El sindicato de Vox retoma la convulsa tradición derechista de agitación obrera contra la "lucha de clases"

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Es un reto envenenado, de desenlace más que incierto. Pero, aunque sólo se quedara en proyecto, ya es significativo. Un partido de trayectoria ultraliberal, centralizado y vertical, que ha cimentado su éxito en Internet, anuncia la creación de un sindicato, es decir, de un cuerpo físico que trabaja a pie de calle y que exige capilaridad, organización y compromiso económico. El movimiento encarna una aproximación del partido de Santiago Abascal al mundo del trabajo, en línea con el tantas veces teorizado y nunca concretado "giro obrerista" en busca del voto de las clases trabajadoras, giro todavía supuesto cuyo alcance está por ver. Vox, requerido por infoLibre, no detalla las características del futuro sindicato anunciado por su líder y por su dirigente de trayectoria falangista Jorge Buxadé. Pero Abascal ya ha dado pistas valiosas: se tratará de un sindicato "al servicio de los españoles y no de partidos políticos o de causas ideológicas". Y que no valdrá para "forzar una inexistente lucha de clases". Estas coordenadas –el antiizquierdismo y el sindicalismo patriótico contra el conflicto social– entroncan la iniciativa de Vox con una larga y convulsa historia.

"El principal referente histórico son los Sindicatos Libres, con ese espíritu profesional y apolítico", señala el historiador José Fernando Mota, autor de ¡Viva Cataluña española! Historia de la extrema derecha en la Barcelona republicana (1931-1936) (Universitat de València, 2020). Mota, que introduce en su análisis todas las cautelas que exige la distancia histórica, dibuja un hilo que arranca en 1919. Hace más de un siglo nace la Corporación General de Trabajadores, germen de los llamados "Sindicatos Libres", creada en Barcelona por militantes carlistas para oponerse a la anarquista CNT. "Viven su periodo álgido durante la dictadura de [Miguel] Primo de Rivera, cuando copan los comités paritarios", indica Mota, que explica cómo estas fuerzas se beneficiaron de la clandestinidad de la CNT. En su ADN están el anticomunismo y el tradicionalismo gremial, así como la defensa de la familia, la nación y la religión como bases de la sociedad. Mota subraya que, a diferencia de lo que más tarde sería el sindicalismo vertical franquista, los "libres" sí practicaron auténticas movilizaciones y huelgas, es decir, sindicalismo real en defensa de las condiciones de los trabajadores, aunque acabaron degenerando entre acusaciones de pistolerismo.

Sería estrecho definirlos como sindicatos "amarillos" dedicados a reventar desde dentro la lucha obrera. Es más, vivieron conflictos con el sindicalismo católico conservador, cooptado por el empresariado, aunque también trabaron alianzas con movimientos del catolicismo más social como el de los dominicos del Padre Gafo. Los Sindicatos Libres fueron prohibido durante la República, asediados además por su rival anarquista, que los acusaban de servir a los intereses patronales para dividir al proletariado. Su principal líder, el dependiente de comercio carlista y requeté Ramón Sales, acabó siendo asesinado –descuartizado brutalmente, según el relato recogido por la Real Academia de Historia– en noviembre de 1936, supuestamente a manos de los anarquistas.

De los "libres" al "vertical"

El historiador Guillermo A. Pérez Sánchez describe así las curvas finales que recorrió el sindicalismo "libre" antes de estrellarse [ver aquí artículo en detalle]: "Después del 14 de abril [de 1931] fueron ilegalizados, perseguidos sus líderes y clausuradas sus oficinas. Había llegado el momento de la venganza para la CNT y las nuevas autoridades republicanas de Cataluña. Sólo a finales de 1934, con el cambio de la tendencia política en el Gobierno, los Libres recuperaron la legalidad". Pero, para entonces, como señala Collin Winston, autor de La clase trabajadora y la derecha en España. 1900-1936 (Cátedra, 1989), "sólo con un gran esfuerzo de imaginación podría verse en los Libres [...] un sindicato propiamente dicho". Y añade: "La Confederación Nacional de Sindicatos Libres estaba totalmente politizada, era sólo una fachada tras la que se conspiraba contra las fuerzas republicanas y se propugnaban ideas fascistas y ultraderechistas". Aquello supuso, anota Pérez Sánchez, "el fracaso de un sindicalismo de derechas propiamente obrerista y moderna que pudiera competir en toda España con el modelo sindical de la izquierda social", representado por la UGT y la CNT.

