Como en otros países europeos, la extrema derecha ha visto en el discurso xenófobo un filón con el que desgastar al Gobierno y generar alarma social. Con Salvador Illa gobernando en Cataluña, unos datos macroeconómicos que imposibilitan hacer oposición por el flanco económico y un caso Begoña Gómez que no acaba de tener recorrido judicial, la inmigración se ha convertido en un tema perfecto para hacer ruido.
Mientras los servicios de acogida de Canarias y Ceuta siguen desbordados desde que en julio el Partido Popular, Vox y Junts rechazaran una reforma de la ley de extranjería, la gira de Pedro Sánchez en África ha generado dudas y críticas sobre la posición del Gobierno acerca de la inmigración. Y lo más peligroso: ha desencadenado una escalada dialéctica entre algunos partidos de la oposición. Este discurso populista y xenófobo se sostiene principalmente en cuatro pilares.
1. La deshumanización de las personas migrantes
La estrategia sigue siendo la misma de siempre. Asociar los conceptos inmigración y delincuencia, especialmente en los delitos de violencia sexual hacia las mujeres. El eurodiputado ultra Alvise Pérez, por ejemplo, repite constantemente el mantra de que “la mayoría de los inmigrantes son violadores”, cuando no existen datos al respecto. En esta misma línea, Santiago Abascal afirmó a finales del año pasado que “los ataques en manada se silencian porque el 70% de sus integrantes son extranjeros”.
La diferencia es que este discurso xenófobo cada vez es asumido por más personas a través de plataformas como X o Telegram. Hemos visto sus efectos sociales este verano en Reino Unido con los disturbios tras el apuñalamiento masivo en Southport o el odio vertido hacia el portavoz de la familia del niño asesinado en Mocejón. En ambos sucesos, acusaciones falsas sobre la autoría extranjera de los delitos se viralizaron en redes sociales, con el apoyo de algunos altavoces de la extrema derecha.
Hace unas semanas, el alcalde popular Xavier García Albiol realizaba en X una caricatura de la inmigración llena de prejuicios y estereotipos. Generaliza las características de un grupo complejo, las personas de origen marroquí, y les estigmatizaba (“todos con teléfono, con gafas de sol y un cuerpo de gym haciéndose fotos con el signo de la victoria”). Además, amplificaba la amenaza que suponen, dando a entender que delinquirán en nuestro país. “Esto acabará como Francia antes que después. Al tiempo”, termina el tuit.
2. Un léxico simple y de carácter peyorativo
Además de estos retratos caricaturizados que no se corresponden con la realidad, la deshumanización de las personas migrantes se consigue con otros elementos como la utilización de un léxico de carácter peyorativo, de frases simples y efectivas o de un discurso que apela a las emociones primarias. La elección de las palabras nunca es inocente en comunicación política. Como hemos visto en los ejemplos anteriores, cuando los políticos de extrema derecha se refieren a la inmigración utilizan términos negativos como “asalto”, “oleada” o “ilegales”. Y para referirse a ellos no suelen hacerlo con las palabras “personas”, “jóvenes” o “niños” sino que se les identifica como “inmigrantes”, “extranjeros”, “menas” o directamente por su nacionalidad.
El objetivo es fomentar el marco discursivo entre el ellos y el nosotros, como explican los sociólogos Snow y Benford en su teoría de los campos de identidad. Con esta estrategia, consiguen generar dos bandos. El de las personas migrantes, a las que culpan de los problemas que tiene nuestro país. Y el de los propios políticos, que se dibujan a sí mismos como unos héroes que intentan protegernos.
3. El eterno dilema de la derecha tradicional
Tras la polémica por el tuit de Albiol a mediados de agosto, el PP ha ido dando pasos y radicalizando su discurso antiinmigración. Alberto Núñez Feijóo acusaba esta semana a Pedro Sánchez de alentar un “efecto llamada” de los migrantes y de “promocionar España como destino”. Por su parte, el portavoz en el Congreso Miguel Tellado exigía “deportaciones masivas para frenar la salida de los inmigrantes irregulares”.
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Como ocurre en el Partido Conservador de Reino Unido, tras la derrota de Rishi Sunak, el PP se vuelve a enfrentar durante esta legislatura a su eterno dilema: mantenerse en un tono moderado propio de una formación de centro derecha o radicalizar del todo sus posiciones para competir en el mismo campo que Vox y el partido de Alvise. Parece que, de momento, en el tema de la inmigración han optado por la segunda opción.
4/ Generar una falsa alarma social
Como sucede con la percepción sobre la okupación ilegal, normalizar este discurso xenófobo genera una falsa alarma social y alerta sin motivos a los ciudadanos. Este verano, la inmigración se situaba como la cuarta preocupación de los españoles, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El puesto más alto de estos últimos 15 años.
Ya lo avisó la profesora de Lingüística Beatriz Gallardo Paúls en su libro Tiempos de hipérbole, inestabilidad e interferencias en el discurso político (Tirant, 2018). Las exageraciones y “las retóricas de desinhibición de la derecha” tienen como objetivo erosionar los logros asentados en el imaginario democrático, suponiendo un problema para la salud del discurso público. Está en nuestras manos entrar o no en este juego.
Como en otros países europeos, la extrema derecha ha visto en el discurso xenófobo un filón con el que desgastar al Gobierno y generar alarma social. Con Salvador Illa gobernando en Cataluña, unos datos macroeconómicos que imposibilitan hacer oposición por el flanco económico y un caso Begoña Gómez que no acaba de tener recorrido judicial, la inmigración se ha convertido en un tema perfecto para hacer ruido.