Modos democráticos, por favor

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José Antonio Pérez Tapias

Mi primera reflexión cuando me llegó la noticia de la destitución de Antonio Miguel Carmona como portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid fue que estábamos ante otro caso en el que se confunden los ámbitos del partido y de las instituciones, lo cual va contra la democracia de las instituciones y contra la democracia en el partido. Proceder así en relación a quien ha sido candidato a la alcaldía, con poco más de un mes al frente del grupo municipal socialista, siendo esa, según se presenta públicamente, la primera decisión de la nueva secretaria general del PSOE de Madrid, aparece como un trasladar al campo del ayuntamiento como institución un cese que se debe a motivos relacionados con la vida interna del partido, y no con la gestión en la oposición municipal.

El tema trasciende lo que sería asunto que atañera sólo a la militancia socialista madrileña o a la ciudadanía de la Villa y Corte. Así es por el mismo el relieve mediático de la cuestión, dada su relevancia política, puesto que hablamos de la capital de España, por una parte; y, por otra, así es también por una decisión que se debe a la secretaria general, con su ejecutiva recién estrenada, pero a la que no es ajena la dirección federal del Partido Socialista.

A una interpretación de los hechos como la que adelanto se le opone otra, oficial, que insiste en que este asunto no tiene nada que ver con algo parecido a un "ajuste de cuentas". El concejal Carmona apoyó al exsecretario del PSM, Tomás Gómez, y al parecer ha hecho campaña a favor de Juan Segovia, candidato que compitió con Sara Hernández, la mencionada secretaria general del PSOE de Madrid. Se hace hincapié, como es de esperar, en que la decisión responde únicamente a las competencias que los estatutos del partido confieren a la ejecutiva respecto a líneas de actuación en las instituciones y a propuesta de portavoces en las mismas. Ocurre, sin embargo, que una decisión que puede reivindicar para sí esa legitimidad no queda bien parada por los modos en que se fragua, se comunica y se aplica. Como en el caso de la que se tomó en su día para el fulminante cese de Tomás Gómez, los modos adolecen de talante democrático o, lo que es lo mismo, presentan un preocupante cariz autoritario. Las mejores leyes o normas, en la escala que sea, pueden verse distorsionadas o incluso pervertidas si se aplican con un "espíritu" ajeno al que inspiró su gestación y debía orientar su interpretación.

Una de las características del proceder autoritario, aparte de promoverse desde planteamientos tendentes a recabar sumisión, es presentar sus motivos como afirmaciones indiscutibles. En el caso que nos ocupa, tal es la declaración acerca de unos malos resultados electorales que se ponen en la cuenta de quien fuera candidato a la alcaldía y luego efímero portavoz. Los resultados son de todos conocidos, pero no eran menos esperados. Es decir, el candidato Carmona aguantó el tirón en unas circunstancias adversas para el Partido Socialista de Madrid y, aparte las mayores o menores simpatías que suscitara, es lo cierto que si los votos obtenidos se juzgan escasos más tiene que ver eso con el partido en general que con el candidato en particular. Es injusto convertir a Carmona en pagano del "efecto Carmena". Como bien se ha dicho desde diversos puntos de vista, si ese criterio cuantitativo se hubiera aplicado de manera generalizada en el PSOE, muchos de los que ahora mismo están al frente de ayuntamientos o de comunidades autónomas, gracias a pactos de investidura, obviamente postelectorales, no podrían estar. Es decir, el argumento es falaz.

Como en un contexto que el mismo texto de la destitución contribuye a reconfigurar se generan todo tipo de hipótesis explicativas, no es de menor importancia la que pone la destitución del hasta ahora portavoz en el Ayuntamiento de la capital del Reino en relación con un posible cambio de estrategia en el Consistorio. El concejal Carmona, actuando con lealtad respecto a la dirección socialista, ha sido activo protagonista del pacto para que la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, del grupo Ahora Madrid, en el que se inserta Podemos, desempeñe esa máxima responsabilidad al frente de la ciudad. Cómo pueda ir ese pacto en su proyección de futuro es algo que se ve sometido a interrogantes con la destitución de quien por parte socialista estuvo al frente de la negociación para el mismo. Por lo demás es de agradecer la digna respuesta del concejal rechazando la salida en falso que se le presentaba ofreciéndole un escaño en el Senado. No es manera ni de tratar al concejal ni de considerar a la cámara alta.

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Así pues, por su contenido y por sus formas, la decisión que comentamos –presentada en un periódico con pretendido alcance global como continuación del "golpe de mano" que se inició con la manera en que se apeó de su cargo a quien era secretario general del socialismo de Madrid– es una decisión que ni fortalece el partido, ni cohesiona a su militancia. La ciudadanía, cuando menos, observa perpleja unos movimientos en clave de internas correlaciones de fuerza que nada tienen que ver con los modos y modales democráticos exigibles a una formación política que se llama socialista y que pretende ser, por su proyecto y sus formas de actuar, alternativa a la derecha, ocupando el lugar que le corresponde en la izquierda.

Si en comunicación cabe rendir continuo homenaje a McLuhan reconociendo que el medio es parte fundamental del mensaje, el correlato en política es que las formas son parte fundamental del contenido. En democracia no cabe dualismo alguno entre una cosa y otra. Y si socialismo es, entre otras cosas, más democracia, va siendo hora de tomar radicalmente en serio la democracia interna. Y de dejar atrás tanto recurrir a métodos expeditivos que no solucionan lo que aparentemente pretenden solucionar, tanto resolver mediante gestoras de difícil justificación que dejan mucho que desear en su recorrido, y tanto acabar muchas veces en expedientes sancionadores para afrontar lo que tendría que abordarse mediante diálogo leal. Permítanme que brinde por esa fraternidad republicana que debe ser el humus de la relación entre socialistas.

Mi primera reflexión cuando me llegó la noticia de la destitución de Antonio Miguel Carmona como portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid fue que estábamos ante otro caso en el que se confunden los ámbitos del partido y de las instituciones, lo cual va contra la democracia de las instituciones y contra la democracia en el partido. Proceder así en relación a quien ha sido candidato a la alcaldía, con poco más de un mes al frente del grupo municipal socialista, siendo esa, según se presenta públicamente, la primera decisión de la nueva secretaria general del PSOE de Madrid, aparece como un trasladar al campo del ayuntamiento como institución un cese que se debe a motivos relacionados con la vida interna del partido, y no con la gestión en la oposición municipal.

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