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Un puñado de países mantiene incierto el resultado de una Cumbre del Clima alejada de las demandas sociales

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Este viernes se supone que era el último día de la cumbre del clima de Madrid. Como suele ser habitual en este tipo de encuentros, la clausura se ha retrasado. La diferencia en esta es que aún no hay hora, ni fecha estimada de cierre: algunos observadores ya vislumbran el domingo como jornada hábil ante lo enfrentado de las posturas y el bloqueo, por ahora aparentemente irresoluble, de las negociaciones. Activistas y organizaciones climáticas ya dan sus demandas más importantes como perdidas y ahora se conforman con un texto que más o menos exija un avance en la ambición, que evite las trampas contables y que recoja un mecanismo diferenciado para financiar las ayudas a los países más golpeados por los fenómenos extremos. Y si es imposible, que se termine la COP25 sin conclusiones: buena parte de los observadores prefieren ningún acuerdo que un mal acuerdo. En ese punto también parece que está la Presidencia chilena, que ha confirmado que, si es necesario, algunos puntos se pospondrán a un encuentro intermedio antes de la COP26, pero que "si hay acuerdo, es porque es un buen acuerdo".  Una aseveración cada vez más puesta en duda, al igual que el papel de Chile en esta conferencia. El país andino ha prometido poner fin a la cumbre, como tarde, a primera hora de la noche del sáado. 

Las noticias sobre las negociaciones surgen a velocidad de vértigo, y es difícil dar nada por seguro. Pero ahora mismo, al mediodía del sábado, los negociadores están discutiendo un texto, propuesto por la presidencia chilena, que apenas obliga, ni siquiera invita, a los países a actualizar severamente sus compromisos de reducción de emisiones para 2020 para reducir la brecha entre sus promesas y el objetivo de 1,5 grados de calentamiento establecido por el Acuerdo de París, firmado hace justo cuatro años.

El pesimismo se está extendiendo entre los observadores: a última hora del viernes aún había dos opciones para recoger en el documento el tema de la ambición, y una de ellas no era del todo mala. La presidencia chilena, en búsqueda del consenso, la ha eliminado. Climate Action Network, que recoge a cientos de organizaciones de todo el mundo, ha sido muy dura esta mañana en sus críticas: es "inaceptable". "Adoptar esto sería una traición para todas las personas de todo el mundo sufriendo los impactos climáticos y para aquellos que están llamando a la acción", aseguró este sábado la directora de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan. Para los países más comprometidos, liderados por la Unión Europea, tampoco es suficiente. 

 

La ambición es importante porque, al margen de detalles técnicos, es la negociación que determina cómo van a ser las nuevas promesas que efectúen los países y cuándo las van a realizar. Lo ideal para la acción climática sería un texto final que llame a las Partes a mejorar sus compromisos mucho antes de la próxima COP26, que se celebrará en Glasgow, para que Naciones Unidas tenga tiempo de recopilarlas y estimar si es o no suficiente para evitar un cambio climático desbocado. Lo que hay sobre la mesa en este momento es un llamamiento genérico, pero es mejor que nada. Los tiempos son tan estrictos porque el planeta apenas cuenta con margen para evitar llegar a la frontera de los 1,5 grados que se marcó como objetivo la comunidad internacional hace cuatro años, como se puede ver en el siguiente GIF.

 

No solo se trata, además, de que el documento por ahora sea tibio: es que los grandes contaminadores no han puesto nuevas cifras sobre la mesa, salvo la Unión Europea y su recién estrenado objetivo de neutralidad climática para 2050. Ni EEUU, ni China, ni Rusia, ni India, ni Japón...

Durante la mañana de sábado se celebró un plenario donde los máximos responsables de los países dieron su opinión sobre el nuevo texto propuesto por la presidencia chilena. La ministra para la Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, fue cauta a la hora de criticar el texto, por un principio de lealtad institucional, pero dejó claro que no le parecía suficiente. "Nuestro país dio un paso adelante en un momento difícil preocupada por la necesidad de responder a lo que la gente demanda en la calle, esto es, incrementar los esfuerzos para responder a la emergencia climática", reivindicó. 

