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Cumbre del clima de Madrid

La sociedad civil intensifica sus demandas ante la evidencia de que 'los malos' van ganando en la cumbre del clima

Protesta de Fridays for Future ante el vicepresidente de Shell, Duncan Van Bergen.

Si la cumbre del clima fuera un partido de fútbol, ahora mismo estaríamos en el descanso: este lunes ha sido día festivo en ocho comunidades y se ha respirado una calma tensa antes de la llegada masiva de ministros y jefes de Estado este martes, cuando empiezan las negociaciones de "alto nivel" entre los máximos representantes de los países. Y si la cumbre del clima fuera un partido de fútbol, los partidarios de una acción climática ambiciosa a nivel global van perdiendo 2 a 0: aún es remontable con un esfuerzo de última hora, pero pinta mal. Organizaciones, activistas, jóvenes e indígenas están intensificando sus esfuerzos ante las malas noticias que llegan de sus compañeros que trabajan en el encuentro como observadores: los malos (países petroleros y negacionistas, principalmente), pero también las Partes en vías de desarrollo que quieren asegurarse los recursos para la transición, han bloqueado cualquier avance digno durante la primera semana, donde se preparan los papeles que se discutirán de aquí al viernes. 

La primera semana de la cumbre suele estar reservada, además de para la publicación de papers e informes que contextualizan el debate climático y atestiguan la emergencia, para el trabajo técnico. Funcionarios de todos los países se encierran para trabajar en los documentos que luego se negocian en el llamado high level segment: es decir, que son discutidos entre los políticos. Se intentan limar todas las asperezas posibles, pero el diablo está en los detalles: y los observadores están muy descontentos con los textos que han salido de la primera semana. "Si los negociadores son incapaces de superar los problemas del proceso, entonces los ministros tendrán que abordarlo ellos mismos y tomar una decisión en la COP25 para evitar una atención política más penosa y vergonzosa", denunció este lunes Climate Action Network, la plataforma que reúne a buena parte de las organizaciones cercanas a las negociaciones. 

Como explicamos en la previa de esta COP, las negociaciones de la cumbre del clima se centran en tres aspectos clave. En primer lugar, se deben establecer las reglas del mercado de carbono, el mecanismo mediante el cual los países pueden comprar o vender derechos de emisiones para alcanzar más fácilmente sus metas. Uno de los grandes objetivos de la COP25 es evitar la doble contabilidad. Si un país debe reducir 30 unidades de CO2 –simplificándolo mucho– puede optar por reducir 20, y esos 10 restantes intercambiarlos por un proyecto que reduzca esa cantidad de emisiones en otra parte del planeta: por ejemplo, una planta de energías renovables. El país comprador, el primero, se asegura de cumplir con los compromisos climáticos: y el país vendedor obtiene financiación para sus proyectos de desarrollo sostenible. Pero si a la hora de rendir cuentas, el país comprador se anota la reducción de emisiones… y el vendedor también, se puede desvirtuar el cómputo global. Las negociaciones de la primera semana no han ofrecido ninguna certeza de que esta trampa no se vaya a permitir

En ello está Brasil, con un Gobierno abiertamente negacionista y cuyos planes más ambiciosos en materia de medioambiente van destinados a desmantelar la Amazonía. Fuentes reservadas cercanas a las negociaciones confirman que, por ahora, el país americano está peleando para permitir la doble contabilidad. Tienen la suerte de contar en su territorio con uno de los bosques más grandes y frondosos del planeta, que absorbe el dióxido de carbono que emiten y que sirve como recurso para generar electricidad con biomasa –considerada una fuente renovable–. Por todo ello llegan con holgura a las metas establecidas en sus compromisos de reducción de emisiones y, como les sobran esfuerzos, pueden dedicarse a vender derechos de emisión... eso sí, no quieren renunciar a atribuirse también esas cifras. 

En cuanto al Mecanismo de Varsovia, que regula las compensaciones a los países más vulnerables por los fenómenos climáticos extremos en sus territorios, hay tímidos avances. Los últimos textos disponibles avanzan que dicho mecanismo, dependiente de Naciones Unidas, tendrá poderes y competencias mejoradas. Sin embargo, el Fondo Verde para el Clima, que recibe contribuciones de los países ricos para apoyar la transición energética necesaria de los países pobres, está estancado: los desarrollados no sueltan ni un euro más y la Unión Europea, según fuentes presentes en la reunión que ha mantenido este lunes la Comisión con organizaciones de acción climática, está empezando a decir que no es una prioridad bajo la premisa de que son los ricos los que tienen que reducir urgentemente sus emisiones. Estas fuentes añaden, además, que el club comunitario está virando del "mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo" esgrimido en la COP24 de Katowice a un "mejor un mal acuerdo que ningún acuerdo" que podría conllevar que el Acuerdo de París entre en vigor en 2020 con su poder disminuido.

Todos estos elementos de colaboración entre países están contenidos en el artículo 6 del Acuerdo de París, que es el que mejor se saben las comunidades indígenas que llevan toda la COP25 hablando, protestando, reivindicando, haciéndose visibles. Se lo saben bien porque son plenamente conscientes de que este epígrafe es el marco normativo perfecto para que grandes empresas, en nombre del desarrollo sostenible, instalen grandes proyectos energéticos –renovables o no– que les arrebaten la tierra y los recursos.

