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Magalí Etchebarne: "Ya no puedes decirle a una chica que el canon está hecho solo de libros de hombres"

La argentina Magalí Etchebarne ha sido la última ganadora del Premio Internacional Ribera del Duero a libro de cuentos inédito.

La argentina Magalí Etchebarne ha sido la última ganadora del Premio Internacional Ribera del Duero a libro de cuentos inédito. Esta convocatoria, organizada por la editorial Páginas de Espuma, está dando a conocer a jóvenes escritoras latinoamericanas que tienen mucha afición por el cuento, algo mejor considerado que lo que ocurre en estas latitudes. Además, este año, la presidenta del jurado ha sido Mariana Enríquez, quien, junto a Brenda Navarro y Carlos Castán, han constituido el plantel de escritores pertenecientes al jurado. En él han estado también, como todos los años, Juan Casamayor, director de la editorial, y Alfonso Sánchez González, secretario general del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Estos dos últimos con voz pero sin voto.

Nos encontramos, pues, con La vida por delante, título del libro ganador, que contiene cuatro cuentos de tiempo medio, al estilo de lo que Alice Munro desarrolló a lo largo de su carrera literaria, que pueden ser leídos como una novela fragmentada en cuatro partes, cuatro momentos en la vida de una mujer, con la muerte siempre presente, con una estructura similar, en donde se alternan momentos actuales de sus personajes y momentos del pasado. En los tres primeros cuentos, la muerte física es el tema central, con todo lo que conlleva alrededor. El último cuento habla de otro tipo de muerte, la muerte del amor en una pareja. Habiendo tenido la oportunidad de hablar con ella, esto es lo que ha contestado Magalí Etchebarne a mis preguntas, que creo que desvelan muy bien el libro, mucho mejor de lo que yo podría hacer:

Cuando en todos los cuentos ronda la muerte, o es, de hecho, el tema principal de los mismos, el libro, en cambio, se titula La vida por delante. ¿Por qué?

Originalmente se llamaba La madre, el trabajo, la muerte, el amor. Eran los temas que podía extraer de los cuatro cuentos, fue lo que me di cuenta según avanzaba en la escritura, pero luego lo cambié. El título actual sale del segundo relato de esa frase que aparece y que se usa mucho: mi madre, cuando yo sufría, me decía, "bueno, tiene toda la vida por delante". Siempre me pareció una frase muy amarga y que me dejaba sola, yo no decía nada, porque ¿qué quería decir? Es como decir que no puedes hacer nada. Y en el cuento lo dice un personaje a la chica que está postrada, con la pierna rota, también suena un poco amargo y también la deja sola, porque está atrapada en una situación que la ha dejado trabada. El tema principal de todos los relatos es la muerte, pero la vida insiste. A veces en la tragedia, cuando alguien muere, por ejemplo, cuando ella va a echar las cenizas de la madre muerta, la vida se impone y la protagonista, en la playa, termina acostándose con alguien. Hay un poema de Sharon Olds, sobre la muerte de su padre, su padre recién muerto y ella tiene relaciones con el marido; como los chicos están al lado, él le tapa la boca para que no escuchen y el poema dice algo así como que no sabe si se le tapaba la boca porque estaba llorando o gimiendo. Es una imagen de que casi siempre la vida está enredada a la muerte, el sexo, lo mismo que la tragedia a lo cómico.

¿Cuáles son tus influencias literarias?

Me gusta mucho Alice Munro, la he leído mucho, cómo saca todo de pequeñas situaciones, domésticas, de gente trabajadora. Hay un cuento, que tengo en mi imaginario, como otros, que me hubiera gustado escribir. Uno de esos es Madera, de Alice Munro, un relato de una pareja mayor sin hijos y él es leñador. Un día se entera que van a tirar todos los árboles del bosque para construir un hotel. Hay un momento del cuento en que Alice Munro se toma la licencia de incluir cuatro páginas sobre las especies y los tipos de árboles y sus características. Ese cuento, lo llevas a un taller literario, y cualquiera te diría: eso sobra, quítalo. Y en cambio, es increíble cómo funciona en el cuento: una descripción tan rigurosa y extensa sobre el bosque y los árboles y sus características, que entiendes lo que significan para ese hombre: no es sólo su trabajo, es algo casi místico.

