa ahora distingue entre ciudadanos del norte y del sur. Asegura sentirse, en definitiva, el resultado de unas “condiciones políticas y económicas que han creado un clima de desesperanza y crispación” en los miles de jóvenes españoles que han decidido marcharse al extranjero.

Cristina eligió un destino poco habitual entre los jóvenes españoles, una zona que, sin embargo, siempre suscitó en ella un gran interés periodístico. “Desde el principio me 'atravesé' con el este europeo. En cuarto de carrera solicité la beca Erasmus a Rumanía y desde allí viajé por todos los países de los Balcanes occidentales. Me gustó lo que vi y pensé que había mucho potencial para trabajar y hacer algo que pudiera ser útil y tuviera un impacto más directo”. Al final, logró regresar a Kosovo con una beca de tres meses que acabó convirtiéndose en un contrato laboral en una organización no gubernamental que le ha permitido instalarse definitivamente.

“Se despedía a gente de forma injusta con la excusa de la crisis”

Kosovo 2.0 es la plataforma en la que trabaja y que le ha permitido no solo ocuparse de la redacción, sino decidir contenidos de la revista que publican bianualmente, coordinar proyectos y ejercer como editora. “He aprendido muchas cosas que en España dudo que hubiera podido aprender”, apostilla. Y aprovecha para protestar por el escenario mediático que dejó cuando se marchó de España y que generó un mercado laboral saturado de periodistas en desempleo o expuestos a una precariedad cada vez más acentuada. “En España se hicieron recortes en los periódicos, veías que se empezaba a despedir a gente de forma injusta con la excusa de la crisis. Que recortaban en personal y se bajaban los salarios de forma premeditada”. Unas circunstancias que no cree que hayan cambiado mucho y que, asegura, también influyeron en su decisión de marcharse.

“En Pristina hay una cultura muy viva”

De momento, Cristina no se plantea abandonar la ONG para la que trabaja y con la que se siente cada vez más implicada. “Desde Kosovo 2.0 intentamos crear un espacio de discusión y de oportunidades para canalizar todas las buenas ideas que hay aquí”, explica, para después profundizar más en la actividad de la plataforma para la que trabaja y su entorno. Se trata de una organización que trata de promover la actividad cultural, artística y política de Kosovo, una región que cuenta con una población mayoritariamente menor de 30 años, según indica, y en la que “hay una cultura muy viva: exposiciones, conciertos, presentaciones, discusiones organizadas… Pristina es una ciudad muy pequeña pero tiene una vida cultural y social muy intensa y es lo que la hace especial”, concluye.

“Queremos que España reconozca la independencia de Kosovo”

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“Mis compañeros de trabajo me han dejado el encargo de deciros que Kosovo no es guerra y que queremos que España lo reconozca como Estado independiente”. Aprovecha así su entrevista con infoLibre para trasladar una vieja reivindicación de la población de Kosovo, un país que en el año 2008 declaró unilateralmente su independencia de Serbia y cuya identidad continúa siendo motivo de controversia en una comunidad internacional todavía dividida entre quienes le reconocen su independencia –Estados Unidos y 22 de los 27 países que componen la Unión Europea– y quienes se resisten a aceptarla como un Estado soberano –España, China Rusia e India entre otros– .

“Vivo en un lugar en el que la gente no puede viajar a mi país por restricción de movimientos y de visados”, le reprocha a España. Su relación con un kosovar le permite expresarse también desde una perspectiva más personal en este sentido. “El Gobierno español no es solo que no reconozca la soberanía de Kosovo, es que prácticamente no da visados. Viajar a España es imposible”. Algo que complica aún más su decisión de regresar. “No veo un clima de bienvenida. No sé si seguiré aquí, pero si vuelvo con mi pareja tendrá que hacerlo de forma ilegal”, sentencia.

Cristina lo tiene claro. Su regreso está condicionado al cambio económico y político al que dice que contribuirá con su voto en las próximas elecciones. “Para evitar problemas viajaré a España solo para eso”, para asegurarse de que su papeleta llegue a su destino. Mientras tanto, seguirá en el extranjero, soñando como tantos otros con un futuro en una España que, dice, ha alcanzado un nivel de corrupción insoportable y “una impunidad que desespera mucho”.

En España mucha gente ha tirado la toalla. Especialmente los jóvenes que terminan su carrera y se enfrentan a la precariedad laboral y a salarios muy bajos. Yo me evité ese periodo de frustración y decidí salir fuera”. Habla Cristina Martí, una periodista ibicenca de 25 años que se marchó hace más de dos a Pristina, la capital de Kosovo y la ciudad donde ejerce ahora su profesión. Dice sentirse una “emigrante de segunda”, porque Europa ahora distingue entre ciudadanos del norte y del sur. Asegura sentirse, en definitiva, el resultado de unas “condiciones políticas y económicas que han creado un clima de desesperanza y crispación” en los miles de jóvenes españoles que han decidido marcharse al extranjero.

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