En el mundo de Pablo Casado el PP ya ha ganado las elecciones, gobierna España en solitario, lidera una coalición anticomunista en América Latina y es el mejor amigo de los Estados Unidos de Joe Biden. El líder del PP se esfuerza en transmitir allí donde va, y donde está ahora es recorriendo las capitales del cono sur americano, que su victoria electoral está hecha, por más que aún falten dos años para las elecciones generales y que las encuestas que hasta ahora le habían acompañado gracias al viento de cola de Isabel Díaz Ayuso hayan empezado a abandonarle.
En una entrevista publicada por el diario argentino La Nación, Casado confesó sus limitadas expectativas. Sigue diciendo que va a ganar las elecciones de 2023, aunque no con el apoyo que necesita para formar el gobierno que le gustaría. Por eso, aseguró, está dispuesto a “hacer como hizo Mariano Rajoy en el año 2016, en el que ofreció una gran coalición al Partido Socialista”. El líder del PP está pensando en un PSOE sin Pedro Sánchez, al que espera ver fuera de Congreso si pierde las elecciones. Un PSOE como a él le gusta y recuerda siempre que tiene ocasión: el PSOE de Nicolás Redondo o el de Javier Fernández, el expresidente asturiano que ordenó a los diputados socialistas permitir la investidura de Rajoy.
En la práctica, la idea de Casado significa recuperar la tesis del supuesto derecho a gobernar del partido más votado. Es un argumento que el PP defendió durante años para condenar las coaliciones que en el pasado le privaron de gobiernos en Comunidades Autónomas y ayuntamientos en toda España —las llamaban “coaliciones de perdedores”— pero que el propio Casado enterró en 2018 para hacerse con la Junta de Andalucía y en 2019 con los gobiernos de Madrid, Castilla y León y Murcia y con municipios como el Ayuntamiento de Madrid. En todos estos casos el PP alcanzó el poder en alianzas con otros partidos a pesar de no haber sido la fuerza más votada.
Ahora que el PP cree que va a ser el partido más votado en 2023, Casado vuelve a la tesis anterior a 2018 y reclama no sólo ese derecho a gobernar en solitario sino la obligación de otros partidos —PSOE y Vox— de facilitar su investidura.
El líder de la oposición lleva jugando con esta idea desde el mes de septiembre. Entonces dijo: “Apelaremos a una mayoría suficiente que no dependa de otras formaciones políticas. Y cada uno se tendrá que retratar”. Ahora ha añadido la posibilidad de una “gran coalición” semejante a la que gobernó Alemania en los últimos años.
A juzgar por sus declaraciones, en estos momentos a Casado le sirve, si él es presidente, un modelo que rechazó expresamente al comienzo de la legislatura porque significaba poner a Sánchez al frente del Ejecutivo. Tal era su rechazo de esa fórmula que se convirtió en el detonante de la destitución de su portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, principal valedora en el seno del PP de un entendimiento entre los dos principales partidos para cerrar el paso a la influencia de los independentistas.
El propio Casado no sólo se había declarado reiteradamente en contra de una gran coalición con el PSOE sino que siempre había defendido su decisión de no facilitar la elección de Sánchez, justo lo contrario de lo que hizo el PSOE con Rajoy en 2016. “El PP no puede facilitar la investidura al candidato del partido que ha protagonizado el escándalo mayor de corrupción de la historia de España”, declaró en noviembre de 2019. Una decisión de la que lleva tiempo sacando pecho porque, asegura, el tiempo le ha dado la razón. Y que según él le aconsejaron líderes como el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. El PSOE ha pactado con “comunistas”, “separatistas” y “filoterroristas”, sostiene para justificar su criterio.
En realidad Casado recupera la idea de una “gran coalición” sin saber siquiera si el PP va a ser el partido más votado. Todos las encuestas, según los expertos del sector y fuentes del Ejecutivo consultadas por infoLibre, señalan que a dos años de las elecciones lo que hay es un empate técnico entre PSOE y PP. Y que a pesar de la fortaleza que aparentemente tiene Vox, los números no dan para que gobierne la derecha.
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Eso sin contar con que ninguna encuesta está en condiciones de medir el impacto que tendrán en 2023 las candidaturas de la España vaciada. Ni cuántos escaños están en condiciones de obtener —algunos cálculos hablan de entre seis y siete— ni mucho menos a qué partido de los tradicionales puede perjudicar más. Algunos analistas creen que uno de los que más se puede beneficiar de ese terremoto político en la España vaciada es Vox, al que no falta quien atribuye cierta capacidad de enganche en áreas históricamente abandonadas por los partidos tradicionales que son sensibles además a algunos mensajes de la formación ultra, como la defensa de la caza.
Casado no aclaró cómo piensa gobernar con el PSOE cuando ambos partidos, más allá de Sánchez, mantienen posiciones antagónicas en asuntos clave como el mercado laboral, la política económica o la reforma fiscal. Y trata de mantener abierto, al mismo tiempo, si los números son suficientes, su objetivo de gobernar en solitario con el apoyo de Vox.
Pero los ultras no han tardado en aprovechar el regreso de la idea de la “gran coalición” para señalar a Casado. “Por fin Pablo Casado se quita la careta”, escribió su líder, Santiago Abascal, en Twitter. “Está dispuesto a gobernar con los socialistas que han traicionado a España pero nunca con Vox. Es la prueba del tipo de gobierno y de leyes que quiere para España”.
En el mundo de Pablo Casado el PP ya ha ganado las elecciones, gobierna España en solitario, lidera una coalición anticomunista en América Latina y es el mejor amigo de los Estados Unidos de Joe Biden. El líder del PP se esfuerza en transmitir allí donde va, y donde está ahora es recorriendo las capitales del cono sur americano, que su victoria electoral está hecha, por más que aún falten dos años para las elecciones generales y que las encuestas que hasta ahora le habían acompañado gracias al viento de cola de Isabel Díaz Ayuso hayan empezado a abandonarle.