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De la mano de la extrema derecha o sin ella: Junts y Aliança Catalana atrapados en los problemas de PP y Vox

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Sílvia Orriols comparece en el Parlament.

“Junts apuesta por ganar los discursos de odio en las urnas”. Este fue el titular que la formación de Carles Puigdemont comunicó a los medios el martes para explicar su “no” a la moción de censura de Sílvia Orriols en Ripoll, que permitirá a la líder de extrema derecha continuar gobernando en la ciudad. Eso significa que da por perdida la batalla inmediata de la alcaldía de Ripoll y su estrategia se dirige a frenar el auge de la formación de Orriols en las elecciones autonómicas y municipales de 2027.

El partido tenía un pacto avanzado junto a PSC y ERC que les permitía formar un gobierno alternativo, pero en la última semana se echaron atrás. Durante la rueda de prensa del martes el portavoz municipal del partido, Ferran Raigon, aseguró que “en Ripoll no hay cordón sanitario”, y que su formación se abre a votar a favor de todas las mociones “que sean buenas para el pueblo”.

La ola reaccionaria que recorre Europa plantó su semilla en el parlamento de Cataluña un poco más tarde que en otros. Pero sin haber aprendido aún cómo afrontar la irrupción de la extrema derecha en las instituciones. La politóloga Bonnie Meguid teorizó hace años las tres principales estrategias de combate hacia los partidos de nicho, que se han planteado habitualmente como lucha hacia las formaciones ultra: ignorarlos y perimetrar cordones sanitarios; confrontar sus políticas; o acomodarlas y plantear alternativas desde una posición más central o mayoritaria.

El problema para formaciones de derechas como Junts o el PP está cuando los partidos de extrema derecha ya no son partidos de nicho, sino que tienen opciones de lograr mayorías y hasta gobernar. Desde entonces la estrategia no está clara. El cordón sanitario ya no es una opción. “El PP no lo usó nunca porque pactaron con Vox en gobiernos autonómicos”, considera el analista político y profesor de la Universidad de Girona Mario Ríos, y “a Junts ahora ya no le sirve”. 

Mirar de reojo a las formaciones de extrema derecha para no enfadar a sus votantes ha arrastrado a PP y Junts en constantes ocasiones a posturas dubitativas. Es lo que le ha sucedido en este caso a Junts en Ripoll, lo que le pasa al PP en su relación con Vox y el problema de las derechas en Europa: la duda entre confrontar o asimilar a las políticas de las formaciones ultra. Alemania este domingo se examina de ello

A principios de legislatura, PSC, Junts, Comuns y la CUP firmaron un Pacto contra la extrema derecha en el Parlament. Fue la reedición de un acuerdo que los mismos partidos firmaron en 2021 cuando Vox entró por primera vez al parlamento catalán en la legislatura pasada. Los partidos acordaron “no normalizar ni legitimar la acción política de la extrema derecha”. Un compromiso que “impide aceptar por acción u omisión los votos de la extrema derecha para formar una mayoría de gobierno” y que busca “evitar que prosperen sus iniciativas”. La Comisión Ciudadana de seguimiento del Pacto emitía un comunicado este jueves en el que denunciaban que Junts “incumple” y “se autoexcluye” del pacto. Algo que nunca le pasó en la legislatura pasada cuando solamente había Vox como formación ultra en el Parlament. El cordón sanitario a la extrema derecha se ha empezado a romper en Cataluña.

PP y Junts, atrapados en el mismo problema

“Las derechas están encontrando problemas para formar parte de algunos consensos democráticos nacionales o de estado”. Eso es lo que cree Ríos. Pone por ejemplo el caso del PP, que no asistió al primer acto de conmemoración a los 50 años de la muerte de Franco. El programa de actos, llamado España en libertad, “intenta ubicar la llegada de la democracia como un gran hito en el país”, y pretendía “emular actos conmemorativos de otros países que transicionaron de regímenes autoritarios a sistemas democráticos”, explica el analista político.