Crecí sobre todo leyendo argentinos y sobre todo hombres: Borges, Cortázar, Sábato, Quiroga. Llegué más tarde a la escritura de las mujeres. Empecé la carrera de Filosofía, luego estudié Letras, y también me pasaba que, en todas las materias, desde literatura argentina, americana, inglesa, francesa, siempre eran autores masculinos y di con la literatura de mujeres por mis amigas, en los talleres literarios en los que participé. Ya tenía una edad más avanzada. Fue más tarde. Leí a Manuela Gorriti, Victoria y Silvina Ocampo, Hebe Uhart y otras. En la Universidad aparecían como escritoras menores, no era explícito, pero si no estaban en el canon o en los libros de texto o no se estudiaban, era implícito. Hace años, cuando cursé Literatura argentina, el plan solo incluía a dos; Giselda Gambaro y Beatriz Guido. Nada más. Ahora ha cambiado. Cambiaron las generaciones lectoras. Uno no puede decirle a una chica de 20 años en Argentina que el canon está hecho solo de hombres. Esto se ha producido porque ha habido un cambio en los lectores.

También me ha influido mucho los cuentistas argentinos y latinoamericanos, porque hay una gran generación dedicada al cuento. Uno intenta dialogar con la literatura de donde es.

Incluyo cuentistas norteamericanos como Carver, o Claire Keegan, una autora irlandesa que me gusta mucho. También en ella aparecen una serie de claves de la literatura que se dan en los cuentos de Alice Munro: la clase social, el trabajo, mujeres enfrentadas a lo social, el patriarcado…

Este libro de cuentos es diferente a lo que nos ha ido llegando sobre la nueva narrativa de mujeres latinoamericanas. Aquí impera el realismo, no lo gótico, o el terror.

Aquí aparece la muerte, el deterioro, el envejecimiento, que quizá sea en mí una manera de procesar terrores. El otro día leí que a Fernanda Ampuero le preguntaban por qué estaba toda una serie de generación de escritoras atravesadas por el terror, y ella decía que las mujeres sabemos del terror, lo que más conocemos es el miedo. A mí me gusta también pensar que las mujeres se están animando a otra faceta: las chicas pueden asustar. Quizá trabajo más en el orden de lo íntimo, de lo que pasa en los vínculos y las casas, que no deja de tener su cuota de espanto, pero no es género.  

¿Cómo compaginas tu trabajo como editora con la escritura?

No me cuesta tanto, he escrito siempre, desde chica, y para buscarme la vida me encargué de que los libros estuvieran cerca, porque lo que me gusta es leer. Entre el azar, la suerte y algo de búsqueda mía, conseguí que el trabajo que me da de comer tenga que ver con los libros, leo, leo, y si interfiere en mi escritura es bienvenido, para eso leemos. Necesito del trabajo para vivir, no podría dedicarme exclusivamente a la escritura, conozco poca gente que puede hacerlo, incluso a quien le va bien un tiempo, no significa que le vaya bien siempre, nada es eterno en cualquier faceta artística. Pero mi trabajo no interfiere, lo tengo muy compaginado. En una faceta, trabajo de lectora, y luego, por las noches, escribo. Incluso en mi trabajo llego a leer cosas a las que no hubiera llegado por mi cuenta, me viene bien, aprendo mucho. Además, el trabajo ordena mi vida. La mayor parte del día trabajo y escribo por las noches. Es mi territorio libre, nadie me molesta. También los fines de semana. Para este concurso destiné casi todas las noches, sobre todo al final, con mucha más disciplina de la que suelo tener. Suelo escribir tomando notas que guardo, no me pasa lo del miedo al papel en blanco, porque enseguida tiro de una nota, de algo escrito, tengo muchas cosas empezadas. Es como cuando vas a cocinar, abres el frigorífico y buscas lo que tienes para ver qué puedes hacer. Siempre hay algo de donde empezar. Perlitas que fui recogiendo de la realidad y ahí empiezo. Para la convocatoria me tuve que poner los últimos meses con mucha rigurosidad y pedirme unos días en el trabajo. Pero el trabajo forma una parte central de mi vida. De hecho, estoy acá y puedo hacer esto porque, tras diez años trabajando en Penguin Argentina como editora, podía pedirme un mes sabático, que lo estoy aprovechando ahora

¿Cuánto tiempo has tardado en escribir este libro?

