La propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, para desacoplar a corto plazo el precio del gas del de la electricidad y reformar a continuación el mecanismo de fijación de los precios de la energía ha venido a confirmar el acierto de la estrategia de Pedro Sánchez y de su homólogo portugués, António Costa, que ha permitido a sus respectivos países beneficiarse de energía mucho más barata que el resto de la Unión gracias a la llamada excepción ibérica.
Paradójicamente, el buen momento que vive Sánchez en el ámbito europeo coincide con las dificultades que está teniendo que afrontar dentro de las fronteras españolas, con las encuestas en contra y una inflación que de momento se muestra incontenible y amenaza con deteriorar las buenas cifras de crecimiento y de empleo que se registraron durante la primera mitad del año.
La posición de España en Europa es ahora más sólida que cuando Sánchez llegó a la Moncloa, en parte gracias a la manera en la que el Gobierno de coalición ha jugado sus cartas en medio de la crisis desencadenada por la invasión rusa de Ucrania. Pero no solo.
El presidente español fue uno de los ganadores de la cumbre europea que en 2020, en plena pandemia, alumbró los fondos Next Generation EU que han proporcionado a España una lluvia de millones con los que acelerar las transformación digital de la economía y la transición ecológica del país. En total España tiene a su disposición 140.000 millones de euros, de los cuales 72.000, aproximadamente, son a fondo perdido.
Aquella negociación la perdieron los países contrarios a la solidaridad dentro de la Unión (Austria, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos y Suecia) y la ganaron quienes defendían no sólo la necesidad de no repetir los errores de la crisis de deuda de 2008 sino que la financiación procediese de la emisión de bonos europeos. La creación, por primera vez, de deuda europea rompió el primero de los dogmas económicos que hasta la pandemia dominaban la economía de la Unión.
El segundo ya está a punto de caer. Los precios disparatados de la energía, que han crecido más moderadamente en España y Portugal, han hecho que la Unión Europea tome el camino de la modificación del mecanismo de fijación de precios y su desacople del gas, que es la energía que más está alterando el mercado. Lo ha propuesto la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y todo indica que va a contar con el respaldo de la mayoría de los Ventisiete, incluidos Alemania, Francia e Italia. Las apreturas causadas por la guerra han convencido a la mayoría de la necesidad de suspender las reglas del mercado.
Una propuesta española
La reforma del mercado eléctrico es una propuesta española que el resto de países no quisieron emprender el pasado mes de marzo en una tensa reunión en la que, sin embargo, la Unión sí permitió finalmente a España y Portugal limitar el precio del gas para que no afectase tanto a la formación de los precios de la electricidad, la ya citada excepción ibérica. La propuesta de Von der Leyen viene a reconocer que aquella iniciativa española era el camino correcto.
En una Europa sin el Reino Unido, tradicional escollo hacia la unidad, ya sin la presencia de la influyente Angela Merkel y con Mario Draghi recién descabalgado del gobierno italiano, Sánchez está jugando sus cartas. La visita que acaba de realizar a Berlín, invitado de honor del canciller Olaf Scholz con el mismo formato que habitualmente se otorga al presidente francés, confirma su peso creciente en un contexto en el que la invasión rusa de Ucrania obliga a Alemania a buscar aliados con los que vencer las reticencias de Francia y obtener lo antes posible una vía alternativa a través de la cual renovar un suministro estable de gas que pocos países pueden brindarle con mayor rapidez que el nuestro.
España se ha ofrecido a poner a disposición de los alemanes y del resto del continente su capacidad de suministrar gas natural licuado, el que llega por vía marítima a través de plantas industriales de regasificación, la mayor con diferencia de toda la Unión. Una estrategia que persigue convertirse en pieza clave de la resistencia europea frente a Putin y, al mismo tiempo, alentar la construcción de infraestructuras —el gasoducto Midcat— con la vista puesta en la exportación de hidrógeno verde, una de las apuestas más importantes de la transición ecológica española.
A nadie se le escapa que la habilidad con la que Sánchez se está moviendo en Europa, en parte gracias a la relación directa con otros dirigentes que le ofrece el dominio del inglés, tiene mucho que ver con la extraordinaria relación que mantiene con Von der Leyen. Pese a pertenecer a familias políticas distintas, ambos han dado muestras de una sintonía inédita entre un presidente español y quien encarna la máxima representación de la Unión. No siempre han estado de acuerdo, pero ambos se dan apoyo con frecuencia y buscan la complicidad del otro para sacar adelante sus respectivas propuestas.
