-Are you happy in Spain?
-I am much more than that. I´m free.
(¿Eres feliz en España? Soy mucho más que eso. Soy libre). Así empieza la conversación que infoLibre ha tenido con uno de los hombres bangladesíes que trabajan vendiendo cerveza de manera ilegal cada noche. Al llegar la madrugada, los ya conocidos como lateros salen a las calles de áreas emblemáticas de Madrid como Malasaña, Sol y Lavapiés equipados con carritos de la compra en los que guardan las latas que venden a los transeúntes por un tan solo un euro.
En 2015, la Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana estableció como infracción leve el consumo del alcohol en la vía pública. Con multas que van desde los 100 hasta los 600 euros, muchos jóvenes empezaron a ver en los lateros una alternativa más segura y, sobre todo, más barata: “Traer las botellas y los hielos es mucho más complicado. Viene la poli y no te da tiempo a esconderlo, pero si pillas una lata, puedes escondértela o tirarla y no pasa nada”, nos dice un chico que se acerca para comprarle una cerveza al vendedor ambulante con el que hablamos. Los compradores son conscientes de la ilegalidad de este negocio. Pero no saben nada acerca de la vida y el origen de los comerciantes.
Weli tiene 31 años y nació en Bangladesh. En 2019 voló en avión hasta Italia para después coger un tren rumbo a Francia y llegar en coche a España. Desde entonces vive en Lavapiés en un piso compartido con seis personas. El oficio de los lateros tiene dos condiciones: la primera es conseguir entre 30 y 50 euros cada jornada. La segunda es una ganancia de 30 céntimos por cada lata vendida. La única manera de obtener un beneficio mínimamente digno es trabajar desde la media noche hasta prácticamente el amanecer. Cuando le preguntan si le gustaría dedicarse a alguna otra cosa, responde exactamente lo mismo que sus compañeros de trabajo, como si les hubieran hecho esta pregunta antes, como si tuvieran que protegerse: “Tengo que comer. No puedo tener otro trabajo. Si no vendo, no puedo vivir aquí”.
Ante esto surge una duda muy clara, ¿por qué España? Nirob, de 33 años, nos da la respuesta. Viajó desde Bangladesh hasta Libia en 2014. Cuando llegó al país del norte de África, las milicias controlaban las fronteras a través de las armas: “Si no entregabas el dinero, te mataban”. Él vio cómo dispararon a sangre fría a uno de sus amigos, junto al que intentaba escapar a Europa. “Mi amigo Ruan murió en Libia, por eso yo soy un afortunado, por eso me siento seguro aquí, ahora”. Consiguió llegar hasta Italia en ferry, donde dejó a su hermano mayor, con el que no ha vuelto a encontrarse, para después emigrar definitivamente a España. Hoy día gana una media de 15 euros la noche y, a pesar de llevar más de un lustro en nuestro país, no ha obtenido aún la nacionalidad española. Cuando el fenómeno de los lateros llegó a las calles de nuestro país muchos de los vendedores ambulantes aseguraban que su situación irregular era una ventaja: al no disponer de documentación, la policía no podía sancionarles. Pero actualmente la situación es distinta, “necesito los papeles para que mis padres pueden venir a verme. Desde hace ocho años, ellos siguen en Bangladesh”. Como su compañero Weli, Nirob debería conseguir unos 300 euros al mes para vivir dignamente.
El siguiente entrevistado prefiere no revelar su nombre. Lleva en España tres meses. Nació en Pakistán y a sus 26 años ha llegado a nuestro país caminando: cogió un ferry hasta Italia y desde allí emprendió una ruta a pie para acabar en Madrid. A diferencia de sus compañeros, él se muestra esperanzado. A pesar de la cantidad de horas que tiene que trabajar, de los beneficios mínimos y de las dificultades a la hora de regularizar su situación, asegura haber conseguido algo aquí que en su país nunca tuvo, la libertad. Hay una pregunta común a todos los lateros que hemos encontrado: ¿Quién es tu jefe? o ¿Para quién trabajas, te dijeron que tu trabajo en España sería este? La respuesta siempre es la misma. Con la actitud defensiva que adoptan al contestar sobre la posibilidad de encontrar algún otro oficio, aseguran "no saber para quién trabajan", "no tener jefe" o "no entender de qué les estamos hablando". Está claro que todos ellos trabajan para alguien que les impone los horarios y los precios. De lo contrario, sus ganancias serían mayores y con ello, al cabo de los años, podrían haber encontrado otra ocupación. Cuando les preguntamos si están minitiéndonos por miedo, prefieren guardar silencio.
Este último vendedor nos explica cómo recarga la mercancía en caso de que se le acabe. En pisos cercanos a las calles donde venden, los lateros guardan cientos de latas que han comprado durante el día en los supermercados del barrio. "Yo voy por las mañanas a Carrefour. Después, cojo pocas latas y cuando se acaban, vuelvo a la casa. Una y otra vez, lo mismo, siempre". Se ha hablado mucho sobre los lugares en los que los lateros esconden las cervezas. Algunos medios revelaron hace años que las ocultaban en cubos de basura e incluso en el alcantarillado. Lo cierto es que, al menos, algunos de ellos sí que se equipan con cajas de cerveza que guardan en las casas, llamadas "pisos lanzadera". Un joven asiduo de Malasaña conoce personalmente a varios lateros y nos explica que ha estado en una de esas viviendas, donde hay frigoríficos cuyo interior se destina exclusivamente a las latas. Es difícil saber a ciencia cierta el escondite real de esta mercancía. Lo que sí se puede confirmar es que los vendedores ambulantes saben cómo esquivar la ilegalidad: nunca llevan más latas de las permitidas para que, en caso de ser registrados por la policía, esta no pueda deternerles por venta clandestina.