Es difícil decirlo, porque hay relatos que arrastro desde hace mucho tiempo, incluso el origen de uno está casi en mi anterior libro de cuentos, es el segundo cuento. Una parte, la germinal, estaba. Pero han sido bastantes años, incluso alguno es de antes de la pandemia. Escribo y no pienso en un principio si es un cuento. Es en el proceso cuando decido: esto va a ser un cuento. De hecho, el primer y tercer cuento estaban unidos y me costó mucho tiempo separarlos. Durante la pandemia, en un taller breve con Federico Falcon, me dijo que eran dos historias diferentes. Estaba empeñada en que fuera la misma historia y tardé más de un año en darme cuenta de que tenía razón. Tengo un proceso lento. Hay gente que tiene su escritura más planeada, y puede hacer de un tirón una primera versión del relato. Es una estructura diferente. El pasado para mí funciona como un lugar al que hay que volver para que el personaje se explique y se entienda el por qué de su presente. Me gusta hacerlo porque cuando estoy escribiendo un personaje necesito ir hacia atrás, tengo la sensación de que lo que los personajes tienen está todo en el pasado. En el futuro no. En el último cuento, también, para contar la incomodidad entre ellos, había que contar un pasado que habían tenido mucho más pleno.

¿Qué diferencia puedes ver entre la narrativa breve europea y la americana?

No tengo una idea muy clara, quizá en Latinoamérica hay más terror y tendencia a lo gótico, mientras que hay más realismo en Europa. A veces me pregunto por qué, y creo que en Latinoamérica hay una realidad extremada. Las ficciones apenas le suben el volumen y con muy poquito se muestra lo ominosa que puede llegar a ser esa realidad. Quizás sea la gran diferencia hoy. También me sorprende, de todos modos, cómo se lee la narrativa breve acá, lo que escucho, se ve como una consideración menor, y se pregunta eso de "para cuándo la novela". El cuento se ve como un método de aprendizaje para la novela y no es así. En Latinoamérica el cuento es muy fértil. Aquí se ve como un género de iniciación y a mí me parece también que es un género de llegada. De todos modos, según iba escribiendo este libro la pregunta que me hacía era: ¿esto es un cuento? Si lo uno con otro, es una novela. Luego decía, no, esto es un cuento. Me respondía, pero no estuve del todo segura en el proceso. Me pasa mucho lo de ir preguntándome mientras escribo, pero casi es lo que más me gusta de escribir: no saber cómo lo voy a hacer.

 

¿Qué tiene de autoficción el libro?

Menciono al final a mi tía Nora porque utilicé sus recuerdos. Ella era escritora y me gustó usarlo. Los cuentos están escritos en primera persona y la primera persona siempre permite esa confusión, que a mí me gusta. Tengo una anécdota divertida al respecto. En una lectura pública del primer cuento, al finalizar, una poeta se acercó a una amiga y le dijo, no sabía que el papá de Maga había dejado a la madre por una mujer más joven. Mi amiga se rio, porque mis padres murieron juntos. Ese es el placer que encontré desde chica en la literatura, un lugar donde mentir y confundir sobre la verdad. Sí es verdad que hay aspectos que son ciertos. Por ejemplo, en el tercer relato, no eché las cenizas de mi madre, que está en un cementerio, pero lo que sí es verdad es que la cuidé. Y ese cuento solo pude escribirlo porque lo había vivido, no sabía lo que era, hasta entonces, tocar el cuerpo de una madre, un cuerpo decrépito al que cuidar, tras haberme cuidado ella a mí. He podido escribir cuentos sobre la maternidad y no he tenido hijos, pero creo que, en ese cuento, el haber cuidado a mi madre al final, es un corazón de verdad y se nota. De todos modos, el tránsito entre la vida y la escritura me gusta, no me molesta. A veces hay una mirada despectiva en Argentina hacia la autoficción. A mí me encanta. De hecho, llevo una colección en la editorial que es de autoficción.

¿Qué puede suponer a partir de ahora el haber ganado un premio como el Ribera del Duero?

La argentina Magalí Etchebarne gana el Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve

La argentina Magalí Etchebarne gana el Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve

Todavía lo estoy descubriendo, es algo muy incipiente. Yo había publicado en 2017 un libro de cuentos que en Argentina tuvo una circulación modesta pero buena y acá salió en Las afueras, una editorial pequeña. Esto es la primera vez que puede circular algo más, con publicaciones en varios países de Latinoamérica. Todavía esto viendo de qué se trata esto de llegar a más lectores y da más vértigo. Un premio es una celebración de mucho tiempo de esfuerzo, pero ahora viene la verdad del libro y es incontrolable lo que pueda pasar.

Magalí Etchebarne estará durante un mes en España, presentando el libro en varias ciudades españolas. Firmará en la Feria del Libro de Madrid los días 1, 2, 8  y 9 de junio en la caseta de la editorial Páginas de Espuma.

* Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Cuestión de Tiempo(Menoscuarto).

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