La presidenta de la Comisión elogió como entusiasmo la iniciativa española de evacuación de Kabul cuando la capital afgana cayó bajo control de los talibán en agosto del año pasado. “España está hoy en el corazón de Europa”, declaró. Aquella operación facilitó la salida de Afganistán de un total de 1.900 cooperantes afganos y familiares, de España y de otros países como Estados Unidos o Portugal, de la Unión Europea, de la ONU y de la OTAN, así como del personal de la Embajada española en Kabul.
El presidente español no desaprovecha ninguna oportunidad de ponerse al frente de los debates europeos. Tampoco en materia de Defensa, una vez que Rusia decidió poner patas arriba el orden internacional nacido del final de la guerra fría y Europa reforzó sus vínculos con Estados Unidos a través de la OTAN. La cumbre celebrada en Madrid el pasado mes de junio, en la que se aprobó una nueva estrategia frente a Rusia y China, abrió a Sánchez la puerta de una nueva relación con el presidente norteamericano, Joe Biden, a cambio de una ampliación de la base de Rota (Cádiz) a los destructores desplegados por Washington como parte del escudo de misiles de la Alianza.
Críticas internas
La cumbre fue un éxito en lo que al refuerzo de la estrategia de defensa común se refiere y eso ha aumentado la credibilidad de Sánchez fuera de nuestras fronteras. Lo reconoce hasta el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Pero ha debilitado, al mismo tiempo, los apoyos del presidente dentro de España, especialmente con sus socios de Unidas Podemos, contrarios al incremento paulatino del gasto militar de hasta un 2% que Sánchez comprometió con sus socios de la OTAN.
España fue de los primeros países que incrementó su contribución a la defensa de Europa nada más confirmarse la invasión rusa de Ucrania, especialmente en el espacio aéreo de los países bálticos, pero también para reforzar la vigilancia del Mar Negro. Y se ha comprometido también en el envío de armamento al Gobierno de Volodímir Zelenski.
Los éxitos en el ámbito europeo contrastan, entretanto, con las dificultades que Sánchez está teniendo para tender puentes con el Magreb. En el Gobierno siguen considerando un éxito haber reconstruido las relaciones con Marruecos, y por tanto su papel como gendarme contra la inmigración que llega por vía marítima a la costas españolas, a cambio de haber puesto fin a la tradicional neutralidad española en el conflicto del Sáhara inclinándose a favor de las tesis marroquíes.
Es verdad que, al menos por ahora, la llegada de pateras está siendo menor que en el mismo periodo de 2021 y que Marruecos ha dado pruebas de su compromiso para detener los intentos de cruzar la frontera de forma ilegal por Ceuta y Melilla —en algún caso haciendo gala de un uso desproporcionado de la fuerza—, pero al mismo tiempo Sánchez no sólo se ha hecho acreedor de críticas unánimes del resto de las fuerzas políticas, de Vox a Bildu, sino que ha enfadado a Argelia, uno de sus principales suministradores de gas.
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Sánchez todavía no ha logrado rehacer la relación con Argel, mientras ve cómo estrechan vínculos Italia y Francia, pero el enfriamiento de la relación no ha afectado al suministro de gas. España ha sido uno de los primeros países de Europa en completar la reserva del 80% de este combustible antes de finalizar el verano y, desde que comenzó la crisis energética, ha logrado diversificar aún más sus fuentes de aprovisionamiento gracias a la gran capacidad de regasificación que ahora quiere poner al servicio del continente.
Volcado en la política europea y en la situación interna de España, el presidente apenas había dedicado tiempo a la otra pata tradicional de la política exterior española: América Latina. Acaba de hacerlo con una gira que le ha llevado por Colombia, Ecuador y Honduras, donde renovó el compromiso de España para servir de puente entre la región y la Unión Europea.
El Gobierno español trabaja intensamente en vestir la Presidencia de turno de la Unión que le corresponde ejercer a Sánchez en la segunda mitad de 2023, justo cuando se celebren las elecciones generales. Es ahí donde España planea celebrar una cumbre UE-América Latina y Caribe, que no se celebra desde 2015. Y coronar la exitosa estrategia que, al menos por ahora, está protagonizando en el continente.
La propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, para desacoplar a corto plazo el precio del gas del de la electricidad y reformar a continuación el mecanismo de fijación de los precios de la energía ha venido a confirmar el acierto de la estrategia de Pedro Sánchez y de su homólogo portugués, António Costa, que ha permitido a sus respectivos países beneficiarse de energía mucho más barata que el resto de la Unión gracias a la llamada excepción ibérica.