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La moción de Vox y la apuesta de Cs por el diálogo torpedean la estrategia de Casado para reunificar el centroderecha

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El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, acumula cinco derrotas electorales desde que sustituyó a Mariano Rajoy al frente de los conservadores: dos generales, unas europeas, unas municipales y unas autonómicas. En su análisis, eso no es mérito del PSOE de Pedro Sánchez, al que siempre retrata como el presidente con menos apoyo parlamentario en cuatro décadas de historia democrática española. Es culpa de la división del espacio del centro derecha, consecuencia a su vez del auge de Ciudadanos y de Vox. Y se aferra a la aritmética del sistema electoral para justificar lo ocurrido sin explicar por qué los votantes a la derecha del PSOE han empezado a confiar más en el liberalnacionalismo de los naranjas y en las posiciones extremas de la ultraderecha emergente que en los valores y la experiencia del Partido Popular.

Reunificar el centroderecha bajo la bandera del PP es, desde que comenzó la legislatura, el principal objetivo de Casado.objetivo Quiere trabajar desde ya para que los tres partidos se pongan de acuerdo en presentar candidaturas conjuntas en las circunscripciones en las que la división favorece objetivamente a las candidaturas de izquierdas y confía en mantener el liderazgo del espacio político para, si consiguen sumar suficientes escaños, convertirse en presidente con el apoyo de Vox y de Ciudadanos.

Claro que el sueño, en realidad, es volver a la situación anterior a la llegada de Cs a la política nacional y que el PP sea la única voz del centroderecha en el Congreso. Ese objetivo está aún muy lejos de hacerse realidad.

El líder de los conservadores está convencido de que en todo esto Sánchez no es inocente. Cree que el presidente trata de dar alas a Ciudadanos para que se recupere del hundimiento electoral de 2019 al tiempo que alimenta la idea de que Vox está marcando el rumbo del PP para así ningunear a Casado y desdibujar su figura como jefe de la oposición. Según él, el verdadero motivo por el que Sánchez decidió exhumar los restos del dictador Francisco Franco de Cuelgamuros fue alimentar la reacción de Vox. Y eso fue precisamente lo que ocurrió, asegura: el crecimiento del PP en las encuestas se detuvo en cuanto el Gobierno puso en marcha la operación.

Casado sabe cuál es su misión. Y si se le olvida, siempre está José María Aznar para recordárselo. recordárseloEl máximo referente de la fundación FAES sigue sin mostrar con él el entusiasmo que sí prodiga hacia figuras del partido como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Hace algunos días evitó confirmar que Casado sea el líder que el Partido Popular necesita. “Es el líder que tiene el PP en este momento; el líder elegido por el PP en este momento”, respondió cuando fue preguntado por esta cuestión. Va a necesitar “ayuda, respaldo, comprensión y también acierto” para conseguir lo que hace falta: la reunificación del centroderecha. “El Partido Popular tiene la responsabilidad de configurar una alternativa desde una posición muy difícil”. Y aunque él pudo “cometer errores”, concedió, su “legado fue el de un centroderecha totalmente unido”. En cambio ahora lo que hay "es un espacio dividido, fragmentado y a veces en confrontación. Eso favorece poco la expansión de la alternativa política en España”, lamentó, en un momento de especial gravedad que definió como un “estado de regresión”.

La posición central del PP en el espacio de centro derecha limita sus movimientos. De un lado, Casado depende de Ciudadanos para seguir gobernando en Castilla y León, en la Región de Murcia y sobre todo en la Comunidad de Madrid. Y eso le obliga a evitar cuidadosamente las críticas a los naranjas, incluso cuando se convierten ostensiblemente, como sucedió en las prórrogas del estado de alarma, en el salvavidas del Gobierno de coalición y dinamitan con su voto la propia estrategia del PP.

Ese mismo objetivo de liderar la reunificación del centro derecha bajo el paraguas del PP es también lo que lleva a Casado y a su equipo a evitar el enfrentamiento directo con Vox. En el discurso del líder conservador y de los suyos nunca hay críticas a la extrema derecha, ni siquiera para devolver los golpes que, sobre todo ahora, con ocasión de la moción de censura, arrecian desde los escaños ultras. La dirección del PP critica la inoportunidad de la moción y su inutilidad, pero eso es todo. Ni una palabra por encima de la otra.

