Nuria Labari: "Un libro de cuentos requiere una disposición erótica con la vida y con el mundo"

La escritoria Nuria Labari.

Tras tres novelas y varias maternidades, algo que me parece admirable, la escritora cántabra Nuria Labari acaba de presentar en Madrid, en la librería Alberti, su nuevo libro de cuentos, No se van a ordenar solas las cosas (Editorial Páginas de Espuma, 2024). Me he encontrado con seis cuentos muy sugerentes, de los que se quedan rondando en la cabeza, con historias distintas, pero me ha dado la impresión de que tenían un hilo común: la desubicación, la falta de lugar en el mundo y la necesidad de buscarlo; personajes erráticos que al entrar en contacto con otros seres humanos generan nuevas formas de relación. Y, quizá, en ese tipo de relaciones nuevas, reside la esperanza en estas historias.

Son seis cuentos de entre veinte y treinta páginas. Últimamente estoy leyendo varios libros que se acercan a ese formato, cuentos, sí, intensos, sí, pero que ganan en profundidad psicológica, donde el lenguaje juega un papel primordial, entendido como distintos idiomas para comunicarnos en un mundo global como éste. Así, el lenguaje de un joven que se comunica con una amiga, en Como si te hubieras olvidado del sentido de vivir; el marroquí que le enseña a su profesora de español palabras claves en tamazight, su lengua materna; las palabras en idish del último cuento… Todos ellos marcándonos la necesidad de comunicarnos pese a que el mundo se trastoque, pese a que no sepamos el lugar que habitamos ni a quién o a qué pertenecemos.

El libro se abre con Dios solo entiende palabras esdrújulas, una gran historia de dos mujeres, un cuento atávico, cuasi animal, como ve la narradora a la boliviana que cuida de sus hijas mientras ella trabaja, mujer jaguar, con la sabiduría ancestral de la tierra, con astucia y protección felina, con remedios caseros con los que cuida a las tres. Ella, la inmigrante, que tuvo que renunciar a cuidar a sus hijos, que se quedaron allá, cuida de unas niñas supuestamente de clase media, y las quiere casi como si fueran suyas. En él nos va dejando entrever la dureza de la emigración, la necesidad que tenemos de todos ellos, la simbiosis final que se produce entre dos mundos, encarnada en estas dos mujeres.

El ultimo cuento, No soy un alte kaker me ha parecido el más filosófico, el de un hombre mayor que cuando se le estropea la lavadora con la ropa dentro, hace un repaso de su vida, de sus facetas, de sus raíces judías, palabras aprendidas que ahora se vuelven vergonzantes ante lo que pasa en Palestina.

Entre estos dos cuentos que abren y cierran muy bien el libro, hay un pequeño universo de historias que la autora nos brinda, desde la obsesión de un joven al que no le gusta su físico hasta la ausencia que se produce tras la muerte de una pareja por cáncer. O la inquietante excursión en Nunca te fíes de mí, con los recelos a los extraños, sin ver que el enemigo está dentro.

No obstante, es mejor es escuchar a la autora a través de las preguntas que le hice:

En algún lugar he leído que el cuento es para ti como un enamoramiento intenso y la novela como un matrimonio. Después de tres matrimonios, ¿se necesita sentir ese enamoramiento, esa pasión intensa y corta, como si fuera un amor de verano?

Si te refieres a las novelas que he escrito después de mi primer libro de cuentos, la comparación es complicada, porque un matrimonio requiere un enamoramiento muy intenso. Lo que intento decir es que un libro de cuentos requiere siete de esos enamoramientos. Quizá cada novela sea un flechazo, pero cada cuento lo es también. Escribir un libro de cuentos requiere, para mí, una disposición erótica con la vida y con el mundo. Un erotismo continuado que no culmina en un solo objeto sino un diálogo constante con el deseo y la seducción que es para mí la escritura. En ese sentido, seis cuentos, seis flechazos superan ya los tres flechazos de mis novelas, en número. No basta con sentirlo y actuar con la voluntad y determinación que la escritura precisa. Sino que la erótica del cuento precisa sentirlo una y otra vez, con voces diferentes, con personajes muy distintos. Es un género apasionante, en todos los sentidos.

