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No hubo sorpaso pero la izquierda abertzale logra imponerse como alternativa para el futuro

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Entre un pasillo de ikurriñas y aplaudido por dos centenares de militantes aparecía, sobre las 10:30 de la noche, Pello Otxandiano en el Mercado del Ensanche de Bilbao. Un recibimiento a la altura de lo que él y su partido, EH Bildu, acababan de conseguir en una noche histórica en el País Vasco. La formación de la izquierda abertzale ha roto todos sus topes históricos en las elecciones vascas de este domingo, donde han conseguido 27 escaños, empatando en cabeza con el PNV, y confirmándose como una verdadera alternativa de gobierno en el futuro. Aunque es prácticamente seguro que Bildu no podrá gobernar, la coalición ha puesto en entredicho por primera vez la hegemonía de los jeltzales, algo que parecía imposible hace unos pocos años.

Los abertzales han subido 6 escaños con respecto a los comicios de 2020, donde quedaron 10 escaños por detrás del PNV, y han conseguido convencer a más de 340.000 vascos, casi 100.000 más que en las anteriores elecciones. Los resultados confirman que la formación que lidera Arnaldo Otegi está al alza después de ganar en votos al PNV en las elecciones generales al Congreso de los Diputados y empatar a escaños en esta ocasión, aunque quedando por detrás en votos. 

"El trabajo que hemos hecho ha dado sus frutos, estamos orgullosos, y mañana al tajo. Las siguientes son las elecciones europeas, para ser la primera fuerza en Euskadi y Navarra", ha manifestado el líder de Bildu.

El ascenso de la coalición desde su aparición es evidente. En 2012, los primeros comicios que se presentaron con la marca de EH Bildu, obtuvieron el 25% de los votos y 21 escaños. En 2016 bajaron su presencia en el parlamento hasta los 18 asientos y el 21% de los votos. Fue un pequeño bache que precedió al que hasta ahora era su techo: el 27,9% de los votos y repitiendo los 21 escaños de 2012. 4 años después han superado incluso la barrera del 30% (32,52%).

El éxito de Bildu se ha fraguado en Álava, la provincia clave en estas elecciones, donde la candidatura de Pello Otxandiano ha ganado en votos y escaños al PNV. La pelea por los codiciados votos de los alaveses ha centrado la campaña electoral, ya que esta provincia está sobrerrepresentada en el sistema electoral vasco. En las otras dos circunscripciones todo ha ido según lo previsto: Vizcaya ha sido para el PNV y en Gipuzkoa la victoria se la ha llevado EH Bildu. 

Sin embargo, pese a este resultado histórico, la izquierda abertzale no podrá gobernar. La coalición actual de PNV y PSE-PSOE ha conseguido revalidar una mayoría que en algunos momentos de la noche ha corrido serio peligro. Los de Eneko Andueza han dejado claro durante la campaña electoral que su opción será votar a Imanol Pradales y evitar darle apoyo a Bildu, pese a que socialistas y abertzales se han entendido a nivel nacional con sus pactos en el Congreso de los Diputados. 

Su subida se asienta en un discurso social y de izquierdas, alejado de temas como el nacionalismo combativo o la independencia que ya no parecen calar como antes en la sociedad vasca. Una línea que comenzaron hace ya algunos años, a imagen y semejanza de los irlandeses del Sinn Féin, y que esta noche han podido rentabilizar. En campaña, Otxandiano se ha centrado en temas como el deterioro de la sanidad, la necesidad de invertir en los servicios públicos y la implementación de políticas sociales. Un discurso que, además, ha atraído votos de otras formaciones de izquierdas, sobre todo de un Elkarrekin Podemos que ha perdido toda su representación en la cámara vasca.

Una estrategia que parecía resquebrajarse el pasado lunes, cuando el candidato de Bildu evitaba, en una entrevista en Hora 25 de la Cadena Ser con Aimar Bretos, calificar a ETA de banda terrorista. “ETA fue un grupo armado. Las consideraciones o denominaciones pueden ser diversas. La violencia del Estado también puede tener diferentes títulos. No creo que esa sea tanta la cuestión”, decía Otxandiano. 

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A partir de ahí, la campaña giró hacia unos temas que, a priori, no favorecían a Bildu, con la condena total del resto de fuerzas políticas a las palabras del candidato abertzale y con polémicas como la que sucedió en el debate de la EITB, donde Pradales calificó a Otxandiano “candidato de Sortu”, asociándolo de esa manera al ala de Bildu heredera de la antigua Batasuna. Después de varios días, Otxandiano pidió perdón, aunque a su manera: “Si con esas palabras yo pude herir la sensibilidad de las víctimas de ETA, pido perdón”. 

Sin embargo, y pese a toda la polémica suscitada, el giro de la campaña por las declaraciones de Otxandiano no parecen haber pasado ninguna factura a Bildu. Los votantes vascos le han dado una confianza mayoritaria y esa falta de condena no les ha erosionado demostrando que, en el País Vasco, el recuerdo de ETA no acaba de remover al electorado. 

Otra de las claves del ascenso de Bildu está entre los votantes más jóvenes. Casi 200.000 votantes vascos se han incorporado al censo electoral desde el fin de ETA en 2011 y su opción preferente es una izquierda abertzale hegemónica entre los menores de 40 años. El discurso social de Bildu ha calado especialmente entre esas personas jóvenes. Con esta base electoral y con la perspectiva de cuatro años más en la oposición, la pregunta es si el techo de Bildu puede romperse una vez más, arrebatando al PNV una hegemonía en el País Vasco que parecía imposible de superar.

Entre un pasillo de ikurriñas y aplaudido por dos centenares de militantes aparecía, sobre las 10:30 de la noche, Pello Otxandiano en el Mercado del Ensanche de Bilbao. Un recibimiento a la altura de lo que él y su partido, EH Bildu, acababan de conseguir en una noche histórica en el País Vasco. La formación de la izquierda abertzale ha roto todos sus topes históricos en las elecciones vascas de este domingo, donde han conseguido 27 escaños, empatando en cabeza con el PNV, y confirmándose como una verdadera alternativa de gobierno en el futuro. Aunque es prácticamente seguro que Bildu no podrá gobernar, la coalición ha puesto en entredicho por primera vez la hegemonía de los jeltzales, algo que parecía imposible hace unos pocos años.

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