España cree, en palabras de su representante, que el texto debe "considerar lo que ha dicho el informe del IPCC sobre los 1,5ºC para asegurar la seguridad climática en un contexto de desarrollo sostenible y facilitar y asegurar el reconocimiento de que los eventos naturales extremos pueden reducirse si aumentamos y aceleramos las medidas multisectoriales de mitigación e incrementamos también las acciones en adaptación". "Nos gustaría que de Madrid salga un claro compromiso de todos, que refleje la acción que está ocurriendo en todos lados y también que asegure y nos dé confianza en nuestros compromisos para asegurar la acción y ambición", afirmó la ministra.

Sin embargo, otras fuentes cercanas a las negociaciones son bastante más duras con la presidencia chilena. Aseguran que el equipo liderado por la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, no está sabiendo liderar las discusiones y muestran su incredulidad con que el texto propuesto durante la mañana del sábado sea considerablemente peor que el del viernes. Las críticas han empezado siendo off the record y han terminado saltando a la conversación pública: "Tenían un trabajo, respetar la integridad del Acuerdo de París. Por ahora, están fallando", atacó Morgan. El coordinador de la presidencia, Andrés Landerretche, se defendió insinuando que el documento es poco ambicioso en todos los ámbitos –mitigación, adaptación, finanzas– adrede, para poder despertar la reacción de los países más comprometidos. "Hemos mantenido sucesivas y efectivas reuniones bilaterales en las que hemos recogido un ánimo transversal por avanzar en la busqueda de más ambición. Liberaremos nuevos textos que estarán disponibles en las próximas horas", prometió a las 3 de la tarde de este sábado. 

Las Partes más ambiciosas eran cautas hasta ahora al señalar a los responsables. Ya no lo son tanto, cansadas del bloqueo. Durante la mañana de este viernes, el ministro de Medio Ambiente de Costa Rica (uno de los países que más guerra está dando en favor de una acción decidida) culpaba directamente a Australia, Brasil y Estados Unidos del estancamiento de las negociaciones sobre los mercados de carbono. Estos países pretenden que se aprueben trampas para que a la hora de comprar y vender créditos de carbono, una vía de "flexibilidad" para los países que no llegan a reducir emisiones por sus propios medios, a la hora del cómputo global se tengan en cuenta tanto los créditos vendidos como los comprados, lo que falsearía los resultados. "No me puedo creer que tenga que explicar otra vez en que consiste esta trampa", aseguró, exasperado, Sam Van den Plas, de Carbon Market Watch. "Brasil y Australia tienen que cambiar su actitud", rogó. Es posible que las discusiones sobre este punto se pospongan a otro encuentro previo a la COP26. 

A lo largo del sábado, y ante el bloqueo absoluto en las negociaciones acerca de los mercados de carbono, una coalición de países liderada por Puerto Rico ha publicado los "principios de San José", a los que se están adhiriendo cada vez más partes: entre ellos España. Estos principios recogen que cualquier tipo de mecanismo de cooperación internacional debe asegurar la integridad ambiental, evitar la doble contabilidad y el traspaso de créditos anteriores a 2020 al nuevo sistema, bloquear tecnologías incompatibles con la reducción de emisiones o garantizar financiación para los países en desarrollo. Está por ver si la iniciativa será suficiente para conseguir un acuerdo final digno. Landerretche insistió: el acuerdo final depende "de todas las Partes" y no solo de las firmantes de una declaración.

Los derechos humanos, fuera

A la hora de hablar del artículo 6 del Acuerdo de París, uno de los puntos más en disputa y que incluye los mercados de carbono, la conversación está incluyendo los derechos humanos. No así el texto. Los activistas climáticos y las organizaciones en representación de los pueblos indígenas han estado insistiendo, y más durante esta última jornada, en que el respeto a los pueblos y a la "integridad ambiental" debe regir cualquier tipo de cooperación entre países para reducir las emisiones. Para que las plantaciones masivas de árboles no degraden el suelo, o para que las grandes presas hidroeléctricas construidas por empresas transnacionales no le roben el agua a los pueblos originarios, con una relación estrechamente dependiente del entorno natural. Por ahora, los documentos que están en discusión no lo mencionan, lo que constituye una de las grandes decepciones.

Y en cuanto a las discusiones en torno a las pérdidas y daños, sigue sin ponerse sobre la mesa un mecanismo financiero que facilite ayudas de los países menos vulnerables al cambio climático a los que están en peligro. Todo podría cambiar en las últimas horas, pero no hay grandes esperanzas. "Si no se articula este mecanismo, los afectados por grandes tormentas o inundaciones tendrían que competir por el dinero con las actuaciones destinadas a la adaptación" dentro del Fondo Verde del Clima, explican fuentes cercanas a las negociaciones. 