Son seis cuentos de tiempo medio, en torno a las 20 páginas o algo más. ¿Es un formato en el que te encuentras cómoda? ¿Qué gana frente a la intensidad de los que son más cortos?

No lo sé. Tampoco tengo claro que la intensidad tenga que ver con la longitud de las historias. En mi caso, a cada historia que tengo que contar le doy el espacio que siento necesita, ni más ni menos. Para eso es importante saber qué zonas se quieren iluminar, cuáles no. Qué va a brillar, qué va a gritar y qué elementos de la narración hablarán desde el silencio. No he medido la longitud de estos relatos. Si son relatos es para mí por la poética que los articula. Podrían ser incluso más largos en este sentido.

El título obedece a uno de los cuentos, y a su vez está robado de Wislawa Szymborska, refiriéndose a lo que queda después de una guerra. Pero en este caso es utilizado para un amor intenso y corto, un romance entre Amin y su profesora de español. ¿Qué tienen que ordenar los protagonistas, el mundo, su propia soledad, su lenguaje específico?

El poema de Szymborska aparece en el relato que es una historia de amor y también de guerra, pues es la historia entre un inmigrante marroquí que ha llegado sin papeles a España y una mujer blanca de clase acomodada. Su propio origen marca ya una gran distancia entre ellos y una violencia. Son personajes que se enamoran pero lo hacen en un mundo en guerra. Creo que por eso aparece Szymborska en un momento del relato. Después, el verso se convierte en título del libro precisamente porque se trata de cuentos para corazones desordenados, por así decir. Si usted tiene el alma en orden, no se acerque a este libro. Si siente que su mundo está en orden, aléjese. Todos los protagonistas de estas historias tienen en común que luchan por encajar en el relato del mundo que les ha tocado y en el de sus propias vidas. Y tanto lo uno como lo otro se les da fatal.

Escribir un libro de cuentos requiere, para mí, una disposición erótica con la vida y con el mundo

El libro abre con un cuento Dios solo entiende palabras esdrújulas, el más atávico de todos y cierra con No soy un alte kaker que es el más filosófico. Entre medias está todo un mundo. ¿Quisieras contar algo de su orden y su composición?

La verdad es que ordenar un libro de cuentos es tarea complicada, precisamente porque debe funcionar como un reloj aunque no sea evidente, pero si algo cambia de lugar o de sitio todo se desmorona. La primera frase del libro es: “Tengo delante las puertas de los armarios de una cocina que no es la mía”. La última dice: “Pero lo cierto es que el día está a punto de empezar”. Entre medias, en efecto, cabe o debería caber un mundo, al menos la música del nuestro. La cuestión para mí ha sido ser capaz de escuchar esa música y colocar las voces en el lugar correcto para que el resultado final no sea el ruido habitual. Necesitaba esa escucha y ha sido muy sanador dedicarle tiempo a la misma. Ojalá lo sea también para los lectores y lectoras. 

De estos “enamoramientos” o cuentos que has escrito, ¿con cuál te quedas y por qué?

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Me quedo con los seis, claro está. Porque en realidad todos y cada uno son necesarios en el engranaje. Había otro cuento inédito, otros en realidad que nos planteamos incluir pero no podían estar aquí. Es muy delicado para mí elegir cuándo un cuento ha de estar o no en un libro. He tardado quince años en publicar un volumen de cuentos, así que no hay nada casual en la elección de cada uno. Me responsabilizo de todos ellos. Con todo, entiendo la pregunta pero debo decir que no tengo un favorito y que los lectores que voy escuchando tampoco tienen uno claro. Curiosamente, cada quien tiene un clarísimo favorito. El de Juan Casamayor, mi editor, me sorprendió muchísimo, no diremos cuál es. No sé. Está el malestar general en el que vivimos y después el particular de cada uno. Estos cuentos son reflejo de ese estado de cosas pero también, a veces, si hay suerte, de algo íntimo dentro de nosotros que no está donde debería. En mi caso, nada está del todo en su sitio. Por eso leo tanto. Y por eso también escribo.

(Esperaba esa respuesta, es como una madre que nunca dirá cuál de sus hijos es el favorito. Pero yo sí lo tengo: lean ustedes el primer cuento, Dios solo entiende palabras esdrújulas, y quedarán cautivados para leer el resto).

* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Mapas de asfalto(Menoscuarto), que se publicará el próximo 21 de octubre.

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