La legislatura, bloqueada
La incertidumbre sobre el resultado acentúa el vértigo de los partidos ante el riesgo de una repetición electoral
La repetición de las elecciones generales se ha convertido en la piedra angular de la estrategia de los partidos políticos españoles de aquí al 23 de septiembre. Si ese día el Congreso no ha elegido todavía nuevo presidente, la disolución de las Cortes será automática y los españoles serán llamados de nuevo a las urnas el domingo 10 de noviembre, apenas seis meses después de la última convocatoria.
Volver a votar es, a juzgar por las encuestas, la última publicada por El País esta misma semana, la prioridad de los votantes de la derecha y lo último que desean los electores de izquierdas. Los estados mayores de los partidos evalúan desde hace semanas los diferentes escenarios a los que podrían enfrentarse si hay nuevas elecciones.
En el entorno de Pedro Sánchez las expectativas de una victoria arrolladora, alimentadas por el buen resultado de las europeas, autonómicas y municipales del 26 de mayo y los datos demoscópicos que manejó el PSOE durante el mes de junio, han comenzado a desvanecerse. Los estudios más recientes apuntan a que el incremento en escaños de los socialistas, de producirse, no sería suficiente para compensar la bajada de Unidas Podemos. Incluso en los modelos desarrollados para conocer el impacto que tendría la irrupción de una tercera fuerza de izquierdas de las mano de Íñigo Errejón, el bloque de izquierdas quedaría por debajo de 165 escaños, que es lo que suman PSOE y Unidas Podemos en estos momentos en el Congreso, haciendo así más difícil todavía la combinación de fuerzas necesaria para un Gobierno de izquierdas.
En las filas de Unidas Podemos, hace tiempo que coinciden con ese análisis. En las elecciones de mayo no les fue bien y, en privado, la dirección de Pablo Iglesias admite que tienen muchas posibilidades de llevarse la peor parte si volvemos a las urnas. Un escenario que algunos analistas consideran que puede empeorar aún más si Errejón decide competir con UP, a pesar de que el líder de Ahora Madrid haya insistido esta semana en que no entra en sus planes presentar candidatura a las elecciones generales.
Eso sí, en la formación morada están convencidos de que, si Unidas Podemos retrocede, Pedro Sánchez se puede despedir de las opciones que tiene ahora mismo para gobernar España. De ahí que sigan confiando en que, al final, los socialistas acaben cediendo y acepten volver a la mesa de negociaciones para formar un Gobierno de coalición.
La oportunidad de la derecha
Hay otras tres formaciones políticas clave para hacer posible una investidura basada en un acuerdo PSOE-Unidas Podemos que no quieren ni oír hablar de nuevas elecciones. Esquerra Republicana, el PNV y Compromís, con quince, seis y un escaño, respectivamente, están convencidos de que una repetición electoral es un riesgo que no pueden permitirse. Creen que si PSOE y UP no son capaces de formar gobierno la desmovilización de la izquierda será inevitable y las tres derechas, PP Ciudadanos y Vox, tendrán al alcance de la mano el Gobierno de España que no fueron capaces de conquistar en abril.
De ese lado del arco parlamentario, efectivamente, ya hay quien mira hacia la repetición de las elecciones como una oportunidad. Algunos, en las filas conservadoras, esperan tener en noviembre el viento a favor de una desaceleración económica en toda regla —una posibilidad que ya está dando estos días las primeras señales de aviso— y, sobre todo, de un recrudecimiento del conflicto político en Cataluña una vez se dé a conocer la sentencia del Tribunal Supremo contra los dirigentes políticos y sociales procesados en relación con la declaración unilateral de independencia de 2017. La unidad de España, Bildu y el independentismo catalán siguen siendo centrales en los discursos de PP, Ciudadanos y Vox.
La dirección del PP, sin embargo, prefiere evitar la repetición electoral. Sus principales dirigentes creen que un Gobierno de Sánchez apoyado por Unidas Podemos —o compartido con ellos— y sometido a la tensión inevitable de tener que sacar adelante sus Presupuestos Generales y otras medidas con el apoyo del independentismo está condenado al fracaso y no podrá completar la legislatura. Uno o dos años liderando la oposición en el Congreso darían a Pablo Casado la oportunidad de consolidar su proyecto y sentar las bases de una victoria en las urnas.
Esa es, exactamente, la hoja de ruta de Ciudadanos. Al margen de las expectativas electorales —en general malas— que le anuncian las encuestas si se repiten las generales en noviembre, Albert Rivera cree estar en condiciones de disputar a Casado el liderazgo de la oposición y completar a medio plazo su plan de sustituir al Partido Popular como alternativa al PSOE. La dirección de la formación naranja no sólo da por hecho que Sánchez e Iglesias terminarán pactando sino que prefiere que lo hagan y no haya nuevas elecciones.
