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EDUCACIÓN

Y después de los 18, ¿qué?: la vida tras pasar por un centro tutelado

Un grupo de jovenes libanesas se abrazan en un refugio que acoge a ciudadanos que huyeron del sur del Líbano en Beirut.

“He estado siete años en el sistema de acogida, en dos residencias diferentes, ambas en Fuenlabrada”, relata Cristian Redondo. Cuando cumplió la mayoría de edad tuvo que abandonar la protección estatal y regresar a casa de su madre, el hogar que precisamente tuvo que abandonar debido al alcoholismo de ella. La situación allí no era sencilla y, aunque Cristian recibía un seguimiento por parte de la Fundación ISOS para poder hacer más sencillo ese tránsito a la vida adulta, la realidad era que no estaba preparado para ello: “Con 18 o 19 años, si encontraba trabajo, no sabía mantenerlo, no conseguía sentirme estable”.

La juventud extutelada —aquella que ha estado tutelada por la administración pública o bajo alguna medida de protección por parte de esta y que, al alcanzar la mayoría de edad, ha tenido que abandonarla— representa uno de los colectivos más vulnerables de la sociedad. A estos jóvenes se les exige una independencia y autonomía que no son acordes ni con su edad ni con las experiencias que han vivido. La falta de redes de apoyo, de entornos familiares seguros, la precariedad económica o, incluso, la mochila emocional que cargan muchos de los jóvenes que pasan por estas tutelas, dificultan su integración y facilita que el sistema les excluya.

Y es aquí donde entra en juego el trabajo de la FEPA. La Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos ha presentado recientemente el Proyecto IMEX, una apuesta por un nuevo modelo de intervención con la juventud extutelada basado en la emancipación y en el acompañamiento personalizado. Así quieren abordar el desamparo que se produce cuando los jóvenes son obligados a abandonar el sistema de protección. Según explica Paloma Garrido, responsable de IMEX y subdirectora de FEPA, no existe un marco legislativo estatal que garantice el apoyo a la emancipación más allá de los 18 años, ya que las competencias son autonómicas, de ahí la importancia de este proyecto: “el modelo de atención que defendemos debe ser una guía para las comunidades”.

Si acudimos a las estadísticas encontraremos uno de los motivos que justifican este modelo de intervención. El estado tiene bajo tutela a 36.000 menores, según datos del Ministerio de Interior, y, se estima que al menos 4.000 personas al año dejan de estar en el sistema de protección cuando alcanzan la mayoría de edad.  Como ejemplo, según la última encuesta realizada por la Fundación Arrés en la ciudad de Barcelona, el 29% de los jóvenes menores de 25 años que vivían en la calle habían pasado por un centro o familia de acogida. Otro dato: hay un 40%, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones de España, de jóvenes no acompañados en situación legal en España –entre los 16 y 23 años– que no están dados de alta en la Seguridad Social.

Aunque la Ley 26/2015, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, recoge por primera vez la necesidad de brindar apoyo a los jóvenes que abandonan el Sistema de Protección Infantil, la manera de aplicarla no ha sido del todo efectiva. A través de esta norma se pretendía fomentar las competencias y formación de los jóvenes extutelados para favorecer su madurez y “propiciar su autonomía personal y social al cumplir los 18 años de edad; garantía de ingresos suficientes para subsistir; alojamiento; formación para el empleo, que facilite o priorice su participación en ofertas de empleo como medida de discriminación”. Pero, tal y como señala el estudio La transición a la vida adulta en perspectiva de género: jóvenes extutelados después de los 25 años, los servicios de apoyo son muy desiguales. El ritmo de adaptación de las legislaciones autonómicas y la propia implementación de las medidas ha ido muy desacompasado a lo largo de los últimos años.

Garrido relata que este nuevo marco normativo presentado enfrenta cuatro retos principales, entre los que se encuentran la adaptación de los apoyos para responder a las necesidades de los jóvenes extutelados, la necesidad de plantear un modelo de atención transversal a distintos ámbitos —como la vivienda o la orientación en búsqueda de empleo—, la formación de profesionales para poder afrontar este nuevo reto y, por último, una mejora en las estadísticas sobre la atención ofrecida a las personas que han abandonado el sistema de protección.

El referente de emancipación: clave para alcanzar la autonomía de manera más justa

Adrián Escalante es referente de emancipación en este proyecto, una figura clave y que “hace un poco de justicia” en el tránsito a la vida adulta de la juventud extutelada. Se define, en sus palabras, como una figura “educativa” que trata de equilibrar la desventaja con la que parten los jóvenes que se han visto obligados a iniciar un camino hacia la autonomía: “Estos chicos no tienen una casa a donde acudir, la mayoría vienen de entornos disfuncionales, de riesgo o violencia. Tienen que buscarse la vida en soledad”. Es decir, esa figura se define como un profesional especialista en intervención social con bases pedagógicas que pretende guiar a los jóvenes en su proceso de independencia. “Una especie de conector con los recursos de su comunidad y con su entorno y potenciar las capacidades de la persona”, matiza Adrián.

La subdirectora de la FEPA insiste en que “la experiencia de las entidades agrupadas nos habla de la necesidad de trabajar en red y crear red de redes”. Es decir, crear colaboraciones más allá de las entidades asociadas —administraciones, empresas, universidades, etc.— para garantizar el éxito a largo plazo de los procesos de emancipación y que no se limiten exclusivamente a los años en los que el referente está presente. Recalca, además, la necesidad de colaboración con las administraciones públicas, para poder convertir el buen tránsito a la vida adulta en un derecho imprescindible.

“Adrián también me ha ayudado a buscar un piso ya que la situación en casa con mi madre era muy complicada. Estuvo a mi lado, motivándome cuando lo necesitaba”, comenta Redondo. “Puedo hacer las cosas por mí mismo, pero cuento con su ayuda”, recalca. El joven hace hincapié en la importancia de la presencia de Adrián en su vida tras salir del centro, aunque “no ha dependido todo de una sola figura” porque ha sabido “ir tejiendo una red”. Le ayudó a ahorrar y gracias a eso pudo alquilar un piso en Vallecas. Cristian sabe que puede seguir contando con su apoyo, pero, sobre todo, que su camino a la emancipación ha empezado de manera mucho menos abrupta gracias a él.

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