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El "kit gay" y la "escuela sin partido" de Bolsonaro: los antecedentes del 'pin censor' que quiere imponer Vox

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El pin censor, lo que los grupos ultras —como Vox y Hazte Oír— bautizaron como "pin parental", está en el centro del debate político en España. Desde que el PP, Ciudadanos y Vox decidieron introducir dicha medida en la negociación de los Presupuestos en Murcia, la herramienta no ha dejado de acaparar titulares. Sindicatos, docentes, expertos y miembros del Gobierno han criticado ese veto parental, pero la derecha continúa defendiendo el mecanismo, que consiste básicamente en un formulario que permite a padres y madres censurar parte del contenido que reciben sus hijos en las aulas. El discurso de sus ideólogos, en cambio, pretende darle una función muy diferente. Según dijo este mismo lunes Santiago Abascal, el líder de Vox e impulsor de su implantación, el pin censor sirve para "defender" a los menores del "adoctrinamiento" en "juegos eróticos" que, según asegura su formación y grupos de extrema derecha como Hazte Oír, se produce en las escuelas. Una afirmación de la que no aportan pruebas. Y una estrategia que no es nueva. El presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, llegó incluso a denominar "kit gay" kit gaya un programa destinado a luchar contra la homofobia en las aulas. Y la "escuela sin partido" que intentó imponer allí la ultraderecha parece un claro antecedente del pin censor.

La Consejería de Educación de Murcia dictó en agosto una instrucción a todos los centros escolares requiriendo un consentimiento expreso a los padres y madres para autorizar la asistencia de sus hijos a las clases donde se imparten contenidos complementarios. No obstante, a la extrema derecha no le preocupan todos. La medida buscaba —y busca— el veto de todos aquellos que tengan que ver con la educación sexual, la igualdad de género, la diversidad o la lucha contra la violencia machista. Aquellos valores constitucionales, en definitiva, que contravienen los de la ultraderecha. La de cualquier país. También la de Brasil, que lleva demostrando su oposición a este tipo de contenidos alrededor de una década, tal y como recuerda Bruno Bimbi, periodista y autor del libro El fin del armario (Anaconda).

"Durante el Gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016), se aprobó una enmienda al presupuesto por el que se destinaron fondos para elaborar un programa para combatir la homofobia en las escuelas", explica a infoLibre Bimbi, quien lamenta que "en Brasil hay un problema muy serio con la violencia homófoba y el bullying". Cuando se dio luz verde al proyecto, no obstante, no se habló de los términos en los que se haría. Tan sólo de que se pondría en marcha. ¿Cómo? Como aconsejaran los especialistas, las ONG y la sociedad civil. 

Pero aunque ni siquiera se hubiera elaborado, "los pastores evangélicos, que contaban con 70 diputados", y otro parlamentario entonces poco conocido y tenido en cuenta llamado Jair Bolsonaro decidieron emprender una oposición frontal al proyecto. "Comenzaron una campaña feroz en el Congreso", recuerda. El mensaje era simple y lo difundieron a través de las redes sociales: el Gobierno ha elaborado un plan para enseñar a los niños a ser homosexuales. Con el tiempo fue calando y, al final, Bolsonaro se inventó un término que aunaba todas las críticas. Empezó a hablar, explica Bimbi, de "kit gay"kit gay. "Era fácil de memorizar, como ocurre con el 'pin parental", dice. 

Y ocurrió lo mismo que ha ocurrido en los últimos días en España. Todo el mundo empezó a hablar del "kit gay". Pero obviaban, destaca Bimbi, que hacía alusión a algo inexistente. Y lo era por mucho que la extrema derecha intentara llenar de contenido el concepto. Lo hicieron, por ejemplo, con una revista portuguesa de humor erótico o con un folleto que intentaba concienciar a las prostitutas sobre el VIH. "Decían que todo eso se entregaba en las escuelas y que también se enseñaba pornografía homosexual", dice Bimbi. 

Y a base de extender esa falsedad consiguieron el objetivo. "Rousseff hizo una declaración y aseguró que no se haría propaganda de la homosexualidad. Confirmó que lo que no existía, existía", lamenta el periodista. 