Mota subraya cómo en España, a pesar de los intentos del falangismo, no llegó a prender el fenómeno de un traspaso significativo de sindicalistas revolucionarios al fascismo, como sí ocurrió en Italia y Francia. "Cuando José Antonio venía a Barcelona, siempre hablaba del acercamiento a los obreros, pero aquí no ocurrió lo que en Francia e Italia", señala el historiador. Todos los movimientos sindicales derechistas –carlistas, gremiales, profesionales, católicos– acabaron sumidos en el sindicalismo vertical, marca de fábrica del franquismo y renovación del corporativismo de corte fascista ensayado ya durante la dictadura primorriverista con la Organización Corporativa Nacional. La Organización Sindical Española (OSE), conocida como el sindicato vertical, fue la única organización de este tipo permitida en España entre 1940 y 1977, resultado de una fusión de organizaciones falangistas y patronales. El nacionalsindicalismo falangista, con origen en las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), tuvo cierta influencia como marco teórico totalitario en el arranque del franquismo, pero acabó perdiendo fuerza en favor de la tecnocracia del Opus, rival –victorioso– de los falangistas a la hora de determinar el modelo socioeconómico del régimen.

Nacionalsindicalismo

Lógicamente no es al sindicalismo vertical al que se remite Vox en su discurso. Sería un proyecto totalitario sin sentido en una sociedad democrática, más aún cuando el partido de Santiago Abascal es el más liberal y desregulador en el plano económico en España. Lo dicen los hechos. El partido ha defendido con sus votaciones y sus posicionamientos a la gran banca, la educación y la sanidad privada, las farmacéuticas, las eléctricas y las rebajas de impuestos a las rentas altas. Además, ha defendido las ayudas a empresas, al tiempo que atacaba las recibidas por trabajadores pobres [ver aquí y aquí y aquí informaciones en detalle]. El legado de los Sindicatos Libres, con su retórica profesional, nacionalista, apolítica y anticomunista, sí establece una conexión con el discurso de Vox. Mucho más frágil es el vínculo con las fuerzas sindicales que reivindican el legado del nacionalsindicalismo falangista. Ese tuvo un referente en la Fuerza Nacional del Trabajo, el sindicato de Fuerza Nueva, el partido de Blas Piñar. Y llegan hasta hoy dos fuerzas sindicales minoritarias de filiación falangista: Unión Nacional de Trabajadores (UNT) y Trabajadores Nacional Sindicalistas (TNS).

La Unión Nacional de Trabajadores, fundada en 1978, tiene como referente histórico a la Central Obrera Nacional-Sindicalista, fundada en 1934 por el líder Ramiro Ledesma Ramos, uno de los fundadores de Falange, y disuelta en 1970 para integrarse en el sindicato vertical. "UNT es un sindicato abiertamente contrario al actual status quo de la oligarquía sindical que, por paradojas de la historia, de ser sindicatos de clase en la clandestinidad y en la llamada transición política durante los años setenta, han acabado por convertirse en burocracias amarillas, cómplices de la corrupción del Estado burgués-capitalista, colaboracionistas de las patronales, llegando incluso a convertirse en teloneros de los procesos separatistas", señala la UNT en su web.

El anuncio de Vox ha sacudido este mundillo del sindicalismo falangista. Falange Española de las JONS ha lanzado incluso un comunicado que marca terreno [ver aquí]. "Desde la primitiva Central Obrera Nacional Sindicalista a la actual Unión Nacional de Trabajadores, los sindicatos falangistas se han distinguido siempre por su combatividad reivindicativa. Una combatividad que contrasta con el pactismo y la traición a los trabajadores de los sindicatos de izquierda integrados en el régimen del 78, UGT y CCOO principalmente, que por activa o pasiva han ido dando por buena cada reforma laboral en la que los trabajadores han ido perdiendo derechos en las últimas décadas", señala el comunicado, que añade: "No sabemos aún cuáles serán las notas definitorias de la organización de trabajadores que impulsará Vox. Pero sí conocemos las propuestas en materia laboral del partido que lidera Abascal: abaratamiento del despido, eliminación de la negociación colectiva, reducción del Salario Mínimo Interprofesional, legalidad del despido por baja médica…".

