He aquí un papa que mantiene una reunión a dos, propia de jefes de gobierno o de Estado, con Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo con carné del PCE. Uno y otra, todo sonrisas. Un papa leído y subrayado con interés por Alberto Garzón, que exalta la "lúcida reflexión" de su encíclica Fratelli Tutti. A priori, no parece lo más lógico. Hablamos de dos representantes de un espacio político, Unidas Podemos, en el que un 4,4% se declara católico practicante y un 16,2% católico no practicante, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Al mismo tiempo, he aquí un "papa antiespañol", según el director del periódico católico La Razón, Francisco Marhuenda. Un papa contra el que se han mostrado críticos y hasta desdeñosos representantes del PP –con un 39,9% de católicos practicantes y un 44,6% de no practicantes– y sobre todo de Vox –con un 28,1% y 53,8%–.
¿Qué está pasando? Se puede entender que la izquierda quiera ensancharse con gestos de complicidad con el papa, pero, ¿qué hace la derecha?
En la respuesta, que integra elementos históricos, sociales y políticos, destaca la penetración del pujante discurso de la extrema derecha a nivel europeo. Como explica el politólogo Pablo Simón, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y editor de Politikon, las críticas al papa desde la trinchera conservadora están "directamente relacionadas con la oposición a Francisco de la derecha radical y extrema derecha" en todo el continente. Un rechazo observable en la mismísima Italia, donde La Lega y Fratelli d'Italia mantienen un discurso de inusitada beligerancia contra el papa, recalca Simón.
Los motivos de la escalada derechista contra el pontífice son dos, añade. El primero es su intento de "volver a alinear" a la institución con la "doctrina social de la Iglesia", lo cual implica una crítica al neoliberalismo. El segundo es su posición acogedora con la inmigración, que "colisiona frontalmente" con el discurso nacionalista que alerta del "fin de la herencia católica europea" por culpa del multiculturalismo. A juicio de Simón, el partido que lidera el choque con Francisco es Vox, si bien sectores del PP "se dejan arrastrar".
De Pablo VI a Francisco
Francisco es el papa que afirma que “el mercado solo no resuelve todo", critica el "dogma de fe neoliberal” y habla en el campo de refugiados del "naufragio de la civilización". Así que pronunciarse sobre el papa es hacerlo también sobre economía y fronteras, sobre neoliberalismo e inmigración. ¿Y eso –la política– es más importante que la religión para la derecha? Sí lo es, analiza Ángel Luis López Villaverde, autor de El poder de la Iglesia en la España contemporánea, que ha estudiado siglos de relaciones entre el poder civil y el religioso.
Estos días el historiador experimenta una suerte de déjà vu, que lo lleva a los años 60 y 70. “Sofía Loren sí; Montini no”, gritaban en Madrid los falangistas contra Pablo VI en 1963, mientras el diario Pueblo sacaba un artículo titulado elocuentemente Tontini. Un año después, Chicho Sánchez Ferlosio cantaba: "Las encíclicas de ahora / son encíclicas curiosas / vienen dando al comunismo / la razón en muchas cosas". La tensiones con el aperturista Pablo VI llevaron al régimen franquista a prohibirle incluso viajar a Santiago de Compostela, como narró el periodista Juan G. Bedoya en un artículo en El País titulado El pontífice que enfureció a Franco. Más tarde, en la Transición, hizo fama aquella expresión de "Tarancón, al paredón", con la que el búnker expresaba su cariño al presidente de la Conferencia Episcopal.
El catolicismo derechista, especialmente en sus vertientes más duras, ha antepuesto históricamente lo ideológico a lo puramente espiritual, reseña López Villaverde. "En los 70 ya hubo un anticlericalismo de derechas. Ha ocurrido muchas veces y vuelve a pasar ahora, con un papa con unas posiciones sociales muy vinculadas a sus raíces latinoamericanas que aquí son poco comprendidas", afirma. Y cita a Fernando de los Ríos: "Pobre catolicismo español, que no ha llegado nunca a ser cristiano".
Hitos de un desencuentro
Han sido varios los hitos que han elevado la temperatura de la crítica derechista. Al ser preguntado sobre la propuesta de Francisco de un "salario universal", el presidente de Vox, Santiago Abascal, desdeñó la idea del "ciudadano Bergoglio", dando a entender que no lo reconocía como papa. También en Vox, Iván Espinosa de los Monteros ha animado al papa a meter inmigrantes en el Vaticano para demostrar su compromiso y le ha afeado sus peticiones de autocrítica por la etapa colonial en Latinoamérica. También Isabel Díaz Ayuso y José María Aznar entraron contra el papa en esa polémica.
La reunión del pontífice con Yolanda Díaz parece haber sido lluvia sobre mojado. "Cumbre comunista", valoró el encuentro Macarena Puentes, secretaria de Comunicación del PP de Madrid, antes de borrar su tuit. Si en Vox la hostilidad es manifiesta, la posición del PP, partido que se sitúa en sus estatutos en la tradición del “humanismo cristiano de tradición occidental”, ha sido más tibia. Casado, sin llegar al enfrentamiento público como Díaz Ayuso, nunca ha demostrado afecto por el pontífice. Una vez le replicó, después de que Francisco dijera enigmáticamente que viajaría a España “cuando haya paz”. Casado interpretó que se refería al conflicto territorial, no a los problemas internos en la Iglesia España, y le respondió: “En España ya hay paz”. Definitivamente este papa no gusta a la derecha, que sí adoraba a Juan Pablo II y Benedicto XVI.