El 'kit gay' como allanador del camino hacia la "escuela sin partido"kit gay'

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

En ese momento, aunque había sido uno de los protagonistas de la oposición frontal, Bolsonaro seguía siendo un diputado sin peso político, tal y como explica Bimbi. Fundamentalmente, su discurso se basaba en la defensa de los militares. Él había sido uno de ellos. Sin embargo, el episodio del "kit gay" le enseñó que era "más rentable" ser "el diputado en contra de los homosexuales", explica Bimbi. Así que convirtió su eje político en un discurso meramente homófobo

Y se extendió al resto de políticos de extrema derecha, hasta que se puso en marcha el proyecto "escuela sin partido". "Era idea de los grupos de ultraderecha, del partido de Bolsonaro y de los evangélicos", dice Bimbi. "Lo presentaron primero a nivel local", añade. Algo parecido a lo que ha hecho Vox con el "pin parental", que ha impulsado por ahora en las comunidades autónomas. ¿Qué pretendía? Prohibir que en las escuelas se hablara de género y se "adoctrinara ideológicamente" a los alumnos. "El adoctrinamiento era lo que a ellos les pareciera", critica Bimbi. Y lo hacían, otra vez, con un argumento muy simple: "En las escuelas se adoctrina para que sean comunistas, feministas y homosexuales", relata. 

La idea llegó a plantarse a nivel nacional. Pero nunca se aprobó. "Sabían que pasaría eso pero les servía para hacer propaganda", dice Bimbi. Y también para amedrentar a los profesores, atemorizados de decir cualquier cosa que pudiera ser malinterpretada. "Bolsonaro y sus hijos hacían vídeos para pedir a los alumnos que grabaran a sus profesores con el móvil" y crearon modelos de cartas para que los padres indicaran que sus hijos no iban a acudir a las clases en las que se hablara de esos contenidos. "Fue una especie de 'pin parental' informal", destaca Bimbi. 

La apropación de términos y el papel de los medios

Si hay algo que funcionó entonces en Brasil y que parece estar funcionando ahora en España y que tiene mucho que ver con el triunfo de estas ideas es, sin duda, el lenguaje. Tal y como explica Bimbi, los medios de comunicación tienen una labor fundamental a la hora de transmitir estos mensajes. Y apropiarse del lenguaje que emplea la ultraderecha no es buena idea. Por ejemplo, no conviene, dice, escribir un titular en el que aparezca el concepto "kit gay". Más que nada, añade, porque tal cosa nunca existió. Pero de esta manera se dio por válida. 

Y así "se pavimentó el camino que llevó a una campaña electoral plagada de mentiras en la que la homofobia tuvo un papel central" y de la que Bolsonaro salió elegido presidente. Y lo hizo a pesar de que en plena entrevista emitida en directo por la televisión en 2018 enseñó un libro asegurando que era el famoso "kit gay". Los periodistas, denuncia Bimbi, no le rebatieron. "Bolsonaro decía cualquier mentira sin pudor. Y el problema es usar las expresiones de la derecha y convalidarlas", destaca. 

La ultraderecha y el intento por poner coto a la educación

La polémica no es nueva. Y una vez más es algo que ocurre en España y fuera de ella. En noviembre del pasado año, la Plataforma por la Escuela Pública —que congrega a sindicatos y organizaciones de la comunidad educativa— ya advertía de la deriva que estaban imponiendo las entidades ultras en los colegios. En las comunidades donde Vox tiene influencia, como Andalucía y Murcia, la propuesta tiende a avanzar, siempre con la connivencia de partidos como PP y Ciudadanos, señaló la plataforma hace meses. En La Rioja, la asociación Abogados Cristianos ya se querelló contra un colegio por negarse presuntamente a recoger el veto parental e incluso amenazó con emprender medidas legales contra el consejero de Educación.

Y si retrocedemos más, veremos que la batalla comenzó a librarse hace tiempo. En septiembre, CCOO presentó una denuncia ante la Fiscalía General del Estado y otra ante la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia con el fin de evitar una situación de enfrentamiento en las aulas propiciada por Hazte Oír, a través de una campaña contra el "adoctrinamiento de género" que incluía la remisión de una misiva, un folleto y elpin censor. Esta plataforma, de hecho, ha batallado los contenidos sexuales o de género en otros países. 

