A la tercera va la vencida. O eso espera Pedro Sánchez, que iniciará este sábado el ritual parlamentario que, si nada se tuerce, le conducirá a ser investido presidente del Gobierno en su tercer intento en menos de cuatro años, después de los fracasos de 2016, con ayuda de Ciudadanos, y del pasado mes de julio, cuando sólo consiguió atraer el respaldo de los regionalistas cántabros.
Ahora todo ha cambiado. Esta vez el candidato socialista se presenta ante la Cámara después de tejer una compleja alianza con ocho formaciones —Unidas Podemos, Esquerra Republicana, PNV, Más País, Compromís, BNG, Nueva Canarias y Teruel Existe— que, si no hay sorpresas de última hora, le garantiza más votos a favor (167) que en contra (164), en buena parte gracias a la abstención de ERC (13), de EH Bildu (5) y de Coalición Canaria (1). Con Sánchez estarán PSOE (120), Unidas Podemos (35), PNV (6), Más País (2), Compromís (1), BNG (1) y Teruel Existe (1). Contra él votará una heterogénea alianza formada por PP (88), Vox (52), Ciudadanos (10), Junts (8), CUP (2), UPN (2), Foro Asturias (1) y el PRC (1). Con estas cifras no conseguirá ser elegido el domingo por mayoría absoluta pero sí el martes por mayoría simple. Y el miércoles estará ya en condiciones de nombrar gobierno.
Será un debate presumiblemente tenso, marcado por la escalada verbal protagonizada por los portavoces de la derecha en las últimas horas con la intención de tratar de restar legitimidad a la investidura de Sánchez, hasta el punto de que la portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, decidió el viernes denunciar expresamente el intento “de la derecha y de al ultraderecha” de “boicotear la investidura” de Pedro Sánchez. “Se dicen muy españoles”, declaró, “pero van contra la voluntad mayoritaria de los españoles”. “La democracia se va a abrir paso”, advirtió, con el inicio de “un nuevo ciclo” a partir de la investidura.
Ese es el “nuevo tiempo” al que apelará Sánchez para explicar la nueva etapa que se abre a partir de ahora. Una era que obliga a poner en práctica un ejercicio de pragmatismo nacido de la necesidad de asumir que el parlamento actual es el más fragmentado de la historia democrática de España. Y durante la cual será necesario negociar y pactar para sacar adelante las políticas del gobierno.
El programa de gobierno que Sánchez defenderá este sábado en el Congreso será muy semejante al que ya expuso en la investidura fallida de julio. El contexto, sn embargo, será muy diferente. Aquel intento, y sobre todo el de 2016, se basaban en aplicar un cordón sanitario a los partidos soberanistas, tal y como exigían entonces la vieja guardia del PSOE y los barones territoriales que entonces dominaban la vida orgánica del partido, liderados por la entonces presidenta andaluza, Susana Díaz.
El candidato, según fuentes socialistas, apelará a “la España que avanza frente a la España del bloqueo”, a “los que construyen y quieren avanzar frente a los que quieren bloquearlo todo”. Y defenderá el programa pactado con Unidas Podemos destacando como “señas de identidad” de su futuro gobierno la justicia social, la defensa de los servicios públicos, la libertad y cohesión y el diálogo territorial.
En su discurso, Sánchez definirá el nuevo Gobierno como “un Ejecutivo de valores progresistas” con “una actitud dialogante” y cuyo método de trabajo “será activo, ejecutivo” y “resuelto”. Y repasará los principales hitos de la política que propone poner en marcha: crecimiento, empleo digno y sostenibilidad del sistema de pensiones; digitalización de la economía; transición ecológica justa; igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres; justicia social y “diálogo y entendimiento de una España unida y diversa comprometida con una Europa fundada en los derechos humanos”.
Como hizo en la investidura del pasado mes de julio, Sánchez apelará a “cambiar la historia de España” afrontando la mayor transformación del país desde la transición a la democracia. Pero, a diferencia de entonces, lo hará asumiendo que el resultado de las elecciones de noviembre le obliga a compartir el Gobierno con Unidas Podemos y a negociar con todos los grupos dispuestos a colaborar para desbloquear la política española, incluida Esquerra Republicana de Catalunya. Algo que entonces rechazaba pero que ahora defenderá como “una responsabilidad y obligación derivada del mandato de las urnas”.
Evitar terceras elecciones
Ahora la prioridad del candidato socialista, como explicó él mismo tras firmar el preacuerdo con Pablo Iglesias para formar un Ejecutivo de coalición, es evitar terceras elecciones. Lo que no le impedirá volver a defender su candidatura a la Presidencia recordando que su partido ganó el año pasado no sólo dos elecciones generales consecutivas sino los comicios autonómicos, municipales y europeos celebrados el 26 de mayo. Cinco convocatorias que, en su opinión, no dejan lugar a dudas de cuál es la voluntad mayoritaria de los españoles.
En su intervención apelará a un “nuevo tiempo” tras un año de “obstruccionismo sistemático” y a la urgencia de que España disponga de un Gobierno con plenas funciones, así como de un Congreso y un Senado trabajando a pleno rendimiento para “recuperar el tiempo perdido” durante estos meses de parálisis institucional, tal y como anticipó este viernes el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, al término de una reunión extraordinaria de la ejecutiva socialista.
Durante su intervención, Sánchez defenderá el respeto a la legalidad vigente que, según los socialistas, rige el acuerdo con Esquerra para intentar una solución negociada al conflicito catalán. Y los acuerdos suscritos con Unidas Podemos para poner en marcha un gobierno de coalición, que considera “coherentes” con las “mayorías progresistas” dictadas por las urnas en todas las convocatoria electorales de este año. Además de la validez de los pactos con otras fuerzas políticas que la derecha lleva semanas tratando de desautorizar. “Tratar de restar legitimidad a la capacidad que tienen los grupos parlamentarios de investir a un gobierno sólo contribuye a debilitar la democracia”, sostienen en el PSOE.
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Previsiblemente Sánchez reprochará a PP y a Ciudadanos su decisión de “situarse en la marginalidad e instalarse en el bloqueo permanente renunciando a ofrecer alternativas”. Y elogiará la decisión de las formaciones políticas que “no quieren terceras elecciones” y que están “dispuestas a abrir ese nuevo tiempo” que los socialistas quieren invertir en una nueva era de “diálogo operativo y constructivo” que deje atrás “el boicot y la parálisis” por la que apuestan los grupos liderados por Pablo Casado e Inés Arrimadas.
La “dinámica frentista” ya ha dado de sí “todo el bloqueo político de que era capaz”, anticipó Ábalos. Tras ocho meses de “boicot” y ante la “incapacidad de algunos” de ofrecer alternativas, el PSOE ha hecho lo necesario para desbloquear la situación sentándose a dialogar “con todos aquellos que estaban dispuestos a hacerlo en busca de soluciones”.
El PSOE, subrayó el número tres del partido, ha hecho “un esfuerzo político sin precedentes para superar un bloqueo político igualmente extraordinario”. Así que “lo que no pueden hacer quienes han decidido instalarse en la marginalidad es reprocharnos que seamos capaces de superar las dificultades que ellos mismos han creado”.
A la tercera va la vencida. O eso espera Pedro Sánchez, que iniciará este sábado el ritual parlamentario que, si nada se tuerce, le conducirá a ser investido presidente del Gobierno en su tercer intento en menos de cuatro años, después de los fracasos de 2016, con ayuda de Ciudadanos, y del pasado mes de julio, cuando sólo consiguió atraer el respaldo de los regionalistas cántabros.