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El emérito desoye al Gobierno, regresa sin dar explicaciones y frustra el intento de Felipe VI de pasar página

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A bombo y platillo, retransmitida en directo y en mitad de un gran revuelo mediático. La llegada de Juan Carlos I a España dos años después de su salida a Abu Dabi ha seguido el guion opuesto a la discreción deseada por la Zarzuela y por la Moncloa, donde la preocupación por el impacto que el comportamiento del rey emérito pueda volver a tener en la imagen de la Corona no es ningún secreto. El padre de Felipe VI aterrizó en la tarde de este jueves en Vigo, bajó del jet privado por su propio pie y luego saludó desde el coche. Pero no dedicó ni allí, ni después a su llegada a Sanxenxo, ni media palabra a los medios de comunicación presentes, desoyendo la petición expresa del Gobierno de trasladar a la ciudadanía algún tipo de explicaciones por los escándalos protagonizados.

Juan Carlos no llega a España a pedir excusas ni a mostrar sus respetos al rey Felipe VI. Tampoco con un perfil bajo. Va a Sanxenxo a pasar unos días entre amigos, con su hija Elena y dando pie a una gran expectación gracias a que su agenda ha sido convenientemente detallada por su núcleo más cercano. Una escenificación de su regreso que ya bien puede considerarse un mensaje en sí mismo: en la medida de sus posibilidades, las cosas las hará a partir de ahora a su forma, ya que considera que tiene derecho y legitimidad a venir a su país cómo, cuándo y con quién quiera sin necesidad de ser tutelado. Tras el archivo por parte de la Fiscalía de todas las causas que tenía pendientes con la Justicia, el rey emérito cree que el tiempo para ceñirse a hacer lo que le digan ya ha pasado.

De hecho, su voluntad de instalarse por temporadas en España y de normalizar su presencia aquí es tal que también es público su deseo de pernoctar en la Zarzuela, un lugar que él sigue considerando su casa. Ese escenario, de momento, ha sido frenado en seco por la propia Casa Real por deseo expreso del Gobierno, donde se considera impropio que Juan Carlos I pueda volver a integrarse de algún modo en el núcleo de la familia real tras las andanzas fiscales y personales detalladas en los diferentes procesos jurídicos a los que se ha enfrentado y que, ya sea por condición de persona inviolable o porque los delitos habían prescrito, han quedado definitivamente archivados.

El temor en el Gobierno y en el propio seno de la familia real es que la presencia de Juan Carlos I en España suponga "un circo" que vuelva a desgastar la imagen de la institución. En la Moncloa ensalzan "los esfuerzos" de Felipe VI por pasar página de los escándalos de su padre e impulsar una nueva etapa de la monarquía marcada por la transparencia y la rendición de cuentas. Pero alertan del riesgo de que esos esfuerzos caigan en saco roto si no se logra convencer al emérito de que todo lo que le aleje de llevar una vida discreta complica mucho el reinado de su hijo.

El Gobierno eleva el tono

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Aunque la actitud pública del Ejecutivo de Pedro Sánchez en todo lo que tiene que ver con los líos de la monarquía suele ser la de ponerse de perfil, la vuelta de Juan Carlos I ha provocado el tono crítico de varias ministras de peso hacia la actitud del emérito. En línea con lo ya manifestado públicamente por el propio presidente, la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, le demandó este jueves unas explicaciones públicas a la ciudadanía en forma de excusa. "Todos los ciudadanos españoles merecen una explicación", afirmó en una entrevista en la Cadena Ser. En otra entrevista en laSexta, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, incidió en ese mismo mensaje: "Hay informaciones que han provocado consternación y que quizás hubieran merecido una explicación de los hechos que hemos conocido".

Aún más duros se expresaron desde la parte de Unidas Podemos en el Gobierno. La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, manifestó en sus redes sociales que "el rey emérito solo debería volver a España para rendir cuentas ante la justicia. Que la inviolabilidad le libre de ello humilla nuestra democracia". En la misma línea, su secretario de estado de Agenda 2030, Enrique Santiago, expresó que Juan Carlos I convierte "la inviolabilidad para funciones oficiales en impunidad para enriquecerse usando la jefatura del Estado. Y sin que se haya abierto nunca una investigación judicial".

En tono opuesto se expresó el PP, con una exaltación de la figura del emérito incluso más efusiva y explícita que la de la propia Casa Real. “Nosotros no entramos” en “lo que afecta a su vida privada”, aseguró este jueves su portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, en referencia a los movimientos de dinero sin control de la Hacienda pública española que llevó a cabo Juan Carlos de Borbón en el extranjero. En vez de eso, el PP reconoce “el papel que en la historia de la democracia de España ha protagonizado”, le da la “bienvenida” y le desea "una buena estancia en la que es su casa”, enfatizó.

A bombo y platillo, retransmitida en directo y en mitad de un gran revuelo mediático. La llegada de Juan Carlos I a España dos años después de su salida a Abu Dabi ha seguido el guion opuesto a la discreción deseada por la Zarzuela y por la Moncloa, donde la preocupación por el impacto que el comportamiento del rey emérito pueda volver a tener en la imagen de la Corona no es ningún secreto. El padre de Felipe VI aterrizó en la tarde de este jueves en Vigo, bajó del jet privado por su propio pie y luego saludó desde el coche. Pero no dedicó ni allí, ni después a su llegada a Sanxenxo, ni media palabra a los medios de comunicación presentes, desoyendo la petición expresa del Gobierno de trasladar a la ciudadanía algún tipo de explicaciones por los escándalos protagonizados.

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