Los documentos consensuados hasta el momento son tibios a la hora de establecer que cualquier gran proyecto que busque reducir las emisiones tiene que respetar íntegramente los derechos humanos de los pueblos originarios. Y no están sentando nada bien, en consecuencia. "El sistema excluye nuestra participación", denunciaban este lunes indígenas brasileños presentes en una acción de Extinction Rebellion, que ha cortado la entrada al recinto ferial donde se celebra la cumbre. "No podemos hablar de cambio climático sin relacionarlo con los derechos humanos. No podemos discutir eso separadamente. Tenemos que construir todos juntos", reivindicaron.

Los policías nacionales que vigilan la entrada de la cumbre del clima de Madrid –no pueden entrar dentro, ya que es territorio soberano de Naciones Unidas– han tenido una jornada ajetreada. A primera hora de la mañana, abortaron una protesta de Juventud por el Clima, que contaba con una niña de solo siete años que ha intentado encaramarse a una farola cercana a la boca de metro para desplegar una pancarta. Posteriormente, a escasos metros, activistas de Ecologistas en Acción y organizaciones afines protagonizaron una acción para denunciar la participación y la financiación de empresas contaminantes de la COP25: nueve de ellos fueron detenidos y trasladados a comisaría, aunque ya han sido liberados. Para ellos, los malos también son las compañías que, a su juicio, utilizan la cumbre del clima para desviar la atención de su responsabilidad en la crisis climática. Y Extinction Rebellion no ha querido perderse la fiesta con su barco solar, sus acciones de desobediencia civil y sus voces indígenas. 

 

Miembros de Fridays for Future de todas partes del mundo han rodeado este viernes al vicepresidente de la petrolera Shell, Duncan Van Bergen, cuando se disponía a unirse a una reunión de IETA –uno de los lobbys en los que trabajan este tipo de compañías–. Este tipo de acciones son llamadas "birdwatching" (traducible como pájaros observando): los activistas han alzado en silencio las palmas de sus manos. donde tenían un ojo dibujado. Son coherentes con uno de los mensajes más poderosos que suele lanzar la organización inspirada por Greta Thunberg, y con su papel de contrapoder: "Os estamos vigilando".

 

Protesta de Extinction Rebellion en solidaridad con los indígenas del Amazonas en las inmediaciones de Ifema. EFE

La ambición, sin avances destacables

Además de las negociaciones para lograr cerrar los detalles del Acuerdo de París, el gran reto de la cumbre del clima de Madrid es intentar aumentar la ambición de los países a la hora de elaborar –y cumplir– planes de reducción de emisiones. Más allá de la voluntariedad de las Partes firmantes, las discusiones de esta primera semana han intentado cerrar al menos un esbozo de mecanismo, dentro del pacto firmado en 2015, para que las contribuciones de cada país sean revisadas obligatoriamente cuanto antes. El resultado ha sido un fracaso, causando la ira de Climate Action Network, que ha calificado las conversaciones como "vergonzosas". Sigue la clásica tensión entre países desarrollados y en vías de desarrollo. Los segundos, liderados por China, se agarran el argumento que esgrime que si los primeros no han cumplido demasiado por ahora, ellos no van a cumplir. 

Un puñado de países mantiene incierto el resultado de una Cumbre del Clima alejada de las demandas sociales

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En ese sentido, fuentes cercanas a las negociaciones han apuntado que la pelota está en el tejado de la Unión Europea. Las miras están puestas en el Green Deal que la Comisión Europea presentará el próximo miércoles, y en el Consejo Europeo del viernes que, previsiblemente, aprobará el objetivo de neutralidad climática para 2050. Una vez aprobado, el club comunitario intentará mantener una vía de diálogo bilateral con China para lograr que el gigante asiático avance en sus compromisos. Pero si llegan malas noticias de la reunión de ministros... "olvídate de esto", explican las mismas fuentes. 

Dado el escaso avance de la primera semana de la cumbre del clima, cabía esperar que la activista climática más famosa del mundo, Greta Thunberg, redoblara sus esfuerzos en su comparecencia de este lunes en su mítico "how dare you", exigiendo responsabilidad a los Gobiernos. Sin embargo, la joven sueca ha decidido utilizar toda la atención mediática que está recibiendo en los últimos meses para redirigirla hacia compañeros de Fridays for Future de países y colectivos vulnerables –insulares, indígenas, del Sur Global– para denunciar que hay quien está sufriendo la crisis climática ya, y en toda su crudeza, al margen de los privilegios del norte. Hay quien no puede esperar más: como dijo este lunes Kisha Erah Muaña, de Filipinas, está en juego la "vida y la supervivencia" de muchas poblaciones. No el difuso "planeta" al que todo el mundo hace referencia al hablar de cambio climático.

Este miércoles Thunberg hablará frente al plenario de la COP25, en el comienzo de la cuenta atrás para lograr una cumbre exitosa. Los más optimistas esperan que su discurso, extraordinariamente duro al repartir culpas, logrará remover alguna conciencia. 

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