Los estrategas de todos los partidos —especialmente PSOE y Unidas Podemos, que son quienes tienen en sus manos la llave para desbloquear la legislatura— miran encuestas y evalúan escenarios para decidir sus próximos pasos pero los expertos en opinión pública, sociología y análisis electoral consultados por infoLibre coinciden en que quien quiera tomar decisiones basándose en lo que pueda ocurrir en noviembre se estará arriesgando. Y mucho.
Pedro Sánchez, durante su valoración de los resultados electorales en la sede socialista en la calle Ferraz.
El presidente de GAD3, Narciso Michavila, asegura que, si se repiten las elecciones, lo que sí es seguro es que bajará la participación y pagará el pato quien acabe siendo percibido como el principal culpable de volver a las urnas “sin que toque”. Ha pasado antes, en el Reino Unido o en Francia, recuerda.
La lógica dice que si volvemos a votar el PSOE saldrá reforzado, sobre todo si sigue teniendo enfrente tres partidos de derechas compitiendo entre sí, pero no hay manera de estar seguro. “La semana de la investidura”, apunta Michavila, “cambiaron muchas cosas”. Tomar decisiones pensando en noviembre “es jugar con fuego”.
“Estar jugando a una repetición sabiendo cuánto se mueve el voto es superarriesgado”, entre otras cosas porque el voto se va a mover dentro de cada bloque. En su opinión, todo apunta a que si volvemos a votar bajen “un poco” Vox y Podemos, aunque en las últimas elecciones, recuerda, Pablo Iglesias fue capaz de cambiar las previsiones gracias a su buena actuación en los debates electorales. “Mi gran incertidumbre” es qué pasará con Ciudadanos si hay repetición electoral, “porque es el votante más templado, de último memento, y el que fue de menos a más” en la última campaña.
Hubo una época, rememora, en que las decisiones que tomaban los líderes políticos “eran de largo recorrido. Tenían una visión estratégica”. De eso hemos pasado a “decisiones tácticas” e incluso “psicológicas”. Uno de los errores cometidos durante la negociación entre el PSOE y Unidas Podemos, recuerda citando una opinión de la vicepresidenta de la Comunitat Valenciana, fue haber dejado los contactos en manos de “los que se juegan sus puestos”.
En cualquier caso, Michavila cree que “vamos a elecciones” y sospecha que Sánchez lo sabe desde el 28 de abril, cuando vio que con 123 diputados era imposible formar una mayoría estable. Ciudadanos le cerró el paso y del otro lado no suma. La vía portuguesa no es posible en España, concluye, porque aquí entran en juego las fuerzas independentistas.
Demasiado pronto
Verónica Fumanal, presidenta de la Asociación de Comunicación Política (Acop), está de acuerdo con Michavila en que “es demasiado pronto para decidir a quién beneficia o perjudica” una repetición electoral.
El único precedente que tenemos es el de 2016, recuerda, y en aquel entonces se produjo una bajada de la participación de más de tres puntos y dejó en casa a 1,3 millones de personas que habían votado seis meses antes. De esa situación sacó partido el PP, que pasó de 123 a 137 diputados.
“El electorado no cambia porque PSOE y Unidas Podemos no se hayan puesto de acuerdo”, advierte. “Es verdad que hay desencantados que se quedarán en casa y otros en los que se puede activar el voto útil” dentro de cada bloque, pero nadie sabe a ciencia cierta cuantos serían ni como podrían afectar otros factores, como por ejemplo la hipotética irrupción de Errejón. Con la información disponible a día de hoy, subraya Fumanal, lo que sí se puede afirmar es que en una repetición electoral las variaciones no serían lo bastante grandes como para cambiar las cosas: “No va a haber dos partidos que sumen mayoría absoluta en cada bloque, se van a seguir necesitando al menos tres”, como ocurre en estos momentos.
La tarea de los partidos es “trabajar con escenarios y asumir riesgos”, recuerda. Y pone dos ejemplos para explicar que el riesgo es real: cuando Artur Mas convocó elecciones catalanas en 2015 con el objetivo de reforzarse y acabó teniendo que renunciar a la Presidencia al no conseguir mayoría absoluta, y cuando Susana Díaz adelantó las andaluzas en 2018 porque creía que le perjudicaba esperar a las generales y acabó perdiendo la Junta a manos de la alianza de PP, Ciudadanos y Vox.