Un latero busca clientes mientras dos jóvenes bailan, calle de San Andrés, Malasaña.
La otra cara de la moneda: la hostelería advierte sobre los problemas que ocasionan los lateros
Desde hace años los regentes de los bares de Malasaña advierten sobre el fenómeno de los lateros, una competencia a la que son incapaces de hacer frente. La Asociación de Empresarios de Ocio Nocturno de la Comunidad de Madrid se queja de un negocio que no atiende a impuestos ni a ningún otro tipo de regulación. Los locales nocturnos han de cumplir con la normativa, mientras los vendedores ambulantes pueden desplazarse por las calles en busca de clientela ofreciendo un servicio tres veces más barato que el de los bares tradicionales. El precio medio de una cerveza en la hostelería madrileña es de dos euros la más barata y cuatro la más cara y las bebidas no pueden sacarse a la calle. Los dueños de los bares ven cómo sus clientes consumen alcohol por una cuantía imbatible, a veces incluso durante el tiempo de espera en las colas para entrar en los locales.
Mayse Peralta, portavoz de Asociación de Hosteleros de Malasaña (AHM), cuenta que los lateros ya no son el único problema al que se enfrentan. Las tiendas de alimentación, que venden alcohol las 24 horas del día de forma ilegal, están proliferando en las calles más concurridas del barrio madrileño. Como los vendedores ambulantes, los dependientes de estos locales saben esquivar la línea que separa lo legal de lo clandestino: "Realmente no son tiendas de alimentación, porque tienen dos bolsas de patatas para que lo parezca, pero está clarísimo que lo que están haciendo es vender alcohol". La venta de bebidas alcohólicas es legal en estos establecimientos siempre y cuando no sean más tarde de las diez de la noche. Llegada esta hora, los comerciantes vigilan que la policía no esté cerca y así seguir despachando todo tipo de botellas alcohólicas, que muchas veces están ocultas a la vista de los consumidores: "Tú entras y solo tienen unas cuantas bolsas de patatas. El alcohol lo tienen escondido. Es muy complicado, porque cuando se produce una inspección policial los agentes casi siempre ven una compra venta de alimentos. Es difícil pillar justo a la persona comprando el alcohol, presenciar una transacción económica y demás factores que prueben que ahí dentro se está delinquiendo".
En relación con la situación de las personas que regentan estos locales, Peralta desvela algo interesante: las tiendas de alimentación y los vendedores ambulantes están estrechamente relacionados. Es más, alguien podría pensar que pertenecen a la misma red ilegal: "Los lateros se suministran de las tiendas. Cuando se reparten las calles en las que van a trabajar por la noche, acuden a la tienda de alimentación más cercana, que les va dando las latas". La portavoz de AHM ha observado que todos ellos, los bangladesíes que trabajan a pie de calle y los que están detrás del mostrador, forman parte de una mafia clandestina, "una organización de la que estamos completamente seguros que lleva toda la red de ventas y suministros en toda la ciudad de Madrid". Con todo lo anterior, advierte de las consecuencias que tienen estas prácticas, que ya no solo afectan a la hostelería, sino a la convivencia en el barrio y al descanso de los vecinos. "Últimamente alrededor de la Plaza del Dos de Mayo y en la calle Velarde ha habido un nivel de delincuencia muy alto. El botellón llama a más gente y de pronto te encuentras doscientas, trescientas personas a las dos o tres de la mañana que no entran a los locales, por lo que no se les puede controlar. Que estén fuera conlleva un problema de insalubridad, malestar, ruido e incluso violencia callejera".
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"Nadie es el enemigo, los lateros tampoco"
En su gran mayoría, los empresarios del mundo de la noche consideran el fenómeno de los lateros como un problema. Pero hay otros que han desistido en sus intentos a la hora de acabar con los vendedores ambulantes, acostumbrándose a su presencia. El dueño de un local ubicado en una de las calles más transitadas de Malasaña, que prefiere no revelar su nombre, afirma que "no los ve como competencia". Para él, el inconveniente está en la imagen negativa que el botellón da al local si este se produce en su puerta. Considera perjudicial la aglomeración de jóvenes en la entrada del bar, que muchas veces se quedan en la calle consumiendo las cervezas que adquieren por un euro. Pero si se trata de competencia, como profesional de la hostelería, es consciente de la diferencia entre regir un local y ganarse la vida de forma ilegal. Explica que "en un principio puede que te roben algo, pero al final hacen otra cosa, no son un bar. En el caso de que fueran competencia, esta no es negativa. Cuando hay cuarenta bares en una calle, todos trabajamos más, nos robamos el trabajo los unos a los otros inevitablemente. Nadie es el enemigo. Los lateros tampoco".
El fenómeno de los lateros ya lleva en las calles de Madrid más de una década, la proliferación de tiendas de alimentaciónsupone ahora un nuevo reto. Hace unos años, el Ayuntamiento lanzó la campaña Que no te den la lataQue no te den la latapara concienciar a los ciudadanos y turistas sobre los efectos negativos del alcohol clandestino en la capital. A día de hoy el problema sigue sin solucionarse. Weli, Nirob y muchos otros se ven sin alternativa. Los que sí la tienen, aquellos que les facilitan la llegada a España y que han hecho de la venta ambulante un negocio millonario son un gran desconocido, a veces incluso para los propios bangladesíes. Quizás se esté apuntando al objetivo equivocado: los lateros son la cara tras la que se ocultan los hombres que les obligan a darse a las calles cada noche.
-Are you happy in Spain?