El líder del PSOE navarro no dimite tras rendirse ante Ferraz

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Ferraz, Alfredo Pérez Rubalcaba, ganó su apuesta al Partido Socialista de Navarra (PSN). Logró que se plegara a sus deseos, que acatara su mandato y que renunciara a la moción de censura contra Yolanda Barcina. Impuso su criterio y frenó la rebelión interna, aunque el episodio no se saldará, a buen seguro, sin damnificados. El secretario general, Roberto Jiménez, salió de momento airoso de una difícil y larga reunión extraordinaria del Comité Regional: pese a las peticiones de algunos de sus compañeros y pese a haber sido desautorizado con rotundidad por Madrid, no presentó su dimisión. Jiménez, que había asegurado hace un mes "El PSOE en Navarra soy yo", se vio forzado a asumir que no, que quien mandaba era Rubalcaba. 

La presión de Ferraz surtió efectos. Anoche la Comisión Ejecutiva Federal (CEF) prohibió la operación contra la presidenta foral, con la excusa de que se había constatado la "imposibilidad" de desahuciarla sin los votos de Bildu. Madrid habló y Pamplona, al final, obedeció. El Comité Regional, pasadas las 22 horas, respaldó, por 80 votos a favor (60,61%), 7 en contra y 45 abstenciones, la resolución presentada por la ejecutiva regional, que en síntesis subraya que el PSN "es una federación del PSOE" y que como tal debe "acatar estatutariamente las decisiones del partido", aunque manifiesta su "disconformidad" con la postura adoptada por la CEF. Esta, por si quedaba alguna duda, se dio por satisfecha. Pasadas las 23 horas, emitió un comunicado en el que valoró "positivamente" la deciión del comité, volvió a calificar a Barcina de "única responsable" de la situación de bloqueo en Navarra y destacó la actitud "responsable" de los socialistas navarros. 

El resultado, que viene a zanjar tres semanas de intensa polémica pero que deja profundos costurones en el PSN, no se atisbaba tan nítido por la mañana. Distintos dirigentes reconocían, en privado y en público, que todo podía pasar, porque la federación estaba convencida de que no había más salida que la censura a Barcina. 

La argumentación de Moscoso

El malestar era bien palpable. Y la dirección federal era consciente. Por eso se afanó desde primera hora en impedir por todos los medios posibles la rebelión interna. Envió un correo electrónico y un burofax a los nueve parlamentarios del PSN y a la mesa del Comité Regional. Un escrito en el que plasmaba sus advertencias: que no procedía la presentación de ninguna iniciativa contra la presidenta foral ni apoyar las que puedan registrar otros grupos. Además, avisaba de que la ejecutiva regional no tenía autorización para negociar nada ya, que el comité no podía tomar una decisión contraria a la fijada por Madrid y que el grupo no podía avalar ni suscribir nada. 

El comité estaba convocado a las seis de la tarde en la sede regional del paseo de Sarasate de Pamplona. Pero una hora antes se reunió la ejecutiva, y ahí ya se evidenciaron las intenciones de dar marcha atrás. La dirección acordó acatar el veto de Ferraz, aunque dejándole claro su "disconformidad" con esa arriesgada apuesta. Jiménez hizo ver que no dimitiría. Y así fue.

Ante los miembros del máximo órgano, el secretario general defendió que había peleado hasta el final contra Ferraz, pero que no pudo ir más allá porque se topó con un muro de hormigón. Todo se había hecho de acuerdo con Madrid, incidió, y si hubiera pensado "que no había agua en la piscina", no se habría lanzado el órdago. Jiménez enfatizó su discrepancia radical con el parón impuesto por Rubalcaba. También intervino Juan Moscoso, diputado en el Congreso por Navarra y miembro de la CEF. Moscoso explicó que Madrid se volcó en la comisión de investigación abierta en el Parlamento foral desde el primer día, pero que al final tomó una decisión que había que acatar. El parlamentario reconoció que las cosas se ven de modo distinto en Euskadi y Navarra que en el resto de España, donde aterroriza la idea de una moción con la compañía de Bildu. 

Porcentaje clavado al del congreso

Tras Jiménez, se sucedió una treintena de intervenciones. De todo tipo, según distintas fuentes consultadas. Unos "pedían ir a las barricadas". O sea, formalizar la moción aun sin el plácet del PSOE. Otros, apoyaban la posición de la ejecutiva. Y un tercer grupo, el de los críticos que perdieron el último congreso regional, en 2012, presentó una resolución alternativa. En su texto, exigía la dimisión de Jiménez y de su ejecutiva por haber trasladado "unas expectativas incumplibles al resto de grupos", por convocar un cónclave interno para adoptar "decisiones de la máxima importancia" que no pueden ser tomadas sin Ferraz y por haber actuado de forma "caudillista y antidemocrática". Pero no reclamó la censura a Barcina. No obstante, la dirección no permitió el debate y votación de esa iniciativa con el argumento de que, al tratarse de un comité extraordinario, no se puede respaldar nada que no esté en el orden del día. Y nada, claro, contrario a lo dictado por Madrid. 

Según algunas fuentes, que este sector ni siquiera plantease la posibilidad de la moción contra Barcina y focalizase sus disparos en la dirección regional hizo que varios integrantes del comité se fueran antes de la votación –a mano alzada, por cierto– o se adhiriesen a las tesis del secretario general. Ello explica el 60,6% de apoyo, un porcentaje prácticamente calcado al del congreso de 2012 que reeligió a Jiménez como líder (60,57%) y en el que venció a Manuel Campillo. 