La religión como identidad
Las posiciones de Francisco pueden explicar el rechazo de la derecha. Pero para explicar el desahogo con el que se manifiesta ese rechazo hay que acudir a los datos de secularización. Los católicos practicantes suponen el 16,7% de la población, su mínimo histórico, mientras los católicos no practicantes son el 39,9%. La cifra de ateos, agnósticos e indiferentes ha alcanzado su récord, con un 38,7%. En sólo una década, entre 2007 y 2017, cayeron un 58% las bodas católicas. El cambio no es sólo cuantitativo, también cualitativo. La propia Iglesia lleva más de 15 años alertando de su proceso de "secularización interna".
Lisa y llanamente, estamos en una sociedad que cree cada vez menos en Dios. Pero eso no saca lo católico del tablero político, sino que lo mueve hacia lo identitario, como señala López Villaverde. A pesar del imparable avance de la secularización, la apelación esencialista a la identidad católica sigue siendo un factor de fuerte potencia emocional, explica. Pero no se trata ya de un recurso religioso, sino cultural: "La identidad católica fue la alternativa a la cultura republicana laicista, que no logró sustituirla. [Manuel] Azaña creyó que España había dejado de ser católica porque no estaba en la alta cultura, pero se equivocaba. Estaba en las masas, en todos los ritos, desde el nacimiento a la muerte y la fertilidad. El catolicismo ha ordenado el ámbito social durante siglos y nunca se ha impuesto una alternativa a ese orden social, que además favorece a los poderosos porque da argumentos morales para que cada cual acepte el papel asignado en la sociedad".
A nada de eso tienen que renunciar PP y Vox con sus críticas al papa.
El efecto de la polarización
Otro factor ayuda a entender las críticas al papa de partidos con un electorado mayoritariamente católico. El proceso político está hoy más dominado por la polarización que por el eje católico-no católico, como explica Carmen Lumbierres, profesora de Ciencias Políticas de la UNED. A su juicio, un clima tan "polarizado", en el que cuestiones que tocan a la moral, la familia y el feminismo han entrado a formar parte del circuito de la polarización, PP y Vox pueden permitirse la crítica al papa Francisco "sin coste electoral". "A mi juicio, el movimiento [la reunión con el papa] es políticamente más significativo para Yolanda Díaz, dentro de esa estrategia de dulcificación, para digamos no dar miedo, que para la derecha", añade. Para Lumbierres, tanto PP como Vox gozan de espacio para jugar en el campo católico ante su electorado sin necesidad de alinearse con un papa percibido como izquierdista.
"Es verdad que mayoritariamente los votantes del PP y Vox se identifican con postulados católicos, pero también lo es que hay múltiples matices y corrientes", señala José Manuel Ruano, profesor de Ciencia Política de la Complutense, que no ve "contradictorio" que exista crítica al papa por parte de la derecha política y señala que las líneas "irrenunciables" están más relacionadas con la eutanasia, el aborto y la "familia tradicional".
Activismo católico
Hay una demostración más de que el rechazo al papa no supone una renuncia de PP y Vox a una posición política protagonista en el campo católico, sino que forma parte de un deslizamiento de dicha posición a la derecha. La espiral de críticas a Francisco coincide con una etapa de beligerancia política sobre temas candentes desde el punto de vista religioso, como el aborto, la eutanasia y la lucha contra la "ideología de género". Se trata de campos donde Vox eleva más el tono, pero también hay participación del PP.
Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso han dejado atrás la línea contemporizadora de Mariano Rajoy para aportar rotundidad a sus posicionamientos. El presidente del PP prevé derogar si gobierna la actual Ley del Aborto incluso si la avala el Constitucional. Al igual que Vox, el partido de Casado ha recurrido la Ley de Eutanasia. Tanto el candidato a la presidencia del Gobierno como la jefa de gobierno de la Comunidad de Madrid practican además un discurso de reivindicación de la "civilización occidental", en defensa de un legado de raíz católica que es necesario proteger de un otro que se presenta de forma más o menos explícita.
No sólo se trata de discursos. Figuras del PP coinciden cada vez más con Vox en el tejido organizativo del movimiento ultracatólico.
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Carmen Lumbierres señala que la derecha política puede permitirse romper la complicidad con el papa sin hacerlo –o no en la misma medida– con la jerarquía católica española. "La Conferencia Episcopal sabe lo que hace y tiene un sector muy importante que entra en ese discurso duro antiaborto, antieutanasia, al que se suman grupos como el Opus, los kikos, los Legionarios de Cristo, etcétera", explica.
¿Un ejemplo? La CEE, a través de su portavoz y secretario general, Luis Argüello, respalda expresamente a NEOS, la plataforma que tiene como principal referente a Jaime Mayor Oreja y que nace para plantear una "alternativa cultural" a la izquierda.
Entre sus temas estrella están el aborto, la eutanasia, la "ideología de género" (en contra), la educación concertada, "España como nación" y la Corona (a favor). La lucha contra la pobreza, uno de los asuntos estrella de Francisco, no figura entre los temas prioritarios de NEOS. Tampoco la acogida a la inmigración. Cuando otro papa sustituya a Francisco, esta corriente seguirá ahí.
He aquí un papa que mantiene una reunión a dos, propia de jefes de gobierno o de Estado, con Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo con carné del PCE. Uno y otra, todo sonrisas. Un papa leído y subrayado con interés por Alberto Garzón, que exalta la "lúcida reflexión" de su encíclica Fratelli Tutti. A priori, no parece lo más lógico. Hablamos de dos representantes de un espacio político, Unidas Podemos, en el que un 4,4% se declara católico practicante y un 16,2% católico no practicante, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).