Contra los sindicatos "de clase"

Hay algo en común entre la UNT, TNS y Vox: el ataque frontal a los llamados "sindicatos de clase". Y a la "lucha de clases", en general. El partido de Abascal ha traslado a la Comisión de Reconstrucción su rechazo a la "lucha de clases" que, a su juicio, promueve el Gobierno. Es un mantra. "A la izquierda nunca le ha gustado la nación, sino la lucha de clases", afirmó Abascal en mayo. Los trabajadores están "hartos" de los centrales "socialistas y comunistas corruptas" al servicio de los "poderosos".

Las críticas a CCOO y UGT también son continuas en el partido de Abascal. Jorge Buxadé, el dirigente que hasta la fecha ha dado más pistas sobre la futura organizaciones, asegura que "los sindicatos de clase, clásicos", están "al servicio de la izquierda". Para Buxadé, de trayectoria falangista y seguidor de José Antonio, los sindicatos de clase son unos "vendidos" que "olvidan los derechos de los trabajadores dedicándose a cuestiones harteras". 

Apoyo a Jusapol

Los continuos ataques a CCOO y UGT contrastan con la sintonía con Jusapol, una asociación nacida para pedir un incremento salarial para policías nacionales y guardias civiles. Vox apoya las reclamaciones de Jusapol y asiste a sus manifestaciones [ver aquí]. "Enhorabuena a @JupolNacional por haberse convertido en el sindicato más representativo de la Policía. Ahora la lucha por la justa #EquiparacionYa tendrá más fuerza", señalaba Vox en Twitter en mayo de 2019, aclarando más tarde que desean que el sindicato sea "apolítico".

A su su vez, Jusapol agradece públicamente a Vox su apoyo "desde el principio" [ver aquí, aquí y aquí]. Abascal se ha fotografiado con la camiseta de Jusapol. El sindicato difunde la imagen. Vox defiende su causa desde antes de la irrupción del partido en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018. Vox ha mantenido relaciones con otros sindicatos como el policial SUP, aunque sin mostrar el grado de sintonía existente con Jusapol.

El partido de Abascal también mantiene reuniones con CSIF, al que en absoluto encuadra entre los sindicatos "vendidos", pero con el que no exhibe la cercanía de Jusapol. A juicio del historiador Mota, CSIF tiene rasgos que pueden ser la actualización del sindicalismo corporativo, actualmente en auge, lo que constituye un referente de interés para entender cuál puede ser la vía de acceso de Vox al mundo sindical. CSIF, que no es en modo alguno un sindicato que defienda posiciones extremistas, se define como "una central sindical de corte moderno y europeo integrada en la Confederación Europea de Sindicatos Independientes (CESI) consolidada como tercera vía sindical de ámbito estatal". Se describe como "una nueva opción sindical para los trabajadores de este país, con un carácter distinto a los clásicos sindicatos de clase", explicita en su presentación.

Corporativismo y propaganda

El historiador Javier Tébar, a la espera de mayor detalle por parte de Vox sobre su iniciativa, ve difícil trazar antecedentes históricos para el afán sindical de Vox por el carácter netamente liberal de la formación. Cree previsible una formación de corte corporativo, que trate de conectar con la idea de "trabajadores corrientes" sin filiación política. Ese es el mensaje central del anuncio de Abascal, dirigido, más que a detallar su proyecto, a cargar contra los "sindicatos ideológicos, subvencionados y corruptos", que han "traicionado" a los trabajadores. En paralelo el partido abunda en mensajes que conectan con el llamado "chovinismo del bienestar", incidiendo en la protección de los trabajadores españoles frente a los extranjeros [ver aquí información en profundidad].

A la hora de valorar la iniciativa de Vox, hay que recordar también su falta de referentes organizativos en las recientes protestas del campo, en las que Abascal recibió abucheos y aplausos sin lograr la capitalización del conflicto que sí ha alcanzado la ultraderecha con los chalecos amarillos en Francia. El protagonismo de organizaciones como la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) y la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (Asaja), con interlocución directa con las fuerzas políticas y un programa propio, opacó a la formación de Santiago Abascal.