Pese a ello, Feijóo le criticó a Sánchez querer “desenterrar cien veces a Franco”, y añadió “¡qué pereza!”. Para Mario Ríos que el PP se haya autoexcluido de la conmemoración está condicionado por la extrema derecha. Por un lado, por la fuga de votos que el PP tiene hacia Vox, y por otra, por las exigencias que la formación de Abascal ha impuesto al PP para aprobar los presupuestos en las comunidades autónomas donde gobiernan. La portavoz de Vox en el Congreso, Pepa Millán, exige al PP que “rompa con el PSOE” en políticas de memoria histórica y violencia machista, y pide no aceptar la reubicación de los menores migrantes atrapados en Canarias, otro pacto estatal que tiene al PP dubitativo y por el cual ha ido dando bandazos de una posición a otra. 

La derecha duda, y la extrema derecha avanza. La transferencia de voto entre PP y VOX ha pasado de ser del 6% en julio al 10%, según Mario Ríos con base a datos de 40dB. El analista cree que estos números se deben a tres factores: la polémica migratoria en torno a las Canarias, el efecto de la victoria de Trump y el impacto político de la dana.

En datos absolutos la cifra se hace más grave. El PP pierde cerca de 500.000 votantes netos hacia Vox, según la reestimación del analista político y electoral Alejandro Solís con base a los últimos datos del CIS. Otra cifra llamativa es el número de indecisos que tendría el PP, más de un millón de votantes, mientras que VOX solo tiene ahora 200.000 indecisos. El politólogo apunta a que por el tiempo en que se hicieron las encuestas, todo indicaría que al PP le afectaron “las decisiones erráticas” de Feijóo sobre los Reales Decretos ómnibus que afectaban a las pensiones y a la gratuidad del transporte público.

Solís admite que no hay una fórmula clara para frenar a la extrema derecha, si diferenciarse o mimetizarse, “lo que está claro es que el hecho de no tener una estrategia clara está siendo perjudicial para ellos”, asegura. 

Lo mismo le está pasando a Junts, cree Ríos que considera que el cambio de postura a última hora en su apoyo a un gobierno alternativo a Orriols para no apoyar la moción de censura “fue una equivocación”. “Emiten mensajes contradictorios a sus votantes”, y asegura que este es el problema principal de toda la derecha europea, que no sabe si “asimilar” o “confrontar” a la extrema derecha.

El politólogo afirma que el partido de Puigdemont tuvo la oportunidad de lanzar el mensaje de que Aliança Catalana debía estar excluida de los consensos catalanistas antes de que obtuviera la alcaldía de Ripoll en 2023, “pero no lo hicieron”. “Podrían haber tenido su momento Merkel”, considera el politólogo, “pero una vez has dejado crecer la serpiente, se hace grande”. “Ahora los cordones sanitarios no les sirven”, continúa, porque “un 50% de los votantes de Junts ya tienen como segunda opción preferida a la formación de Orriols”, según datos del barómetro del Centro de Estudios de Opinión. En cifras absolutas, los estudios postelectorales estiman que una cuarta parte del voto de Aliança Catalana en 2024 proviene de Junts. Es decir, unos 30.000 votos de los 119.000 que obtuvo en las últimas elecciones catalanas.

El profesor de Ciencia Política de la UOC, Andreu Paneque, matiza la utilidad del cordón sanitario cuando la extrema derecha ya está en el poder. Para él, el cordón impide que “las ideas homófobas y xenófobas no estén en la institución, dónde es más fácil que lleguen al público”. El debate sobre si aplicarlo en Ripoll añade la complejidad de que Orriols cuenta con representación institucional también en el Parlament de Catalunya. El dilema local se ha elevado a escala autonómica. Junts cree que la moción a Orriols hubiera agrandado la fuerza de Aliança Catalana de cara a las elecciones de 2027.

