“Los partidos mienten cuando prometen invertir en Ciencia”

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“Somos una plaga”, dice María Cerezo para referirse a los cientos de científicos españoles repartidos por los centros de investigación y universidades del mundo. Bióloga y doctora en genética por la Universidad de Santiago de Compostela, esta burgalesa de 35 años forma parte de un colectivo profesional que se ha visto forzado a emigrar para posibilitar la continuidad de una carrera que iniciaron en España. Eligió primero el Instituto Sanger de Cambridge, una de las instituciones más destacadas en la investigación genómica y genética del mundo, para finalmente terminar ocupando un puesto en el también prestigioso Instituto de Bioinformática Europeo. Sin embargo, su experiencia en estos dos célebres centros de la Ciencia, no le garantizan el retorno a España, el país de la Unión Europea que más recortes ha aplicado en I+D+i desde que comenzara la crisis.

“¿Sigo con mi carrera investigadora o la abandono?”, es una duda que asalta a María en ocasiones tras tres años fuera de España. Una pregunta que, asegura, es habitual en una profesión exigente que no siempre ofrece resultados. Pero sobre todo, una cuestión que, se hace cada vez más persistente en un contexto de recortes y precariedad que empuja a cientos de investigadores lejos de sus hogares. “Esto es algo que nos planteamos todos, porque es muy difícil. Puedes lograrlo, pero a base de quedarte en el extranjero. Conozco mucha gente que piensa en dejarlo todo porque echa de menos España, la familia, los amigos…”, explica esta doctora en genética que denuncia el “desmantelamiento” de los “pocos recursos” que España destinaba a la Ciencia.

María reflexiona sobre una realidad respaldada por los datos, que reseñan una reducción del 25% de la inversión en I+D+i desde el año 2011 y que ha supuesto una significativa merma en el estratégico sector de la investigación. Un hachazo que, no solo ha asfixiado las expectativas de todo un colectivo profesional condenado ahora al exilio, sino que, ha colocado a España en una acentuada situación de desventaja en esta materia con respecto a los países de la OCDE. Una brecha difícilmente remontable que exige un compromiso político real que, según María, sigue sin hacerse visible. “A todos los partidos se les llena la boca con la I+D+i cuando están en campaña. Aseguran que apostarán por la investigación, que nos sacarán del fango y que acabarán con el ladrillo. Mentira. Los políticos quieren resultados. Y la inversión en Ciencia no ofrece resultados en una legislatura. Tarda mucho más”, protesta.

Pero, a pesar de su hartazgo con unas promesas que partidos de “uno y otro color” han repetido campaña tras campaña, María no ha dejado de implicarse en los actos reivindicativos que ha protagonizado su colectivo profesional desde el otro lado de la frontera española. Ha participado en protestas promovidas por el movimiento “Sin ciencia no hay futuro”, y ha posado con el cartel que reza “Yo también soy una leyenda urbana” en respuesta a las polémicas declaraciones del presidente del CSIC Emilio Lora-Tamayo, en las que aseguraba que referirse a la “fuga de cerebros” era exagerado. A kilómetros de distancia, esta investigadora no puede dejar de ocultar su indignación por la actitud que muestran señalados representantes políticos e instituciones públicas ante el fenómeno migratorio de los últimos años. “Es muy dañino cuando desde la Secretaría de Inmigración y Emigración se dice que los jóvenes españoles se marchan al extranjero impulsados por su ‘espíritu aventurero’”, denuncia.

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Cualquiera que se dedique a la investigación, tiene anotado en la agenda salir al extranjero”, aclara María, sin embargo, lamenta que este requisito formativo se haya convertido en una excusa para forzar la marcha de toda una generación de científicos golpeada por el desempleo y la precariedad. “Conozco gente que ha estado en el extranjero, se ha desarrollado profesionalmente, ha hecho muy buen currículum, ha regresado a España con la prestigiosa beca de retorno Ramón y Cajal y al final han tenido que volverse a marchar”, asevera en clara referencia a los deficientes planes de retorno que España ha aplicado en los últimos años.

María protesta, no solo por la precariedad a la que están sometidos los investigadores en España, sino por la falta de relevancia social que han padecido siempre. “En España dices que eres doctor y se piensan que eres médico”, ironiza. “Falta conectar”, afirma, con una ciudadanía capaz de salir a la calle en defensa de otras materias sensibles como la Sanidad y la Educación, pero a la que sin embargo, todavía le cuesta sintonizar con una labor como la de la Ciencia. “Las consecuencias de los recortes en Sanidad y Educación son inmediatas. Lo puedes ver en tus hijos: en los comedores de los colegios, en la reducción de actividades extraescolares…, pero en Ciencia todo es más lento”.

Esta científica burgalesa disfruta ahora de una posición laboral que para muchos de sus colegas de promoción sería inasequible en España. Sin embargo, la estabilidad y el reconocimiento social y salarial que ha encontrado en Cambridge le ha supuesto el mismo coste que a cualquier emigrante: el de vivir alejada de los suyos.

“Somos una plaga”, dice María Cerezo para referirse a los cientos de científicos españoles repartidos por los centros de investigación y universidades del mundo. Bióloga y doctora en genética por la Universidad de Santiago de Compostela, esta burgalesa de 35 años forma parte de un colectivo profesional que se ha visto forzado a emigrar para posibilitar la continuidad de una carrera que iniciaron en España. Eligió primero el Instituto Sanger de Cambridge, una de las instituciones más destacadas en la investigación genómica y genética del mundo, para finalmente terminar ocupando un puesto en el también prestigioso Instituto de Bioinformática Europeo. Sin embargo, su experiencia en estos dos célebres centros de la Ciencia, no le garantizan el retorno a España, el país de la Unión Europea que más recortes ha aplicado en I+D+i desde que comenzara la crisis.

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