CitizenGo, la plataforma internacional a la que pertenece la española Hazte Oír —a la que Interior retiró la declaración de utilidad pública el pasado mes de febrero—, ha publicado numerosas campañas en contra de ciertos contenidos complementarios en las escuelas. Lo hizo, por ejemplo, en julio de 2017, cuando inició una recogida de firmas en contra de la iniciativa puesta en marcha en Minnesota para educar a los niños en el respeto hacia las personas trans. Tal y como dijo la plataforma, un consejo asesor del Departamento de Educación del Estado aprobó un "kit" para decirles a los profesores "que deben preguntar a los niños cuáles son sus pronombres preferidos y permitir que los niños que dicen que son niñas usen el baño de niñas". "Forzar el transgenderismo en los niños es una forma de abuso infantil. ¡Los maestros deben proteger y cuidar a los niños, no empujarlos hacia un estilo de vida peligroso!", apuntó la organización. 

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Hicieron algo parecido un año después. Fue en Perú. El Ministerio de Educación del país quiso introducir el enfoque de género en el currículum escolar. Sin embargo, para CitizenGo se pretendía "usar el dinero de todos los peruanos para imprimir unos textos de 'educación' que citan como supuesta referencia 'científica' a entidades que no tienen nada de científicas y que en el ámbito de la moral y el derecho están totalmente cuestionadas". "¿Es de esa manera que pretenden educar a los futuros peruanos? Lo peor es que los pocos recursos del Estado son gastados en adoctrinamiento en lugar de construir escuelas decentes y acondicionadas para nuestros niños. Es un escándalo", manifestaron desde la plataforma. 

En Argentina ocurrió algo similar. Unicef quiso poner en marcha consultorías de "salud integral" en las escuelas secundarias para "garantizar el acceso a la salud de los y las adolescentes, facilitando la llegada al sistema y acercando los recursos hacia donde ellos están; y disminuir las posibilidades de abandono escolar debido a cuestiones de salud" como, por ejemplo, embarazos no deseados. Para CitizenGo, en cambio, se estaban distribuyendo anticonceptivos —"incluído el DIU, que puede ser abortivo"— y promoviendo el aborto. 

Y también pasó en Chile. El Ministerio de Educación elaboró un listado de libros que repartió a las escuelas infantiles. Y el contenido no gustó a la plataforma ultra. Concretamente, el de la obra Conociendo mi cuerpo y mis emociones. Educación sexual para padres e hijos. En el libro, criticó la plataforma, se enseñaba a los alumnos que "hay niños que se sienten niñas y niñas que se sienten niños" y que "además de los heterosexuales están los homosexuales, las lesbianas y los bisexuales". 

El pin censor, lo que los grupos ultras —como Vox y Hazte Oír— bautizaron como "pin parental", está en el centro del debate político en España. Desde que el PP, Ciudadanos y Vox decidieron introducir dicha medida en la negociación de los Presupuestos en Murcia, la herramienta no ha dejado de acaparar titulares. Sindicatos, docentes, expertos y miembros del Gobierno han criticado ese veto parental, pero la derecha continúa defendiendo el mecanismo, que consiste básicamente en un formulario que permite a padres y madres censurar parte del contenido que reciben sus hijos en las aulas. El discurso de sus ideólogos, en cambio, pretende darle una función muy diferente. Según dijo este mismo lunes Santiago Abascal, el líder de Vox e impulsor de su implantación, el pin censor sirve para "defender" a los menores del "adoctrinamiento" en "juegos eróticos" que, según asegura su formación y grupos de extrema derecha como Hazte Oír, se produce en las escuelas. Una afirmación de la que no aportan pruebas. Y una estrategia que no es nueva. El presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, llegó incluso a denominar "kit gay" kit gaya un programa destinado a luchar contra la homofobia en las aulas. Y la "escuela sin partido" que intentó imponer allí la ultraderecha parece un claro antecedente del pin censor.

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