Contener el crecimiento de Orriols en las municipales y autonómicas de 2027

Junts tenía ya un acuerdo programático hecho con el PSC y ERC para formar un gobierno alternativo, afirma Joaquim Colomer, regidor del partido municipalista Som-hi Ripoll. El regidor afirma que el lunes el partido de Puigdemont pospuso una reunión a la que estaba invitado para cerrar los últimos flecos y cuando ya todos tenían el documento programático. Al día siguiente, el secretario general de Junts, Jordi Turull, llegaba a la ciudad para explicar que el grupo municipal y la dirección del partido habían decidido hacer un giro de 180 grados y no dar apoyo a la moción de censura.

La explicación que daban en su comunicado es que la alianza que se había trazado entre PSC, ERC y Junts “aumentaría el victimismo y la confrontación social” de Orriols, cosa que le beneficiaría en las siguientes elecciones de 2027. La mejor opción era construir una oposición “fuerte” y buscar “un gran apoyo popular”. El otro motivo que entra en ecuación es la encuesta que realizó Junts a Ripoll para conocer el grado de aceptación de sus votantes a la moción de censura, que habría constatado la mala percepción de los encuestados ante la acción, como destapó Nació Digital.

Andreu Paneque, cree que Junts hace este movimiento pensando en el 2027. “Ponerse en el gobierno con el PSC es ponerse con el partido que aplicó el 155, y esto genera toda la contradicción posible en Junts”, que debe pelear, como segundo partido más votado en Ripoll, para  mejorar los resultados y superar al independentismo de extrema derecha de Orriols. Los votantes de Aliança Catalana son los que peor puntúan en Cataluña a Pedro Sánchez (3,3) y a Illa (4,2) después de los de VOX, según el Centro de Estudios de Opinión.

El analista Ríos amplía la zona geográfica del problema para Junts y apunta que el partido de Puigdemont se ha quedado con poco poder municipal respecto a las anteriores elecciones. Además una parte importante está concentrada en zonas en las que compite con Aliança Catalana. Junts no tiene la alcaldía en ninguna de las cuatro capitales de provincia. La tiene en capitales de comarca como Olot y Vic, o en pueblos del interior de Girona y Lleida, pero ven como Aliança Catalana le pisa los talones.

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Ríos vaticina un escenario para 2027 en el que Junts quizás logre mantenerse como primera fuerza, pero en la que puede necesitar los votos de Orriols para gobernar en los municipios.

“Esto ya pasó con Le Pen en Francia”, explica Xavier Torrens, autor del libro que indaga los orígenes de Orriols, Salvar Catalunya. La gestació del nacionalpopulisme català.  “Empezó ganando en los pequeños y medianos municipios de Francia y ahora está rompiendo los muros de la plaza que le cuesta más, que es París”, considera el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona. Pese a ello, cree que a Orriols le costará mucho entrar en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, dónde el voto de extrema derecha lo recoge VOX, lo que plantea una situación interesante por la división de la extrema derecha en dos partidos.

Una voz importante del entorno de Junts, como es la del expresidente Artur Mas, se abrió un par de semanas atrás a que Junts “hablara” con Aliança Catalana, sin tejer “estrategias conjuntas”. El secretario general de Junts, Jordi Turull, respondía que “los consejos son bienvenidos, pero las relaciones con otras fuerzas las decide Junts”. Lo que ya pasa en Ripoll y avanzó su portavoz municipal, que Junts Ripoll se abre a pactar las mociones “que sean buenas para su pueblo”, podría llegar a pasar en otros municipios en función del escenario electoral futuro. El problema de escala puede cambiar y el más importante por cercanía se encuentra en la aritmética electoral que resulte de las elecciones en 2027 en el Parlament de Catalunya.

“Junts apuesta por ganar los discursos de odio en las urnas”. Este fue el titular que la formación de Carles Puigdemont comunicó a los medios el martes para explicar su “no” a la moción de censura de Sílvia Orriols en Ripoll, que permitirá a la líder de extrema derecha continuar gobernando en la ciudad. Eso significa que da por perdida la batalla inmediata de la alcaldía de Ripoll y su estrategia se dirige a frenar el auge de la formación de Orriols en las elecciones autonómicas y municipales de 2027.

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