A juicio de Iago Moreno, sociólogo especialista en comunicación política, la incursión de Vox en el sindicalismo responde a la necesidad de ampliar su radio de acción. "CCOO es, por ejemplo, la mayor organización social del país. Sólo ellos y la guardia civil tienen una sede en cada comarca del territorio español. No sirve de nada tomar las redes sociales e incendiar las instituciones a golpe de hipérbole si no tienes ningún plan para afrontar el hecho de que UGT y CCOO suman más de un millón de afiliados y están presentes en todos los sectores de la economía", señala Moreno, que añade: "Los sindicatos siguen siendo el lugar de referencia que tienen las y los trabajadores para solucionar sus problemas y dudas, resolver colectivamente los conflictos que se encuentren en su lugar de trabajo y defender sus derechos. Se intenta diariamente, pero olvidar esta realidad no es viable para nadie, tampoco para la derecha".

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Moreno subraya que el auge de formaciones de extrema derecha o nacionalpopulistas en Europa no está vinculado con supuestos giros "obreristas", como habitualmente se afirma. "La flat tax de Salvini le viene como anillo al dedo a las élites italianas. La reforma laboral de Orban sería el sueño húmedo de los Chicago Boys", recalca. El sociólogo, atento observador de los movimientos de la ultraderecha, cree que el intento de Vox se sitúa fundamentalmente en el ámbito del discurso y la imagen. Más en la forma que en el fondo.

El partido de Abascal, según Moreno, intenta ofrecer "una promesa de orden con mayor capacidad de aliviar la ansiedad de época que genera el miedo al futuro, la desesperanza y la incertidumbre". Y añade: "No es normal que lo primero que se le venga a algunos a la cabeza al saber que Vox pretende crear un sindicato sean las provocaciones de Le Pen. En la historia de nuestro país hay muchas más respuestas, básicamente porque la disputa del sindicalismo siempre ha sido una tentación de la ultraderecha. Los colores de la mismísima bandera de falange los eligió Giménez Caballero como una provocación a los de la CNT". Ahora bien, a pesar de que puedan "jalear" ideas nacionalisindicalistas, a juicio de Moreno "los jefes de Vox no podrían permitirse tener un sindicato que no fuese vertical y defendiese el fundamentalismo de mercado".

El sociólogo Guillermo Fernández, autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa. El caso del Frente Nacional (Lengua de Trapo, 2019), encuentra un antecedente en los sindicatos auspiciados por el Frente Nacional en el país vecino a partir de mediados de los 90, para "afianzar" su mayor tirón entre votantes de clases populares y "provocar" a la izquierda. "Aquellos sindicatos fueron anecdóticos, con muy pocos militantes. Pienso que el caso de Vox será parecido. Creo que es una operación publicitaria, una palanca, un gesto para mostrar el pretendido giro social, que ya se está viendo en la campaña de las elecciones gallegas, en las que no tienen nada que perder y están haciendo mítines en los polígonos", explica Fernández. A su juicio, es improbable el éxito de un nuevo sindicato, tarea en la que ya fracasó Podemos. "Es muy difícil asentarse en el mundo del trabajo. Ahora bien, les puede servir de publicidad y herramienta, al estilo de Manos Limpias, para producir discurso desde un lugar nuevo".

Es un reto envenenado, de desenlace más que incierto. Pero, aunque sólo se quedara en proyecto, ya es significativo. Un partido de trayectoria ultraliberal, centralizado y vertical, que ha cimentado su éxito en Internet, anuncia la creación de un sindicato, es decir, de un cuerpo físico que trabaja a pie de calle y que exige capilaridad, organización y compromiso económico. El movimiento encarna una aproximación del partido de Santiago Abascal al mundo del trabajo, en línea con el tantas veces teorizado y nunca concretado "giro obrerista" en busca del voto de las clases trabajadoras, giro todavía supuesto cuyo alcance está por ver. Vox, requerido por infoLibre, no detalla las características del futuro sindicato anunciado por su líder y por su dirigente de trayectoria falangista Jorge Buxadé. Pero Abascal ya ha dado pistas valiosas: se tratará de un sindicato "al servicio de los españoles y no de partidos políticos o de causas ideológicas". Y que no valdrá para "forzar una inexistente lucha de clases". Estas coordenadas –el antiizquierdismo y el sindicalismo patriótico contra el conflicto social– entroncan la iniciativa de Vox con una larga y convulsa historia.

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