“La demoscopia sirve para adelantar tendencias, pero a las encuestas no se les puede pedir cosas que no pueden dar”, asegura. “No son predictivas, porque el comportamiento humano a día hoy no predice el comportamiento electoral”. Y pone otro ejemplo, muy de actualidad: la mayoría de izquierdas en Portugal, a la que todo el mundo pronosticaba una victoria clara, puede verse trastocada a dos meses de las elecciones por un reciente escándalo relacionado con los incendios.
Concentración en la plaza de Colón de Madrid.
Fumanal admite que la lógica puede llevarnos a pensar que una repetición electoral reforzaría el bipartidismo, pero recuerda que en 2016 el PSOE mejoró su resultado pero perdió escaños. En un escenario muy polarizado, sólo con que Vox perdiera representación en determinadas provincias el PP se beneficiaría. El “sentido común” sugiere también que el PP sacaría esta vez más partido del voto útil, porque el PSOE ya lo explotó el 28 de abril agitando el miedo a la extrema derecha.
Si algo muestran los datos del CIS de esta semana, concluye la presidenta de Acop, es que “la gente no cambiaría su voto” en caso de nuevas elecciones. Así que, “¿qué sentido tiene someter a un país que ha votado cinco veces a otra contienda electoral cuando, por los datos que tenemos, no parece que vaya a suponer ningún trasvase a ningún partido?”.
“Cuando se abren las urnas es como la ruleta. Pones la bola, corre y no se sabe qué va a pasar. Cada vez es más difícil hacer predicciones porque la volatilidad del voto es enorme”, asegura Jordi Pacheco, decano del Colegio de Sociólogos y Politólogos de Cataluña. De una elección a otra, un partido “puede perder perfectamente el 30% de sus votos y luego recuperarlos” y, para colmo, “el 30% de los votantes decide su papeleta el mismo día de las elecciones. En esas condiciones no se sabe qué puede pasar”, concluye.
Así que las encuestas no pueden ser utilizadas más que para conocer la tendencias, no para tomar decisiones pensando en una repetición electoral. “Lo veo muy arriesgado”, asegura. Y añade un ejemplo a los ya citados por sus colegas: Theresa May “intentó esa jugada y le salió el tiro por la culata”.
Pacheco añade una reflexión para advertir del peligro que representa que los partidos se dejen llevar por sus estrategas en materia de comunicación y permitan que sean ellos quienes marquen la agenda. El sistema político fue diseñado para celebrar elecciones cada cuatro años, recuerda, con el objetivo de separar el “bullicio” de las campañas del tiempo más reposado que hace falta para implementar las políticas públicas. La repetición de elecciones, como está ocurriendo en España desde 2015, impone las estrategias de comunicación sobre otros criterios, “fuerza el sistema” y acaba siendo “muy peligroso” porque alimenta “la desafección política”.
Como en un videojuego
Los políticos entran así en “una especie de videojuego —a ver quién tiene más poder en un momento determinado— que no tiene conexión real con la vida de la gente. Y eso puede perjudicar el sistema democrático. Es muy preocupante porque, al final, alguien va a tener que gobernar”. Si no se soluciona “vamos a una crisis institucional de primer orden“, advierte.
El consultor político César Calderón es, de todos los expertos con lo que ha hablado infoLibre, el que más se moja a la hora de predecir que pasará si se repiten las elecciones. Y eso que comparte la opinión de sus colegas sobre la volatilidad del voto. “Uno de los grandes cambios de los últimos años es que la gente decide en las 48 horas antes” de votar, apunta.
A pesar de ello, está convencido de que una repetición electoral, “en líneas generales, va a favorecer a la derecha y perjudicar a la izquierda”. La derecha, razona, estaba en conjunto en su nivel más bajo de voto, y no cree que eso se vaya a repetir. En caso de que suban globalmente, el incremento “lo más probable es que beneficie al PP antes que a Ciudadanos o a Vox”. Del otro lado, apunta, en el campo de la izquierda, las encuestas sugieren que los electores están culpando más al PSOE que a Unidas Podemos del fracaso de la investidura.
“Lo más claro y evidente es que una repetición lo que generará es una sensación de frustración” en el electorado de izquierdas, que es “el que más va a dejar de acudir a las urnas”. La “simulación de negociación no puede haber favorecido la visibilización de una izquierda responsable”. De ahí que la previsible caída en la participación les penalice más, concluye.
Lo que no cree que cambiaría sustancialmente son los bloques, así que las variaciones “no solucionarían el empate que tenemos ahora mismo, no solucionarían una investidura”.
Pablo Iglesias pasa frente al escaño de Pedro Sánchez antes de intervenir desde la tribuna.