"Los derechos humanos tienen que estar en todo lo que se acuerde en la COP. Pero que no estén dentro del artículo 4 es inaceptable", aseguró este viernes Xiye Bastida, activista mexicana de Fridays for Future. Salvo momentos de tensión puntuales, las demandas de los pueblos indígenas y las de los jóvenes europeos implicados en la acción climática han discurrido a la par. No solo piden mitigar el cambio climático, dejar de emitir cuanto antes gases de efecto invernadero, mantener los combustibles fósiles bajo tierra: piden justicia climática, respeto y reconocimiento a los que más están sufriendo ya la crisis. La reivindicación ha sido una constante en las dos semanas de cumbre y este viernes se ha hecho notar en las protestas que Fridays for Future y otros colectivos han protagonizado. Primero dentro del recinto de la cumbre climática y posteriormente fuera, a las puertas del Ifema, junto a otros manifestantes que no estaban acreditados.

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Fridays for Future organizó una sentada durante la tarde del viernes en la que uno de los carteles rezaba "los derechos humanos son nuestra línea roja", en referencia al lenguaje que las Partes suelen utilizar en las negociaciones. El acto se desarrolló entre discursos reivindicando que, sin justicia social, no habrá lucha contra el cambio climático que valga: todo ello amenizado por los cánticos y las canciones de la nueva generación de manifestantes de todas partes del mundo. "Haced que las empresas paguen, sacad a los contaminadores", "¿Qué queremos? ¡Justicia climática!", "Somos imparables, otro mundo es posible". Los jóvenes han salido fuera del recinto, y tras unos minutos de protestas separadas se han unido a los activistas de Extinction Rebellion que gritaban y ondeaban sus banderas en la plaza junto a la boca de metro de Feria de Madrid. Sintomático: las dos organizaciones más relevantes a nivel global en cuanto a acción climática tienen métodos y maneras de actuar distintas, pero en lo esencial están en el mismo barco, mostrando unidad de acción en las grandes citas. 

"Somos moderadamente optimistas", dijo este viernes Andrés Landerretche, coordinador de la presidencia chilena. Numerosos observadores expresaron durante esta jornada su miedo a que se cerrara la cumbre del clima de Madrid con un acuerdo que dejara el pacto alcanzado hace cuatro años en agua de borrajas, algo a lo que se negó. "Si hay acuerdo, es porque es un buen acuerdo. No saldremos de Ifema sin él. Estaremos hasta lo que haga falta", aunque los acontecimientos del sábado ponen en duda estas intenciones. El representante del país andino pidió que se valore también lo conseguido, las buenas noticias: el compromiso de más de 70 países (aunque sin ningún gran emisor) de mejorar sus compromisos, así como las promesas efectuadas durante la cumbre por ciudades, regiones, empresas y fondos de inversión. No parece suficiente para la opinión pública. No es fácil cuando las decisiones se tienen que tomar por consenso, porque unos cuantos países pueden bloquearlo todo. Los activistas, en su derecho y cumpliendo su papel, piden cambios profundos e inmediatos, pero la diplomacia, desgraciadamente, tiene sus normas y sus tiempos. 

Este viernes se supone que era el último día de la cumbre del clima de Madrid. Como suele ser habitual en este tipo de encuentros, la clausura se ha retrasado. La diferencia en esta es que aún no hay hora, ni fecha estimada de cierre: algunos observadores ya vislumbran el domingo como jornada hábil ante lo enfrentado de las posturas y el bloqueo, por ahora aparentemente irresoluble, de las negociaciones. Activistas y organizaciones climáticas ya dan sus demandas más importantes como perdidas y ahora se conforman con un texto que más o menos exija un avance en la ambición, que evite las trampas contables y que recoja un mecanismo diferenciado para financiar las ayudas a los países más golpeados por los fenómenos extremos. Y si es imposible, que se termine la COP25 sin conclusiones: buena parte de los observadores prefieren ningún acuerdo que un mal acuerdo. En ese punto también parece que está la Presidencia chilena, que ha confirmado que, si es necesario, algunos puntos se pospondrán a un encuentro intermedio antes de la COP26, pero que "si hay acuerdo, es porque es un buen acuerdo".  Una aseveración cada vez más puesta en duda, al igual que el papel de Chile en esta conferencia. El país andino ha prometido poner fin a la cumbre, como tarde, a primera hora de la noche del sáado. 

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