La resolución final aprobada contiene una parte expositiva en la que se reiteran argumentos ya esgrimidos: que la comisión de investigación dictaminó "con total claridad la existencia de prácticas corruptas en forma de intentos de injerencias y tratos de favor" del Gobierno navarro, que la comunidad está sumida en el "desgobierno", que es "impensable seguir 15 meses más así", que la "única salida es que los ciudadanos puedan expresarse en las urnas, convocando elecciones para el próximo 25 de mayo", que Barcina no se puede "parapetar" en "complots y que los socialistas "en ningún caso" tienen ningún pacto, ni lo han buscado, ni lo van a buscar con Bildu mientras no condene el terrorismo y exija a ETA que se disuelva. 

El acuerdo se concentra en cinco puntos. Uno, que el PSOE "hace suyas y ratifica todas y cada una de las conclusiones de la comisión de investigación" del Parlamento de Navarra, así como sus recomendaciones y las graves acusaciones que pesan contra Barcina y su vicepresidenta y consejera de Economía, Lourdes Goicoechea. Dos, exige a la presidenta foral su dimisión y la convocatoria de elecciones para el 25-M. Tres, subraya que el PSN es "una federación del PSOE y actuará como tal acatando estatutariamente las decisiones del partido, pero a su vez manifiesta su disconformidad con la decisión tomada por la Comisión Ejecutiva Federal de no presentar una moción de censura a los solos efectos de convocar" los comicios coincidiendo con las europeas. Cuatro, declara a Barcina como "sujeto político inhábil para cualquier tipo de interlocución". Y cinco, recalca su objetivo (y su compromiso): el cambio político en la comunidad "de carácter netamente progresista y alejado de extremismos que sólo buscan en la confrontación social el mero interés partidista y de poder". Jiménez, por último, para calmar a quienes habían pedido primarias, promete "proceder en el próximo otoño" a la elección de los candidatos por este procedimiento. 

Ferraz no reconsiderará nada

Entre el borrador de la ejecutiva y el texto final media un importante cambio. En el punto tercero, el PSN pedía a la CEF que "reconsidere su posición de cara a presentar una moción de censura". Ese pasaje fue mutilado por la presión, según deslizó un dirigente, de Moscoso. Ferraz niega que pidiera la eliminación de esa frase. "No, lo corrigieron ellos porque no íbamos a reconsiderar nada de nada", alegó un alto cargo de la estructura federal. El equipo de Rubalcaba atribuye su cerrazón no sólo a su convicción, sino a que "ninguna federación" veía la operación, por el riesgo de que el PP hiciera de ello una bandera en las europeas. No obstante, según fuentes oficiales, se prevé que mañana Jiménez se desplace a Madrid. 

Mientras se desarrollaba la reunión, centenares de personas convocadas por el sindicato abertzale LAB se fueron concentrando en el paseo de Sarasate para protestar por el frenazo de Ferraz con pancartas, cacerolas y silbatos. Los congregados, informa Europa Press, corearon gritos como "¡Sinvergüenzas!" y "¡Que se vayan!", y portaron carteles con los lemas "Elecciones", "Cambio" y "Poltronera", referida a Barcina. En algunos aparecía la imagen de Jiménez y su frase "El PSOE en Navarra soy yo", la que pronunció al poco de que la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, desautorizase la moción.  

Acabado el comité, Jiménez aseguró a los periodistas que no maneja dimitir. Que no pasa por su cabeza. No está "de acuerdo" con el veto de Ferraz, pero el PSN es "un partido federal" y los socialistas navarros son "leales", informa EP. 

Las heridas del 'marzazo'

Aún es pronto para saber las consecuencias de este doloroso y tenso cónclave del PSN, aunque no fuera tan bronco como se olían algunos. "La situación para nosotros es muy endemoniada. Aguantar que nos griten '¡sinvergüenzas!' o '¡traidores!' no es fácil", indicaba un diputado. "Internamente nos hemos quedado muy tocados. Roberto se queda en una situación muy insostenible, por mucho que no haya querido dimitir. Gente que le apoyó en el congreso no le volverá a apoyar. Ahora todo lo que ofrece es la Conferencia Política y primarias. Madrid se lo cepillará en cuanto pueda, porque tampoco es de los suyos [Jiménez respalcó a Carme Chacón frente a Rubalcaba hace dos años]", reflexionaba un miembro de la dirección. Un juicio en la línea de este otro, también de otro responsable: "Su posición es delicada, la de todos los militantes. Esto no termina aquí". 

Los socialistas navarros intentan convencer a Ferraz de que dé el visto bueno a la moción a Barcina

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Aún habrá más capítulos de un episodio rocambolesco que ya ha sido bautizado: el marzazo. En su ADN está el mismo gen que en el agostazo de 2007, cuando Ferraz frenó el acuerdo de gobierno con IU y Nafarroa Bai. O que en aquel lejano 1996, cuando montó una gestora tras el estallido del caso Otano. En los tres momentos, Madrid habló y paró, dejando sin abrigo al PSN. 

Ferraz, Alfredo Pérez Rubalcaba, ganó su apuesta al Partido Socialista de Navarra (PSN). Logró que se plegara a sus deseos, que acatara su mandato y que renunciara a la moción de censura contra Yolanda Barcina. Impuso su criterio y frenó la rebelión interna, aunque el episodio no se saldará, a buen seguro, sin damnificados. El secretario general, Roberto Jiménez, salió de momento airoso de una difícil y larga reunión extraordinaria del Comité Regional: pese a las peticiones de algunos de sus compañeros y pese a haber sido desautorizado con rotundidad por Madrid, no presentó su dimisión. Jiménez, que había asegurado hace un mes "El PSOE en Navarra soy yo", se vio forzado a asumir que no, que quien mandaba era Rubalcaba. 

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