PSOE y Unidas Podemos se han embarcado en “un juego de culpabilidades” que parece querer “alargar hasta las elecciones” pensando en los dos escenarios posibles: acuerdo o urnas. “Me parece irresponsable. La gente que tiene recursos económicos no necesita un Gobierno”, le da igual que esta situación se prolongue porque “tienen cubiertas sus necesidades. Pero los que tienen menos recursos necesitan cuanto antes un Gobierno”, subraya Calderón.
Joan Font, politólogo e investigador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC, recuerda que no hay evidencias científicas sólidas que permitan aventurar el comportamiento de los votantes en caso de una repetición electoral a partir de lo ocurrido en España en los últimos años y de la experiencia de otros países.
A partir de ahí, prosigue, sí se puede considerar “muy previsible que el nivel de participación” en unas elecciones en noviembre fuese más bajo que el que se registró en abril. “Si fuera posible encontrar una regularidad” en el comportamiento de los electores cuando se repiten dos elecciones muy seguidas “sería esa”, especialmente cuando “la gente percibe la repetición como innecesaria”.
Font cree que, más allá de eso, resulta “muy difícil” aventurar qué consecuencias tendría sobre la orientación del voto. Sin contar con más información, se inclina por pensar que afectaría a todos los partidos, aunque acepta que quizá perjudique “un poco más a la izquierda” en la medida en que en abril su electorado también se movilizó más.
“Si se pudiera sacar algo parecido a una ley general”, explica, “probablemente iría en la línea de lo que representan las dos vueltas en las elecciones francesas”. De manera que muchos electores aprovecharían la segunda convocatoria para “elegir entre a y b, al no ser capaces de ponerse de acuerdo”. Desde ese punto de vista “podría parecer que los dos partidos mayoritarios pueden tener algo de ventaja, pero sin mucha certeza”. Porque también entra en juego un ingrediente “más coyuntural, que es el de quién es el malo de la película”. La repetición electoral facilitaría castigar a aquellos a quienes los electores echen la culpa de tener que volver a votar.
Sin oferta para noviembre
En su opinión, no tiene sentido que los partidos tomen decisiones estratégicas pensando en las elecciones. Y añade un problema adicional para la izquierda: en caso de repetición, una de las dificultades de este bloque en general y del PSOE en particular sería decidir qué proyecto político van a ofrecer a los ciudadanos cuando, después del 28 de abril, no fueron capaces de ponerse de acuerdo. Y concluye con una pregunta: en abril los ciudadanos ya “les votaron pensando que se pondrían de acuerdo”, así que después de noviembre, si volvemos a las urnas, “¿con quién van a construir una mayoría” si no es entre ellos?".
Carlos M. Abella, doctor en Sociología por la Universidade da Coruña (UDC) y consultor privado, cree que si algo ha demostrado la política española en los últimos años es su imprevisibilidad. Aun así, en caso de una repetición electoral en noviembre, se arriesga a apostar por una desmovilización de los votantes de izquierdas que no cree que se vaya a producir en el campo de la derecha. Los electores de PP, Ciudadanos y Vox tienen el incentivo de saber que si sus partidos suman se van a poner de acuerdo para gobernar, como han demostrado en comunidades autónomas y ayuntamientos. En cambio, si PSOE y Unidas Podemos constatan que pueden ganar, como ocurrió en abril, pero no son capaces de ponerse de acuerdo para gobernar, incentivarán la desmovilización de su propio electorado.
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Abella cree que Pedro Sánchez lo resumió perfectamente en la investidura fallida cuando se preguntó de qué sirve una izquierda que pierde incluso cuando gana. “Es un mensaje terrible para su electorado”, que si se repiten las elecciones tendrá que preguntarse de qué le sirve votar, subraya.
En su opinión, “para el PSOE ir a elecciones es jugar a la ruleta rusa”. Dejarse llevar por la tendencia alcista de las encuestas, “un elemento tan intangible como poderoso”, es un error, asegura, porque tienen “un efecto limitado en el tiempo. Llega un momento en el que se agota”. Y entran además en juego muchos elementos de incertidumbre, entre ellos lo que pueda suceder en Cataluña, especialmente cuando el Supremo dicte sentencia en el caso del procés.
Del lado de la derecha Abella cree que el más beneficiado por una repetición electoral sería el PP, en buena parte gracias la estrategia “errática, por ser suave”, que ha puesto en práctica Ciudadanos. En el campo de la izquierda no tiene tan claro que el PSOE vaya a ser el beneficiario. Si la abstención “se desboca”, asegura, lo acabarán pagando tanto los socialistas como Unidas Podemos.