Arrimadas y Abascal salen ganando

Esa situación, paradójicamente, facilita a los de Inés Arrimadas y a los de Santiago Abascal arremeter con dureza contra el PP sin temor a una respuesta a la misma altura como sucede estos días cuando Cs y Vox critican que los conservadores durante años hayan pactado con el PSOE la renovación de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, tal y como establece la ley reguladora de este órgano. Y de paso permite a Arrimadas construir su imagen como líder capaz de llegar a acuerdos a derecha e izquierda y a Abascal como el verdadero líder de la derecha en España.

Vox, mientras, alimenta cualquier cosa que debilite a Casado. Como el liderazgo emergente de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, a la que jalean cada vez que desafía a Pedro Sánchez y que con su actitud de confrontación atrae como un imán a la derecha dura del PP. Y es precisamente en esa estrategia donde se sitúa la moción de censura que los ultras han presentado contra Pedro Sánchez, concebida para debilitar aún más la posición de Casado como líder opositor.

La iniciativa de Abascal ha descolocado al líder del PP. Hasta el punto de que a día de hoy la suya es la única fuerza política que sigue sin aclarar qué piensa votar el próximo jueves cuando el Congreso someta a votación la censura presentada contra Sánchez. Las preguntas de los periodistas, a diario, en cada rueda de prensa o entrevista con dirigentes del PP, para que aclaren qué van a votar han resultado inútiles. El secretario general del partido, Teodoro García Egea, evitó hace pocos días hasta cinco preguntas en la misma rueda de prensa, en la que además ni siquiera quiso aclarar por qué no hacen público si se van a abstener o a votar en contra.

Prueba del desconcierto en el que viven los conservadores es que en las últimas semanas hasta tres dirigentes o exdirigentes muy relevantes para el PP y sus votantes han defendido votar que sí, votar que no o abstenerse.

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José María Aznar cree que el PP debe oponerse. La iniciativa es “inoportuna”, declaró en una entrevista, y sólo va a servir para “consolidar” tanto al Gobierno como la "fragmentación" del espacio de centroderecha. Cayetana Álvarez de Toledo, exportavoz parlamentaria, opina que lo más “razonable” sería abstenerse. El PP no puede “apoyar al presidente” con un no pero tampoco prestar su apoyo “al candidato Santiago Abascal” como jefe del Ejecutivo. Y Esperanza Aguirre, la exlíder del PP madrileño, completó el círculo al pedir votar ‘sí’: “Censura. Por supuesto, absoluta y totalmente”, declaró en una entrevista en televisión. Es la única fórmula posible para mostrar el rechazo hacia Sánchez, defendió.

En este contexto, dar pasos hacia la unidad del centroderecha se ha vuelto complicado. El experimento España Suma, que ni siquiera consiguió poner en marcha en Galicia —el barón gallego, Alberto Núñez Feijóo, se negó en redondo a poner sus expectativas electorales al servicio de la estrategia de Casado—, fracasó en el País Vasco, donde el PP no sólo regaló un escaño a los naranjas, cuya expectativa de voto en solitario era muy baja, sino que acabó viendo reducida su propia representación de nueve a sólo cinco escaños, ya muy cerca de la irrelevancia en el Parlamento de Vitoria.

Euskadi no es, con todo, el único lugar en el que el PP tiene problemas para construir alternativas. En Navarra optó por coligarse con UPN y Cs en una alianza insuficiente para gobernar y que les ha desplazado a la oposición. Y en Cataluña tampoco parece sencillo repetir la experiencia de España Suma, que Cs insiste en extender al PSC y en donde los naranjas, claramente a la baja en las encuestas, serían quienes tendrían que ceder escaños a los conservadores.

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, acumula cinco derrotas electorales desde que sustituyó a Mariano Rajoy al frente de los conservadores: dos generales, unas europeas, unas municipales y unas autonómicas. En su análisis, eso no es mérito del PSOE de Pedro Sánchez, al que siempre retrata como el presidente con menos apoyo parlamentario en cuatro décadas de historia democrática española. Es culpa de la división del espacio del centro derecha, consecuencia a su vez del auge de Ciudadanos y de Vox. Y se aferra a la aritmética del sistema electoral para justificar lo ocurrido sin explicar por qué los votantes a la derecha del PSOE han empezado a confiar más en el liberalnacionalismo de los naranjas y en las posiciones extremas de la ultraderecha emergente que en los valores y la experiencia del Partido Popular.

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